homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez

Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad
26 de junio de 2022

Décimo tercer domingo del Tiempo Ordinario

Te seguiré adondequiera que vayas” Lucas 9, 57

Hermanos,

Las lecturas de este domingo tienen una ilación, que en definitiva podemos resumirla, aunque de ella se pueden sacar múltiples enseñanzas como por ejemplo esta de Jesús que no quiso hacerle daño a los samaritanos porque no lo habían recibido en la aldea. Jesús dejó pasar esto. Sin embargo, la primera lectura en el libro de los Reyes, del libro primero de los Reyes, en ella uno descubre la vocación de Eliseo. Elías el profeta, uno de los profetas mayores de Israel, deja un sucesor, Eliseo. Aquí se narra esa vocación.

Cuando nosotros vamos a la segunda lectura, que es la de san Pablo a los Gálatas, vemos que el tema es la libertad. “El Señor les ha hecho libres para que ustedes escojan su camino”, porque el Señor así lo quiere, que nosotros nos demos enteros de cuerpo y alma libremente, para hacer el bien. Como bien dice aquí la libertad no consiste en vivir nuestros caprichos, la libertad consiste en hacer el bien, en definitiva, fijándonos mucho en Jesús, para ver cómo Él hacía su obra; que era precisamente vivir la palabra de Dios, de su Padre. Ésa es la segunda lectura.

En la tercera lectura, en el evangelio, hay también temas de llamada. En la primera Elías llamó a Eliseo, en la segunda hay diferentes conversaciones de llamada. Unos dicen yo te voy a seguir, a otros Jesús los llama… y así… En estos textos nosotros vemos como, la vida del cristiano es una vida que tiene siempre que estar pendiente de cuando Jesús lo llama y para qué.

Podemos decir que la primera llamada que hemos recibido, es la del bautismo, que es una llamada definitiva; porque cuando nosotros recibimos el bautismo ya sea porque nuestros padres nos llevaron a bautizar pequeños, o ya sea cuando de mayores a través de un catecumenado, de una educación en la fe hemos descubierto a Cristo y decimos a todos los vientos, social y públicamente: Yo quiero bautizarme, ser cristiano, seguir a Jesucristo. Cuando hacemos esto, siempre tenemos que hacerlo en libertad, nuestros padres libremente quisieron darnos la fe, de mayores lo acogemos y en libertad queremos aceptar la fe y seguir a Jesús. Nosotros estamos viendo aquí como el bautismo es la llamada definitiva porque nos hace hijos de Dios, miembros de la Iglesia, nos configura a Jesucristo y nos llama a evangelizar y a ser otros Cristos en medio del mundo. Por eso cada uno de nosotros tiene que reflexionar y traer a la mente frecuentemente su bautismo, preguntarnos ¿qué significa para mí mi bautismo? Y ahí vamos a dejarlo.

Volvemos a Eliseo. Vemos que estaba arando, había muchas yuntas de bueyes, habría otros también en el campo, seguro, un hombre no puede llevar doce yuntas de bueyes. Eliseo estaba arando y Elías le tira el manto, que eso significaba, tú eres de mi propiedad, tú eres de la propiedad de Dios. Y Eliseo deja el arado ahí, ya él no mira hacia atrás, él quiere seguir, pero dice “deja despedirme de mis padres”, con mucha devoción a los padres. Elías le dice, “vete, quién te lo prohíbe”. Pero dice que Eliseo inmediatamente dejó todo y le siguió. Fíjense que es una imagen campestre, del hombre que está en el campo, el campesino que ara con una yunta de bueyes, ya en otros países a lo mejor eso ha sido superado; el campesino que ara con una yunta de bueyes tiene que estar mirando al frente, porque si no se desvía y el surco ya no queda bien.

Lo curioso es que el este texto de Jesús del evangelio de Lucas, al final dice “el que hecha la mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios”. ¿Qué significa eso? El arado significa seguir a Jesús, yo me bautizo, estoy bautizado, mi bien y lo que tengo que hacer es seguir a Jesús. Pero si sigo a Jesús y de momento titubeo, y miro para atrás, no le doy peso a lo que yo soy, a la gracia, al regalo que Dios me da de ser bautizado… Ah, en ese mismo momento las cosas no salen bien y nuestra línea se desvía como aquel que lleva una yunta de bueyes arando y no mira adelante, y no está firmemente en aquello que tiene que seguir arando.

Son dos imágenes que nos llevan al sentido del seguimiento cristiano. Hermanos si nosotros nos llamamos cristianos, si nosotros participamos en la misa dominical, si nosotros proclamamos a diestra y siniestra soy cristiano; creo que los valores cristianos son los mejores, fui bautizado, pero, sin embargo, no le doy peso a lo que yo recibí, ésa gracia de Dios es como si se derramara en una tierra árida.

Si el Señor nos llama, nosotros tenemos que seguirle sin mirar para atrás, sin que las dudas vengan, y si vienen, el Espíritu nos liberará de ellas. Si el Señor nos llama, eso es lo que Él quiere, y entendemos y lo creemos, y seguro que los que nos están oyendo, la mayoría piensa que el Señor les ha llamado. Yo creo que sí, que cualquiera que se sienta invitado y participa en la Santa Misa, el Señor de ésa manera nos está invitando. Nosotros tenemos que decir, Señor me llamas, te sigo, te acepto libremente, ayúdame a no mirar para atrás, a no dejarme llevar por el mundo, a no dejarme llevar por aquellas cosas que me distraen.

Estas son cosas que tenemos que meditar. Ustedes me podrán decir, bueno pero la vida es dura; hay veces que nos equivocamos y nuestra vida zigzaguea. Hermanos nadie puede decir que la vida de una persona es recta, que nunca ha pecado, la Virgen María, punto. Nadie más. Todos nosotros, porque la vida es así pero no nos dejemos llevar. No nos sorprendamos de que nos equivoquemos, y que fallemos, pero sí tengamos seguro seguro que la gracia de Dios está presente.

Por eso es que en el Salmo hemos dicho, hemos rezado, “el Señor es mi lote y mi heredad” ¿En quién confío? En el Señor. ¿A quién le pido que me ayude a ir recto? Al Señor. ¿Quién es el que me da fuerza? El Señor que me da su gracia. ¿Quién es el que me da los medios? El Señor que me da la palabra de Dios, de la comunidad cristiana, me da los Sacramentos, me da a aquellas personas que nos iluminan con su palabra.

Hermanos vamos a pedir al Señor que nos ayude a permanecer rectos, todavía es tiempo, el Señor no se cansa de esperar. Pero nosotros damos el paso, el paso de querer seguirle y aceptar también su llamada. Y responderemos como Eliseo, responderemos como tantos otros; y cuando el Señor nos llame, que a lo mejor titubeamos, me llama no me llama, qué quieres de mí… Nosotros sepamos que cuando digamos Señor yo quiero seguirte, en ese momento no mirar atrás, seguirle siempre y buscar siempre el reino de Dios y su justicia.

Que dios nos ayude a vivir así.

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