Irradia

Irradia, emisión del 1 de mayo de 2022
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
3er Domingo de Pascua

“Echen las redes a la derecha y encontrarán”  Juan 21, 6

(Música,  Es el Señor, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música,  Es el Señor, Javier Brú)

 Para la reflexión de hoy contamos con la presencia de la hermana Soledad Galerón, religiosa Claretiana de nuestra Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Muy buenos días y, a todos los que nos escuchanles deseamos de todo corazón: ¡Feliz Pascua de Resurrección! Estamos celebrando el misterio más importante de nuestra fe: ¡la Resurrección de Jesús de Nazaret! Misterio de alegría, de confianza y de futuro; si el Padre ha resucitado a Jesús, también nos resucitará a nosotros, sus hijos adoptivos. La fe en este misterio, es el fundamento seguro de nuestra esperanza.

Como en otras ocasiones, también hoy, pero con un gozo muy particular, compartimos con todos ustedes, el Evangelio de este domingo. De nuevo nos encontramos, reunidos en torno a la Palabra, que nos ilumina, nos guía, nos llena de alegría, nos fortalece y acompaña en nuestro caminar cotidiano, actualmente tan difícil.

En el “Irradia” de hoy, junto a todos ustedes, vamos a escuchar y reflexionar el Evangelio del tercer Domingo de Pascua. Pidamos, como siempre hacemos, que el Señor, ensanche nuestros oídos y corazones a la escucha de su Palabra, para que podamos comprender y acoger aquello que, a cada uno de nosotros nos quiere comunicar en este día.

El Evangelio que vamos a proclamar está tomado de San Juan, capítulo 21, los versículos 1 al 19.

(Lectura del evangelio de San Juan, capítulo 21, 1-19)

Vamos a recordar brevemente el contexto y contenido de los capítulos 20 y 21, esto nos ayudará a comprender mejor el fragmento que hemos escuchado.

El texto del evangelio que acabamos de oír, es del último capítulo del evangelio de Juan. Tanto, en el capítulo 20 como el 21, Juan nos narra los testimonios de la experiencia de resurrección que tienen los discípulos. El primer testigo es María Magdalena, después son Pedro y Juan; posteriormente Jesús se hace presente entre los discípulos reunidos, faltando el apóstol Tomás. De nuevo Jesús, a los ocho días, vuelve a “dejarse ver” por los discípulos, ahora con Tomás presente… 

En el capítulo 21, que estamos meditando, Jesús se vuelve a reunir con sus discípulos a la orilla del lago de Tiberíades, les anima en su tarea y comparte con ellos la comida…

Este capítulo 21, tiene una gran dimensión eclesial. La escena narrada tiene mucho simbolismo. La imagen de la red, la pesca, la comida fraterna… etc. Son símbolos de la Iglesia. Elementos importantes que nos ayudan a entender mejor el texto.

Destaquemos algunos aspectos:

En la narración, Jesús se manifiesta como Señor, pero, sobre todo, como amigo cercano. Igual que antes, aunque en una nueva dimensión, no se aleja de los suyos, sino que se aproxima. “Se deja ver” a la orilla del lago cotidiano de la vida, en un día de faena; como compañero sigue de cerca sus preocupaciones y les ayuda, anima, e ilumina…

Vemos también que la escena gira en torno a una comida entre amigos, que el mismo Jesús prepara y a la que invita… Muchachos ¿tienen algo que comer?… No… Echen las redes a la derecha de la barca… y no podían arrastrarla de tal cantidad de peces…

La fe de Juan le permite “ver”, descubrir, “desvelar” en el forastero de la orilla, al Señor… Se acercan a la playa donde Jesús tiene preparadas unas brasas… traigan alguno de los pecesVengan a almorzar: Él mismo es la comida, ya lista, entregada…

Toda la narración, aparece bañada por un silencio profundo, el del misterio.

Vemos los símbolos propios de la Eucaristía, especialmente el gesto del Señor, su ofrecimiento y servicio… Está dimensión eucarística nos recuerda a la plena comunión entre Jesús y sus discípulos, que, después de la resurrección permanece aún más viva.  

El fracaso de la pesca, en toda la noche no “habían pescado nada”, y la acogida a las palabras de Jesús: “echen la red”, manifiesta por parte de los discípulos una plena confianza en la acción de la Palabra de Dios. Estos detalles de la narración nos ayudan a darnos cuenta de que no son los discípulos, no es la Iglesia, la protagonista de la misión, de la pesca. Es la docilidad a la Palabra, el seguimiento a la sugerencia de Jesús, la que obra el milagro. Lo que no podemos con nuestras débiles fuerzas, lo puede el Señor. Lo imposible para los hombres es posible para Dios, como nos dice Lucas en su evangelio.

En este pasaje también descubrimos la vocación de la Iglesia a su misión universal; esa red, repleta de peces, es símbolo de la Iglesia misionera que nace como fruto de la Resurrección de Cristo. La cantidad de peces de todo tipo significa que la humanidad entera es la destinataria del mensaje de salvación. La iglesia apostólica es, en palabras de Jesús, “pescadora de hombres”. En la iglesia cabemos todos los pueblos en su diversidad de lenguas, culturas, razas, tradiciones… 

Para nuestra reflexión es también un signo, la red que, aun con tantos peces “no se rompe”. La resistencia de la red a pesar de tanto peso, es una invitación a no romper nunca la comunión entre nosotros y, como vemos que los discípulos hacen, “arrastrar” siempre a todos a Jesús.

Podemos ver también, en este texto de Juan que, la Iglesia no es una masa amorfa, es el cuerpo de Cristo. Un cuerpo cuyos miembros reciben diversos carismas con los que enriquecen y contribuyen a la armonía y el bien común. Se subraya el servicio de Pedro. Con la triple pregunta acerca del amor y la triple respuesta, Pedro queda redimido de su triple negación de la noche del jueves Santo. Jesús, no solo le perdona, sino que además le confía la misión de apacentar ovejas y corderos; confirmar en la fe a sus hermanos…

Me gustaría subrayar algunas enseñanzas del texto… 

Una de las cosas que a veces más nos cuesta es reconocer la presencia del Señor Resucitado en la normalidad con la que se acerca a nuestras vidas. Este pasaje nos recuerda a nuestro lugar de trabajo, a nuestra vida cotidiana, a los rostros más cercanos. Cuando creemos que el Señor está ausente, la vida cotidiana es como una noche en la que no se pesca nada. Sin Jesús, somos estériles. Pero, ¡cómo se transfigura nuestra vida, cuando Jesús se pone en el centro con “sus brasas” y nos invita a su mesa! Con Jesús, se llenan las redes.

Fijémonos que los modos de actuar de Jesús siempre son humildes y discretos: pregunta, pide, invita. Cuando hemos fracasado nos anima a volver a intentarlo. Es en nuestra pobreza y fragilidad donde el Señor nos regala su amor y expresa su confianza en nosotros. Emociona la sencillez de sus gestos: preparar el almuerzo con cariño…

Contemplando al Resucitado nos haremos capaces de cuidar de la vida de nuestros hermanos más frágiles.

El Resucitado también nos invita a volver a echar las redes, en un mundo donde, aunque a veces nos cuesta experimentarlo, en el que “Él ya trabaja”. Fiados en su palabra y sabiéndonos acompañados por él, volvamos a la pesca, recordando que, a veces, es de noche cuando Él concede el fruto, como es de noche cuando hace crecer las semillas, que, sin embargo, tenemos que sembrar incansablemente. Pero sólo si él está en la orilla de nuestra vida o en la misma barca que nosotros, nuestras redes no volverán vacías, aunque pesquemos en mares que parecen muertos. Él nos da la esperanza y la seguridad.

(Música,  Yo creo en tu Resurrección, Hna. Glenda)

Recogiendo estos pensamientos y los sentimientos de nuestro corazón, oremos a Cristo, autor de la vida, a quien Dios Padre resucitó de entre los muertos, y que, por su poder, nos resucitará también a nosotros, y digámosle: Cristo vida nuestra, sálvanos. 

Cristo, luz esplendorosa que brillas en las tinieblas, Rey de la vida y Salvador de los que han muerto, concédenos vivir hoy abiertos a tu Palabra.  TE LO PEDIMOS SEÑOR, Cristo vida nuestra, sálvanos

Consérvanos Señor, en la comunión de tu Iglesia y haz que esta, conducida por el Espíritu, se comprometa cada día, con mayor fidelidad en la misión de anunciar tu Evangelio a todos los pueblos. TE LO PEDIMOS SEÑOR, Cristo vida nuestra, sálvanos.

Señor Jesús, que anduviste los caminos de la pasión y de la muerte de cruz, concédenos que, contemplándote a ti, nos motivemos a socorrer a los hermanos que sufren dolor y muerte. TE LO PEDIMOS SEÑOR, Cristo vida nuestra, sálvanos

Cristo, luz y salvación de todos los pueblos, derrama el fuego del Espíritu Santo sobre los que has querido que fueran testigos de tu resurrección en el mundo. TE LO PEDIMOS SEÑOR, Cristo vida nuestra, sálvanos. 

Señor Jesús, Tú que Resucitado ofreciste la paz a los discípulos, derrama sobre los corazones destruidos por la soberbia, el odio y la ambición el don de tu Espíritu pacificador para que nuestro mundo goce de la reconciliación en la verdad, la justicia y la solidaridad. TE LO PEDIMOS SEÑOR, Cristo vida nuestra, sálvanos.

Cristo Salvador, Tú que te sometiste incluso a la muerte y has sido levantado a la derecha del Padre, recibe en tu reino glorioso a nuestros hermanos difuntos. TE LO PEDIMOS SEÑOR, Cristo vida nuestra, sálvanos.

Con el gozo que nos trae Cristo Resucitado y con la confianza de hijos, digamos con alegría la oración que Jesús nos enseñó. 

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdónanos nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

El Señor nos bendiga nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén. 

Al finalizar este programa de hoy, me despido deseándoles que Cristo Resucitado llene de alegría sus corazones, para que cuantos los contemplen, descubran en ustedes el misterio de Dios cercano y amigo. Les agradezco su presencia y la oportunidad que me brindan, desde sus casas, de compartir la Palabra. Pido al Señor nos acompañe siempre en el caminar de la vida y nos fortalezca en la misión de ser testigos de su Resurrección en nuestro ambiente cotidiano.

Soy la hermana Soledad Galerón y, como siempre, ha sido una alegría pasar este rato con ustedes, en torno a la Palabra. ¡Feliz domingo a todos!

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.

Dirección general, María Caridad López Campistrous.

Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo

Irradia…

(Música, Pienso en Dios, DR)

SHARE IT:

Leave a Reply