Irradia, emisión del 7 de abril de 2024

Irradia, emisión del 7 de abril de 2024

Irradia, emisión del 7 de abril de 2024
Transmitido por CMKC, Emisora
​​Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
II Domingo de PASCUA

“La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo” Juan 20, 21

 

 

(Música)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como el cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música)

En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.

Cristo resucitó, verdaderamente resucitó. Es el saludo de quienes se gozan por el triunfo Pascual del Hijo de Dios. Cristo se sometió a la muerte de cruz, no porque fuera algo inevitable para Él sino porque quiso vencer en el Árbol de la Cruz, a quien venció al hombre en un árbol del Paraíso. El Hijo de Dios se hizo hombre, pero esto no fue una simulación. Él asumió la naturaleza humana por toda la eternidad, el Resucitado vivirá por años sin término.

Nos alegramos porque con nuestro bautismo fuimos hechos partícipes del Cuerpo Místico de Cristo, y lo que ocurrió con la Cabeza ocurrirá con el cuerpo, si Cristo resucitó nosotros también estamos llamados a resucitar con Él, pero tenemos que estar conscientes de que esto no ocurrirá de un modo automático. Los discípulos que dejaron solo a Jesús el Viernes Santo, tuvieron la oportunidad de reparar por su falta y compartieron la cruz del Señor a su debido tiempo, todos excepto Juan, murieron mártires.

“Rey vencedor apiádate de la miseria humana y da a tus fieles partes en tu victoria Santa. Abran los corazones con alegría y den gracias a Dios que los ha llamado al reino de los cielos. Aleluya. Dios de eterna misericordia, que reanimas la fe de este pueblo a ti consagrado con la celebración anual de las fiestas pascuales. Aumenta en nosotros los dones de tu Gracia para que todos comprendamos mejor la excelencia del bautismo que nos ha purificado, la grandeza del Espíritu que nos ha regenerado, y el precio de la sangre que nos ha redimido. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén”

Buenos días, buenas tardes, buenas noches donde quiera que se encuentren. Una alegría y un gozo poder compartir como siempre este pedacito de la mañana del domingo, y compartir la Palabra de Dios, y sobre todo compartir la alegría de la Resurrección. Cristo ha resucitado y nosotros resucitaremos con Él.

Estamos celebrando el segundo Domingo de Pascua, el Domingo de la Divina Misericordia, el domingo en que el Señor nos recuerda que su misericordia es infinita, que siempre estará dispuesto para derramarla sobre nosotros cada vez que necesitemos de ella; pero también recordarnos que tenemos que tener un corazón misericordioso como el suyo los unos para con los otros, todos para con todos, de manera particular para con los más necesitados.

En este domingo de la octava de Pascua Cristo se hace presente en medio de los hermanos que se habían reunido en memoria de la resurrección y suscita en ellos la fe. De eso nos habla el Evangelio de hoy, por eso, por esa fe en Cristo Resucitado, la multitud de los creyentes piensan y sienten. Lo mismo nos dice la primera lectura, es la misma fe por la cual consigue el cristiano la victoria sobre todas las fuerzas de desintegración y de rechazo, a las que Juan llama el mundo en la segunda lectura.

El evangelio de hoy está tomado del evangelista San Juan, capítulo veinte, versículos del 19 al 31.

(Lectura del evangelio de San Juan, capítulo 20, 19-31)

El Señor se aparece a los apóstoles, a los discípulos que estaban encerrados en la casa por miedo a los judíos y lo primero que les dice es paz a ustedes, la paz esté con ustedes. Cuando leemos las narraciones de la aparición de Cristo Resucitado a sus apóstoles, a sus discípulos, repetirá una y otra vez, paz a ustedes. Porque es lo que habían perdido, por eso estaban llenos de temor, por eso estaban encerrados porque habían perdido la paz.

El Señor les trae la paz, en alguna ocasión también les dirá, no tengan miedo. Yo estoy aquí en medio de ustedes, la paz con ustedes. Inmediatamente les enseña las manos y el costado sin que ellos se lo pidan, sin que le pidan una demostración, una prueba de que es Él resucitado, pero Él quiere dárselas para que puedan recuperar la paz, para que estén convencidos de que no es una ilusión, sino que es una realidad que ha vencido el mal y la muerte.

Y por eso de nuevo les repite la paz con ustedes y los envía, como el Padre me ha enviado, así, los envío yo. Pero los envía después de darle la paz, si no tienen paz no podrán salir de ellos mismos, si no tienen paz no podrán abrir las puertas y las ventanas, si no tienen paz no podrán salir a predicar a Cristo muerto y resucitado allí mismo donde fue condenado, en las calles por las que pasó cargado con la cruz aparentemente vencido y derrotado, paz a ustedes, ahora vayan y anuncien la Buena Noticia, esa buena noticia que traerá paz al corazón y a la vida de todo el que acoge el mensaje.

No, para consolarlo simplemente. No para adormecer, sino para despertarlo. Paz a ustedes, vayan y anuncien a Cristo muerto y resucitado, y les da el poder de perdonar los pecados, a quienes les perdonen los pecados les quedan perdonados a los que se los retengan les quedará retenido. Da ese poder a la iglesia, pero nos da esa oportunidad de arrepentirnos y recibir a través del ministerio de la iglesia, del sacramento de la Reconciliación, el perdón de nuestros pecados hasta 70 veces siete. Cuántas veces comprendamos que hemos pecado, que nos hemos apartado del camino del Señor y volvamos a Él, y le digamos Padre pecado contra el cielo y contra ti, escucharemos la palabra que pronuncia el sacerdote, yo te absuelvo de todos tus pecados en el nombre de Cristo, porque es Él quien perdona a través de la persona del sacerdote.

En el Evangelio de hoy también se nos presenta a Tomás, no estaba allí, no estaba presente cuando Jesús apareció y mostró sus llagas y les dio la paz y les dio la misión de ir a anunciar la Buena Noticia en medio de sus hermanos, y no quiso creer, si no veo las llagas de sus manos, si no meto mi dedo en su costado no creeré. Y la próxima vez que Jesús aparece en medio de sus discípulos, que todavía estaban con las puertas cerradas, lo primero que hace después de repetirles paz a ustedes, es ir donde Tomás, ven, dame tu mano mete tu dedo en las llagas de mis manos y mete tu mano en mi costado y no seas incrédulo, sino creyente, y entonces Tomás dice esas palabras que los cristianos hemos repetido durante siglos en el momento de la consagración, Señor mío y Dios mío.

Y Jesús le responde con una bienaventuranza, porque has visto crees, dichosos, bienaventurados los que sin ver crean. Dichosos los que sin ver crean. Dichosos nosotros que no hemos visto físicamente a Cristo Resucitado y creemos. Dichosos los que a través de nuestro testimonio de fe se encuentren con el Señor resucitado y crean, y a su vez lleven este testimonio a los que vienen después que ellos. Demos gracias al Señor que siempre nos trae la paz por grande que sean las tormentas que podamos encontrar en nuestra vida, siempre el Señor nos dirá paz a ustedes y en Él encontraremos la paz para cumplir nuestra misión, no de quedarnos encerrados con las puertas cerradas por temor, sino para salir a anunciar la Buena Nueva de Cristo, que murió por nosotros, padeció por nosotros y resucitó para que nosotros pudiéramos resucitar. Dichosos los que sin ver crean.

Que así el Señor nos lo conceda.

(Música)

Hermanos renovemos nuestra profesión de fe, pidiéndole al Señor que nos da la paz y nos envía, que podamos vivir conforme a la fe que profesamos para dar testimonio con la palabra y con la vida.

Creen en Dios Padre todopoderoso creador del cielo y de la tierra. Sí, creo.

Creen en Jesucristo su único Hijo nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, padeció, murió, resucitó y está sentado a la derecha del Padre. Sí, creo.

Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna. Sí, creo.

Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar, en Cristo Jesús nuestro Señor. Amén.

Ahora presentemos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre.

En primer lugar, por la Iglesia, para que en Cristo encontremos la paz y podamos cumplir nuestra misión de dar testimonio de Él en medio de nuestros hermanos que aún no lo conocen y lo necesitan. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los que sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que podamos ayudarlos a encontrarse con Cristo y en Cristo encontrar consuelo fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que sepamos responder al llamado del Señor. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, particularmente por los que nadie pide, para que perdonadas sus faltas, el Señor lo acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que el Señor nos dé un corazón misericordioso como el suyo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Ahora hermanos oremos con la oración en la que Cristo nos enseñó a llamar a Dios Padre, pero recuerden porque Dios es Padre de todos, todos somos hermanos los unos de los otros.

Padrenuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase su voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Hermanos todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús Sacramentado pueden hacer la comunión espiritual rezando la siguiente oración.

Creo, señor mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón, y como si te hubiese recibido me abrazo y me uno todo a Ti. Oh, Señor no permitas que me separe de ti. Amén.

Hermanos este segundo domingo del Tiempo Pascual fue designado Domingo de la Divina Misericordia por el Papa San Juan Pablo II en el año 2000 durante la canonización de Santa Faustina Kowalska. Estamos dentro de la cincuentena pascual, alegres por la resurrección del Señor, pero nada obsta para reconocer que la obra salvífica de Jesucristo proviene de la Misericordia Divina. Tanto amó Dios al mundo que nos entregó a su único Hijo. El Catecismo de la Iglesia Católica en su número 1225 nos dice, la sangre y el agua que brotaron del costado traspasado de Jesús crucificado, Juan 19,34, son figuras del Bautismo y de la Eucaristía, sacramentos de la vida nueva, 1ra de Juan 5, del 6 al 8, desde entonces es posible nacer del agua y del Espíritu para entrar en el reino de Dios, Juan 3,5. En la Pasión Muerte y Resurrección del Señor derramó Su Misericordia sobre la humanidad, por eso cantemos llenos de gozo, la misericordia del Señor es eterna, Aleluya.

Que tengan un feliz domingo que lo disfruten en familia, que lo disfruten con los amigos, ténganlos en cuenta, y recuerden inviten, acojan a aquellos que están lejos de sus propias familias y necesitan tanto ese calor familiar.

Que el Señor los bendiga, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y los acompañe siempre. Amén.

Les ha hablado el padre Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima si Dios quiere.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección General, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung.
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo…Irradia…

(Música)

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