ALOCUCIÓN RADIAL PASCUA DE RESURRECCIÓN 2024

ALOCUCIÓN RADIAL PASCUA DE RESURRECCIÓN 2024

ALOCUCIÓN RADIAL PASCUA DE RESURRECCIÓN 2024
Domingo 31 de marzo de 2024
Mons. Dionisio G. García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba
Rafael Ángel López Silvero, párroco de la SBMI Catedral de Santiago de Cuba

¡Entró… vió y creyó! Juan 20, 8

 

 

(Música, Amanecía, Tony Rubí)

Nos acompaña Monseñor Dionisio García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba.

Buenos días hermanos y hermanas de esta hermosa y amplia provincia de Santiago de Cuba. Me dirijo a ustedes a todos los radioyentes de la CMKC, emisora provincial. Tengo muy presente a las familias, a todas las familias, para que este día, que es el día del Señor, el día mayor del cristiano, el día de la resurrección de Cristo, la paz sea en su casa.

Por eso también quiero dirigirme a todos aquellos que no pueden estar unidos por X motivos, por esa x razón, están separados de su casa, los que están lejos, aquellos que tal vez no tengan la radio y no puedan escuchar, pero a través de ustedes pues hagan llegar este mensaje que les queremos transmitirle en nombre de la comunidad católica de la provincia, del mío propio, el arzobispo de Santiago de Cuba Mons. Dionisio el que les habla; pero también de todos los sacerdotes, todos los fieles, deseando que pasen un día muy alegre en el Señor, en medio de las dificultades que todos tenemos en la vida, sepamos que la vida tiene un sentido de Cristo Jesús y que aún el sufrimiento que nosotros pasamos tiene un sentido. Cristo ha pasado su pasión, su muerte, su cruz, pero también la resurrección, eso es lo que nosotros esperamos.

Sin más, les dejo esta meditación que tenemos preparada para ustedes, que el padre Rafael Ángel el párroco de la catedral, que como siempre hace, pues nos ilumina todos los domingos con su comentario de la Palabra de Dios, escuchemos que con devoción.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches hermanos, una alegría como siempre poder compartir con ustedes este pedacito de la mañana del domingo sobre todo este domingo especial, que es el domingo de la Pascua, que es el domingo de la Resurrección. Aunque los Evangelios no nos dicen la fecha del nacimiento del Señor, si nos la dan para la Pascua, el día 14 del primer mes hebreo de Nisán. Como los hebreos seguían un calendario solar-lunar, la Pascua no se celebra en una fecha fija, lo hacemos el domingo siguiente a la primera luna llena de primavera.

Nuestros hermanos bizantinos no siguen como nosotros el calendario gregoriano, con las correcciones astronómicas del Papa Gregorio XIII asesorado por los mejores astrónomos de su tiempo, sino el de Julio César, el calendario juliano menos exacto.

El hecho Pascual es el más importante de la historia de la salvación y por lo mismo las celebraciones pascuales, son las más solemnes de nuestro año litúrgico. El tiempo pascual tiene una duración de 50 días y por esto se llama Pentecostés a la festividad que cierra el período. Las celebraciones litúrgicas de este tiempo deberán realizarse con alegría y júbilo, como si se tratara de un solo y único día festivo, como un gran domingo; es característico el canto del Aleluya que significa alaben al Señor.

El Señor ha resucitado verdaderamente, aleluya, a Él la gloria y el poder por toda la eternidad. Aleluya, aleluya, Señor Dios que por medio de tu Unigénito vencedor de la muerte nos has abierto hoy las puertas de la vida eterna, concede a quienes celebramos la Solemnidad de la Resurrección del Señor, resucitar también a la luz de la vida eterna por la acción renovadora de tu Espíritu. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

El mensaje de Pascua, Cristo ha resucitado, se repite en cada una de las lecturas de la misa de hoy. Hoy San Juan nos lleva a la entrada del sepulcro vacío que es la garantía de nuestra fe, o bien San Lucas nos habla del encuentro con el Resucitado en el camino de Emaús, así nos lo narra el Evangelio.

San Pedro afirma que ha comido y bebido con Jesús después de su resurrección, y por lo tanto puede afirmar con seguridad que Dios resucitó a su Hijo, primera lectura. San Pablo nos habla del cordero pascual sacrificado que es Cristo, y nos recuerda que, si hemos resucitado con Él por el bautismo, debemos vivir de su nueva vida en espera de su regreso, así nos lo dice en la segunda lectura tomada de la primera carta a los Corintios.

El evangelio de hoy está tomado del evangelista san Juan, capítulo 20, versículos del 1 al 9.

(Lectura del evangelio de San Juan, capítulo 20, 1-9)

La muerte no es una persona, sino una deficiencia. es la sensación o término de la vida. Cristo entregó libremente su vida en la cruz para salvarnos a todos, hoy nos alegramos porque resucitó. Así como el anuncio de su resurrección se cumplió, así se cumplirán todas sus promesas.

Cristo resucitó verdaderamente resucitó, es el saludo de quienes se gozan por el triunfo Pascual del Hijo de Dios.

Cristo se sometió a la muerte de cruz, no porque fuera algo inevitable para Él, sino porque quiso vencer en el árbol de la cruz a quien venció al hombre en un árbol del Paraíso.

El Hijo de Dios se hizo hombre, pero esto no fue una simulación. Él asumió la naturaleza humana. Por toda la eternidad el Resucitado vivirá por años sin término; nos alegramos porque con nuestro bautismo fuimos hechos partícipes del Cuerpo Místico de Cristo, y lo que ocurrió con la cabeza, ocurrirá con el cuerpo. Si Cristo resucitó, nosotros también estamos llamados a resucitar con Él. Pero tenemos que estar conscientes de que esto no ocurrirá de un modo automático, los discípulos que dejaron solo a Jesús el Viernes Santo, tuvieron la oportunidad de reparar por su falta, y compartieron la cruz del Señor a su debido tiempo, todos excepto Juan murieron mártires. Pero Juan estuvo a los pies del Señor, a los pies de la cruz junto con María, su madre, con la hermana de María, María la de Cleofás y con María Magdalena.

También, nosotros en unas ocasiones nos apartamos del Señor por temor, por comodidad por desconocimiento, pero el Señor dijo las primeras palabras cuando fue levantado en la cruz, Padre, perdónalos porque no saben lo que hace. El perdón está dado, el perdón está otorgado. Hemos sido salvados, redimidos, rescatados, al precio de la sangre de Cristo derramada en la cruz y de su vida entregada por nosotros, pero somos débiles frágiles, pecadores y muchas veces, como antiguamente el pueblo de Israel, nos apartamos del camino del Señor. No corroboramos con nuestras obras, lo que proclamamos con nuestros labios, no vivimos conforme a la fe que profesamos o sencillamente le volvemos la espalda al Señor.

Pero basta que nos demos cuenta de que comprendamos que nos hemos apartado de su camino y que lejos de Él no podemos encontrar nada, que todo lo que podamos ganar en este mundo, si no lo ganamos con Él es arena que se va de entre los dedos. Cuando comprendemos, que nos hemos apartado de Él como el hijo pródigo, y pensamos en la casa de mi padre sus jornaleros viven mejor que yo, voy a regresar y a decirle padre, perdóname porque he pecado contra el cielo y contra ti y ya no merezco llamarme hijo tuyo, déjame quedarme aquí como uno de tu jornalero. Entonces podemos comenzar el camino de regreso y lo encontraremos allí esperándonos y cuando empecemos a decirle Padre he pecado contra el cielo y contra ti, nos echará los brazos al cuello y nos dirá, hagamos una fiesta porque este hijo mío, que estaba muerto ha vuelto a la vida, porque este hijo mío, que estaba perdido ha sido encontrado, y nos pondrá un anillo en el dedo y sandalias en los pies.

Porque el Señor no ha venido a condenar a este mundo sino a salvarlo, porque no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, por eso nos ha dado con su muerte, su resurrección el poder para también nosotros poder vencer la muerte, la muerte que es el pecado en nosotros y del mundo; la muerte, que es el odio, que es el enfrentamiento, que es la separación, que es la incapacidad de reconocernos hermanos por encima de cualquier diferencia, para poder construir juntos este mundo que el Señor nos dio, para que pudiéramos hacer de él nuestro hogar.

Cristo murió, pero la Semana Santa no terminó el Viernes Santo. El Viernes Santo fue ese momento supremo en el que, aparentemente, Cristo había fracasado, pero ese fue el momento de su mayor triunfo, porque venció el mal y vencerá la muerte con su resurrección, y nosotros también resucitaremos un día porque si Cristo no hubiera resucitado vana sería nuestra esperanza; pero sabemos que nuestra esperanza no es vana, que Cristo resucitó y está en medio de nosotros cumpliendo la promesa que nos hizo, estaré con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos y las puertas del infierno el mal no prevalecerán.

Felicidades hermanos. Cristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado, Él es nuestro gozo y nuestra alegría, en Él encontramos la fuerza, la fuerza en Aquel que nos fortalece. Feliz Pascua de Resurrección.

(Música, Jesús está vivo, Marcos López)

Hermanos, después de haber compartido la Palabra de Dios, después de encontrarnos unidos como hermanos cada uno en su casa, para en un solo corazón unidos en el Señor, yo pido que el Señor aumente nuestra fe y que nosotros sepamos recibirle.

Y les quiero desear lo que Él deseo, nos dejó y dijo, en aquellos momentos en que el Evangelio nos narra, que Jesús se muestra resucitado ante sus discípulos. Él siempre decía que la paz esté con ustedes, pero yo les dejo la paz del Señor a todos ustedes.

La paz es en el corazón de cada uno. La paz en la familia, la paz con los amigos, en el barrio, la paz en nuestra patria, la paz en el mundo entero.

La paz es un don de Dios, pero también tenemos que trabajar todos por la paz, que es lo mismo que trabajar por la justicia, y por el bien, y por la fraternidad. Y para recibir esa fuerza de Dios por eso les imparto la bendición. Recojámonos todos en silencio, deseando y esperando la bendición de Dios.

El Señor esté con ustedes. R/ Y con tu espíritu.

Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes y les acompañe siempre. Amén.

Cristo ha resucitado. Aleluya, aleluya.

Monseñor Dionisio García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba.

(Música, Aleluya Cristo Resucitó, Raphy Rey)

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