Irradia emisión del 7 de febrero de 2021

Irradia emisión del 7 de febrero de 2021

Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Domingo V del Tiempo Ordinario
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y la emisora Provincial CMKC

 

“Jesús se acercó y, tomándola de la mano, la ayudó a levantarse” Marcos 1, 29, 31

 (Música, Buenos días Señor, Tony Rubí)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música, Buenos días Señor, Tony Rubí)

 

Para la reflexión de hoy nos acompaña el padre Jorge Catasús, Párroco de Santa Lucía.

Saludos cordiales para todos los que nos escuchan en este domingo a través del programa Irradia, con el deseo de que todos nos acerquemos a la Palabra que, Dios, a través de la Iglesia, tratando de descubrir el mensaje que quiere comunicarnos en este texto del evangelio de Marcos, capítulo 1, versículos del 29 al 39, en medio de la difícil situación por la que estamos atravesando.

¡Abramos nuestras mentes y corazones para escuchar atentamente la Palabra de Dios!

(Lectura del evangelio de San Marcos, capítulo 1, 29-39)

 De la mano del evangelista Marcos seguimos avanzando en el ministerio público de Jesús que ha comenzado con la llamada a la conversión y la proclamación de la cercanía del Reino, y continuó con el llamamiento de dos parejas de hermanos pescadores: Pedro y Andrés, Santiago y Juan, junto al lago de Galilea. Luego, el evangelista nos ha adentrado en lo que se conoce como la “jornada de Cafarnaún” que da inicio con la predicación en su sinagoga, quedando todos sorprendidos por sus palabras, porque no son palabras comunes, no se parecen a lo que escuchan normalmente de los escribas que enseñan, pero sin tener autoridad propia; seguidamente, la curación de un poseído de un espíritu inmundo va a provocar el asombro ante una enseñanza ejercida con autoridad. Así “su fama se divulgó rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea”.

En el pasaje del evangelio de hoy Jesús se dirige con sus discípulos a casa de la suegra de Pedro, que estaba enferma con fiebre, se lo hicieron saber y Jesús, tomándola de la mano, la levantó y cesó la fiebre. Dice el evangelista que de inmediato se puso a servirles. Jesús espera que quien sea sanado, levantado o liberado, se ponga al servicio de la causa del reino. Esto es parte de la identidad de sus seguidores.

Siguen llevándole a la presencia de Jesús toda clase de enfermos y endemoniados y Jesús los curaba de todas sus dolencias, sin permitir hablar a los espíritus malignos. Las sanaciones se extienden a todos los que se acercan al Maestro, y revelan a un Jesús solidario, que pasa del discurso a la práctica liberadora.

Comentando este evangelio el Papa Francisco expresó: “El poder de Jesús confirma la autoridad de su enseñanza. El no pronuncia sólo palabras, sino que actúa. Así manifiesta el proyecto de Dios con las palabras y con el poder de las obras. Jesús revela el amor de Dios tanto con la predicación como con innumerables gestos de atención y socorro a los enfermos, a los necesitados, a los niños, a los pecadores. Jesús es nuestro Maestro, poderoso en palabras y obras. Jesús nos comunica toda la luz que ilumina las calles, a veces oscuras, de nuestra existencia, nos comunica también la fuerza necesaria para superar las dificultades, las pruebas, las tentaciones. Él es un Maestro y un amigo, que nos indica el camino y nos cuida, especialmente cuando lo necesitamos”.

Jesús nunca utilizó su poder ni para imponerse autoritariamente, ni para humillar o descalificar a nadie, ni para ningún provecho personal, ni para seducir a los hombres deslumbrándolos con gestos o acciones extraordinarios. ¡Cómo no hubiera podido bajarse de la Cruz cuando le decían: “Si eres el Hijo de Dios, bájate de la Cruz” o “¡Vamos a ver si viene Elías a salvarlo!”

En una de las estrofas de uno de los más hermosos cantos que utilizamos en nuestros encuentros y celebraciones entonamos: “El que tiene comparte su riqueza/ Y el que sabe no impone su verdad/El que manda entiende que el poder es un servicio/Lo sabemos: el camino es el amor”.

El evangelista Marcos continúa diciéndonos que Jesús se levantó de madrugada a orar en un lugar solitario. ¡Cuántas veces en los evangelios aparece Jesús, avanzada la noche o antes del amanecer, retirándose a lugares solitarios para elevar su oración al Padre! ¿Acaso no residirá aquí la fuente de su fuerza, su energía para desplegar su misión liberadora? ¿No nos enseña, con su ejemplo, la importancia de la oración al comenzar toda jornada misionera? Jesús es el maestro orante. Con Él, por Él y en Él oramos. En esencia, nuestra oración tiene que ser la oración de Cristo. Por Él llegamos al Padre. En Cristo encuentra la Iglesia su Maestro, su modelo, su fuente y su intermediario.

Pedro y los demás discípulos salieron a buscarlo y al encontrarlo le dijeron: “todos te están buscando”. Su respuesta fue: “vámonos de aquí a los pueblos vecinos, para predicar también allí, pues a eso he venido”, y siguió predicando en sus sinagogas y sanando las dolencias por toda Galilea.

Jesús no se deja atrapar por la fama, no busca el aplauso, ni ningún otro tipo de reconocimiento. A los que son favorecidos con su poder liberador, les insistirá que no digan a nadie lo que han recibido de Él. Una lección magistral de humildad de quien más tarde dirá: “Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”.

¿Por qué todos lo buscan?, ¿por los milagros o porque quieren adherirse a su proyecto? Jesús sabe que todo entusiasmo basado sólo en los milagros y no en el proyecto total del reino de Dios desvirtúa su misión.

Hermanos: busquemos el seguimiento de Jesús encarnando su estilo de vida, ejerciendo la autoridad, cuando la tengamos, como humildes servidores de los demás.

(Música, Ven se mi luz, P. Jorge Catasús, arreglo Melvin Rodríguez)

Vamos a concluir este encuentro, pidiéndole a Dios, nuestro Padre, que nos conceda la luz y la fortaleza de su Espíritu para poder progresar en el seguimiento de su hijo y oremos juntos. Oremos: Padre, que tengamos un corazón como el de tu Hijo

Pidamos, en primer lugar, por la Iglesia, extendida por toda la tierra, para que todos los que la integramos progresemos en el seguimiento de Cristo Jesús, manso y humilde de corazón: Padre, que tengamos un corazón como el de tu Hijo

Pidamos por el Papa, los Obispos, sacerdotes y religiosos, para que ejerzan siempre su autoridad al estilo humilde de Jesús. Oremos: Padre, que tengamos un corazón como el de tu Hijo

Pidamos también por los que detentan el poder en las diferentes instancias públicas, para que su autoridad sea ejercida con respeto, apertura al diálogo, justicia, buscando siempre el bien del pueblo. Oremos: Padre, que tengamos un corazón como el de tu Hijo.

Pidamos, hermanos, por todos los que están padeciendo la Covid y el personal de la salud que les cuidan tratando de neutralizarla, para que sean fortalecidos y no pierdan la esperanza de superar la enfermedad. Oremos: Padre, que tengamos un corazón como el de tu Hijo.

Para que los esfuerzos científicos que se realizan para conseguir nuevos medicamentos y las vacunas sean verdaderamente eficaces. Oremos: Padre, que tengamos un corazón como el de tu Hijo.

Pidamos para que se den los pasos necesarios con prontitud, a todos los niveles, para ir pudiendo superar la crisis que atravesamos que produce tanto agobio en nuestro pueblo. Oremos: Padre, que tengamos un corazón como el de tu Hijo.

Finalmente pedimos para que nuestros hermanos difuntos, especialmente los que han fallecido por la Covid, puedan gozar por tu amor misericordioso de la plenitud de tu Reino. Oremos: Padre, que tengamos un corazón como el de tu Hijo.

(Música, Señor a quién iremos, Cristóbal Fones)

Con la confianza de que el Padre nos sostiene en el seguimiento de Jesús, oremos con la misma oración que su Hijo nos enseñó. 

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdónanos nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal. Amén

 El Señor nos bendiga nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

 Concluimos este programa de hoy agradeciéndoles su presencia, desde sus casas, y la oportunidad por haber podido compartir con ustedes la Palabra de Dios.

Soy el padre Jorge Catasús, Párroco en la Iglesia de Santa Lucía, donde quedo de ustedes como servidor.

¡Tengan todos un buen domingo! Confiando permanezcan en nuestra sintonía para seguir siendo irradiados por la Palabra de Dios.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación Social, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Es la voz de la Iglesia santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA

 (Música, El aguacero, Félix Alberto Bernal, arreglo Melvin Rodríguez)

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