Transcripción homilía del P. Camilo de la  Paz Salmón Beatón, 25 de febrero de 2024, II Domingo de Cuaresma

Transcripción homilía del P. Camilo de la  Paz Salmón Beatón, 25 de febrero de 2024, II Domingo de Cuaresma

Transcripción homilía del P. Camilo de la  Paz Salmón Beatón
Párroco de Santa Lucía
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
25 de febrero de 2024, II Domingo de Cuaresma

 “Este es mi Hijo, el amado, escúchenlo” Marcos 9,8

Hermanos,

A la altura de la celebración de los 500 años de la instalación de la iglesia de la diócesis en nuestra Villa, que fue elevada Ciudad a la luz de la Palabra de Dios, me toca, en sintonía con el primer mensaje con el cual ofrecimos la misa de este segundo domingo de Cuaresma, destacar que cada vez que la Iglesia en Cuba celebra la Vigilia Pascual y además en el contexto de la Vigilia administra el sacramento del bautismo, es un signo vital de que nuestra iglesia está viva, es una iglesia que sufre constantemente la situación es contextuales de su presente, y vive recíprocamente formando, preparando personas, que van saliendo del país y a la vez va recibiendo muchas personas nuevas que se preparan y reciben el sacramento del Bautismo.

La Cuaresma es muy especial para los catecúmenos, porque es el trayecto en el cual ellos se van aproximando al día en que definitivamente se entregan a Dios, y he utilizado ya el término bautismo, Cuaresma, y esa es la vida de un cristiano a la luz de la Palabra de Dios; un cristiano bautizado que vive la vocación de cristiano, la espiritualidad que eso implica.

Es también un proceso de prueba. Es un acto de sacrificio de ofrenda como el de Abraham y es ahí donde se sustenta la promesa de Dios a su pueblo, una prueba de fe, una prueba de fe donde a Dios se le entrega todo, porque Dios lo entrega todo, Dios entrega constantemente a su Hijo por la salvación de las almas. Y es por eso que Abraham no duda, porque Abraham en su vocación como llamado y elegido por Dios para ser patriarca o padre de muchas naciones, Abraham ya tiene un contacto con Dios, ya Abraham ha vivido la grandeza de la Alianza. A Abraham hoy se le pide su hijo en prueba de esa fe, y hoy Abraham lo entrega en previsión de aquel, hijo, mirando aquel, hijo, que sí va a ser entregado, que es el Cordero de Dios y con su sangre lavará todos los pecados, y con su sangre sustentará y es todo Sacramento, esa es la clave.

Además del fragmento de la lectura de la Palabra de Dios de la segunda lectura de San Pablo, cuando hace hincapié en lo que es la justificación de los pecados. Todo es gracia, todo es don y un cristiano bautizado que vive esa vocación debe de ver la gratuidad de Dios en su vida, su grandeza, la iniciativa es de Dios. Hoy nosotros también caminamos en este tiempo de Cuaresma celebrando este segundo domingo en la montaña alta de la Transfiguración, donde Jesús manifiesta su gloria, manifiesta a tres discípulos elegidos lo que será el fruto de su muerte que es vida, es resurrección.

Hoy nosotros le pedimos al Señor en esta Eucaristía, que nos dé la gracia y el don de solamente escuchar a Jesús. Todo camino cristiano de prueba, de ofrenda, de sacrificio, es una subida espiritual, es una subida donde se busca contemplar la luz. En este día nosotros le pedimos al Señor que derrame muchas gracias en los catecúmenos que se aproximan en la subida a su encuentro, para que el día en que se les administre el sacramento del bautismo puedan recibirlo en gracia, sabiendo muy bien, como nos enseña la Iglesia, que solamente a Jesús debemos escuchar. Que así sea.

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