PABLO MILANÉS Y SU MISA DE FIN DE AÑO

PABLO MILANÉS Y SU MISA DE FIN DE AÑO

En el ocaso del pasado año, el mismo día 31 de diciembre, el cantautor cubano Pablo Milanés hacía pública su última creación con estas palabras: con muchísimo gusto voy a interpretar la última de mis canciones, que más que canción pretende ser una misa, en función del futuro de la humanidad.

Lo acompañaban al piano Miguel Nuñez y Caridad Varona en el cello. Grabó  su voz el 28 de diciembre, después de haber conocido la triste noticia del fallecimiento de Armando Manzanero, precisamente por las consecuencias del Covid 19.

He hecho lo que sé, una canción –ha afirmado el trovador– y he querido aproximarla a la religiosidad, pues todo el mundo, en el afán de salvarse, en el miedo que existe alrededor de lo que está pasando, de la tragedia que está viviendo el planeta… más bien reza que piensa. He querido hacer esta canción como si fuera una oración al modo del Padre Nuestro católico, como si fuera una misa divulgada por un Papa, por un sacerdote, por un babalao, por cualquier guía de cualquier religión…. Creo que el milagro se puede traducir de distintas formas y el milagro, en este caso, se traduce en la forma que pueden trabajar los pueblos, los países, los gobernantes para hacer que todo funcione mejor, que la sanidad funcione mejor, que la ciencia funcione mejor, todo eso puede resultar en un milagro para la humanidad. (Nota Clave, Alfonso Quiñones, Santo Domingo, RD, 31 diciembre 2020)

Transcribimos el texto de la canción:

Como pájaros quietos en el aire,

Como peces ahogándose en el mar,

Como un salto al vacío en el precipicio,

Así estamos, al borde del final. 

Yo no sé si ha fallado el perdón de los pecados,

De las deudas contraídas durante una eternidad,

O falló el paraíso que prometieron los hombres

De un planeta de iguales, de riquezas, de paz. 

Sólo sé que lloramos con miedo, sin futuro,

Esperando el milagro que un día llegará,

Un milagro que viene saturado de dudas,

Del salto que resulte salvar la humanidad. 

Aleluya, aleluya

 Por eso me pregunto:

¿Volverán los pecados?

¿Las deudas sanarán?

¿Tendremos un paraíso

De igualdad y de paz?

 No tengo la respuesta

La tendrás tú, jamás

 Aleluya, Aleluya

Desde que la escuché varias veces, encandilado todavía por el derroche de belleza de la música: melodía, armonía, instrumentación, interpretación de Pablo y sus acompañantes, me preguntaba qué habría pensado y sentido en lo profundo de su corazón, al ir entretejiendo sus versos con tan sentida y preciosa melodía, este excelente trovador, quien es considerado uno de los máximos exponentes de la canción de autor en idioma español, en la actualidad. La realidad que debía intentar cantar era de índole distinta a las que habitualmente ha abordado a lo largo de su fecunda carrera, y tocaba desafiantemente a su puerta, a lo largo de casi un año de tanto sobresalto e incertidumbre, de tanto dolor y embestida a la vida de la humanidad, que se fue tornando galopantemente universal, incitando a la reflexión urgente       sobre el sentido de lo que estaba aconteciendo, tratando de encontrar respuesta a los interrogantes que surgen en nuestro interior.

La realidad que describe con imágenes de la naturaleza en la primera estrofa, que repite dos veces, la dibuja con ribetes sumamente trágicos. La muerte con que amenaza la pandemia de la Covid-19 parece marcar el “final” de la existencia aquí en la tierra.

Con una melodía que evoca el semitonado del canto gregoriano, el autor (se) interroga sobre lo que ha fallado: ¿ha sido lo que se esperaba de lo alto, lo que debía venir de Dios lo que ha fallado: “el perdón de los pecados y las deudas” –lo que pedimos en el Padre Nuestro- , o el paraíso prometido por los hombres –“la tierra será el paraíso”, cantaba La Internacional-?

Un destello de esperanza, en medio del llanto y el miedo, sin futuro, vislumbra en su horizonte el juglar, en forma de “milagro saturado de dudas”. Milagro que resulte de un salto que desemboque en la “salvación” de la humanidad. A propósito, el binomio milagro-dudas me hizo recordar una definición de fe que leí en mis años juveniles y nunca he olvidado: la fe es la capacidad de soportar las dudas (Louis Evely). Sí, siempre la fe será un salto, pero que podemos darlo con una íntima certeza, confiados en Alguien que nos tiende su mano y hace posible que el final no sea el vacío, el fracaso o la muerte. “La fe -dice la Carta a los Hebreos- es seguridad de lo que esperamos y certeza de lo que no se ve” (11,1).

Irrumpe entonces un Aleluya reiterado que contiene un melisma que hace pensar, más bien sentir, un ruego apremiante, ¿desesperado?. Imagino que el compositor conoce el significado de este vocablo hebreo: Alabad a Dios, expresión recurrente en los cánticos de las liturgias cristianas, especialmente en el tiempo pascual en que los cristianos celebramos el triunfo de Jesús sobre la muerte con su Resurrección. Lamentablemente, el abuso de esta palabra, irrumpiendo reiterativamente ante cualquier manifestación en algunos cultos evangélicos, pienso que puede contribuir a minimizar o banalizar su significado.

Y, ¿quién realiza el milagro?, ¿Dios?, ¿los hombres?, y ¿en qué consiste esa salvación? Al respecto Pablo ya ha expresado: creo que el milagro se puede traducir de distintas formas y el milagro, en este caso, se traduce en la forma que pueden trabajar los pueblos, los países, los gobernantes para hacer que todo funcione mejor, que la sanidad funcione mejor, que la ciencia funcione mejor, todo eso puede resultar en un milagro para la humanidad. Se trataría, pues, de un mundo mejorado, donde las cosas “funcionen bien”, en definitiva, de un intento más de paraíso en la tierra.

Pregunto si la salvación puede circunscribirse a la construcción de este paraíso terrenal en el que, en definitiva, no pueden participar todos los seres humanos que van muriendo. No sería una salvación integral que alcance a todos los que han vivido, viven y vivirán en el futuro en la tierra.

La situación que vivimos con la pandemia nos aterra porque es una enfermedad que por su vertiginosa propagación, con su contagiosidad y letalidad, nos hace percibir la posibilidad de una muerte cercana. Pero el problema de fondo sigue estando presente: la imposibilidad de la  sobrevivencia más allá de la existencia aquí en la tierra: no hay esperanza después de esta vida. Es el problema fundamental de todos los seres humanos, en todo tiempo y lugar, en la historia. Los cristianos creemos que hay Alguien que ha dado una respuesta contundente: Jesús de Nazaret con su Muerte y Resurrección, dándonos la posibilidad de ser partícipes de su victoria integral, de su Vida para siempre, sobre el mal en todas sus formas.

Hacia el final de su canción el trovador formula sus inquietantes interrogantes sobre el regreso de los pecados, la sanación de las deudas y la construcción de un paraíso terrenal, respondiéndose con una negativa por respuesta, no sólo para él sino para los que están recibiendo su mensaje. Con un rotundo “jamás” manifiesta su absoluto escepticismo para todos.

Es el regreso final al Aleluya reiterado lo que a mi juicio “salva” la hermosa canción de un calificativo sólo negativo.

Si alguien me preguntara por Esperando el milagro le diría: es una desgarradora-esperanzadora bellísima canción. Sin lugar a dudas, intuyo que se convertirá en una de las más importantes obras en el inmensamente pródigo catálogo de uno de nuestros notables músicos cubanos: Pablo Milanés.

En la misa dominical de la fiesta del Bautismo del Señor, luego de aludir a la canción y comentarla en la homilía, en mi parroquia de Santa Lucía, he invitado a la asamblea a presentar con el pan y el vino, “frutos de la tierra y del trabajo del hombre, la “misa” de Pablo Milanés, ofreciéndola como fruto de su búsqueda artística del sentido del drama que vive la humanidad en esta hora, con la certeza de que Aquél que se acercó a las orillas del Jordán a pedir el bautismo a Juan, cargando con los pecados de la humanidad nos ha alcanzado la Salvación integral que en el fondo todos los humanos anhelamos, aún sin saberlo.

El cantautor ha anunciado su nueva gira, “Días de luz” que lo llevará a varias ciudades españolas: Plasencia, Cáceres, Madrid, Huesca…. Cuánto hay que lamentar que esta gira no tuviese lugar en nuestras ciudades cubanas.

                   Jorge Catasús
                                                                                                           enero 2021

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