Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, VI Domingo de Pascua, 14 de mayo de 2023

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, VI Domingo de Pascua, 14 de mayo de 2023

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
VI Domingo de Pascua, 14 de mayo de 2023

“El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama.” Juan 14, 21

Hermanos,

Ya estamos cerca de la celebración de Pentecostés, cincuenta días después de la Resurrección celebramos la fiesta de Pentecostés, el fin de la Pascua. Próximamente celebraremos la Ascensión, cuarenta días después de la Pascua. Nos vamos acercando, y las lecturas nos van hablando de la presencia del Espíritu en medio de nosotros, Aquel que es capaz de mover, de sacarnos, de levantarnos de donde estamos. De levantarnos, y hacer que descubramos a Cristo y por lo tanto descubramos nuestra esperanza.

Por eso vamos a dedicar la misa a que nosotros nos fortalezcamos, confiando en el Señor, cumpliendo sus mandamientos, pidiendo que el Espíritu Santo venga sobre nosotros.

Las lecturas de hoy, una de los Hechos de los Apóstoles y la otra de Pedro, siguen la misma línea de las lecturas del tiempo de Pascua. Es la primera comunidad cristiana que trata de encontrar sus caminos para cumplir la Palabra de Dios. El Señor les pidió, que fueran por el mundo entero predicando la Palabra de Dios y bautizando a aquel que la aceptara. Pero la comunidad cristiana tenía que aprenderá cómo hacer eso.

Vemos en la lectura de los Hechos de los Apóstoles, vemos a Felipe que va a Samaria y en la segunda lectura es Pedro, aquel que Jesús ha designado cabeza de la iglesia, el que también aconseja a los fieles.

Vamos un poco rapidito y releyendo la palabra de Dios, porque creo que es bastante clara. Dice que Felipe fue a Samaria a predicar, ya estaba cumpliendo el mandato del Señor, vayan y anuncien la Buena Noticia, yo he resucitado. Felipe va, y se hace escuchar, era un hombre que daba un testimonio firme de la presencia de Dios porque dice el texto que muchos ya habían oído hablar de Cristo a través de los predicadores y que también habían visto las cosas que Felipe hacía, por tanto, su palabra tenía autoridad. Autoridad no sólo por la Palabra en sí que la tiene, sino también por la vida de aquel que predica la Palabra.

Primer mensaje, si nosotros vamos a hablar en nombre de Jesús, nosotros tenemos que vivir según los mandatos del Señor. Ese es el primer mensaje que daba a aquella primera comunidad y que nos deja hoy también a nosotros.

Vemos otra enseñanza. La enseñanza es la comunidad cristiana. No se puede decir yo creo en Cristo, yo soy católico a mi manera, o yo creo en Cristo que era un buen hombre, pero de ahí para allá nada más. No. La palabra de Dios debe vivirse en comunidad. Somos cristianos si aceptamos al Señor Jesús, si estamos bautizados, pero la fe nuestra se sostiene sólo si la vivimos en comunidad. Y aquí viene un hecho muy didáctico.

Dice, que los apóstoles se enteraron de que Felipe había ido a Samaría a predicar el evangelio, pero todos sabemos que los samaritanos y los judíos no se llevaban, evitaban hasta encontrarse en la calle, no pasaban por las ciudades ni los judíos por la de los samaritanos, ni los samaritanos por las de los judíos. Fíjense hasta qué punto llega la intolerancia y la incomprensión, sin embargo, los samaritanos escucharon la palabra de Dios.

Eso llamó la atención a los apóstoles que todos eran judíos, y fueron Pedro y Juan para ver qué pasaba. Fueron a confirmar a aquellos nuevos creyentes, pero a la vez fueron a enterarse qué pasaba, que la palabra de Dios le estaba llegando a otros que no eran judíos. Entonces cómo Pedro y Juan continuaron la predicación de Felipe, y no sólo la continuaron, sino que le impusieron las manos para que recibieran el Espíritu Santo.

Ellos habían aceptado lo que Felipe les había dicho, fueron bautizados en Cristo Jesús. No se usa la forma Trinitaria, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Pedro y Juan les imponen las manos, y con ese gesto, les entregan la Gracia de recibir el Espíritu Santo. Claro está, les aconsejan que permanezcan fieles en el Espíritu.

Hermanos, nosotros también tenemos que hacer eso. Tenemos como Felipe que ir a predicar el evangelio, tenemos como Felipe dar testimonio con nuestra vida, con nuestros actos, con nuestras palabras de que Cristo ha resucitado. Si predicamos esperanza, nosotros tenemos que dar esperanza; si nos sentimos frágiles, tenemos que orar mucho para que el Espíritu Santo que habita en nosotros se manifieste en nosotros. Esto es lo que hacen Felipe, Pedro y Juan, y nosotros somos los seguidores de su obra.

Vemos esto en aquella pequeña comunidad. ¿Qué le dice Pedro a aquella pequeña comunidad? Pedro estaba con Felipe en Samaría, pero aquí está en una de sus cartas. ¿Qué les dice? La carta está como para leerla de nuevo. Hermanos: Glorifiquen en vuestros corazones a Cristo Jesús, el Señor, y estén siempre dispuestos siempre a dar, razón de vuestra esperanza. Otro de los consejos de hoy, ser hombres de esperanza, hombre y mujeres de esperanza, y saber dar razón de nuestra esperanza.

No sólo es decir, espero en el Señor, ya eso es bueno; sino también dar razones para que el que escuche sepa que nosotros los cristianos, los bautizados, los católicos tenemos esperanza, o debemos tener esperanza. No la esperanza del mundo, que sabemos que las cosas del mundo son transitorias, hoy veces las cosas de un color bonito, rosa como decimos nosotros, y después lo vemos muy oscuro, en tinieblas.

Y ha pasado un tiempo, un año dos años, y vemos que las cosas se desploman. Nuestro pueblo hoy mismo está sin esperanza, no sabe el futuro, está confundido. Los cristianos tenemos que darle esta esperanza, manténganse firmes en la fe. Sigue diciendo, pero mansedumbre, todo lo que traten de hacer sea con mansedumbre, respeto y buena conciencia. Para que aquellos mismos que hablan mal de los otros, o que no los entienden o que no los conocen, sepan y descubran en nosotros con nuestra actitud, que somos hombres de fe y hombres de esperanza.

Nos lo dice bien claro, cumplan mis mandamientos, cumplan mis mandamientos. Acordémonos de aquella frase del evangelio de san Juan, ustedes son mis amigos porque cumplen mis mandamientos.

Entonces hermanos, son estos consejos… al final les vuelvo a decir, Cristo murió, una sola vez y para siempre, por los pecados de los hombres; él, el justo, por nosotros, los injustos, para llevarnos a Dios; murió en la carne, pero volvió a la vida por el Espíritu.

Pidamos al Señor que nos de la gracia de descubrir el Espíritu en nosotros y de vivir según sus mandatos, como Él nos lo dijo, será nuestro amigo. Que sepamos vivir en una mansedumbre creadora, activa, capaz de movilizar a las personas, para hacer el bien, para llegar a aquellos que no tienen esperanza. Confiemos en el Espíritu, somos templo de Espíritu Santo.

Que el Señor nos ayude hermanos a vivir así. Recordando los mandatos del Señor, recordando aquella primera comunidad cristiana que no sabía qué hacer, pero se dejó llevar por el Espíritu y fue dando pasos hasta estar nosotros hoy aquí en este santuario. Y ustedes en sus casas, en no sé cuántos países, sepan que allí en sus casas ustedes necesitan a la comunidad cristiana, ustedes necesitan de la palabra de Dios, ustedes necesitan de la eucaristía, ustedes necesitan de recibir la confirmación, de recibir y aceptar el Espíritu Santo en ustedes, que tiene palabras de vida eterna, es el que elevó a Jesús a los cielos, es el que nos motiva a cercarnos a Dios.

Que el Señor nos ayude a vivir así, con confianza, con alegría, sabiendo que Dios está en medio de nosotros, de las penurias de esta vida.

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