Irradia, emisión del 21 de mayo de 2023
Transmitido por CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
VII Domingo de Pascua, Domingo de la Ascensión del Señor

“Vayan pues, y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” Mt 28, 19

(Música, La Ascensión, Javier Bru)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música, La Ascensión, Javier Bru)

En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.

Hombres de Galilea, ¿qué hacen allí parados mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo volverá como lo han visto marcharse, Aleluya.

Concédenos Dios todopoderoso rebosar de santa alegría y gozosos, elevar a ti una cumplida acción de gracias, ya que la ascensión de Cristo, tu Hijo, es también nuestra victoria, pues adonde llegó Él que es nuestra cabeza esperamos llegar también nosotros que somos su cuerpo. Por Jesucristo nuestro Señor. amén.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, como siempre una alegría, un gozo, poder compartir con ustedes la Palabra de Dios en esta mañana del domingo, Domingo de la Ascensión del Señor.

San Lucas, al principio de los Hechos de los Apóstoles, nos describe la partida del Señor hacia el cielo en la primera lectura. San Mateo, en el Evangelio, refiere los términos de la misión confiada por Jesús a sus apóstoles después de su última manifestación. San Pablo, por su parte, en la segunda lectura, se adentra más allá de la nube que escondió a Cristo y contempla al Señor sentado a la derecha de Dios en el cielo como cabeza de toda la Iglesia y Señor del universo. El Evangelio de este domingo está tomado del evangelista San Mateo, capítulo 28, versículos del 16 al 20.

(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 28, 16 – 20)

Normalmente celebramos las bienvenidas, pero nunca celebramos las despedidas, es más, decimos que las despedidas son tristes, no importa que aquella persona a quien despedimos vaya quizás en busca de la realización de sus sueños, vaya a un lugar que ha añorado llegar. No importa, siempre las despedidas resultan tristes, porque nos separamos de aquellas personas, familiares, amigos, a quienes queremos, con quienes compartimos. Y por eso, no tenemos la costumbre de celebrar las despedidas.

Pero sin embargo la Iglesia sí. Hoy celebramos una despedida: Jesús asciende al cielo y se despide de sus apóstoles, de sus discípulos. Supongo que ellos estarían consternados de alguna manera, a pesar de que el Señor los ha ido preparando: “es necesario que yo me vaya para prepararles un lugar, es necesario que yo me vaya para enviarles el Espíritu Paráclito, el Espíritu consolador, el que les dará a conocer todo lo que no saben”. Pero ya han experimentado una separación, cuando pensaron que al morir Cristo en la Cruz todo había terminado, que al ponerlo en el sepulcro todo había acabado, ya no había más. Y después, la alegría y el gozo de la Resurrección, de verlo en medio de ellos, de oírlo decir: “No tengan miedo, soy Yo, miren mis manos, miren mis pies, denme de comer. Escucharlo anunciar la misión que van a cumplir de ir al mundo entero a anunciar la Buena Noticia, explicarles las Escrituras, de compartir con ellos.

Y ahora resulta que el Señor tiene que irse, y así nos lo narra la primera lectura de los Hechos de los apóstoles, como estando todos reunidos Jesús los bendice y comienza a ascender al cielo. Y allí se quedan ellos mirando, mirando cómo va ascendiendo al cielo, hasta que, nos dice también el libro de los Hechos de los apóstoles, que mientras miraban fijamente al cielo, viéndolo alejarse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco y les dijeron: “Galileos, ¿qué hacen allí parados mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo volverá como lo han visto alejarse”. Y por eso es que la Iglesia celebra esta despedida. Porque esta despedida no es para desentenderse, para separarse, no es para irse. Paradójicamente, es para quedarse. El Señor se va, pero se queda, ya no lo verán con los ojos del cuerpo, lo seguirán viendo con los ojos de la fe. Dichosos aquellos -le dirá el Señor a Tomás- que sin haber visto han creído. Ya no estará solo con ellos en un lugar determinado, sino estará con todos los que crean en Él en todas partes del mundo. El Señor se va para quedarse, para estar con nosotros, para estar con todos nosotros, para enviarnos el Espíritu Santo, para que ese Espíritu Santo nos fortalezca y nos ayude a cumplir la misión de ir al mundo entero a anunciar la Buena Noticia, se irá para prepararnos un lugar, porque donde esté Él también un día aspiramos a estar nosotros. El triunfo de Cristo es nuestro triunfo, así como Él asciende al cielo, así nosotros aspiramos un día a estar con Él a la derecha del Padre. “Vengan a mí benditos de mi Padre”.

Por eso celebramos la fiesta de la Ascensión del Señor. Por eso no podemos quedarnos mirando al cielo, angustiados, tristes, como si nos hubiéramos quedado solos. No nos hemos quedado solos, el Señor está con nosotros, lo que tenemos es que descubrirlo, lo que tenemos es que tener abiertos los ojos de la fe para descubrir al Señor en cada momento, en cada circunstancia, en cada acontecimiento, al Señor que no resuelve todos nuestros problemas, pero que nos da la fuerza para enfrentarlos, para resolverlos, para sobrellevarlos, el Señor que es nuestro cirineo, el Señor que nos ayuda a llevar la Cruz como el Cirineo lo ayudó a Él a llevar la Cruz, con la diferencia de que al Cirineo se lo impusieron, y el Señor nos ayuda porque quiere, quiere quedarse con nosotros como se ha quedado en los sacramentos, como se ha queda en la Eucaristía y se nos da en comida y en bebida de salvación para fortalecernos.

Él nos ha dicho, el que quiera ser mi discípulo tiene que ser capaz de tomar su cruz cada día y ponerse en camino, pero no nos deja solos llevando la cruz, sino que nos ayuda a llevar la cruz que, como Él, encontraremos en la medida que tratemos de ser fieles a su Palabra, en seguir su camino, en hacer el bien cada día, en anunciar el Reino de Dios. Encontraremos dificultades, pero ahí estará el Señor para darnos la fuerza, para seguir adelante cada día.

Por eso no podemos quedarnos mirando al cielo, tenemos que mirar hacia adelante, tenemos que seguir al Señor que es el Camino, la Verdad y la Vida, el Señor que nos señala el camino a seguir, el Señor que nos da la fuerza para convivir conforme a su Palabra y poder llevar esa Palabra a los que no la conocen, a los que viven tristes, a los que viven angustiados porque se sienten solos, porque se sienten abandonados. Y decirles, no, el Señor está con nosotros, el Señor nos da la fuerza, el Señor nos ha salvado, el Señor nos ha rescatado, el Señor nos ha redimido, el Señor nos da siempre una nueva oportunidad, el Señor permite que comencemos de nuevo, el Señor es el Padre del “hijo pródigo”, esperando que regresemos para echarnos los brazos al cuello y decir: “Hagamos una gran fiesta porque este hijo mío que estaba perdido ha sido encontrado, porque este hijo mío que estaba muerto ha vuelto a la vida. El Señor está para caminar a nuestro lado, como caminó al lado de los discípulos de Emaús cuando tristes regresaban pensando que todo había terminado y les explicó las Escrituras, y ellos sintieron cómo ardía su corazón y lo descubrieron cuando partió el pan. Y llenos de alegría corrieron para compartir esta buena nueva con sus hermanos que habían quedado en Jerusalén.

Que nosotros también tengamos los ojos de la fe abiertos para descubrir al Señor, para descubrirlo en su Palabra, para descubrirlo en los hermanos, para descubrirlo en los necesitados, para descubrirlo presente en nuestra vida cada vez que, en medio de las dificultades somos capaces de ponernos en pie y seguir adelante, en medio de la obscuridad encontramos una luz para seguir caminando. Es Él que nos va iluminando, es Él que nos va señalando el camino.

Por eso la Ascensión del Señor es una fiesta que celebramos con gran alegría, porque Él ha preparado un lugar para nosotros, porque aspiramos que cuando llegue el momento que el Señor nos llame a su presencia podamos ir a ese lugar que Él ha preparado para nosotros, Él es la cabeza de la Iglesia, nosotros somos el cuerpo de Cristo y aspiramos a estar un día donde el Señor está, aspiramos a estar un día resucitados junto al Señor. Todos. Encontrándonos con aquellos que nos han precedido para no separarnos jamás, en el lugar del consuelo, de la luz y de la paz.

Pero mientras tanto llega ese día, con la fuerza del Señor, con la presencia del Señor, trabajamos y luchamos y nos esforzamos por comenzar a vivir ya los cielos nuevos y la tierra nueva que el Señor nos ha prometido, para no quedarnos cruzados de brazos, para levantarnos cada mañana y decir: Es posible. Un mundo mejor es posible, una vida mejor es posible; siempre en el Señor encontraré la fuerza para seguir adelante. Que así Él nos lo conceda.

(Música, Yo estaré siempre con ustedes, Dumas y Mary)

Ahora, hermanos, renovemos nuestra profesión de fe pidiéndole al Señor que nos ayude para con humildad, pero perseverancia y constancia vivir conforme a la fe que profesamos.

¿Creen en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra? R/ Sí creo.

¿Creen en Jesucristo su único Hijo nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, padeció, murió, resucitó, y está sentado a la derecha del Padre? R/ Sí creo.

¿Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna? R/ Sí creo.

Esta es nuestra fe, esta es la fe de Iglesia que nos gloriamos de profesar, en Cristo Jesús, nuestro Señor. R/ Amén.

Confiados en que el Señor siempre nos escucha y siempre nos responde, le presentamos nuestras súplicas

En primer lugar, por la Iglesia, para que fieles al mandato del Señor, estemos dispuestos a dar testimonio de Él en medio de este mundo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los que sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que puedan encontrar en Cristo consuelo, fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que sepamos responder al llamado del Señor a servirle en los hermanos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, de manera particular por aquellos por quienes nadie eleva una oración, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Los unos por los otros, para que confiados en que el Señor está en medio de nosotros y nos fortalece con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, podamos seguir adelante cada día. . Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquéllas que han quedado en nuestros corazones, pero que Tú conoces, te las presentamos por Jesucristo tu Hijo nuestro Señor. Amén.

Y ahora, hermanos, oremos con la oración que el mismo señor Jesús nos enseñó, nos enseñó a llamar a Dios Padre, y nos enseñó que por tener el mismo Padre somos hermanos los unos de los otros.

Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén

Hermanos, todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús sacramentado pueden hacer la Comunión Espiritual rezando la siguiente oración:

Creo Señor mío que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas, y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma; pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiera recibido, me abrazo y me uno todo a ti. Oh Señor, no permitas que me separe de ti. Amén.

Hermanos, les deseo a todos que tengan un feliz domingo y una muy buena semana. Aprovechen el domingo para pasarlo en familia, a veces durante la semana no tenemos tiempo, las ocupaciones, las obligaciones, pues entonces el domingo es el día para compartirlo, para compartir nuestras alegrías, nuestras esperanzas, y también, ¿por qué no?, nuestras tristezas, para ayudarnos, para confortarnos, para estar juntos, para crecer como familia. Y también acordarnos de los amigos, hay amigos que están solos, que por una u otra razón están lejos de su familia o sus familias están lejos de ellos, pues acojámoslos, acojámoslos en nuestra casa, en nuestro hogar, para que se sientan acompañados y reconfortados.

Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes y los acompañe siempre. Amén.  

Les ha hablado el Padre Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba.  Hasta la próxima.      

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección general, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo
Irradia…

(Música, Yo estoy con vosotros, DR)  

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