Alocución Radial Mons. Dionisio García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba

Alocución Radial Mons. Dionisio García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba

Alocución Radial Mons. Dionisio García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba
Emisora provincial de radio CMKC
7 de abril, Viernes Santo 2023

“A tus manos encomiendo mi espíritu, Tú, el Dios leal, me librarás”

Queridos hermanos y hermanas radio-oyentes que estamos escuchando, en comunión de fe y en actitud de atención y oración, el tradicional mensaje de Semana Santa, que el arzobispo de Santiago Cuba les envía, todos los años, a través de la Emisora Provincial CMKC. Quisiera también llegar, por medio de Ustedes, a sus familias, vecinos, amigos y a todos los que habitamos en nuestra querida provincia de Santiago de Cuba. Les deseo la Paz y la Esperanza, que todos necesitamos y que Jesucristo nos ha alcanzado por su Pasión, su Muerte en la cruz y su Resurrección gloriosa.

En la Semana Santa celebramos los últimos momentos de la vida de Jesús entre nosotros. El Domingo de Ramos su entrada triunfal en Jerusalén donde es aclamado  como rey.

Ayer, Jueves Santo la celebración de la última cena de Jesús con sus discípulos donde anuncia su cercana pasión y muerte, bendice el pan y el vino, lo convierte en su cuerpo y sangre, lo reparte entre sus discípulos y les dice que ese es su cuerpo y su sangre que se entrega por nosotros, y permanece con nosotros, hasta el fin de los tiempos, esa fue la primera misa. Por eso cada vez que un sacerdote celebra la Santa Misa, Cristo se hace presente en la hostia consagrada. También, en esta última cena,  desgraciadamente,  Judas se descubre como el que lo traicionará

Hoy Viernes Santo, hemos leído, en templos y casas de oración, el fragmento del evangelio de San Juan donde se narran los momentos últimos de la Pasión y Muerte de Jesús. Al escuchar la narración nos damos cuenta que Jesús quiere cargar el dolor, el desengaño, las frustraciones, las injusticias y desesperanzas que tantas personas y pueblos sufren. Por eso decimos que Jesús cargó sobre sus hombros nuestras culpas y dolores.

Hemos escuchado y contemplado el juicio amañado, falso e injusto donde el mismo juez, Pilato, dice que no encuentra en él delito alguno, pero así mismo le condenan. Le insultan, no lo dejan defenderse, lo despojan de sus ropas y pertenencias y, así, maltratado, coronado de espinas y lleno de latigazos, lo llevan por las calles, en medio de las burlas y amenazas de una muchedumbre manipulada y amenazante. ¡Qué terrible!; sí, es muy triste que los hombres podamos hacer estas cosas. Sin embargo se hizo, se hace, las hacemos.

Pero, ya colgado en la cruz, en medio del dolor Jesús nos entrega a su madre cuando dice, “Madre ahí tienes a tu hijo”, “hijo, ahí tienes a tu Madre”. Desde ese momento la Madre de Jesús, la Virgen María, nos acompaña en cada momento de nuestra vida como lo hizo con su hijo, Jesús.

Al final sabiendo que venía la muerte, lleno de confianza y dolor, exclamó diciendo, “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”. Pero, la historia no termina en su muerte, en la derrota del bueno y en el triunfo de la injusticia. Las escrituras también nos dicen que al tercer día Jesús resucitó. Por eso, el próximo domingo, pasado mañana, celebraremos la Resurrección gloriosa de Jesucristo, por eso le llamamos Domingo de Resurrección, es un tiempo de alegría pues sabemos, por la fe, que Jesucristo, vencedor del mal y de la muerte, nos ha alcanzado la salvación y nos ha mostrado el sentido final que tiene nuestra vida y toda la creación.

A propósito, he iniciado este mensaje leyendo un versículo del Salmo 30, del Libro de los Salmos, el mismo que reza Jesús en el momento de su muerte, Junto a Jesús hemos rezado llenos de confianza “A tus manos (Señor) encomiendo mi espíritu”. Después llenos de FE hemos añadido. “Tú, el Dios leal me librarás”: Ojalá que esta breve oración la tengamos siempre en los labios y en el corazón y oremos con ella todos los días como muestra de nuestra FE y de nuestra confianza en el Señor.

Al afirmar: “Tú, el Dios leal, me librarás”, estamos declarando que somos personas de FE. Pues hemos expresado con gran seguridad y confianza que Dios me concederá lo que estoy pidiendo, afirma que estoy seguro que lo que Él promete se cumplirá. Dicho de otra manera: “Estoy seguro, que el Señor me salvará si pongo mi espíritu y mi vida en sus manos”.  Yo pongo mi vida en las manos de Jesucristo porque sé que no miente, estoy seguro que lo que promete se cumplirá, sé que Él es mi único salvador, porque me alcanzó en la cruz el perdón de todos mis pecados y la vida eterna. Estoy convencido que no me abandonará pues él se entregó a una muerte cruel en la cruz para salvarme.

Sólo una persona de FE puede, entonces, confiadamente rezar: “A tus manos Señor, encomiendo mi espíritu” pues aquí, ya se expresa el compromiso, la determinación, la decisión que brota de la FE firme que pone toda la confianza y esperanza en el Señor.

Al rezar así estamos diciendo que queremos poner toda nuestra vida, afectos, aspiraciones y anhelos en las manos de Dios. Significa que quiero que Dios sea el que rija mi vida, que su palabra sea la que me conduzca en la vida, que ella sea la que ilumine mis pensamientos y la que guie mis acciones.

Al rezar así, también estamos diciendo que queremos alejarnos de todo aquello que nos aparte de Dios, que tenemos que cambiar, que nuestra vida debe enderezarse para ajustarla a la Palabra de Dios.

Al rezar así, nos estamos comprometiendo a seguir los mandamientos de Dios, a dejar el mal, el orgullo, la injusticia y la prepotencia, a apartarnos de todo lo que nos aleje de los demás. Es decir del pecado que tanto mal, divisiones y odio trae consigo porque ofende a Dios y daña a los hermanos.

Dios me está pidiendo que me convierta, que cambie. Eso sólo se puede lograr orando para pedirle a El que me ayude y me dé su gracia, para que mi vida cambie, para poder tomar la decisión firme de seguir a Jesucristo y que no me aparte de Él, para adquirir fortaleza y, así, poder superar las dificultades y crecer en humildad, para que me convierta en una persona que solo tiene a Jesucristo como su único Señor y, por lo tanto, confía en su Palabra y trata de realizar el bien.

Les invito hoy, hermanos, a dedicar un momento del día a la lectura en la biblia de los evangelios, en los capítulos finales de cada uno de ellos, donde se narra la Pasión y muerte de Jesús. Así nos uniremos más a Él. Mañana sábado y el domingo les invito a participar en los templos y casas de oración n la alegre celebración de la Resurrección de Jesucristo, nuestro único Señor y Salvador.

Vamos a terminar con la oración de inicio del mensaje, vamos a rezarla con fe viva, con la seguridad que Dios tiene el poder de cambiar los corazones de los hombres y mujeres y de los pueblos, por eso tiene el poder de cambiar mi vida.

“A tus manos Señor, encomiendo mi espíritu, Tú, el Dios leal, me librarás”

Dispongámonos hermanos a recibir la bendición, haciendo unos instantes de oración y silencio:
El Señor esté con Ustedes.   R/ Y con tu Espíritu.
“En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.  

Mons. Dionisio García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba.

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