Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez

Eucaristía XXIX Domingo del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
17 de octubre de 2021

“El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate de todos”. Marcos 10, 45

Hermanos,

Las lecturas de hoy son una continuación de las lecturas que hemos venido escuchando en los domingos anteriores. Fíjense bien que en los domingos anteriores encontrábamos palabras difíciles de Jesús, de tal manera que muchos discípulos dijeron que era muy duro seguirle. Aquello del dinero, los ricos, si ponen el dinero por encima de todo; difícil aquellos que entienden que el matrimonio es cualquier cosa, no, el matrimonio es un hombre y una mujer, lo que Dios ha querido no lo separe el hombre, y un grupo le dijeron no nosotros queremos tener libertad para hacer lo que queramos en ese sentido y empezaron a protestar.

Cuando Jesús fue llamando a los discípulos, discípulo es aquel que sigue a un maestro, discípulo es aquel que sigue a aquella persona porque moralmente le llena, le va guiando en la vida; en el evangelio es aquel que lo va guiando hacia la sabiduría. Recuerden que la sabiduría, era precisamente vivir en la coherencia de que lo que decimos, lo que hacemos, y lo que pensamos; y eso que decimos, hacemos y pensamos, está en consonancia con el bien del hombre. Y ese bien del hombre nos lo da Dios, que reconocemos como el Señor de la vida y de la historia y nosotros somos creaturas. La persona sabia es la que actúa así, tratando de vivir coherentemente su vida en ese tono, en esa tesitura.

Cuando los discípulos se acercaron a Jesús, Jesús no les dijo, vengan que yo les voy a dar una clase de salvación, o les dijo mira coge este libro y léelo. Jesús suponía que ellos conocían el Antiguo Testamento, eran judíos piadosos. Pero no les dijo eso. Les dijo, síganme y van a ver dónde yo vivo, donde yo vivo hay veces que no hay condiciones, ninguna, hay veces que las alimañas del monte tienen más condiciones, pero síganme. Es decir, toda la formación, la instrucción, la educación en la fe que recibieron los discípulos, fue a partir de compartir la vida de Jesús. Y Jesús les fue guiando en todos los momentos, cuando hacía milagros, cuando se enfrentaba a los fariseos, cuando recibía a un niño, cuando perdonaba a una adúltera… Él los fue guiando a partir de la experiencia, a partir de la vida. Esto nos quiere decir también a nosotros, que si queremos hacer presente a Cristo en mi hogar, en mi centro de trabajo, entre mis amigos, en la sociedad, tengo que hacerlo principalmente de esta manera. El testimonio es fundamental.

Entonces Jesús durante esos tres años los fue guiando, los fue enseñando; pero los escritores del evangelio Mateo, Marcos, Lucas y Juan, muchas veces agrupaban esos momentos fuertes de enseñanza a los discípulos y vemos en el Evangelio que hay un programa, que está recogido en esa subida de Jesús a Jerusalén. Jesús va a Jerusalén y en su última subida, Él sabe que al final va a encontrar su pasión, su muerte, pero también su resurrección y va guiando a sus discípulos. Los autores de los evangelios los han agrupado.

El primer llamado es cuando les dice, vamos conmigo a Jerusalén porque allí el Hijo del hombre tiene que sufrir. Jesús lo dice de tal manera que todos se sorprendieron, muchos se echaron para atrás, y Pedro con su carácter le dice, pues usted no va a Jerusalén, porque no va a ir a morir y a sufrir. ¿Y qué le respondió Jesús? Apártate Satanás, porque yo debo cumplir la voluntad de mi Padre. Así va pasando, búsquenlo en los evangelios sinópticos, ahí está muy bien. Entonces viene la frase aquella famosa, porque él quiere seguirme que cargue con su cruz y me siga. Más adelante viene otra frase, los discípulos le dicen, Tú mismo has dicho que si nosotros hemos dejado todo para seguirte, entonces nosotros tendremos una recompensa; no entendían, no entendían y Jesús les dice, qué duros. Él sabía, ustedes ¿qué están hablando?, no porque nosotros que lo hemos dejado todo, ¿qué va a pasar si tú…?, la cruz, la muerte… entonces Jesús les dice, para alcanzar la resurrección, para alcanzar la vida, para alcanzar la felicidad, el sentido de la vida, hay que pasar por la cruz.

Entonces viene esta última situación con los discípulos. Los discípulos seguían pensando que el Reino de Dios era un reino como nosotros lo vemos ahora, el reino, el poder, cuando sale un gobernante bueno es para el bien del pueblo, cuando sale uno que es malo es para mal del pueblo, las leyes son justas, son injustas, unos viven mal otros peor… el Señor les dice, ustedes no entienden, el Reino que yo propongo es un Reino que no se acaba con el tiempo, ni se puede medir en cantidades; el Reino que les propongo es pleno, es para la vida eterna. Viene esta discusión entre ellos de quién va a ser el primero. Nosotros dos que fuimos los primeros que tú llamaste. Señores, así somos nosotros.

Y en la vida moderna, y eso lo vemos mucho, en este mundo que parece que nosotros queremos hacer nuestro capricho. Las cosas tienen que ser como yo quiero y como yo digo, no como la lógica, la razón, la naturaleza, dicen; o como la Palabra de Dios dice, que en definitiva es la última medida. Es verdad que hay que darle al hombre lo que es del hombre, como dice aquel pasaje del Evangelio, pero hay que darle a Dios lo que es de Dios. Pero aun en las cosas de los hombres, tenemos que tener viene n cuenta lo que Dios nos dice. La Palabra de Dios está por encima de todas las leyes que nosotros podamos inventar y justificar.

La historia está llena de esto. Si no estuviera lleno de esto, nunca hubiera habido mucha necesidad de hacer muchas constituciones, con una solo basta. Pero las constituciones cambian, hay constituciones que lo que menos uno se puede imaginar está presente, hay constituciones en las que no se le da ningún valor a la persona; que no se respetan los derechos y los deberes, están en la constitución. Sí, están en la constitución, pero toda constitución para que sirva verdaderamente al hombre, tiene que estar al servicio del hombre, y ese servicio al hombre, lo que el hombre necesita lo encontramos con plenitud en la Palabra de Dios. El domingo pasado leímos lo que allá en La Demajagua Céspedes y aquellos hombres que se lanzaron, aquel deseo porque era una gran incógnita, y dijeron nosotros queremos ser libres e iguales. ésa es la Palabra de Dios, que todos los hombres seamos libres e iguales. Y toda constitución tiene que respetarlo, por eso ellos le dieron la libertad a sus esclavos, y en la constitución española decía que podían haber esclavos. Es un ejemplo, un ejemplo.

En las lecturas de hoy, nosotros vemos como el Señor Jesús va guiando a sus apóstoles, y les va diciendo, ustedes van a tener el cieno por uno, lo van a tener; eso que han dejado por seguirme, por ser fieles y honestos, ustedes van a tener el ciento por uno, pero eso no se alcanza así. Eso se alcanza a través del compromiso, a través dela mor, de la entrega, a través de la aceptación de aquellas situaciones que nosotros no podemos resolver porque afectan mi vida, y no porque ay acepté el mal; no, qué va, el mal siempre hay que rechazarlo y combatirlo, pero siempre tenemos que estar dispuestos a vivir como cristianos el mal. ¿Cómo vivió Cristo el mal? Lo sufrió en la cruz y dijo, Padre aparta de mi este cáliz, pero que se haga tu voluntad. Para nosotros el Señor quiere decirnos, esa salvación, tenemos que estar dispuestos a hacer la voluntad de Dios, aunque ella nos lleve a vivir situaciones difíciles que nosotros no somos capaces de entender, pero que, si nos ponemos en las manos de Dios, nosotros encontramos esa mirada de Dios sobre los acontecimientos que nos hace ver la vida eterna.

Por eso, las lecturas de hoy empezando por la de Isaías nos habla de ese siervo de Yahveh, el Señor quiso triturarlo con el sufrimiento y entregar su vida en expiación, verá su descendencia. Fíjense bien, entregó su vida ofreciéndose. Dice, ésa descendencia va a prolongar sus años, a causa de los trabajos de su alma verá y se hartará con lo aprendido, y mi siervo va a justificar a muchos. Es decir, era aquella profecía de que el Hijo de Dios, el Mesías salvaría a muchos en la cruz. Hermanos, a nadie le gusta la cruz; vuelvo a repetirlo Jesús dijo, aparta de mi este cáliz. Pero, ¿hay que pasar por la cruz?, y en la vida todos tenemos que pasar por la cruz, entonces nosotros vamos a hacerlo como Jesús, con la cabeza en alto, diciendo aparta de mi este cáliz pero que se haga Tu voluntad, danos fuerzas.

Cuando vamos a la segunda lectura que es la carta a los Hebreos dice, no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino a uno que ha sido probado exactamente como nosotros menos en el pecado. ¿Cómo ha sido probado Jesús? En la vida corriente normal y en el sufrimiento, en la cruz Él nos alcanzó la salvación.

Entonces hermanos, Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, que parece que eran gente muy fuerte, Santiago tenía por sobre nombre el “hijo del trueno”. Ellos quisieron vivir regalado, yo quiero ser el primero y el segundo en tu reino, sabemos que los que mandan viven mejor que los demás. Quiero ser el primero y el segundo… Jesús les dio, van a tener que pasar por la cruz, y ellos le dijeron, no, nosotros sí vamos a pasar. Y Jesús les dijo, ustedes no saben lo que están diciendo, no saben que tiene que pasar por la cruz pero que ustedes no tienen fuerzas para pasar solos por la cruz, ustedes necesitan de la gracia de Dios para pasar por la cruz. Pero, ¿todos tenemos que pasarla?, sí; entonces vamos a pasarla como Jesús poniéndola en las manos de Dios para también resucitar con Él el día de la victoria del bien sobre el mal.

Hermanos el Señor nos dice que luchemos contra el mal, no busquemos el mal nunca, ni sobre nosotros ni sobre los demás. Ese mal que no buscamos y que viene solo en la vida, nosotros sepamos luchar contra él, pero siempre como Jesús, poniendo en las manos de Dios, pidiendo hacer la voluntad de Dios siempre. El Señor sabrá liberarnos del sufrimiento y del mal en la vida eterna, y aquí en esta vida vamos a encontrar sentido a toda nuestra existencia. Lo triste es cuando nos rebelamos, y entonces rechazamos algunos a Dios, no puedo creer en Dios con tanto mal que hay en el mundo… Como quiera lo van a tener, con Dios y sin Dios, como quiera; el que no cree en Dios tiene el mal como el que cree en Dios, pero para el que no cree en Dios, ese mal es inútil y es una tragedia. Para el que cree en Dios, está viendo el mal, sabe que cuenta con la fuerza de Dios y sabe que algún día, el Señor lo recibirá en la gloria. Por eso en el salmo hemos rezado, que tu misericordia Señor venga sobre nosotros como lo esperamos de ti.

Ellos ponen su vida, momentos alegres o tristes en las manos de Dios, que Él podrá cambiar, hacer que Él puede hacer fructificar toda nuestra vida, aun nuestros pecados. El Señor con su misericordia si estamos arrepentidos, el Señor nos salva.

El Señor nos ayude a vivir así. A no desear el mal, luchar contra el mal, pero también enfrentar el mal de corazón, poniendo a Dios como nuestro escudo y nuestra defensa.

El Señor nos ayude a todos.

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