Irradia emisión del 8 de agosto de 2021

Irradia emisión del 8 de agosto de 2021

Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial

  “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre”.  Juan 6, 51

 (Música, Caminar contigo, Tony Rubí)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel Lopez-Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, como siempre es un placer poder compartir con ustedes este rato de oración, este rato de editar sobre la Palabra de Dios de este XIX domingo del Tiempo Ordinario.  El Evangelio de este domingo, el que nos propone la liturgia está toando del Nuevo Testamento, del evangelio de San Juan. Capítulo 6, versículos del 41 al 51.

(Lectura del evangelio de San Juan, capítulo 6, 41.51)

Sin embargo, a mí, en este domingo, la que me ha impactado de las lecturas es la primera lectura, tomada del Antiguo Testamento del Libro de los Reyes, que nos presenta al profeta Elías, uno de los grandes profetas. Ese profeta que va a ser ascendido al cielo en un carro de fuego. De los grandes profetas del Antiguo Testamento. Los profetas que son hombres escogidos por Dios para hablarle al pueblo en su nombre, para llevarle su palabra, su mensaje; estos hombres que aceptan esta misión que nunca es fácil, ni antes, ni después, ni ahora, ni mañana. Ser profeta es difícil. Hablar en nombre de Dios y decir lo que Dios quiere nunca es fácil.

Decir lo que yo quiero es fácil, pero decir lo que Dios quiere, y que a veces no coincide exactamente con o que yo quiero, o el mensaje de Dios no coincide exactamente con lo que yo quisiera decir como mensaje para el pueblo. Pero ahí está, el profeta es llamado para hablar en nombre de Dios y se le pedirá cuenta de eso. Queremos ser una iglesia profética, pero para ser iglesia profética, tenemos que hablar en el nombre de Dios, la Palabra de Dios, sólo la Palabra de Dios. Ella es suficiente, para iluminar, para guiar, para sostener. A veces no confiamos en eso, y pensamos que es nuestra palabra la que tiene que seguir adelante que somos los que tenemos la llave para abrir y cerrar.

No, la llave la tiene el Señor y nosotros somos instrumento; por eso para ser profetas hay que ser muy humilde, sabiendo que somos instrumentos en las manos del Señor y que en la medida que somos instrumento, el Señor habla a través de nosotros. Y el plan de salvación se va realizando, porque yo permito, porque soy ese camino a través del cual, el Señor se manifiesta y se hace presente en medio de este mundo. Porque Él ha querido, porque podría hacerlo de otra manera distinta. Lo podría hacer los Ángeles, y le darían menos dolores de cabeza al Señor. pero no quiere que sean los Ángeles, quiere que seamos nosotros. Y cuando digo nosotros, no digo sólo sacerdotes, obispos, Papa, religiosos, digo todos los cristianos que nos hemos encontrado con el Señor, y hemos encontrado en Él, el sentido de nuestra vida y hemos querido seguirlo porque hemos escuchado su llamada.

Ven y sígueme, y queremos amarlo y queremos servirle en los hermanos. Dios ha querido confiar en nosotros seres de polvo. Siempre esas palabras de la Virgen, proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, ¿Por qué? porque ha mirado la pequeñez de su sierva. La Virgen no se hacía ideas, sabía- y así han sido los santos y los profetas. Así ha sido Elías, este gran profeta, pero hombre al fin, tuvo también sus momentos de desaliento y desánimo. Este fragmento del libro de los Reyes lo pone de manifiesto. Basta Señor, quítame la vida, pues yo no valgo más que mis padres. ¿Por qué habría pasado Elías que se sentía totalmente derrumbado, sobrepasado quizás por la misión que estaba cumpliendo en medio de un pueblo que generalmente era de dura cerviz, de duro corazón?

Basta Señor… Pero el Señor tiene sus caminos y un Ángel llegó a despertarle y le dijo, Levántate y come, y Elías abrió los ojos y vio a su cabecera un pan cocido en las brasas y un jarro de agua, y comió. Y volvió a dormir. Y por segunda vez el ángel lo despertó, y le dijo, Levántate y come porque te queda un largo camino. Nada de basta Señor, nada de quítame la vida, te queda un largo camino que no haces solo, que yo estoy contigo, que me ocupo de ti, que te alimento, que te doy fuerzas para que tú puedas llevar adelante esta misión que yo te he confiado. Y con la fuerza de aquel alimento, nos dice el libro de los Reyes, caminó cuarenta días, y cuarenta noches, hasta el Horeb, el monte de Dios. También nosotros, laicos, sacerdotes, obispos, me imagino que el Papa también, tendrá momentos en que diga Señor, basta, hasta cuándo. Pero el Señor nos dice, les queda un largo camino; pero no para dejarnos librados a nosotros mismos, sino que el Señor nos fortalece, y nos fortalece con el Espíritu Santo.

La carta del apóstol San Pablo a los Efesios, en la segunda lectura, en el Nuevo Testamento. No le causen tristeza al espíritu Santo con que Dios les ha marcado para el día de la liberación final. No le causen tristeza al Espíritu Santo que el Señor nos manda, que el Señor nos dio el día de nuestro bautismo, que el Señor nos dio el día de nuestra confirmación, que envía constantemente sobre nosotros, para fortalecernos, para que podamos hacer ese largo camino que el Señor tiene preparado para nosotros. Para que podamos cumplir nuestra misión de hacerlo presente, el Señor que nos alimenta con su cuerpo y con su sangre, Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que Yo les voy a dar es mi carne, para que el mundo tenga vida, nos dice San Juan en el evangelio que hemos escuchado.

Yo soy el pan de Vida. Elías comió el pan calentado en las brasas, y tomó agua para fortalecerse para el camino que el Señor le tenía preparado. Nosotros comemos el cuerpo y la sangre del señor, verdadera comida, verdadera bebida. Así lo dirá Él. Mi cuerpo es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. No es un invento, no, es una realidad. Yo soy el pan de Vida. Entonces, cuando nos sintamos así, por múltiples razones, cada cual sabe las suyas, desalentados, desanimados, cuando sentimos la tentación de decir como Elías, basta Señor, recordemos que el Señor está con nosotros, que nos envía el Espíritu Santo, como llama de Fuego, como viento recio, para limpiar, para purificar, para fortalecernos, para animarnos, para que podamos ponernos en pie.

Nos da, no pan en las brasas y agua, su cuerpo y su sangre para alimentarnos espiritualmente y que podamos recorrer ese largo camino que tenemos por delante para llevar su palabra, para compartir su esperanza, para anunciar en medio de este pueblo y hacer presente su misericordia y su amor. Para decirle que el Señor no nos olvida, que el Señor está ahí, que el Señor está atento. Que cuando como Pedro caminando sobre las aguas se hundió y le dijo, sálvame Señor, ahí estará la mano del Señor para ponernos de nuevo en pie.

Que así el Señor nos lo conceda.

 (Música, Pan de vida, Marcos López y Margarita Araux)

Ahora hermanos, convencidos, seguros, ciertos, de que el Señor siempre nos escucha. Pero más aún, que el Señor siempre nos responde, le presentamos nuestras súplicas y nuestras peticiones.

Como siempre, en primer lugar, por la lglesia; porque todos somos la iglesia, todos formamos parte de la iglesia. Para que el Señor nos fortalezca con su Espíritu, con su cuerpo y con su sangre, y podamos ser testigos de su amor y de su misericordia, de su presencia amorosa en medio de este mundo.  Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos también por todos los que sufren, se desesperan ante las dificultades de la vida, para que, en esos momentos de prueba, el Señor nos de la gracia y la fuerza, nos consuele y nos ayude, para puestos en pie, poder seguir adelante. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

 El pasado día 4 celebramos el día del párroco, el día de los sacerdotes, porque el Santo Cura de Ars es el patrono de los sacerdotes, particularmente de los párrocos; para que el Señor los fortalezca y lo ayude como a Elías en la misión que les ha confiado. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, y religiosas, y también las vocaciones al diaconado. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos también por todos los difuntos, particularmente por aquellos que no tienen quien ore por ellos; para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el fin de la pandemia, por todos los enfermos, particularmente por los del coronavirus, para que no nos desalentemos, para que no nos desanimemos, para que sepamos que en medio de esta realidad que vivimos, y que esperamos que un día termine, y que nosotros tenemos también la responsabilidad de cambiar, podamos seguir adelante, con el ánimo puesto en la gracia de Dios. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas, y tantas que han quedado en nuestros corazones pero que sabemos que tú conoces. Te las presentamos por tu Hijo Jesucristo, que contigo y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Ahora confiados, oramos con la oración que Jesús nos enseñó, la oración con la que nos enseñó a llamar a Dios Padre.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdónanos nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

Y líbranos del mal. Amén

Hermanos una alegría poder haber estado este rato con ustedes. Sé que también ustedes esperan cada domingo este encuentro con el Señor. entonces aprovechémoslo, para nosotros, para nuestra familia, pero compartámoslo con nuestros vecinos, con nuestros amigos, con los más vulnerables, no sólo al coronavirus, los más vulnerables porque no se han encontrado con la fuerza de Dios, con el espíritu de Dios, con el alimento de Dios. Llevémoslo con alegría, con gozo, con cuidado por supuesto, pero llevémoslo, compartámoslo con los demás.

Y compartamos esta bendición, que Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros, sobre nuestras familias, nuestros amigos, nuestros vecinos, nuestra ciudad, nuestra Patria, este mundo y nos acompañe siempre. Amén.

Hasta que nos volvamos a encontrar de nuevo. Les habla el P. Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba-

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba… IRRADIA

(Música, Cuéntale, Lili Gaudman)

 

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