Irradia

Irradia

13 de marzo de 2022
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
2do Domingo de Cuaresma 

“Maestro qué bien se está aquí”. Lucas 9, 33

(Música, La Transfiguración, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música, La Transfiguración, Javier Brú)

 En esta mañana nos acompaña el padre Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba. 

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, como siempre un gusto y un placer poder compartir con ustedes este domingo la Palabra de Dios, esa Palabra que siempre nos ilumina, nos fortalece, que nos anima, que nos ayuda a seguir adelante. Este domingo en el que le ofrecemos al Señor todo lo que hemos hecho durante la semana y le pedimos nos ayude para emprender la semana que comenzamos.

Recuerda Señor que tu ternura y tu misericordia son eternas, no permitas que nos derrote el enemigo. Sálvanos, Dios de Israel de todas nuestras angustias. 

La liturgia de hoy, segundo domingo de Cuaresma, nos propone como lectura del Evangelio, un fragmento de evangelio de san Lucas, en el capítulo 9, versículos del 28 al 36.

Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 9, 28-36

La Transfiguración del Señor. Una página hermosa como tantas otras, pero esta es particularmente hermosa, tomada del evangelio de San Lucas. Hermosa porque el Señor sube al monte con tres de sus discípulos, Pedro, Santiago y Juan. Hermosa porque el Señor se transfigura y se muestra Él tan parco en esto, con toda la gloria de Dios, de Dios Él mismo. Hermosa porque nos pone de manifiesto algo que a veces en nuestra vida no tenemos en cuenta, que es pensar en el otro.

Van subiendo hasta Jerusalén, el último viaje de Jesús, Él sabe que lo que le espera en Jerusalén no es fácil, que posiblemente tendrá que enfrentar el dolor, el sufrimiento, la humillación, e incluso la muerte, que ha estado siempre a lo largo de sus tres años de vida pública. ¿Cuántas veces han buscado la forma de hacerle desaparecer? Primero de acallarlo, y después cuando se dieron cuenta de que no podrían acallarlo, desaparecerlo.

Van subiendo hacia Jerusalén, y sabe que no sólo Él tendrá que enfrentarse con esta realidad, sino sus apóstoles y sus discípulos, para quienes será sumamente difícil ver a su Maestro perseguido, humillado y posiblemente muerto. Sabe que será para ellos difícil, y por eso sube con Pedro, Santiago y Juan, y se les muestra con toda su gloria. No sólo eso, conversando con Moisés y Elías, la Ley y los Profetas. No sólo eso, la voz de Dios Padre que les dice, Éste es mi Hijo muy amado, mi escogido, escúchenlo. Para que todo esto quede en la mente y en el corazón de aquellos hombres, para que cuando llegue la tiniebla, el dolor, la angustia, la soledad, el pensar que todo ha sido un fracaso, que se han quedado solos, puedan recordar ese momento en que Pedro dirá, Señor, vamos a construir tres chozas y vamos a quedarnos aquí. Ese momento en que vieron a la Ley y los Profetas hablando con su Maestro, en quien se cumple la Sagrada Escritura, lo que habían esperado, en que escucharon la voz del Padre diciendo: Éste es mi Hijo, mi escogido, escúchenlo. Este varón de dolores, este hombre lleno de sangre, de sudor, de saliva, de humillaciones, este hombre crucificado en la cruz, ése es mi hijo a quién yo he escogido; así como lo han escuchado a lo largo de estos tres años, en este momento síganlo escuchando, porque tiene una palabra que decirles, y es que la gloria y la resurrección pasan por el dolor y por la cruz.

El que quiera ser mi discípulo, que tome su cruz y me siga. Quizás no lo tuvieron en cuenta cuando el Señor lo dijo, quizás nosotros no lo tenemos en cuenta, y cuando encontramos la cruz y el dolor nos desalentamos, nos desanimamos, nos parece que las nubes de tormenta oscurecen el panorama, nos parece que no vamos a conseguir nada, que todo lo que hemos hecho es inútil. ¿Por qué tanto dolor, por qué tanto sufrimiento, por qué tenemos que pasar por esto? El que quiera ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Que se niegue a sí mismo porque hay que seguir el camino del Señor.

El domingo pasado leímos las tentaciones. El demonio, ¿qué le decía a Jesús? Sigue un camino distinto, ¿por qué el camino del sufrimiento, del dolor, del tenerte que meter en medio del pueblo con todo lo que eso significa, en medio de tanta gente que después ni se acordará de ti? ¿Por qué, si lo puedes hacer de manera distinta? Si puedes hacer que las piedras se conviertan en pan y darles de comer sin que tengan que hacer nada y te seguirán. Por qué, si te arrodillas y me adoras yo te daré la gloria y el poder sobre todos, no tendrás que hacer más anda que imponer tu voluntad. Si te tiras desde lo alto del templo y haces un gran espectáculo todo el mundo te seguirá porque a todo el mundo le gusta el espectáculo. ¿Por qué entonces dolor, sufrimiento, sacrificio? ¿Por qué? Porque quería que siguiera no el camino de su Padre, que lo ha escogido, sino el camino más fácil, su camino, no el camino de Dios para él.

A nosotros a veces nos pasa exactamente igual. Nos olvidamos que si queremos ser discípulos del Señor tenemos que cargar con nuestra cruz cada día. ¿Queremos el sufrimiento? No ¿Amamos el sufrimiento? No ¿Buscamos el sufrimiento? No. Pero eso es una realidad que se encuentra siempre presente en aquel que anuncia la Palabra de Dios con fidelidad a la Palabra de Dios, y tenemos que asumirla. Cuando la asumimos encontramos el gozo, la alegría.

El Señor murió en la cruz porque ése era el final de una vida entregada a la voluntad de Dios. El final para el comienzo, porque en ese momento es el vencedor del mal y de la muerte.

La Transfiguración… el Señor que piensa en ellos, que piensa qué sucederá cuando Él no esté. Y les da las armas que necesita para poder levantarse y seguir adelante, para poder sobreponerse a lo que se les viene encima. Así hace con nosotros. Nos dejó los sacramentos para fortalecernos, para ayudarnos; que nos dejó su Palabra para iluminarnos, que tiene la mano siempre tendida para ayudarnos a levantarnos en los momentos de dificultad. El Señor que piensa siempre en nosotros y que nos invita a pensar en los demás.

Cuántos hermanos nuestros que sienten el temor ante las dificultades que encuentran para cumplir la misión que el Señor nos ha dejado como cristianos de anunciar su palabra, y sólo su Palabra; para iluminar con la Palabra de Dios en medio de todas las circunstancias, de todos los acontecimientos. La Palabra de Dios y sólo la Palabra de Dios, y no podemos temer reflexionar desde la Palabra de Dios. Desde la verdad porque la verdad nos hará libres y seguimos a Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida; pero también tenemos que pensar en aquellos que aún no han fortalecido su fe, y tenemos que comprenderlos, tenemos que ayudarlos, y así como el Señor nos da a nosotros las armas que necesitamos para enfrentar las dificultades, también tenemos que hacerlo con nuestros hermanos. Ayudarlos a recorrer este camino, a cargar con su cruz, a negarse a sí mismos.

Pero es un proceso que tienen que hacer poco a poco, y que nosotros que estamos caminando quizás desde antes en este camino del Señor, tenemos que darles la mano, y atemperar nuestro caminar al de ellos, para que puedan seguir adelante, para que no se desalienten, para que no se desanimen.

Hermosa página de la Transfiguración. El Señor que se nos muestra con toda su Gloria, pero sobretodo nos muestra todo su amor, preocupándose por aquellos que lo han seguido y tendrán que enfrentar la dificultad. Preocupándose por nosotros que queremos seguirlo y también tendremos que enfrentarla, pero llamándonos a preocuparnos por aquellos que tendrán que enfrentarla con nosotros y aun todavía no tienen esa fuerza de Dios. Que necesitan que les demos la mano y que los ayudemos. No nos olvidemos nunca de eso. Que así el Señor nos lo conceda.

(Música, La Transfiguración, P. Edgar Larrea)

Elevemos hermanos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre que siempre nos escucha y que siempre nos responde.  

Por la iglesia, para que fortalecidos por el Señor demos testimonio de su palabra, de su amor y de su misericordia, en medio de este mundo que tanto lo necesita. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que escuchemos la voz del Señor que nos llama y les respondamos siguiéndolo cada día. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los que sufren en el cuerpo o en el espíritu, para que podamos encontrar en Cristo consuelo, fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por los que estamos haciendo este camino sinodal, reflexionando en las comunidades, para que nos ilumine el Señor con la luz del Espíritu Santo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, de manera particular aquellos que no tienen quien rece por ellos, para que el Señor perdonadas sus faltas los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que así como el Señor se preocupa para ayudarnos a seguir adelante cada día sin desalentarnos, no desanimarnos, así nos preocupemos, y nos ocupemos nosotros de nuestros hermanos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces. Por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Ahora hermanos, oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó, y que nos recuerda que somos hijos de Dios, pero que somos por eso mismo hermanos los unos de los otros.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

Hermanos todos aquellos que no han podido acercarse hoy a recibir a Jesús sacramentado, pueden hacer la comunión espiritual, rezando la siguiente oración. 

Creo Señor mío que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas, y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma; pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiera recibido, me abrazo y me uno todo a ti. Oh Señor, no permitas que me separe de ti. Amén. 

Hermanos que tengan todos, una feliz semana. Que el Señor los fortalezca y los ayude para que podamos seguir viviendo este tiempo de Cuaresma provechosamente. Para que podamos aprovechar las oportunidades que nos dan la Iglesia, nuestras comunidades, momentos de oración, viacrucis, reflexiones, para irnos preparando interiormente en este tiempo; reconociendo nuestros pecados, arrepintiéndonos de ellos, buscando comenzar o continuar un camino de conversión, para que cuando llegue la Semana Santa, la Semana Mayor, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, lo celebremos con mucho fruto.

Que el Señor Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo que descienda sobre todos ustedes y los acompañe siempre. Amén.

Les ha hablado el P. Rafael Ángel de la comunidad de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guion, grabación, edición y montaje: Erick Guevara Correa

Dirección general: María Caridad López Campistrous

Fuimos sus locutores y actores. Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA

(Música, Yo soy, Marcos López)

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