Irradia

Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
5to Domingo del Tiempo Ordinario

 

“Rema mar adentro y echen las redes para la pesca” Lucas 5, 4

(Música, Pescador de hombres, Athenas y Jonathan Narváez)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música, Pescador de hombres, Athenas y Jonathan Narváez)

Para la reflexión de hoy nos acompaña el P. Juan Elizalde, párroco de Santa Teresita

Muy buenos días mis queridas hermanas y hermanos, qué lindo y qué bueno es el Señor que nos ha invitado en este domingo a escuchar su Palabra, orar juntos, reflexionar qué y quiénes somos cada uno de nosotros. En definitiva, el Señor quiere que en esta mañana estemos convencidos que podemos confiar en Él, porque Él confía en nosotros. Vamos a comenzar nuestro programa, yo soy el P. Juan Elizalde, de la parroquia Santa Teresita del Niño Jesús, de aquí en Santiago de Cuba, y estoy muy contento de una vez más poder juntos hacer esa travesía con el Señor. En esta mañana vamos a escuchar y a contemplar el evangelio tomado de san Lucas, capítulo 5, versículos de 1 al 11.

Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 5, 1-11

¿Qué soy y quién soy yo Señor? A esa conclusión llegó Pedro después de contemplar la asombrosa pesca milagrosa donde no había nada. Por indicación de Jesús las redes se despliegan de nuevo y de repente se rompían, hasta las barcas se hundían por el peso de la pesca abundante. Pedro, además de darse cuenta de lo que era, no se preguntaría Pedro, ¿cómo puede el Señor andar conmigo? ¿Quién soy yo para navegar en su misma barca? ¿Cómo éste que convierte la nada en abundancia se rebaja a estar, trabajar y perder su tiempo conmigo?

Espontáneamente, aquel pescador, primario, compulsivo y con carácter recio deja que salga desde lo más profundo de su persona una oración y un reconocimiento de profunda humildad. Apártate de mí Señor, que soy un pecador. Ante el esplendor divino de Jesús, la humanidad de Pedro quedaba al descubierto. Se sentía poca cosa, examinaba la noche agotadora y sin fruto ninguno de pesca; ahora con la presencia de Jesús contempla sin entender que todo es un gran prodigio para unas barcas incapaces de contenerlo. ¿Qué había ocurrido? Pedro se quedó deslumbrado por la santidad de Jesús, Pedro estaba atónito ante el poder de Jesús, aquello era inexplicable a todas luces. Ellos, hombres, pescadores cansados, las redes vacías, y la vergüenza en sus rostros. Le recordaban a Pedro que Jesús cumple siempre lo que promete.

Un hombre de negocios quiso visitar a una pobre mujer que vivía en una miserable vivienda. La señora al enterrase de tal intención, envió un mensaje a la oficina de la empresa diciéndole, mi señor, no venga, el lugar donde yo vivo no tiene una sala digna de usted, no tengo muebles donde se sienta cómodo. El hombre de negocios le contestó que no, yo he encontrado la casa más valiosa, un lugar donde existe una persona con un corazón humilde y transparente. Así se debió sentir Pedro, apártate de mí Señor, que soy un pecador. Y Jesús aparecerse allí a aquella hora.

Todo le resultaba a Pedro demasiado grande, impresionante, puro, divino. No era posible que el Hijo de Dios se confiara de aquel que, durante toda la noche, había sido incapaz de pescar un solo pez. No era posible, que Aquel que les decía remen mar adentro, y no se equivocaba en lo que decía, se fiase de aquellos que cansados, agotados, pobres pescadores desanimados, volvían con las manos vacías. El Señor Jesús con su palabra nos anima a seguir mar dentro, a no tener miedo de la vida, del mar que muchas embravecido y tormentoso que nos toca atravesar. No tenemos derecho al desaliento ni al pesimismo.

Mis queridas hermanas y hermanos, podemos preguntarnos. Que nuestros afanes apostólicos no son todo lo fructífero que quisiéramos, exacto. Que muchos de nuestros seminarios no están tan florecientes como en años atrás, que no son suficientes las vocaciones pensando en el futuro, muy cierto. Que nunca como hoy la iglesia ha tenido tantos medios a su disposición, no tanto económico, pero sí materiales y técnicos; y que nunca como hoy encontramos tantas dificultades para sembrar o pescar, ciertísimo. El Señor aun así confía en nosotros, descansa en nuestra humanidad y nos sigue diciendo, remen mar adentro, ánimo yo estoy con ustedes.

Teniendo a Jesús junto a nosotros, embarcado en nuestra barca, podremos dudar de nuestras habilidades y capacidades, pero nunca de lo que el Señor nos promete. Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el final del mundo. Esto entre otras cosas, es una razón poderosa para seguir en nuestro discipulado, escuchándole, amando, haciendo el bien; para seguir remando en esta inmensa barca que es la iglesia. Con nuestras virtudes y pecados, orgullo y humildad, fortaleza y debilidad, éxitos y fracasos, ratos buenos y noches oscuras. El Señor nos quiere así de carne y hueso, pero dispuestos a dar nuestra vida, o parte de ella a favor de su Reino, que es un Reino de paz, de justicia, de libertad, de amor, perdón y esperanza.

¿Lo intentamos? Remar mar adentro vale la pena, aunque a veces como Pedro seamos demasiado humanos. pecadores, inconformes, y hasta indignos del amor que Dios nos tiene. Mucho ánimo, mucha esperanza, pero sobre todo mucha alegría de ser discípulos de Jesús, que Él hace la travesía aun en nuestras mayores dificultades junto a nosotros.

(Música, Mar adentro, Javier Brú)

Ahora todos juntos, vamos a levantar nuestra voz, hecha oración diciéndole al Señor, Enséñanos Señor, a remar con esperanza.

Para que la iglesia lleve adelante fielmente la misión evangelizadora encomendada por el Señor, a pesar de nuestros pecados. Roguemos al Señor. Enséñanos Señor, a remar con esperanza.

Para que en nuestra sociedad cubana podamos vivir en libertad, se promueva la pluralidad y se busque el bien de todo ser humano.  Roguemos al Señor. Enséñanos Señor, a remar con esperanza.

Para que todos aquellos que sufren a causa de la pobreza, la enfermedad, la soledad, la ancianidad, o el pecado, encuentren en los demás la ayuda solidaria y en el señor la fuerza y el consuelo. Roguemos al Señor. Enséñanos Señor, a remar con esperanza.

Para que seamos capaces de proteger y defender el valor de la familia y el matrimonio como instituciones naturales para lograr una sociedad sana. Roguemos al Señor. Enséñanos Señor, a remar con esperanza.

Para que en nuestras comunidades cristianas haya catequistas que sean testimonio vivo dela mor de Dios, y del encuentro personal con el Señor. Roguemos al Señor. Enséñanos Señor, a remar con esperanza.

Para que cada uno de nosotros se convierta en pescador de hombres con la palabra, y sobre todo con el testimonio de la vida, allí donde estamos, donde vivimos o compartimos. Roguemos al Señor. Enséñanos Señor, a remar con esperanza.

Todos juntos, hermanos unos de otros, porque todos somos hijos de un mismo Padre, decimos,

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

Qué bueno es el Señor que me ha dado esta posibilidad de compartir con ustedes, de montarme en su barca. Gracias a todos los que nos escuchan, a todos los que han compartido esta oración en esta mañana de domingo. Me siento muy feliz, y muy agradecido de Dios por esta oportunidad.

Ahora vamos a disponernos para recibir su bendición.

El Señor esté con ustedes

R/ Y con tu espíritu.

Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y sobre sus familias y les acompañe siempre. Amén.

Soy el P. Juan Elizalde y les reitero la alegría que he tenido de poder compartir con todos ustedes esta mañana. Que el señor nos acompañe, nos bendiga y que siempre nos conceda la alegría de confiar en Él, sabiendo que Él en medio de nuestras tormentas, en medio de nuestras dificultades, también está remando con nosotros. Hasta un próximo programa.

 Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guion, grabación, edición y montaje: Erick Guevara Correa

Dirección general: María Caridad López Campistrous

Fuimos sus locutores y actores. Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA 

(Música, Remar mar adentro, DR)

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