homilía de Mons. Dionisio García Ibáñez

Eucaristía 1er Domingo de Cuaresma
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
6 de marzo de 2022

 “El Espíritu lo fue llevando por el desierto mientras era tentado”. Lucas 4, 18

 Hermanos,

El tiempo pasa rápido. Hace poco terminamos la Navidad y ya estamos en la Cuaresma. Sabiendo que la liturgia católica está basada en la Biblia, en la Palabra de Dios, en la persona de Jesús que es nuestro único Salvador. La liturgia, recorre todo el año y está organizada a partir de la figura de Cristo, desde su espera en el Antiguo Testamento, el nacimiento, la pasión, la cruz, la muerte y al final, Él, que ha vencido al mal, a la muerte y al pecado, triunfa en el Domingo de Cristo Rey.

Ahora entramos en el tiempo de Cuaresma, vemos las vestiduras moradas y todos sabemos que es un tiempo de austeridad. Es un tiempo de tratar de vivir en lo esencial. Lo esencial significa no hacer cosas extraordinarias, significa preocuparnos por aquello que es necesario, por aquello que es imprescindible.

Sabemos el significado que tienen los cuarenta días. En el pueblo semita, judío, significaba un período de preparación y austeridad: los cuarenta años en el desierto del pueblo de Israel preparándose para alcanzar la tierra prometida; Jesús se pasa cuarenta días en el desierto. Ese número evoca un tiempo de recogimiento para meditar, orar, encontrarnos con Dios. Por eso empezamos estos cuarenta días con el Miércoles de Ceniza.

Cada domingo de Cuaresma tiene unas ideas centrales, qué bueno sería que ustedes buscaran las lecturas de cada domingo, ojalá que las busquen como un propósito de Cuaresma. Búsquenlas y léanlas; y si pueden la de todos los días, mejor todavía. Las lecturas van siguiendo una línea que nos lleva a la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo al final de la Semana Santa.

La primera lectura de hoy es del libro del Deuteronomio, que forma parte del Pentateuco, es decir, de los cinco primeros libros de la Biblia, del Antiguo Testamento claro está. Ésa era la ley para el pueblo de Israel. Deutero significa segunda y nomos, ley. El libro del Deuteronomio es un libro que reflexiona toda la experiencia de salvación del pueblo de Israel, que ya se narra en el Génesis y el Éxodo, los dos primeros libros de la Biblia, donde se narran cómo Dios libera al pueblo de Israel. También, claro está, hablan de la Creación, de por qué estamos en el mundo, el sentido de la vida, etc. pero con respecto a la salvación nos habla de todo lo que Dios hizo por su pueblo. Por eso el Deuteronomio es la ley que viene en el Éxodo y en el Génesis, pero meditada, reflexionada. Si nosotros leemos el texto de hoy, comienza diciéndonos, el sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias, y la pondrá ante el altar del Señor”. ¿Qué significa esto?: La ofrenda que hace el pueblo de Israel, que le hace a Dios, por todos los dones y las bendiciones que ha recibido de Él.

Entonces, hace un relato: Era un arameo errante, se fue un pequeño grupo para Egipto, se hizo un pueblo numeroso, el Señor lo liberó… el pueblo va recordando esa obra salvífica de Dios para con ellos. De tal manera que cada vez que venía la Pascua, el pueblo de Israel tenía que repetir y recordar esa historia. Es interesante. El mayor, el hombre mayor de la familia lo leía, y los niños pequeños tenían que estar escuchando y así se transmitía de generación en generación. ¿Cómo termina? Dice, por eso ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que Tú Señor me has dado”. Es la persona que dice, me lo diste Señor, yo te agradezco y te lo ofrezco, es tuyo.

Esto muestra, fíjense bien, inteligencia. Pero no inteligentes por ser esa persona que busca siempre el meollo de las cosas, sino inteligente moralmente cuando dice Señor: Sí, Tú me lo diste y lo recibí de gracia, es un don tuyo, lo menos que puedo hacer es agradecértelo. Puede ser una persona muy inteligente, pero sino tiene esa inteligencia sintiente que agradece, que sabe que uno tiene que corresponder, está fracasado. Es una invitación a decirnos que cada uno de nosotros ahora, al inicio de la Cuaresma, pensemos en todos los dones que el Señor nos ha dado. Óiganme, hagan la prueba, y los van encontrar a manos llenas en su vida.

El salmo, como casi siempre, refuerza la idea de la primera lectura: “acompáñame Señor en la tribulación”. Señor, tú me has salvado, pero sabes que no estamos viviendo en el paraíso, todavía estamos viviendo en la tribulación. Pensemos en el pueblo de Ucrania y en el pueblo ruso, ¿qué tribulación están pasando esos pueblos, esas madres de los soldados? El salmo dice, “acompáñame Señor en la tribulación, Tú que habitas al amparo del Altísimo, Tú que vives a la sombra del Omnipotente, aclama al Señor diciendo refugio mío, alcázar mío, Dios mío confío en Ti”. Hermanos ésa debe ser nuestra oración diaria, Señor pongo este día en tus manos, confío en Ti, dame fuerzas.

Viene la segunda lectura. Si en la primera lectura fue la liberación del pueblo de los egipcios, la constitución del pueblo y había que dar gracias a Dios, en la Carta a los Romanos, nos dice que ha venido alguien para mostrarnos ese camino de salvación. Para decirnos que no solamente basta con adquirir la libertad como pueblo, sino también necesitamos de la Gracia de Dios para adquirir la libertad verdadera de los hijos de Dios, de aquellos que se sienten confiados en el Señor, y que procuran hacer el bien. Sean santos como vuestro Padre Celestial es santo”, dijimos el otro domingo en la misa. ¿Dónde aparece esta invitación? Ya estaba en el Deuteronomio que es una reflexión de la ley, ahora está en las Cartas de Pablo, en el Nuevo Testamento. La Palabra está cerca de ti, la tienes en los labios y en el corazón, se refiere al mensaje de la fe que les anunciamos”.

Ése que viene a colmar nuestras expectativas, que no son solamente de tipo político, económicos, material, de justicia; sino ése deseo de vivir en paz, reconciliados, que es lo que todo hombre espera. Eso se alcanza en Cristo el Señor. Eso es lo que dice. Por la fe en el corazón llegamos a la justicia, y nadie va a quedar defraudado. Y dice más, si en el Deuteronomio hablábamos de la liberación del pueblo de Israel, aquí Cristo ha roto las fronteras y ha roto todo, y dice, no hay distinción entre judío y griego, ya que uno mismo es el Señor y Dios de todos, y generoso con todos los que le invocan”. En Cristo es que se viene a cumplir la verdadera liberación.

Hermanos, cuando hablamos de Cuaresma siempre tenemos presente la penitencia. Y hay que tener en cuenta el arrepentimiento, meditar en cómo ha sido mi vida, arrepentirnos y pedir perdón. Esos tres punticos vamos mantenerlos durante todo este tiempo de Cuaresma. Cristo sufrió la tentación, ser tentado no es pecado, porque Cristo fue tentado, todos nosotros hemos sido y somos tentados. El pecado es caer en la tentación, es no cuidarnos de caer en la tentación. Porque si sabemos que, si hacemos determinadas cosas, si vivimos de determinada manera me puede llevar a apartarme de la ley de Dios, entonces no me estoy cuidando.

Cristo fue tentado. ¿Dónde fue tentado? Después de su bautismo sintió que tenía que estar a solas con Dios su Padre y el Espíritu Santo, y se fue al desierto. Vienen las tres respuestas rechazando las tentaciones. La primera, convierte la piedra en pan, una tentación, resolver las cosas fácilmente, yo creo en Dios, le pido a Dios y el Señor me resuelve todos mis problemas… eso es falso. ¿Quién ha dicho que Dios hace eso? Por eso Él dice, “no sólo de pan vive el hombre”. ¿Qué tú quieres, que Dios sea, qué cosa, el que tiene una tienda grande y tú vas no pagas y te lo llevas lo que quieres? No, “no sólo de pan vive el hombre” lucha, suda, trabaja. Eso es lo que el Señor nos dice, yo te voy a dar la fuerza. Hermanos, ésa es una tentación, cuando queremos coger a Dios como un muñequito y le pedimos a Dios cosas que no nos puede dar pues nos respeta.

La segunda. Lo lleva a lo alto de un monte, todos estos reinos van a ser tuyos. La ambición. Te daré todo el poder. Hay personas, y nosotros mismos, hay veces que nos dejamos llevar por eso. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo”. El diablo quiere que te apartes de Dios, y te arrodilles delante de otros dioses. Hay muchos dioses que nos tientan. Hay personas que se nos presentan como dioses, hay personas que se piensan que siempre tienen la razón y que los demás están equivocados. Hay personas que dominan a los demás, hay personas abusadoras. Eso es adorar a otros dioses. Hay personas que se dejan llevar por una pasión, por cualquier cosa… y están abandonando a Dios. ¿Cuál es la respuesta de Él? Está escrito, al Señor tu Dios adorarás y a Él solo le darás culto”. Vamos a hacernos la pregunta, ¿para mi qué tiene más importancia, la Palabra de Dios en mi vida de cristiano o me dejo llevar por otros dioses? ¿Pongo a Dios a un lado? Dios llega hasta aquí, de ahí para acá ¿tengo otros dioses?. Al Señor tu Dios adorarás y a Él solo le darás culto.

Y viene la tercera. Súbete a lo alto del templo, si eres el Hijo de Dios, tírate, porque está escrito los ángeles vendrán a ti”. ¿Y qué le dice? Está mandado, no tentarás al Señor tu Dios”. Porque nosotros podemos, y somos tentados por la soberbia del poder; somos tentados por querer llevar una vida suave. Y digo, sé que Dios me salvará. ¿Quién les dijo eso? Si Cristo muere en la cruz para salvarnos, ¿nosotros que haremos por nuestra salvación?

Este tiempo de Cuaresma, empezando por este primer domingo, es un tiempo propicio para volver sobre nosotros mismos y preguntarnos: Mi relación con Dios, ¿cuál es? ¿Verdaderamente lo tengo como Dios, y a Él solo le doy culto? ¿Verdaderamente lo tengo, como un Dios que me resuelve los problemas cuando yo quiero, o soy como el hombre aquel que llevaba la ofrenda al altar diciendo gracias Señor por lo que me has dado? Nosotros tenemos que hacer esa reflexión si queremos aprovechar la Cuaresma para, en primer lugar, reencontrarnos con Dios, recibir el perdón y, por otro lado, para vivir fielmente como cristianos, como el Señor quiere, como nos conviene.

Que el Señor nos ayude a vivir así. Aprovechemos la Cuaresma, aprovechémosla. Dejemos las cosas que son superfluas. Ahora mismo el presidente de los obispos polacos ha pedido al pueblo polaco que durante todo este tiempo de Cuaresma, el ayuno, la oración, la limosna, la dediquen a sus hermanos ucranianos. Son ejemplos. Nosotros también, a muchas personas no es solamente darles dinero o comida, es darles la mano, y decirles yo te apoyo, yo te acompaño. Que cada uno hermanos, vaya encontrando su camino, porque los caminos de todos nosotros son diferentes, cada uno tiene el suyo, y Dios nos conoce a cada uno en particular. Pidamos a Dios que nos ayude a convertirnos y a ser buenos cristianos.

Que podamos vivir una Cuaresma con la alegría y la esperanza de saber que Cristo está con nosotros, pero también con la seriedad de querer cumplir y vivir la Palabra de Dios.

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