Irradia

Irradia

9 de octubre de 2022
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Vigésimo Octavo domingo del Tiempo Ordinario

Levántate, vete, tu fe te ha salvado” Lucas 17, 19

(Música, Los Diez Leprosos, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música, Los Diez Leprosos, Javier Brú)

En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la SBIM Catedral de Santiago de Cuba 

Si conservaras el recuerdo de nuestras faltas Señor, ¿quién podría resistir? Pero Tú, Dios de Israel, eres Dios de perdón. Te pedimos Señor que tu gracia continuamente nos disponga y nos acompañe, de manera que estemos siempre dispuestos a obrar el bien. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Buenos días buenas tardes, buenas noches, una alegría y un gozo poder compartir con ustedes dondequiera que se encuentren esta mañana de domingo, compartir sobre todo la Palabra de Dios. Esa Palabra de Dios que nos propone la liturgia de este Vigésimo Octavo domingo del Tiempo Ordinario, para reflexionarla, pero sobre todo para orarla, y más aún, para hacerla parte de nuestra vida, para poder responder siempre desde la Palabra de Dios.

Hoy se nos pone de manifiesto la grandeza del alma de dos hombres extranjeros que padecían de lepra. En la primera lectura un sirio, no cualquier sirio, un general sirio, Naamán; y en la segunda un samaritano, uno de los diez leprosos. Los relatos ponen de relieve la calidad de la fe de aquellos hombres extranjeros, no era ni siquiera israelitas, para darnos a entender que el llamado de Dios sobrepasa las fronteras de Israel, y está destinado a todos los hombres. Nadie queda fuera.

Por su parte san Pablo, prisionero por Cristo, en la segunda lectura dice que compartirá el triunfo de Cristo pues ya ha compartido su pasión y está orgulloso de sufrir por causa del evangelio. El evangelio de hoy está tomado del evangelista san Lucas, capítulo 17, versículos del 11 al 19.

(Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 17, 11 al 19)

La primera lectura es la curación de este general del ejército de Siria Naamán, que se bañó nos dice la lectura, siete veces en el Jordán. Cuando Eliseo le dice que tiene que hacerlo, se resiste, ¿No hay en Siria suficientes ríos para bañarme y venir desde tan lejos para tenerlo que hacer aquí, en el Jordán?  Pero uno de sus criados le dice, bueno y si te hubiera mandado algo más difícil, ¿no lo hubieras hecho?, entonces qué te cuesta ya que hemos llegado hasta aquí bañarte en el Jordán siete veces. Así lo hace y queda limpio. Sólo cuando fue capaz de hacer con humildad lo que el profeta le indicaba, cuando fue capaz de abajarse, quedó limpio.

Por supuesto se llenó de gozo y de alegría, pero también de gratitud. ¡Qué importante! Porque a veces cuando obtenemos lo que queremos nos olvidamos de agradecer. Y fue a agradecer a Eliseo como solemos hacer, con bienes materiales. Pero el profeta le dijo no, no lo voy a aceptar, de ninguna manera lo voy a aceptar. Entonces, parece que iluminado por el Espíritu Naamán el sirio le dice a Eliseo, ya que te niegas a concederme dame al menos que me den unos sacos con tierra de este lugar, y los pueda llevar en un par de mulas, los usaré para construir un altar al Señor tu Dios, porque a ningún otro Dios volveré a ofrecer más sacrificios.

La verdadera gratitud, la gratitud del corazón que reconoce la grandeza de Dios que ha obrado y a partir de ese momento, sólo a Él servirá y sólo a Él seguirá. ¿Qué agradecer con bienes materiales es malo? No, pero agradecer con el corazón es mejor. Es lo que realmente el Señor agradece, un corazón quebrantado y humillado Tú no lo desprecias Señor. El Señor está siempre lleno de alegría y de gozo, cuando abrimos nuestro corazón a lo que recibimos gratuitamente de Él.

La segunda lectura, ya en el Nuevo Testamento, tomada de la Carta del Apóstol san Pablo a Timoteo, dice algo tan importante. Pablo está preso, y podríamos pensar que ahí terminó su vida apostólica. Preso en Roma, ¿qué podrá hacer Pablo? Pero le dice a Timoteo, la Palabra de Dios no está encadenada, yo estoy encadenado, pero la Palabra de Dios no está encadenada. Y así es, Pablo en la prisión sigue predicando la Palabra de Dios a los carceleros, a los compañeros; Pablo continúa predicando la Palabra de Dios en el tribunal, allí da testimonio del Señor haciendo lo que ha dicho, anuncio el Evangelio a tiempo y a destiempo, me gasto y me desgasto.

A veces pensamos en que hay situaciones en las que no podemos anunciar la Palabra, en las que es imposible y eso no es así. Nunca es imposible anunciar la Palabra de Dios. A veces de viva voz cuando hay fuerzas que tratan de impedírnoslo, pero no con la vida, no viviendo conforme a la Palabra que creemos y que anunciamos. Siempre podemos dar el testimonio de nuestra vida, haciendo bueno lo que creemos.

El Evangelio de hoy, que es el de los diez leprosos que se presentan ante Jesús que va de camino a Jerusalén, y pasa entre Samaría y Galilea, y salen estos diez hombres. La lepra siempre ha sido y es una enfermedad terrible, en aquel tiempo más porque tenía una connotación social, los que se enfermaban de lepra o de cualquier enfermedad de la piel porque no podían distinguir entre una y otra, eran apartados de la comunidad de la familia, de la sociedad, tenían que vivir en medio del monte, del campo como animales salvajes, tenían que llevar una campanita para sonarla cuando veían venir a alguien y supieran que eran leprosos y no se acercaran. Se sentían solos, cuando más hubieran necesitado de la solidaridad, de la cercanía de sus amigos, de su familia para poder sobrellevar aquella terrible enfermedad.

Qué grado de desesperación tendrían que no tuvieron en cuenta esa prohibición para acercarse a Jesús. Quizás habían oído hablar de su misericordia, de su amor, de actitud ante los enfermos, ante los pecadores, y sabían que podían acercarse. Ten compasión de nosotros, Jesús Maestro, ten compasión de nosotros. Y Jesús tiene compasión, nuestras oraciones nunca caen en saco roto, siempre caen en el corazón del Señor. Vayan y preséntense ante el sacerdote, porque cuando quedaban curados tenían que ir ante el sacerdote para que él certificara y pudieran reincorporarse a la sociedad. Y aquellos hombres se pusieron en camino, no necesitaban que les dijera más, que les explicara más, sabían qué iba a ocurrir. Y efectivamente de camino quedan limpios.

¡Cuánta alegría, cuánto gozo! Nos lo podemos imaginar, pro hubo uno que pensó, tengo que regresar a dar gracias a Aquel de quién he recibido tanto. El resto siguió, siguió de largo, y éste, un extranjero, un samaritano, enemigo oficial por lo menos de los judíos, regresó para darle gracias al Señor. Y Jesús le preguntó, ¿dónde están los otros nueve?, y le dice, levántate y vete, tu fe te ha salvado. Ha quedado curado no sólo exteriormente, sino interiormente. Exteriormente podía volver a enfermar de cualquier otra cosa, pero ha quedado curado por dentro su alma, su vida toda ha quedado sanada, por esa fe que lo llevó a regresar a darle gracias al Señor.

Cuántas veces nosotros tendremos que preguntarnos, ¿soy agradecido? Cuántas veces en situaciones difíciles acudimos al Señor y no nos cansamos de rogar, de pedir, de hacer novenas, de hacer triduos, de dar misas, de poner flores, de hacer todo lo que podemos para alcanzar aquello que creemos que necesitamos, o que realmente necesitamos, pero cuando alcanzamos lo que queremos hacemos como en un principio Naamán el sirio, unas flores, una misa si acaso, una promesa de ir a este lugar o ir a este otro, y olvidamos. Ya cumplí, ya pagué, ya correspondí, como si eso fuera posible.

A la grandeza, a la misericordia del Señor no hay nada que podamos hacer que pueda saldar nuestra deuda con El, nuestra gratitud, porque siempre nos sobrepasa, va mucho más allá. Y el Señor lo que quiere es que como Naamán el sirio, que abramos el corazón a su Gracia, a su misericordia para acoger su Palabra, para vivir conforme a su Palabra. ¿Porque el Señor necesita de eso? No ¿Porque necesita de nuestro agradecimiento? No. Porque lo necesitamos nosotros, porque nos ama y sabe, que sólo cuando abrimos el corazón a su Gracia podemos encontrar en este mundo lo que tanto buscamos inútilmente porque lo buscamos donde no lo podemos encontrar. La felicidad que no depende de las situaciones, aunque pueden concurrir para nuestra felicidad, sino que depende de un corazón que ha abierto sus puertas al Señor. Él nos trae la paz, nos trae la alegría, nos trae la esperanza, que nos trae la fuerza, que nos da la luz para encontrar el camino, para seguir adelante, para levantarnos cada mañana, para pensar que un mundo mejor es posible. Que podemos poner manos a la obra.

De eso nos hablan las lecturas de hoy. De la gratitud de Naamán el sirio, de la gratitud de este samaritano, ambos que vienen y abren el corazón y se lo ofrecen al Señor, y el Señor hace morada en ellos. Estas lecturas que nos hablan cómo podemos corresponder a este amor, a esta misericordia, a esta presencia de Dios dejando que la Palabra del Señor que no está encadenada pueda salir de nosotros para encontrarse con tantos que la necesita y aun no la han encontrado. Ésa es la mejor forma de agradecer. Compartiendo lo que recibimos del Señor a manos llenas.

Entonces pidámoslo así hermanos míos en esta mañana de domingo al Señor, que nos ayude a ser agradecidos, pero con esa gratitud que el Señor quiere y espera de nosotros, que es la gratitud del corazón que se abre a su Gracia y que esa Gracia la comparte con todos aquellos que encuentra en su camino.

Que así el Señor nos lo conceda.

(Música, Haz cosas nuevas, Marcos López y Celinés)

Hermanos, ahora confiados en que el Señor siempre nos escucha siempre responde, abriendo nuestro corazón a la gratitud, le presentamos nuestras súplicas.

En primer lugar por la Iglesia de la que formamos parte todos y cada uno de nosotros, para que demos testimonio del amor y de la misericordia de Dios, en medio de nuestros hermanos que tanto lo necesitan. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos por todos los que sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que puedan encontrar en Cristo consuelo, fortaleza y esperanza para seguir adelante. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, también por el Seminario, el domingo pasado fue el domingo del Seminario. Pidamos por sus superiores, por sus profesores, por sus formadores, por los seminaristas, para que iluminados por el Espíritu Santo puedan seguir respondiendo a la llamada del Señor.  Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos por todos los difuntos, de manera particular por aquellos que nadie recuerda, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que tengamos un corazón agradecido. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor. 

Escucha Padre Santo, estas súplicas y aquellas que quedan en nuestros corazones pero que Tú conoces, te las presentamos por Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor.  Amén

Ahora hermanos, oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padrenuestro que estás en el cielo

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

Qué alegría poder compartir con ustedes. Les deseo que tengan un feliz domingo, y como siempre les digo un feliz domingo en familia, aprovéchenlo, aprovechen el domingo para reunirse con su familia, con sus amigos también, porque a veces durante la semana es muy difícil. Con los amigos, que quizás tienen la familia lejos, que están solos, que necesitan quién los acoja. Recuerden y recuérdense de ellos.

Que tengan un feliz domingo en el Señor y que tengan una muy buena semana.

Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes, sobre sus familias, sobre sus amigos, y los acompañe siempre. Amén. 

Les ha hablado el padre Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.

Dirección general, María Caridad López Campistrous.

Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo

Irradia…

(Música, No temas, Celinés)

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