Transcripción homilía del P. Juan Elizalde, 30 de julio de 2023, Domingo XVII del Tiempo Ordinario

Transcripción homilía del P. Juan Elizalde, 30 de julio de 2023, Domingo XVII del Tiempo Ordinario

Transcripción homilía del P. Juan Elizalde
Párroco de Santa Teresita, Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, 30 de julio de 2023
Domingo XVII del Tiempo Ordinario

 “El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra” Mateo 13, 45-46

El hombre no es grande por lo que tiene, sino por lo que es y lo que puede ser. La fe, don de Dios, es una llave que nos proporciona el conocer y abrirnos a los tesoros de Dios. Sin la fe es imposible vender o dejar otros campos, ignorar otros tesoros materiales, la apariencia o lo superficial, para quedarnos con lo esencial y verdaderamente valioso, el amor de Dios.

Desde lo más profundo de nosotros mismos sentimos la presencia de Dios. Pero son tantos los obstáculos que salen a nuestro encuentro, que en muchas ocasiones ese sentimiento de lo divino, de la presencia de Dios en medio de nosotros pasa a un segundo y en algunos casos al último lugar. Siempre, y lo tenemos que reconocer es más fácil marcharnos, huir, escaparnos en busca de lo que brilla dejando a un lado aquello que tal vez no sea tan alucinante, pero que resulta valioso.

Y hoy más que nunca vemos que el tesoro de la fe, es riqueza escondida en el inmenso campo de nuestra sociedad cubana. Resulta trabajoso dar con este tesoro, porque nos quedamos en las cosas, olvidamos a las personas, apostamos por las ideas y rechazamos el lado humano de aquellos que la presentan o defienden. Nos asombramos por la grandeza del mundo y nos alejamos de Aquel que lo creó para la perfección, disfrute y supervivencia humana. Dios.

¿Dónde hemos dejado a Cristo? ¿En qué rincón lo hemos olvidado? ¿Es nuestra familia, un jardín en el que cultivamos esa hermosa perla de la fe? ¿Es nuestra sociedad una realidad en la que los católicos cuando accedemos a ella somos respetados? O incluso ¿se valoran a los cristianos a partir del tesoro de la fe que llevan en sus vidas y quieren compartirlo con todos? ¿Es el corazón y nuestra misma vida, un cofre en el que guardamos y cuidamos con esmero nuestra pasión y nuestro amor por Cristo?

El tesoro de la fe mis hermanas y hermanos, no podemos sustentarlo exclusivamente en formas o en tradiciones exteriores. En cuántos momentos sin percatarnos de ello, o incluso sabiéndolo, podemos caer en el divorcio entre la fe que celebramos como ahora, y la fe que debe expresarse en la vida. De tal manera que podemos preguntarnos qué hacer para que la fe llegue a convertirse en un tesoro maravilloso, y la podamos recuperar nuevamente en nuestra sociedad cubana. Es muy sencillo. Primero no poner a las cosas, lo efímero, por encima de Dios. Volver a la lectura y la escucha atenta a la Palabra de Dios. Segundo, vivir como cristianos, y eso implica no mirar hacia atrás, lo que hemos dejado, lo que pertenece a un pasado, o simplemente que tenemos que vender para comprar lo que realmente vale. Tercero, no vivir apegados, apegados a nuestros caprichos, a nuestros criterios, a una religión light sin compromiso hecha a la medida de nuestras conveniencias. Y, por último, considerar el ser católicos, como discípulos verdaderos y auténticos de Cristo, y ver esto como una ganancia, un orgullo, una oportunidad para ser diferentes e incluso en muchas ocasiones, ir contracorriente. Y tal vez dejar a un lado las propuestas, que nos hace la sociedad, que a veces son buenas, pero pueden alejarnos de Dios.

Ojalá, mis hermanas y hermanos, que al meditar este evangelio hoy domingo, nos preguntemos. ¿Qué tengo que vender para salvaguardar el tesoro de Cristo? ¿Qué puede servir para seguir cultivando ese gran campo del tesoro de nuestra fe, en Cristo Jesús?

Que María de la Caridad siempre interceda por nosotros y la escuchamos a cada momento, en el cada día de nuestra vida que nos dice, hagan lo que Él les diga. El Señor quiere que descubramos cada día el tesoro de la fe, y desde el tesoro de la fe, descubrirle a Él como nuestro único y mayor tesoro. Que así sea.

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