homilía de Mons. Dionisio García Ibáñez

Eucaristía Tercer Domingo de Adviento
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
12 de diciembre de 2021

“Yo les bautizo con agua, pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias el que viene” Lucas 3, 15

Hermanos,

Estamos subiendo hacia la Navidad, hay que verlo así. Un paso adelante y hacia arriba. Por eso las velitas las vemos desde la más pequeñita que casi no se ve, la segunda un poquito más alta, la tercera más alta, y el próximo domingo vamos a encender la última, la última semana de Adviento. Ya después vendrá la Navidad, Cristo es la luz que nos va a guiar. Él es la luz del mundo como bien dice aquí hoy el texto de la Palabra de Dios.

El tiempo de Adviento es un tiempo de preparación, de austeridad, y cuando uno se prepara para algo tenemos que trabajar. Pero, es un tiempo principalmente de preparación espiritual. Muchas veces gastamos, cuando se puede, desgraciadamente en Cuba tenemos pocas cosas materiales para adornar arbolitos, hacer nacimientos, adornar las casas etc. Eso también es importante y ahí están las tradiciones de los pueblos, pero tal vez eso no nos permita ir a lo esencial, lo esencial de este tiempo es prepararnos espiritualmente.

Dios siempre hace converger las cosas para el bien de los que le aman, este tiempo, entonces, vamos a emplearlo en nuestra conversión: ¿Cómo nosotros vamos a disponer nuestro corazón para recibir al Señor con alegría, para que cada corazón nuestro sea como el pesebre que acogió al Niño Jesús?

Hay tres personajes importantes en el tiempo de Adviento: Los profetas. Durante este tiempo hemos escuchado lecturas de Sofonías, Baruc, y sobre todo de Isaías, y todos hablaban de cómo será ese Reino de Dios que anunciaban. Los profetas anuncian todo lo que nosotros queremos y anhelamos: la paz, la justicia, el amor, la sinceridad, la verdad; todo eso que queremos y sabemos que en la tierra no podemos alcanzar en plenitud, y también nos recuerdan, porque el Señor lo dice: Lo van a tener porque va a venir un Mesías que va a alcanzar eso que deseamos y necesitamos. Ésa es nuestra fe, ese Niño que va a nacer en Belén va subiendo hasta Jerusalén hasta su cruz para salvarnos, para darnos todo lo que nosotros queremos y anhelamos, pedimos y trabajamos, pero que sabemos, por experiencia, que en plenitud no podemos tenerlo aquí en la tierra.

El segundo personaje del Adviento es Juan el Bautista, que es precisamente el que estamos resaltando hoy, el domingo pasado y hoy también; y el tercer personaje será la Virgen María que recibe el anuncio del Ángel: Va a venir el Mesías, tú serás la Madre.

También nosotros en este tiempo nos hemos puesto algunas tareas, porque, si estamos preparándonos, la preparación debe ser de poco a poco, primero una cosa, después otra, después la otra. Les dije que eran “tareítas”, así chiquitas para no cogerle miedo, pero en realidad son tareas muy grandes.

En el primer domingo de Adviento la tarea fue que nos demos cuenta, que nos metamos dentro de nosotros mismos y pensemos en qué cosas o aspectos de mi vida yo quiero y necesito que Dios me salve, me libere. Le puedo pedir que me salve de situaciones que vienen de afuera y me afectan y también de situaciones propias y personales que me oprimen. De cosas exteriores, que no dependen totalmente de nosotros, por ejemplo, Señor que haya paz, que tengamos una economía que no nos haga sufrir todos los días por ver qué tenemos y qué no tenemos, que seamos fraternos unos con otros, etc. Esas son “salvaciones” que nosotros tenemos que pedirle a Dios, pero a la vez, son tareas que nosotros tenemos que ir procurando. Si queremos la paz, la justicia, la libertad, también tenemos que buscar y trabajar por la paz, la justicia, la libertad, etc. Cada uno de nosotros tiene algo que por lo que tenemos que pedir al Señor que nos salve, que nos lo quite del medio,

También hay cosas interiores, aspectos de nuestra vida personal e interior de las que necesitamos ser salvados, a veces, a pesar de nosotros mismos. Podían ser las pasiones que no son buenas, los deseos malsanos, el odio que se anida en nosotros, el mal genio, la discordia, el no procurar comunión, el vivir en el desasosiego, en echarle la culpa al otro, el pecado, el no dejarnos llevar por la Palabra de Dios. A veces no las tenemos muy en cuenta y no nos fijamos mucho en ellas, pero hermanos, si queremos seguir a Jesús, y queremos ser hombres y mujeres serenos, tranquilos, confiados en la palabra de Dios. Esas actitudes también necesitan de la salvación de Dios. Ésas son cosas del alma, que uno tiene que buscarlas en nuestro interior para ser sinceros con nosotros mismos. Dediquémonos a decir, Señor yo quiero que en esta Navidad pueda superar esta mala costumbre mía, este deseo que no debo tener, esta tendencia de hacer las cosas que no la debo hacer. Seamos valientes, vamos a prepararnos.

En el segundo domingo dijimos que la tarea era darnos cuenta de que somos un pueblo que, como el pueblo de Israel, tal como acudieron los pastores y los reyes magos, como acudía la gente cuando Jesús salía a predicar, también nosotros necesitamos expresar la fe, y necesitamos y debemos hacerlo en comunidad. De ahí que nos sentimos contentos cuando vamos una celebración y vemos fervor en todas las personas, eso se contagia, eso nos hace también a nosotros ser fervorosos. Vamos a recordar siempre este año y medio de pandemia, casi como un paréntesis en nuestra práctica religiosa, pero debemos dar gracias a Dios pues, este tiempo también lo vivimos con la seguridad de que Dios estuvo presente, de muchas maneras, en nuestras vidas. Vamos nosotros ahora, reunidos virtualmente, ante el altar de la Virgen, a recordar que tuvimos la posibilidad, que otra gente no tuvo en otras épocas, de participar en la Palabra de Dios como estamos haciendo ahora virtualmente. Personas de lugares muy distantes, participan de esta misa del Cobre, no pueden participar en plenitud porque no pueden recibir la comunión, ni en comunidad presencial, pero están viendo la misa, están escuchando la palabra de Dios y están unidos espiritualmente a Él y a la comunidad.

La segunda tarea propuesta era recuperar eso que habíamos perdido. Tal vez, nos sentimos contentos de participar y escuchar la palabra de Dios, pero nos perdemos de la comunidad cristiana. Entonces, les pedí porque me parece que es un paso, adelante y arriba, les pedí que tenemos que hacer lo posible de volver a recuperar esas prácticas, que no son tradiciones, son mandatos del Señor, de celebrar, por lo menos, el domingo comunitariamente.

Así hermanos, nos vamos acercando a la comunidad y vivimos entonces con la alegría de experimentar que el Señor viene no solamente para mí, sino que viene para todos. Aquellas expresiones, sí yo soy cristiano, pero yo lo hago a mi manera, eso es un cuento de camino, el Señor lo dice, la palabra de Dios lo recomienda, la tradición de la iglesia, aquellas costumbres en las que fuimos educados porque así es como se vive nuestra fe como católicos, como cristianos.

Volvamos a recuperar la práctica comunitaria de la fe, y ustedes verán qué bien nos va a hacer. También Dios tiene que salvarnos de la apatía o la comodidad para volver al encuentro con la comunidad pues, tal vez, me acostumbré a quedarme en mi casa y ver la misa y participar por la televisión. ¡Qué bueno! Yo conozco personas que me dicen, padre yo voy a misa por la mañana, pero por la noche pongo también su misa. No les digo que lo hagan, pero quiero pedir, que se vaya recuperando esa manera de vivir la fe y de ser iglesia. Pídanselo al Señor, el Señor tiene que salvarnos de esa apatía de decir yo con esto me conformo. No hermanos, ante Dios, ante Jesucristo que murió en la cruz, nosotros no podemos conformarnos con cositas, hay que darlo todo. Hay que tratar de darlo, lleguemos o no lleguemos, Dios dirá, pero nosotros sí tenemos que dar ese paso. Les decía también que a lo mejor era el momento de procurar hacer un pequeño retiro, una tarde de meditación, a lo mejor hace tiempo que no me confieso y voy a ver sí ahora en la Navidad lo hago. No era una tarea fácil, era una tarea grandota.

La tarea de este tercer domingo, no la voy a poner yo, hoy quien la pone es Juan el Bautista. Vamos a releer el evangelio, “En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «¿Entonces, qué hacemos?» aquí viene la tarea, él contestó: «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo»”. Ésa es la tarea, hacer el bien.Estate atento a las necesidades de tu hermano.

Después vinieron otros, Juan predicaba un bautismo de conversión, echaba el agua, no en el nombre de la Santísima Trinidad como Jesucristo nos enseñó, la echaba como signo de limpieza, purificación, de conversión. “«Maestro, ¿qué debemos hacemos nosotros?»”, eran publicanos que estaban en el problema del negocio de los impuestos, “Él les contestó: «No exijan más de lo debido»”. No te aproveches del otro. Eso es para el publicano, pero es para todos nosotros, el aprovecharnos del otro, utilizar y no respetar a los demás. Ésa es la tarea que Juan les da.

Sigue diciendo. “Unos militares” … Ahí incluimos a todo el mundo, policía, militar, aquellos que tienen la autoridad, que es una autoridad de orden y muchas veces represiva. “«Y nosotros, ¿qué hacemos nosotros?» Él les contestó: «No hagan extorsión a nadie, la corrupción, ni se provechen con denuncias. Es decir, me voy a desquitar, voy a hacer, voy a estar pendiente del otro a ver en qué lo cojo. Acuérdate que polvo eres y en polvo te vas a convertir. Acuérdate de no desear a los demás lo que tú no quieres te deseen a ti. Acuérdate que no puedes hacer mal a nadie. Acuérdate que no puedes abusar de un indefenso. Acuérdate de poner el orden con orden, respetando a la persona.

Cada uno escuchó lo suyo. Dice que el pueblo miraba con expectación y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, porque fíjense cómo hablaba. Pero ahí en estos tres casos, la gente, los publicanos, los militares, ahí podemos poner a todo el mundo. Todos nos podemos meter, el cura, el obispo, que sí cumple su función, pero no con entrega y es diferente, cumplir la misión de obispo o de sacerdote de entregarse a la misión de obispo y sacerdote; cuando uno solo cumple puede ser un buen funcionario que cumple un horario. Pero Juan nos está diciendo a todos los curas, obispos, al Papa, a todos, ustedes son servidores no funcionarios. A los gobernantes exactamente igual, no te aproveches del pueblo, no le impongas al pueblo lo que tú piensas que es lo mejor, respeta, a los demás. A un jefe de una fábrica, a un campesino, a cualquier persona, un padre de familia en la casa… un marido con su mujer, que se habla tanto de abuso doméstico, respétala.

Juan nos está diciendo a cada uno en qué cosas tenemos que cambiar y para eso necesitamos la Gracia de Dios, tenemos que pedírsela a Dios. Cada uno que se ponga el sayo, y que cada uno piense en qué tiene que cambiar, y así vamos a preparar nuestro corazón para la venida del Mesías.

Este domingo tiene una característica especial, voy a releer primero un pedacito de la oración que hicimos al inicio. ¿Qué fue lo que pedimos hoy? Fijémonos, en una palabra, “Señor, mira a tu pueblo que espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo. Concédele celebrar este gran misterio de salvación, y vienen ahora dos peticiones, con un corazón nuevo, conversión, y con una inmensa ALEGRÍA”. Ésa es la palabra de este domingo, la alegría de saber que el Señor nos ama y quiere salvarnos.

Ahora vamos a releer la lectura del profeta Sofonías, y vamos a fijarnos también en la palabra que escuchamos en la oración. “Alégrate hija de Sion, grita con júbilo Israel, Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo”. La ALEGRÍA.  El Reino de Dios lo deseamos, pero si no lo alcanzamos en plenitud, viene la tristeza, no ALEGRÍA. Rezamos tambiénen el salmo, griten jubilosos, ¡qué grande en medio de ti es el Santo de Israel”. Tres veces ALEGRÍA, JÚBILO. Y viene la carta de apóstol san Pablo a los Filipenses, “estén siempre alegres en el Señor, se lo repito, estén siempre alegres”.

Hermanos, el Señor nos pide que hagamos todas esas tareas, pero no rompiéndonos la cabeza, sino al contrario, con la humilde y serena alegría de que el Señor Jesús nos salvará, y de que a pesar de las dificultades, si estamos aferrados a Él, Él nos dará esos momentos en que nuestra alma se sentirá confiada, esperanzada, porque el Señor se alegra con nosotros, él nos ama y se alegra por el bien de cada uno de nosotros. Vivamos todo este tiempo preparándonos, transformándonos, pero a la vez con alegría porque sabemos que Cristo ha nacido y es nuestro Salvador. 

Que el Señor nos ayude a vivir así

SHARE IT:

Leave a Reply