Irradia

26 de junio de 2022
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Décimo tercer domingo del Tiempo Ordinario

Te seguiré adondequiera que vayas” Lucas 9, 57

(Música, Déjame seguirte Señor, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música, Déjame seguirte Señor, Javier Brú)

En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la SBIM Catedral de Santiago de Cuba 

Señor Dios que, mediante la gracia de la adopción filial quisiste que fuéramos hijos de la luz, concédenos que no nos dejemos de envolver en las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre vigilante en el esplendor de la verdad. 

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, donde quiera que se encuentren un placer, una alegría poder compartir con ustedes este domingo, décimo tercer domingo del Tiempo Ordinario. Las lecturas que nos invitan a reflexionar, que nos invitan a mirar por dentro nuestra vida cristiana. Este domingo en que damos gracias a Dios por la semana que ha terminado y nos encomendamos para la semana que va a comenzar. El evangelio de hoy está tomado del evangelista San Lucas, en el capítulo 9, versículos del 51 al 62.

(Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 9, 51-62)

Jesús va camino de Jerusalén, va camino de Jerusalén sabiendo que posiblemente sea el último viaje, pero eso no lo detiene, sigue adelante. Él sabe las dificultades que ha encontrado en su vida pública y sabe las dificultades de que puede encontrar en este momento, y que pueden terminar con su vida. Pero eso no lo detendrá sigue adelante hasta Jerusalén. Por el camino se le acercan aquellos que quieren seguirlo y el Señor los acoge, al que le dice te seguiré a donde quiera que vayas, le es claro las zorras tienen madrigueras y los pájaros nido, pero el Hijo del Hombre no tiene adonde reclinar la cabeza. 

Tienen que tener claro adónde van, no pueden ir pensando que van a encontrar lo que no van a hallar; el que sigue al Señor tiene que estar dispuesto a asumir las consecuencias del seguimiento. Al que le dice sígueme, pero le responde Señor déjame ir primero enterrar a mi padre y Jesús le replica, deja que los muertos entierren a sus muertos, tu ve y anuncia el reino de Dios.  Nos parecen palabras duras, pero el Señor le está diciendo, tienes que ponerte en camino, porque siempre encontraremos dificultades, encontraremos justificaciones para no seguir al Señor. Queremos seguirlo, respondemos que sí, pero como que nos frenamos porque vemos lo que tenemos por delante, aquello a lo que nos comprometemos. Entonces el Señor le dice no, no puedes detenerte, tienes que seguir adelante.

O aquel que le dice, te seguiré Señor, pero déjame primero despedirme de mi familia. Y Jesús le responde el que empuña el arado y mira hacia atrás no sirve para el reino de Dios. Palabras duras de nuevo, ¿tenemos que renunciar a nuestra familia, tenemos que olvidarnos de ella? No, pero tenemos que seguir adelante, nada puede estar por encima del llamado del Señor; porque entonces siempre nos encontraremos a mitad de camino, nunca seremos capaces de darnos totalmente, nunca seremos capaces de seguir al Señor y sólo al Señor. Él nos dará la fuerza, no es fácil y él no dice que sea fácil, Él tuvo que dejar a su madre, a la Virgen sola, viuda, para ir a recorrer los caminos de Israel, ¿no lo sentiría en su corazón? Por supuesto que sí, porque un buen hijo siempre siente el tener que abandonar el hogar y en circunstancias como la de Jesús, que su madre no lo tenía más que a Él.

Pero ese era la misión que el Señor le encomendó, ésa era su misión y Él tenía que llevarla adelante, como ahora va hasta Jerusalén, sabiendo que posiblemente sea el último viaje, que posiblemente le espera la muerte, que posiblemente le esperen el sufrimiento y el dolor. Pero está dispuesto, no lo busca, no lo quiere, el Señor no ha venido a sufrir. A veces pensamos que el Señor se hizo hombre para venir a sufrir a este mundo, como a veces pensamos que hemos venido a este mundo a sufrir. No el Señor no vino a este mundo a sufrir, el Señor vino a este mundo anunciar el reino de Dios, a cumplir la misión que su Padre le había encomendado, y junto con eso asumió todas las demás consecuencias que esto pudiera traer.

Por eso seguirá adelante en el huerto de los olivos, dirá Padre si es posible que pase de mí este cáliz, sudará gota de sangre nos dice el evangelio, porque es humano, porque se conmueve, porque siente temor por qué no decirlo, así ante lo que puede esperarle, ante el sufrimiento, ante lo desconocido, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya. Está dispuesto a seguir adelante, no están reñidas las dos cosas, no está reñido el que yo quiera superar y no enfrentarme a un dolor, y el que ese dolor me impida hacer aquello que sé que en un momento determinado debo hacer, el paso que debo de dar, el camino que debo seguir, que es el que me llama al Señor. El señor nos llama a todos, como llamó a San Juan Bautista, el viernes celebramos la fiesta del Sagrado Corazón y también la natividad de San Juan Bautista, este hombre escogido desde el seno de su madre, este hombre que se preparó, porque eso es importante, no basta con que el Señor nos haya llamado, no basta que nos hayamos dado cuenta de que el Señor nos llama, no basta que respondamos a la llamado del Señor si no nos preparamos para seguirlo, para vivir esta llamada y cumplir la misión que Él nos encomiende.

Juan se fue al desierto allí en la soledad, en la austeridad, se fue preparando, endureciendo, para poder llevar adelante el anuncio del que había de venir detrás de él. Allí fue tomando conciencia de que no era él, sino el que venía detrás de él, al que no merecía ni siquiera desatarle las sandalias. Por eso lo preguntarán ¿eres tú el Mesías? Y dirá, no, no soy yo, Él viene detrás de mí, Él es el que va a bautizar en Espíritu Santo y fuego. Tenía muy claro cuál era su misión, y por eso la pudo llevar adelante sin equivocarse, sin creerse cosas, por eso pudo hacer presente y abrirle el camino al Señor, porque es necesario que Él crezca y yo disminuya.

Porque no basta saber que el Señor nos llama, no basta responder al Señor que nos llama, porque no basta prepararnos para cumplir la misión que Él nos da, sino tenemos claro eso, es Él, a Él es al que anunciamos, a Él es el que hacemos presente, es su palabra la que damos a conocer, para que aquellos que se encuentren con Él, encuentren la vida y la vida verdadera, la vida eterna. Porque si se encuentran solamente con nosotros, habremos perdido miserablemente el tiempo. Pero para esto tenemos que tenerlo muy claro, todos los dones que el Señor me ha dado, los pongo para que esto se pueda hacer realidad, pero para que Él crezca y yo disminuya.

Entonces hermanos míos, en este domingo en que el Señor va caminando hacia Jerusalén, sabiendo que le espera sufrimiento y dolor, pero no está dispuesto a detenerse, sino a seguir adelante. En este domingo en que en el evangelio vemos como se acercan estos hombres la llamado el Señor, y cómo el Señor les aclara. Cuando escuchamos la llamada tenemos que estar dispuestos a dejarlo todo, porque si no siempre estaremos de salida, pero nunca acabaremos de salir, siempre habrá algo que nos detenga. Tenemos que estar dispuestos a dejarlo todo, como en la primera lectura tomada del libro de los Reyes. Cuando Elías unge a Eliseo. Eliseo está trabajando en el campo con doce yuntas de bueyes, Elías pasa y le tira el manto, y Eliseo comprende lo que quiere hacer. Inmediatamente lo deja todo y lo sigue, se llevó los dos bueyes de la yunta, los sacrificó, asó la carne en la hoguera que hizo con la madera del arado y lo repartió a su gente para que se la comiera. Luego se levantó y se puso a su servicio. Lo dejó todo, no preguntó, no cuestionó, sintió el llamado del Señor a través del profeta Elías y lo dejó todo. No se olvidó de los suyos, sacrificó los bueyes, los asó, les dio de comer, pero siguió, no se detuvo.

Nosotros también hemos sido escogidos, como Juan el Bautista desde el seno de nuestra madre; nosotros también tenemos una misión, la misión de hacer presente al Señor en medio de nuestro pueblo, de nuestra familia, de nuestros amigos, de nuestros vecinos, en la sociedad en la que vivimos, sea la que sea. Allí donde estamos, el Señor nos llama a anunciarlo, y tenemos que dar una respuesta, tenemos que pedirle que nos de la fuerza para responderle como Eliseo, para responderle como los apóstoles, para responderle como San Luis Gonzaga cuya fiesta celebramos el martes pasado. Un joven nacido en una familia riquísima, con prestigio, que podía haber conseguido en este mundo lo que hubiera querido; que lo dejó todo para servir al Señor y muere a los 23 años. ¿Y cómo muere? Sirviendo a sus hermanos en medio de una epidemia en Roma, y allí enferma, cuando todos se fueron, él que se quedó para ayudarlos.

El viernes celebramos también el Sagrado Corazón de Jesús, ese Corazón de Jesús lleno de amor, que arde mi amor por nosotros, pero que está rodeado de la corona de espinas, que está dispuesto y ha estado dispuesto y sigue estando dispuesto a sufrir por nosotros; para acompañarnos para fortalecernos para ayudarnos. El señor nos sigue llamando nos llama a cada uno de nosotros del seno de nuestra madre, tenemos que responderle, pero no basta que le diga que sí, tenemos que prepararnos para poder mantener ese sí, como la Virgen, hasta el final, hasta los pies de la cruz.

Tenemos que estar muy claros, que no nos vamos a predicar a nosotros, que los dones que tenemos los tenemos que poner al servicio del reino de Dios. Y los hemos recibido, recibidos para anunciar a Jesús, que es necesario que Él crezca y yo disminuya, que es necesario que sea Él el que llegue al corazón de todos y puedan escuchar su llamado, ámense los unos a los otros como yo los he amado.

Entonces hermanos pidámoslo así, con humildad. Señor que escuchemos tu llamada, Señor que te respondamos a esa llamada, Señor que nos preparemos para poder llevar adelante esta respuesta, y que sepamos siempre, que nunca olvidemos, que es a Ti a quien tenemos que hacer presente porque Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida. Que así Él nos lo conceda.

(Música, Te seguiré dónde tú vayas, Marcos López)

Ahora hermanos, presentemos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre, sabiendo que Él que siempre nos escucha y siempre nos responde, no siempre nos da lo que pedimos, siempre nos da lo que necesitamos y lo que nos conviene.

Pidamos por la Iglesia Universal, para que respondiendo al llamado del Señor demos testimonio de su amor y de su misericordia en medio de nuestros hermanos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos por todos los que sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que podamos encontrar en Cristo, consuelo, fortaleza y esperanza, Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales religiosas, diaconales, laicales, para que escuchemos la llamada del Señor y le respondamos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos por todos los seminaristas particularmente por los del seminario San Basilio Magno que se preparan para salir de vacaciones, para que este tiempo también sea no solo descanso, sino de crecimiento en la vocación a la que han sido llamados. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, particularmente aquellos que nadie recuerda, para que perdonar a sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros que hemos sido llamados desde el seno de nuestra madre para cumplir la misión de dar testimonio del Señor, para que con la fuerza que viene de lo alto y sabiendo que es a Él a quien llevamos y anunciamos, cumplamos esta misión hasta el final. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo, estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que tú conoces, te las presentamos por Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor.  Amén

Oremos hermanos con la oración que el mismo señor Jesús nos enseñó.

Padrenuestro que estás en el cielo

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

No quiero terminar sin unirme al dolor de la Arquidiócesis y de las Siervas del Corazón de María, por la muerte de nuestra querida hermana María del Carmen. Queremos encomendarla para que esté ya en la casa de su Señor, al que amó, siguió y sirvió incondicionalmente cada día, allí donde se le pidió que lo llevara y lo hiciera presente; con la certeza de que allí también ella seguirá trabajando y encomendándonos, y teniéndonos presentes. Por eso con la tristeza que siempre dan las despedidas, pero con la esperanza de los que sabemos que la separación no es para siempre. Oramos y la encomendamos a la misericordia de Dios, y le damos nuestro más sentido pésame a las Siervas del Corazón de María.

Les deseo a todos que tengan una feliz semana, y un feliz domingo disfrútenlo, disfrútenlo en familia. Aprovechen para reunirse, para compartir, a veces durante la semana no se puede, hacer hay tantas cosas que impiden, la escuela, el trabajo, los compromisos… Aprovechen el domingo para reunirse en familia, para compartir, para conversar, para planificar la semana que va a comenzar, para compartir las alegrías y las tristezas.

Les deseo que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes y los acompañe siempre.

Les habla el padre Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba, que les desea una vez más, un feliz domingo y una muy buena semana. Hasta la próxima.     

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.

Dirección general, María Caridad López Campistrous.

Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo

Irradia…

(Música, Levántate, Eolian)

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