Homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez

Homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez

Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad
10 de abril de 2021
Domingo de Ramos

 “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado” Salmo 21

Hermanos,

Ya estamos en Domingo de Ramos, inicio de la Semana Santa. Esta es una historia que comenzó hace más de dos mil años y que la iglesia, al igual que celebramos la Pascua, también recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Precisamente el Domingo de Ramos, el día de las palmas, es el domingo  que abre nuestras celebraciones para recordar la pasión de Nuestro Señor Jesucristo y celebrar también su triunfo sobre el mal, la muerte y el pecado.

Podemos decir entonces que esta celebración quea la vez es un resumen de toda la Cuaresma vivida, y es la culminación de la vida del Señor entre nosotros. Él sigue vivo porque ha resucitado. De la Pasión del Señor, de Jesús, podemos decir que en ella se resume y se refleja también la pasión de todos los hombres, de todas las sociedades, hombres y mujeres de todas las épocas, porque la Pasión del Señor, a la vez que es un resumen de todo lo que nosotros hemos estado recordando y meditando durante la Cuaresma, nos va exponiendo los últimos momentos del Señor en los cuáles cualquiera de nosotros se puede ver reflejado.

Por eso digo que, la lectura de la Pasión que vamos a escuchar hoy, veremos la historia de la humanidad y de nuestra historia personal. Nos vamos a identificar con los personajes, algunos con mayor aproximación y con otros menos. Algunos se identificarán con Pedro que es capaz de negar a su amigo Jesús, otros con aquellas mujeres fieles que valientemente estaban esperando a Jesús para consolarlo y llorar junto con Él. Sentiremos que hay veces que hemos sido desgraciadamente como Judas… ¿Por qué? Porque la iglesia ha querido resumir en el Domingo de Ramos la antesala de la Pasión del Señor para que nosotros nos esforcemos de meditar sobre el sentido de nuestra vida y lo que significa seguir a Jesús, ser cristiano.

Esta es una celebración con contrastes, al inicio los ramos, las palmas, “bendito el que viene en nombre del Señor”, al final Cristo muerto en la cruz. Pero, sabiendo, que en el Domingo de Resurrección cantaremos jubilosos “Cristo ha resucitado”. Es una celebración de contrastes, la alegría de la victoria del Señor, pero la también la tristeza por nuestra vida, y la de los hombres y mujeres de todos los tiempos que, muchas veces, no encontramos justicia o no hemos sido fieles al Señor y no buscamos el sentido de nuestra existencia.

Hoy vamos a leer la lectura de la Pasión. Hemos leído el evangelio de la entrada triunfal. El contraste, entrada triunfal-Pasión, como es nuestra vida. Vamos a ver la cena de amigos, los compañeros de Jesús, los discípulos, en la cual Él les dice que debe entregarse por nosotros, en la que Él habla de su Pasión y de su cruz y que quiere quedarse con nosotros bajo el sacramento de la Eucaristía. Leeremos el pasaje de la Última Cena. Vamos a ver a Jesús orando al Padre, Jesús tentado como nosotros somos tentados y a Jesús venciendo la tentación. “Señor aparta de mí este cáliz, pero que se haga tu voluntad y no la mía”. Veremos a los apóstoles orando con Él, pero cansados, durmiendo a retazos, y veremos a Judas que le traiciona; y a Jesús fiel, firme, que les dice “qué poco perseverantes son, no tienen esa capacidad de orar, oren, oren, para que no caigan en las tentaciones”, porque Jesús fue tentado allí para que abandonara todo.

De ahí en adelante vemos cómo se va desarrollando la Pasión de Cristo. El juicio injusto, como tantos juicios injustos que hay, que las autoridades para mantenerse en el poder son capaces de achacarle a los demás, a quién ellos quieran, cualquier delito, son capaces de endurecer y de aflojar, y en este caso también fueron capaces de dejarse arrastrar por los poderosos de aquel momento, que eran aquellos Sumos Sacerdotes, aquellos hombres que llevaban el poder de Israel y que quisieron desquitarse con Jesús. Es una justicia mediatizada, una justicia que no tiene como fin principal, como sustento, la verdad, sino que se deja llevar por el interés y el momento. Vemos a Jesús sufriendo, vemos a aquella mujer, la Verónica, que cuando Él carga con su cruz ella le limpia el rostro; vemos a las mujeres como dije al principio, que lloraban ante el Señor, y Él les dice “ay, si esto hacen conmigo, qué no harán con sus hijos, con ustedes”.

El Señor ve a aquellos hombres que se gozan o se dejan llevar por el mal y maltratan al prisionero, lo coronan de espinas, se burlan de Él, le dan latigazos. Hermanos, eso pasa en el mundo, ésas son las guerras que desgraciadamente hoy mismo se están librando en las que el que sufre es el pueblo, con todos los argumentos para justificarlas. Ésa es la historia de la humanidad desgraciadamente, porque no nos dejamos llevar por la Palabra de Dios.

Nosotros veremos la muerte de Jesús, y veremos también el decaimiento de todos. Solo María y Juan, y algunos más, al pie de la cruz firmes, los demás desparramados, con miedo y confundidos. Pesan, pesan las realidades, ellos se fueron de allí, no podían contemplar el sufrimiento y a la vez permanecer, tenían miedo. Díganme hermanos si ésa no es nuestra historia. Díganme. Ésa es la historia de todos los hombres, ésa es. Cuando nosotros nos apartamos de Dios, somos capaces de aplastar a los demás, y esto es lo que el Señor nos recuerda, esto es lo que el Señor nos quiere decir.

¿Cuál es la invitación del Señor? En la última cena coge el pan y el vino, lo parte y dice, “este es mi cuerpo y esta es mi sangre, hagan esto en memoria mía”. Estaba diciendo dos cosas, estaba diciendo que debemos de celebrar esa Pasión de Cristo y su Resurrección gloriosa; cada vez que celebramos la misa lo hacemos. Pero también nos está diciendo que nosotros tratemos de ser como Él, “quien quiera ser el mayor, que sea el servidor de los demás”; quien quiera ser el mayor, el primero que sea un hombre justo que haga el bien, que confíe en la Palabra de Dios.

Por eso hermanos, vamos a participar en esta misa del Domingo de Ramos sabiendo que es la antesala de la Pasión de Cristo; que también sea la antesala de nuestra disposición para vivir con Jesús toda la Semana Santa, para acompañarle en el sepulcro, y para también con alegría, junto a los apóstoles y la Virgen, alegrarnos el Domingo de Resurrección. “Cristo ha resucitado”, ésa es la esperanza de los pobres, porque muchas veces los pobres, los sufridos, en la tierra no encuentran justicia; en Cristo sí todos tendrán la justicia que el mundo no es capaz de dar.

Que Dios nos ayude a vivir así.

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