Homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez

Homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez

Arzobispo de Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, 4 de septiembre de 2022
Domingo XXIII del Tiempo Ordinario

Quien no carga con su cruz y me sigue, no puede ser discípulo mío.” Lucas 14, 27

Hermanos,

Es verdad que la lectura del Evangelio siempre nos pone a hacer un esfuerzo de meditar y de pensar. Porque primero hay que oírla, después entenderla y después escudriñarla y sacarle lo mejor que tenga. ¿Qué cosas tenemos que aplicar nosotros? ¿A qué debemos aplicarle la palabra de Dios en nuestros días? Y después coger el valor y la fortaleza, pedirle a Dios que nos ayude a realizar eso, que nosotros pensamos que Dios nos ha dicho.

Podemos dividir estas lecturas en dos partes. La primera lectura, de Sabiduría y el salmo, que es el salmo 89. La primera lectura, como les dije, es de un libro sapiencial, es decir, es un libro que alaba la sabiduría de Dios, y la sabiduría de los hombres en la medida en que nosotros recibimos de Dios y le pedimos a Dios que nos la de.

Tanto una como la otra, sitúan la realidad en su sitio. En este caso están hablando de los hombres de nosotros, hombres y mujeres de todos los tiempos, de todas las épocas, de todas las razas, de todas las condiciones sociales. Pero qué dice el Señor, qué dice la palabra de Dios. Yo voy a leer solamente fragmenticos para que tengan idea. Los pensamientos de los mortales son mezquinos, es decir, muy limitados. Y lo sabemos todos, eso lo sabemos todos, hasta los grandes científicos, solamente ellos saben que son capaces de alcanzar la verdad, pero una parte de la verdad. Son mezquinos. Nuestros razonamientos son falibles, es decir, nos podemos equivocar. Triste es de aquella persona que cree que nunca se equivoca. Y las personas que creen que nunca se equivocan, como dijimos el domingo pasado son soberbios y esas personas hacen daño y hacen cuanto más daño, cuanto tengan de responsabilidad. Y sigue diciendo. Dice, apenas conocemos las cosas terrenas, es cierto. ¿Cuánto hemos aprendido en estos últimos años de cosas nuevas? Apenas y lo que nos falta por conocer. La sabiduría de Dios no la podemos coger con las manos, vamos aprendiéndola. Sí, la aprendemos fielmente, pero una partecita.

Dios es inmenso. Dice, y con trabajo encontramos lo que estaba mal, apenas encontramos lo que está mal, es decir, esa es nuestra limitación. Eso es para que los hombres no nos sintamos, como otras veces me gusta decirles, cosas, nos creemos tan importantes… no tranquilo. Ponte en tu lugar, tu lugar es saber que tú eres limitado, que tú no puedes alcanzar nunca la sabiduría, ni el ser de Dios. Pero el Señor se manifestó en Jesús, esa es ya otra parte. Después dice aquí, solamente obtendremos la sabiduría en la medida en que se la pidamos a Dios y el que Dios no la conceda. Para eso nos ha dado la inteligencia, la razón.

El salmo va en esa misma línea. Y vuelve a decir una frasecita, tú reduces al hombre, al hombre, a polvo, mil años en tu presencia son un ayer que pasó, y nosotros solamente vivimos varios años. Entonces dice esta frase tan, tan gráfica, tú siembras, los siembras a los hombres año por año como hierba que se renueva, florece, se renueva por la mañana y por la tarde la siegan y se seca. Así somos nosotros. Poblamos la tierra, el Señor nos ha dado la vida que solamente Dios la puede dar, pero si nos creemos que solamente es esa vida de ahora, qué triste, porque somos como la hierba.

Fíjense bien que los dos textos van en la misma línea. Hombre, mujer, sitúate, eres criatura de Dios, tienes que conocer a Dios y aprender de la palabra del Señor, si no estás perdido. Estás perdido. Sigue diciendo, enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Qué cosa más inteligente esa. Señor, que yo sepa mis años, mi vida y que ponga las cosas en lo importante. Entonces le pide, por la mañana, llénanos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Escuchemos, la palabra de Dios hay que escucharla para meditarla. Por eso es que tenemos que leerla y meditar. Ahora vienen las otras dos lecturas. La segunda lectura que es de Pablo a Filemón y el Evangelio.

Aquí creo que nos dice, hermano para alcanzar esa sabiduría y alcanzar a Dios, a conocerlo lo máximo posible y ser fiel a Él, tenemos que estar dispuesto a renunciar. A renunciar a muchas cosas que nos impiden. En la oración que nosotros hemos hecho hoy dice, Señor, enséñanos a renunciar a todo aquello que me aparte de ti, aun a las riquezas si son un obstáculo para que Dios te alcance. Ésa es la medida. Sí, yo sé que Dios está por encima de mí, lo es todo, entonces yo tengo que reconocerlo y ser capaz de renunciar a aquello que me aparta de Dios. Y entonces aquí Jesús como un maestro, llevó la cosa a la radicalidad, quien no está dispuesto a dejar a su madre y a su padre, quien no está dispuesto a dejar a su mujer a sus hijos, quien no está dispuesto a dejar las riquezas, quien no está dispuesto… Para hacerlos ver, no que abandonemos el padre o la madre, si sabemos que los evangelios nos piden eso, sino que nos demos cuenta de que Dios tiene que estar por encima de todo. Y que, si seguimos su palabra, Él nos da su sabiduría. Y esa sabiduría nos hace alcanzar, a ver la realidad a plenitud y también alcanzar la salvación, que consiste en estar junto a Dios. Ese es el Evangelio.

Y ahora viene la segunda lectura, la carta a Filemón. Hermanos, esta cartica que es atribuida a Pablo, se piensa que es una de esas cartas originales de Pablo. Es un libro único. En la Biblia hay muchos libros proféticos, muchos libros sapienciales, están las cartas de Pablo, que son muchas; los cuatro evangelios… La carta a Filemón es una sola carta dirigida a una persona, a una persona y tiene un solo capítulo; así que yo les invito, si no tienen mucho tiempo a Dios hay que buscarle tiempo, hay que renunciar a mucho de nuestro tiempo para dárselo a Dios también. Para que nos ayude a utilizar bien nuestro tiempo. Búsquenla.

En esta carta, Pablo se le escribe a Filemón. Y, vamos a poner el contexto. Él tenía mucha riqueza, él tenía esclavos, él se había convertido. Y, en ese momento Pablo está en Roma cuando ya él va al juicio que después terminan matándolo. Y en ese estar en Roma, él siguió predicando, y entre los que se acercó, se acercó un hombre que se llama la llamaba Onésimo. Claro se establece la relación, la amistad, y Pablo se da cuenta, se entera de que él había sido esclavo. Y, que no era nada más ni nada menos, esclavo de Filemón, el amigo de Pablo, el cristiano.

Pablo se da cuenta, de que esas cosas pasan y hay que buscarle qué cosas Dios nos quiere decir. Y Pablo decide escribirle Filemón y presentarle a su esclavo. Pablo hubiera podido dejar a Onésimo allí. Ya, se había escapado de allá de Grecia a Roma. Allí, pero Pablo lo que quería era tocarle el corazón a Filemón.

Escribe esta carta. Y hubiera podido dejar las cosas así. pero no, no, no puedo. No puedo porque aquí hay alguien que te pertenecía, aquí hay alguien que tú perdiste, aquí hay alguien que se te escapó. No soportó la esclavitud. Pero ahora ese alguien es cristiano. Ese alguien es cristiano. Entonces, a partir de ahí le dice, ese alguien es hermano tuyo, tú debes recibirlo y tratarlo como a tu hermano. Fíjese bien. Trátalo como a tu hermano, como lo que es, tu hermano, y Pablo va un poquito más allá. Pablo le dice, quisiera que tú hasta me lo dejaras aquí para que él me sirviera en medio de esta prisión que yo tengo, que me hace sufrir, pero yo quiero decírtelo a ti. No quiero hacer las cosas de espalda, por detrás. Que seas tú, de tu corazón el que brote la bondad. Y le dice todavía más, le dice, te lo mando si tú quieres que vaya, pero trátalo como si fuera yo mismo. Y Pablo dice trátalo como si fuera yo mismo, aunque sea tu esclavo que se te escapó.

Hermanos, esa es la sabiduría de Dios, esa es. La sabiduría de los hombres, diría jamás un esclavo que se me escapó viene para acá. La sabiduría de Dios es la que nos dice, lo que nos hace cambiar nuestra vida y entender las cosas de otra manera, es la que nos hace muchas veces dejar aquello que más nos gusta y decir, si eso me aparta de Dios no va. Las compañías que no me convienen, porque me apartan de Dios y de la bondad y del bien no van. Las riquezas que tengo que pueden ser muy justas, muy válidas y me pueden ayudar para muchas cosas, si esas riquezas me apartan de Dios, les restan tiempo a Dios, no van.

Recordemos, que la sabiduría de Dios es la que nos guía para encontrar la razón de este mundo, y la que nos enseña cómo encontrarnos con el Señor. Y ese es Jesús el que nos da, a través de su vida y su palabra, ese camino para alcanzar la luz. Esa sabiduría que nos abre el entendimiento y esa bondad de corazón que nos abre y nos lleva a amar a los demás.

Que Dios nos ayude hermanos a vivir así.

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