TRAS LAS HUELLAS DE CLARET EN CUBA

TRAS LAS HUELLAS DE CLARET EN CUBA

ALGUNAS ORIENTACIONES QUE DA CLARET PARA LA LECTURA DE LA BIBLIA
EXPERIENCIA PERSONAL DE CLARET COMO ARZOBISPO DE SANTIAGO DE CUBA

PRINCIPALES ACTITUDES Y DISPOSICIONES

Con recogimiento y silencio interior
«En el silencio y en la paz… el alma devota… aprende los misterios de los libros sagrados».

Sin recogimiento ni silencio interior no se puede oír la Palabra de Dios. En el silencio y en la paz interior es como se puede penetrar “los misterios” escondidos en los libros sagrados y se puede adquirir la “ciencia del corazón” tan necesaria al misionero.

Claret pedirá a los llamados «al ministerio de la divina palabra» que, a ejemplo de Jesús, se retiren antes «a orar un poco en soledad, para en las criaturas humildes y mira como lejos de sí a los altivos…» Aquí el P. Claret, que habla sobre el modo de hacer la meditación, hace referencia implícita a la meditación sobre la Palabra de Dios.

«Si la caridad, la necesidad o el mandato de tu superior te llama al ministerio de la divina palabra, retírate antes, como tu divino Maestro, a orar un poco en soledad, para adquirir, meditando en las penas de Jesús crucificado, aquella ciencia del corazón sin la cual tu palabra sería como el sonido de la campana».

Penetrar los misterios y adquirir la ciencia del corazón es ponerse en sintonía con Dios, no sólo intelectualmente, sino también afectivamente. Es el fuego del amor y de la caridad que brota en el que ora en profundidad para ser transformado por la Palabra y estar “motivado” por él para la predicación. Esa ha sido la experiencia de Claret a quien la oración y la Palabra de Dios movían, estimulaban e incitaban intensamente y le llenaban de caridad apostólica.

La disipación del espíritu, la poca modestia, la imaginación llena de vanidades y la distracción continua e innecesaria son los obstáculos graves para orar y meditar la Palabra de Dios. No se trata de la distracción obligada que la persona ha de vivir “por las ocupaciones plausibles de su destino”, sino aquella que le descentra, le divide y le ocupa en otros intereses ajenos a su vocación.

Claret supo mantener ese recogimiento y silencio interior aun siendo un hombre activísimo y ocupadísimo, que no perdía ni el más mínimo tiempo y que siempre tenía algo que hacer para la gloria de Dios y la misión apostólica. Es que Claret supo conservar el centro de su vida, Dios, en todo momento, y supo vivir en unidad de espíritu, oración y acción.

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