Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez  Arzobispo de Santiago de Cuba

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez Arzobispo de Santiago de Cuba

Eucaristía XIX Domingo del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
8 de agosto de 2021

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre”.  Juan 6, 51

Hermanos,

En el día de hoy hemos vuelto a tocar el tema del alimento que viene del cielo, y en este caso el pasaje tomado del libro de los Reyes que se refiere a Elías. Es decir, si uno lee solamente estos versículos, vemos que Elías está deprimido, como dicen ahora modernamente tiene un espíritu negativo, pesimista. Vemos que Elías llega a tal punto que, siendo un hombre de Dios, llega a decir Señor llévame, si mis padres han muerto ¿qué hago aquí?, yo no aguanto esto que estoy pasando. Entonces el Señor, de una manera simbólica, real para Elías que fue el que lo vivió, el Señor le da alimento, cuando él estaba en los momentos más difíciles, el Señor le alimenta, le dice, come, necesitas recuperar tus fuerzas. Después que Elías come se vuelve a tirar, y el Señor lo vuelve a despertar, le dice come porque el camino que te queda es superior a tus fuerzas, tú necesitas comer este pan que yo te doy que viene del cielo. Lo dejamos ahí.

Después viene el texto del capítulo 6 de San Juan, que yo les recomiendo a todos, que en esos momentos de tranquilidad que hay que buscarlos siempre en nuestras casas y no dejarnos llevar por la vorágine del tiempo y del hacer y del hacer…yo le pido a ustedes que, en esta semana, lean, relean el capítulo 6 de san Juan. Es el capítulo que Juan dedica precisamente a la eucaristía, es decir, Cristo, que entrega su cuerpo y derrama su sangre por nosotros en la cruz, convierte el pan y el vino en su cuerpo y en su sangre y dice que lo hagamos siempre. Y nos dice que ese es el signo del alimento de Dios, ustedes deben comer mi cuerpo y mi sangre. Y lo dice claro, quien no coma de este pan y no beba de este vino, no tendrá vida eterna.

El camino es largo, tortuoso, difícil, incomprensible muchas veces, pero tenemos que estar alimentados con el pan de Dios, que es su palabra y también sobre todo, es la eucaristía. El único sacrificio de Cristo, el único, que se renueva en el altar cada vez que se celebra la misa; no por el poder del sacerdote, sino por el poder de Dios.

Tenemos estos dos pasajes. Allá dieron pan, pan que viene de Dios que alimenta para un camino difícil, más grande que nosotros mismos, y Cristo, que dice yo soy ese pan de vida. Esto que Cristo dijo, lo dijo de tal manera, con tanto realismo, que es único pasaje en los evangelios que los discípulos dicen, me voy, no te entendemos, eso es muy duro, comer de tu carne, beber de tu sangre. Él lo vuelve a repetir, si quieren alcanzar al Padre, pasen por aquí, coman de este pan que es alimento que lleva a la vida eterna.

Vamos a fijarnos ahora en Elías. ¿Qué le pasaba a Elías? Pues Elías había sido aquel hombre, suscitado por Dios para decirle al pueblo lo que estaba haciendo mal. Una cosa que sucede siempre, ahora, aquí en Cuba, donde quiera. Nosotros no vivimos plenamente el evangelio del Señor, el respeto a cada persona en su dignidad y en sus derechos, ese es el pecado. El que crea que va a llegar a un paraíso aquí en la tierra, nosotros sabemos por experiencia de años que eso no es así. Entonces Elías, suscitado por Dios le echa al pueblo en cara, en los pasajes anteriores a éste tiene una batalla, un encuentro fuerte con los sacerdotes de otros dioses del que sale vencedor, pero se le cae el mundo arriba de nuevo.

Porque hay veces que la gente no se da cuenta ante lo evidente, y cierra los ojos, porque ya tiene un concepto de las cosas adentro, que no le deja ver la realidad. Eso es lo que es la ideología, eso es lo que hace la ideología. Ellos vivían esa ideología, de aquel momento, cada época tiene su ideología. Elías se va apesadumbrado, derrotado, y dice ¡qué yo he hecho! Si me he buscado más enemigos a pesar de haber vencido. Ésa es la situación de Elías, y llega, y se acuesta debajo de la retama para decir, Señor, llévame. Pero Dios no es el Dios de la muerte, es el Dios de la vida. Y entonces ese pasaje, sencillo. A veces buscamos a Dios en lo complicado… ¿qué fue lo que le dejó? Pan y agua. Elías come, y Elías comió. Se vuelve a dormir, como oímos. De nuevo, Elías come. Y el Señor ahí es donde le dice, Elías el camino que tú tienes que recorrer es mayor que tus fuerzas, tú necesitas del pan de Dios, que allí era el seguir las insinuaciones de Dios. Nosotros los cristianos, ¿cuál es ese pan de Dios que nos hace impulsarnos, que nos hace pasar el camino duro? Es la eucaristía y es la palabra de Dios.

¿Qué pasa con Elías después? Tiene fuerzas para caminar hasta el Horeb, y en el Horeb es donde Elías se encuentra con Dios. ¿Dónde lo buscaba? En una brisa fuerte tremenda, en un aire tormentoso, no; en un terremoto, no; en un incendio, no… ¿Dónde descubre a Dios? Dice que en una brisa suave y ahí se da cuenta, que Dios estaba presente.

Hermanos, esa brisa suave que nos refresca, en el calor, en el bochorno del día, esa brisa suave que en los momentos así hace que nosotros respiremos con facilidad… Elías descubrió ahí a Dios, y esa brisa suave nosotros también la hemos tenido en nuestra vida, y la tenemos. Lo que tenemos que ponernos como Elías a expectativa de que Dios nos diga algo. De que Dios me diga, toma este alimento, esta agua, este pan… Nosotros como cristianos, toma a Cristo sacramentado, vivo que se ofrece por nosotros, y que lo recibimos como alimento del cuerpo y el alma. Tómalo, para que pases ese camino que es más fuerte que tus propias fuerzas.

Hay momentos en la vida en los que ni nos ocupamos de esto, porque la vida fluye suave. Pero no hay nadie que no haya vivido momentos duros en la vida, que necesite del pan que viene de Dios, de la fuerza de Dios, de la fuerza del Espíritu, y ahí es donde debemos estar atentos. No hay familia que no necesite en momentos duros esa fuerza que viene de lo alto, y ahí está la palabra de Dios, y está la eucaristía. No hay pueblo que no necesite también ser levantado, y que se dé cuenta que necesita de Dios, para crear una nación en unas rocas bien firmes; y esa roca es el amor, esa roca es Cristo, esa roca es el Señor Jesús que nos dice no seas soberbio, creyendo que tú puedes realizar maravillas en la tierra por tu propio esfuerzo, sabes que eres limitado, sabes que eres débil, sabes que necesitas de mi gracia para poder hacer el bien y para alcanzar lo mejor. Eso es lo que nos ayuda a nosotros a darnos cuenta de que debemos contar con Dios.

En la carta de Pablo a los Efesios, que hemos venido leyendo en estos días, él dice confíen, podrán tener ustedes como personas, como familia, como pueblo momentos como los de Elías diciendo, Señor esto ¿qué cosa es? Pero miren lo que nos dice el Señor, no pongan triste al Espíritu Santo, les ha marcado para la liberación final, destierren la amargura, la ira, los enfados, los insultos, y toda maldad; eso no construye, eso divide y destruye. Sean buenos, comprensivos, perdónense unos a otros como Dios les perdonó en Cristo Jesús.

Así es como se construye la persona, la amistad, la familia, un pueblo, de esta manera. Siendo comprensivos, entendiéndonos, sabiendo que eres mi hermano, sabiendo que tengo que respetarte, eso es lo que el Señor quiere. Pero todo eso hermanos, sabiendo que nosotros mismos no podemos, necesitamos el alimento de Dios. El creer que somos nosotros lo que podemos eso es soberbia, y el creer que somos limitados y que tenemos que escuchar a los demás, eso se llama humildad y la humildad es la que construye

Que el Señor nos ayude a vivir así, deseando, luchando en la vida, pero sabiendo que el camino es largo y difícil, y con nuestras solas fuerzas no podemos. Necesitamos de Dios. 

Que el Señor nos ayude a vivir así.

SHARE IT:

Leave a Reply