Transcripción homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, 3 de marzo de 2024, III Domingo de Cuaresma

Transcripción homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, 3 de marzo de 2024, III Domingo de Cuaresma

Transcripción homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
3 de marzo de 2024, III Domingo de Cuaresma

 “Quiten esto de aquí: no conviertan en un mercado la casa de mi Padre” Juan 13, 16

Hermanos,

Como siempre vamos a considerar la Cuaresma como la subida a un monte, en el cual uno tiene que hacer paradas, pensar en la meta, uno tiene que coger fuerza, tomar agua. Y así nosotros vamos caminando hacia encontrarnos con el Señor Jesús allá en el Calvario, en Jerusalén, en el Calvario, pero también en la Resurrección, que es la meta final.

Si nosotros durante la Cuaresma tenemos puesta nuestra mirada en la cruz, que hay que mirar la cruz fijamente, fijamente, entonces lo quedamos con una parte, es decir, con la parte necesaria imprescindible, pero que no es la mesa final. La cruz es uno de esos tantos episodios, en este caso la clave el fundamental para llegar a la meta, la meta es encontrarnos con el Señor. No nos quedemos en el Viernes Santo, continuemos hacia el Domingo de Resurrección.

El Miércoles de Ceniza recordamos que somos polvo y en polvo hemos de convertirnos, y en el segundo domingo, que fue el domingo pasado, nosotros vimos como Jesús subiendo hacia Jerusalén, y habiendo dicho que allí iba a sufrir, iba a pasar la cruz, iba a ser condenado, los discípulos se desanimaron, como nos puede pasar a nosotros, como tal vez cualquiera de los que estamos aquí, ustedes y yo nos desanimamos. Señor cuando tú vendrás, Señor por qué, por qué las cosas, Señor no tengo fuerzas.

Y la enseñanza de Jesús ese domingo fue, no caigan en la tentación de desconfiar de Dios, no caigan en esa tentación de desconfiar en Dios y entonces se manifiesta transfigurado, diciendo esta es la meta, la Pascua, no nos quedemos en el camino, eh, que es la cruz. Si no se pasa la cruz y el camino, no llegamos a la meta.

Hoy el Señor también está en esa subida a Jerusalén, y el Señor también se manifiesta con poder, ¿por qué con poder? Porque en el templo que era el templo de Jerusalén, la institución más grande que tenía el pueblo de Israel, a la que los judíos acudían de muchos lugares del mundo conocido en aquel momento. En el templo Jesús se muestra dueño, seguro, y lo que hace es limpiar de aquello que no se asemejaba a lo que su padre quería que fuera el templo: el negocio, los cambistas, el ambiente que se forma alrededor de todo eso.

Nosotros mismos nos damos cuenta que cuando estamos en esos lugares que se están creando de mucha venta, de mucha gente, muchas cosas, se crea un ambiente… Jesús saca, hace aquel azote, es una de las pocas veces que Jesús habla o actúa con fuerza, y saca aquella gente y dice mi casa es casa de oración y no no se puede convertir la casa de Dios en una cueva de ladrones.

Hermanos el mensaje de hoy es, señores, no nos detengamos en las Cruces porque tenemos a un Señor que es Cristo, el Salvador, y entonces vamos a buscar, vamos a ir a las Escrituras.

La primera lectura es del libro del Éxodo, es el texto de los mandamientos de la ley de Dios, y precisamente en el texto, dice lo siguiente, hay un solo Señor. Dios es el Señor. Por lo tanto, a Él es que nosotros tenemos que hacerle caso y obedecer, Él es quien guía y no hay otro más, y como tiene el poder, entonces Él manda los mandamientos. Que no los vamos a enumerar, porque pensamos que todos nos recordamos bien, pero cuando lleguemos a nuestra casa, vamos a recordarnos y vamos a buscar este texto del libro de Éxodo donde vienen los mandamientos de la ley de Dios.

Y el primer mandamiento, los tres primeros mandamientos, son mandamientos que se refieren a Dios, a lo que nosotros le debemos a Dios. Hay veces que pensamos, como que Dios nos debiera y que no hace lo que nosotros queremos, y nos sentimos incómodos. Los tres primeros mandamientos son ama Dios, santifica la fiesta, es decir ríndele el culto debido y no profanes su nombre con falsedades, fíjense bien que esos tres son de Dios eso se lo debemos a nuestro Padre carnal a nuestra madre se lo debemos. No profanar el nombre de Dios, rendirle el culto que Él quiere y que nos pide también, aunque no lo necesita, pero nos lo pide porque de esa manera se une a nosotros íntimamente. La oración no es más que unirnos íntimamente a Dios y Dios quiere estar unido a nosotros. Y el otro no utilices el nombre de Dios en falsedades, no lo hagas.

Los otros siete mandamientos se refieren al comportamiento con los demás, y precisamente la Iglesia los pone aquí para que los recordemos. Si decidimos rendir el culto al único Dios que es nuestro Señor y es, reconocerlo y no dejarnos llevar por caudillos, que al final del tiempo vemos que son falsas todas sus promesas. Ah, nosotros tenemos que también tratar de vivir según estos mandamientos. Entonces el Señor nos dice, trata a tu hermano como a ti mismo y enumera una serie de cosas que a nosotros no nos gusta que nos pasaran, y por lo tanto nosotros no tenemos que permitir que les pase a los otros y menos por nuestra causa, no robes, no mientas, no mates, honra a tu padre, no envidies. Hermano son cosas que la ley natural nos dice que no se debe hacer.

Bien partimos de ahí, el Señor nos da los mandamientos, esos mandamientos fueron predicados en el tiempo los profetas anunciaron que venir el Mesías, ese Señor pues vendría con poder al final de los tiempos a juzgar a vivos y muertos. pero en ese transcurso aparece la figura de Jesús,

¿y cómo aparece Jesús? Jesús aparece como el Señor, se va a manifestando poco a poco y al final es capaz de hacer ese azote para limpiar el templo de impurezas, al final manda su poder, y nosotros lo vemos en el templo, pero vamos a la segunda lectura.

La segunda lectura que es de la primera carta de los corintios, hermanos particularmente es una lectura que a mí más me gusta, porque me parece que tiene como una mayor sustancia. Cuando nosotros hay veces que queremos que todo el mundo se convierta, cuando nosotros queremos que las cosas salgan, entonces qué dice Pablo a aquellos corintios. Dice, el mundo, los judíos, los romanos, pues predican a un Señor con poder, a qué viene predicar al Señor, cómo se manifiesta el Señor. El Señor se manifiesta como aquel que viene a cargar la cruz y se ofrece por nosotros, y dice yo vengo a presentarle a ustedes a un Dios, muerto y resucitado.

¿Cómo los a los romanos se iba a hablar de un Dios muerto? Imposible, ¿a los judíos cómo un Dios muerto? ¿Cómo se le ha presentado a los romanos un Dios que no tuviera ese poder para destruir las cosas temporales, para hacer todo y manifestarse así con su poder al frente de un ejército, como ellos estaban acostumbrados a hacer? Y los judíos, ¿cómo podían pensar en un Dios que se anulara, que se hiciera nada? Y él les dice pues yo vengo a predicar ese Dios, a ese Dios muerto y resucitado que es escándalo para unos, y para los otros, necedad, tontería, pero ése es el que nos salva, ése es el que nos salva, ese es Cristo y ahí donde está presente la cruz del Señor.

El Señor nos salva a través de la Cruz, ese es el tropiezo, es en la piedra que encontró el camino para salvarnos a nosotros, pero que Él no se echó atrás, no cogió el camino y lo vadeó para no chocar con la piedra. Él la pasó porque sabía que ahí estaba nuestra salvación.

Entonces, hermanos, nosotros también tenemos que darnos cuenta que nuestra vida es así. Tenemos que continuar en el ascenso hasta encontrarnos con Dios, tenemos que continuar en el ascenso sorteando esas dificultades, pero cuando lo tengamos que sortear o mejor dicho padecer, nosotros tenemos que acordarnos del Señor Jesús y decirnos, nosotros venimos a predicar a un Dios que se hace por nosotros hombre, de tal manera que sufre, muerto, pero resucitado.

Ay, Señor. Esa es la gran victoria, la resurrección. Que la resurrección de Cristo, misericordiosamente la cruz de Cristo borra nuestros pecados, pero también la resurrección de Cristo nos invita a vivir eternamente junto a Él. Ahí sí llegamos a la meta, ahí si llegamos lo alto de la montaña, así hemos conquistado nuestra vida, porque la vida de los hombres se juega aquí en la tierra, pero se vive eternamente con Él en la gloria, para vivir eternamente con él la gloria.

Que Dios nos ayude así.

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