Irradia emisión del 17 de octubre de 2021

Irradia emisión del 17 de octubre de 2021

Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
Domingo XXIX del Tiempo Ordinario

 “El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate de todos”. Marcos 10, 45

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música, Tú mi Dios, Majo Solis)

En esta mañana nos acompaña el padre Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.

Dios Todopoderoso y eterno, haz que nuestra voluntad sea siempre dócil a la tuya, y que te sirvamos con un corazón sincero.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, dondequiera que se encuentren, una alegría y un gozo poder compartir una vez más con ustedes este domingo; para reflexionar juntos las lecturas, para orar juntos. El evangelio que nos propone la liturgia está tomado del Nuevo Testamento por supuesto, del evangelista san Marcos, en el capítulo 10, versículos del 35 al 45.

 (Lectura del evangelio de San Marcos, capítulo 10, 35-45)

Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, de los primeros que el Señor llama y lo dejan todo para seguirlo, se acercan a Jesús y le dicen: Maestro queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte. No sé, a veces la imaginación vuela, y me imagino la cara con la que los miraría Jesús, porque se imaginaría por donde “venían los tiros”. Y les dice: ¿Qué es lo que desean? Ellos le responden, concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando estemos en tu Gloria. Y Jesús pensaría, no han entendido nada.

Cualquier otro, yo, hubiera montado en cólera, he perdido mi tiempo con esta gente, tanto predicar, han visto los signos, y sin embargo vienen y se acercan a pedirme sentarse a mi derecha y a mi izquierda, pensando en un reino terrenal, como piensan todos; que el Mesías que va a venir, va a venir lleno de gloria, y que va a repartir y que parte de esa gloria, puede tocarme a mí. Pero Jesús tiene una paciencia infinita para suerte de todos. Y les replica, les responde, no saben lo que piden, por no decir otra cosa me imagino. ¿Podrán pasar la prueba que yo voy a pasar y recibir el bautismo con que yo seré bautizado? Y le respondieron, lo que hubiera respondido cualquiera de nosotros, claro que sí. Cuando uno quiere conseguir algo, uno está dispuesto a todo, ya después se verá en el camino. Pero cuando tú dices yo quiero esto y quiero esto otro, ¿tú puedes?, claro que sí que yo puedo.

Y Jesús les dice, ciertamente pasarán la prueba que yo voy a pasar y recibirán el bautismo con que yo seré bautizado, pero eso de sentarse a mi derecha o mi izquierda no me toca a mí concederlo, eso es para quién está reservado. Aunque no se sienten a la derecha o a la izquierda van a pasar las mismas pruebas que yo voy a pasar, y van a recibir el mismo bautismo que yo voy a recibir, que es un bautismo de sangre, que es un bautismo de sufrimiento, de dolor, de incomprensión; un bautismo de aparente fracaso como el siervo fiel del cual nos habla la primera lectura tomada del libro del profeta Isaías en el Antiguo Testamento.

El siervo doliente, el que sufre, el que padece, aparentemente inútil. Este hombre fiel, este hombre entregado y que, sin embargo, le caen uno sobre otro los dolores. Pero qué diferente cuando los dolores caen, pero no caen en vano, cuando tienen un sentido, cuando el que los padece es capaz de transformarlo, porque lo recibe, porque los acepta, porque los ofrece. Ése es el siervo fiel, ése es el siervo doliente del Antiguo Testamento, el que ofrece sus sufrimientos por sus hermanos, para rescatarlos, para redimirlos. No es el sufrimiento inútil, de aquel que sufre y no sabe qué hacer, del que sufre y lo único que hace es quejarse de su sufrimiento, que lo único que hace es preguntar por qué, por qué, por qué yo… sin sentarse a hacerse la verdadera pregunta. ¡Para qué Señor? ¿Qué me pides Señor? ¿Qué me dices Señor? Ése es el siervo doliente que ofrece sus dolores y los transforma, y los cambia, y rescata y redime a sus hermanos.

Ellos no han comprendido todavía eso. Van a pasar la prueba, van a recibir el bautismo, pero no para sentarse a la derecha ni a la izquierda, sino para anunciar la buena nueva, para llevar la salvación que Cristo nos gana a través de su sufrimiento, porque Él es el siervo doliente del Antiguo Testamento que se hace realidad, que ofrece sus dolores en la cruz, que abre los brazos para acogernos a todos, qué dice perdónalos Padre porque no saben lo que hacen. Que carga con esa soledad que a veces llevamos en nuestro corazón por nuestros pecados. Tendrán que pasar por ese bautismo, tendrán que pasar por esa prueba, tendrán que aprender a servir, no para servirse.

Las pruebas, los dolores, los sufrimientos que tenemos que enfrentar en la vida, no son para servirnos de ellos, no son para al final cobrárnoslo, qué me van a dar por todo esto que yo he hecho, por todo esto que he padecido, por todo esto que he entregado. Tendrán que aprender a ser servidores, ya saben que los jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños, y los poderosos las oprimen, pero no debe de ser así entre ustedes; al contrario, el que quiera ser grande entre ustedes que sea su servidor. Tenían que aprenderlo y los aprenderán. Tenemos que aprenderlo, ¿y lo aprenderemos? Es una pregunta que tenemos que hacernos.

Cuántas veces oímos, o cuántas veces decimos, o cuántas veces digo, pero por qué. Si con todo lo que yo he hecho, con todo lo que me he sacrificado, con todo lo que he dado, ¿por qué no me tienen en cuenta?, ¿por qué no me llaman para esto, por qué no me dan lo otro?, ¿por qué por lo menos no me lo reconocen? Entonces, ¿para qué lo he hecho?, ¿para servirme al final de eso, o para poner al servicio de todos lo que he recibido? Las gracias, los dones, los sufrimientos, los dolores, la salvación.

El evangelio de hoy nos invita a eso, a reflexionar, si soy un servidor. Y, ¿qué significa ser servidor? Que no signifique imponerme a los demás, que no signifique que los demás tengan que hacer al final lo que yo quiero; que significa que voy a darlo todo sin esperar nada a cambio, que soy un sembrador, que la cosecha le corresponderá al Señor cuando lo estime conveniente. Que me iré de este mundo quizás sin ver el resultado de todo lo que he hecho, de todo lo que me he esforzado, de todo lo que me he sacrificado. Eso es un servidor, que no espera nada a cambio, más que la alegría y el gozo de haber cumplido la voluntad de Aquel que lo ha llamado y que lo ha enviado.

Los apóstoles, como todos, tendrán que hacer su camino. Tendrá que pasar la cruz, tendrá que pasar Pentecostés, tendrán que pasar las persecuciones, para poder ir descubriendo poco a poco. Nosotros también tendremos que irlo descubriendo poco a poco, no podemos desesperar, no desalentarnos. Somos humanos, el Señor lo sabe, pero así y todo ha querido poner en nuestras manos la responsabilidad de ser servidores de nuestros hermanos y llevarles el anuncio, de la Buena Nueva, con la palabra y con la vida.

Entonces, pidámoslo así. Pidamos que con nuestro sufrimiento, que con nuestros dolores, con nuestra alegrías, porque no está reñida una cosa con la otra, podamos justificar aquello que el Señor nos ha encomendado, cargando muchas veces con los dolores, con los sufrimientos y con sus pecados. Qué así el Señor nos lo conceda.

(Música, Simplemente Gracias, Marcos Witt)

Ahora hermanos, como siempre confiados en que el Señor nos escucha, pero no sólo nos escucha sino que nos responde, dándonos no siempre lo que pedimos pero siempre los que nos conviene presentemos nuestras súplicas.

En primer lugar, por la Iglesia, de la que formamos parte todos y cada uno de nosotros, piedras vivas de la iglesia, para que seamos fieles al mandato del Señor de dar testimonio de Él con la palabra y con la vida en medio de nuestros hermanos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas y diaconales, en nuestra arquidiócesis, en nuestra patria, en el mundo entero. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Tengamos una oración especial por el P. Otto a quien estamos despidiendo, después de cinco años de labor intensa junto a nosotros regresa a su país, a su familia, a su iglesia, para que el Señor bendiga toda esta labor que él ha realizado, para que el Señor lo bendiga en este nuevo camino que comienza, y que algún día podamos tenerlo de nuevo entre nosotros. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

También pidamos por los sacerdotes polacos que han venido a compartir nuestra fe, nuestra alegría en esta iglesia Arquidiocesano, para que el Señor los fortalezca y los ayuda a encontrarse a gusto con nosotros, y que nosotros lo hagamos posible. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos también por todos los difuntos, de amera particular por aquellos que quién rece por ellos, para que perdonas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que seamos capaces de asumir los sufrimientos de esta vida y ofrecerlos por la salvación de todos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Ahora oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

Repito siempre, es una alegría y un gozo haber podido compartir este rato con todos ustedes. Les deseo que tengan un feliz domingo, y una muy provechosa semana.

Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre. Amén.

Les habla el P. Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guion, grabación, edición y montaje: Erick Guevara Correa

Dirección general: María Caridad López Campistrous

Fuimos sus locutores y actores. Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA

 (Música, Lléname otra vez, Tercer Cielo y Melody Astacio)

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