Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez

Arzobispo de Santiago de Cuba
Eucaristía Domingo XXV del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
20 de septiembre de 2020

“Lo importante es que ustedes lleven una vida digna del Evangelio de Cristo” Fil 1, 27a

Hermanos,

Quiero comenzar el comentario de las lecturas de hoy recordando la oración que acabamos de hacer, que recoge todas las peticiones, la petición central que queremos elevar a Dios en nombre de todos; después cada uno tiene sus peticiones, esa relación con Dios muy personal, y dice qué deseamos del Señor. En la oración hemos dicho: “Dios nuestro, que en el amor a ti y a nuestro prójimo has querido resumir toda la ley”, acuérdense de aquella pregunta que le hicieron a Jesús, ¿Cuál es el mandamiento más importante? Amar a Dios y amar al prójimo, aquí está-

Todas las oraciones de la misa tienen un sentido evangélico, un sentido bíblico. “Dios nuestro, que en el amor a ti y a nuestro prójimo has querido resumir toda la ley, concédenos descubrirte y amarte en nuestros hermanos” Fíjense bien, el Señor nos pide descubrirle en nuestros hermanos. Hay veces que vamos al templo, y descubrimos que la presencia de Dios se hace más patente cuando vemos una imagen, cuando vemos a Cristo crucificado, y nos viene a la memoria todo lo que significa la Cruz. Pero, precisamente la relación de Dios con los hombres, criaturas débiles, es precisamente que Dios ha querido encontrarse con nosotros y Dios se manifiesta en todos esos lugares para que nosotros le encontremos. Entonces “concédenos descubrirte y amarte en nuestros hermanos para que podamos alcanzar la vida eterna”. Recordemos que el Señor también nos dice, aquel que le sigue cumple sus mandamientos.

Bien hermanos, recordemos el encuentro con Dios y que Dios se manifiesta de muchas maneras a todos los hombres.

El domingo pasado nos quedamos con una frase que es clave. “Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor”. En la vida y en la muerte somos del Señor, ese es el centro de nuestra fe y de nuestra creencia, lo que nosotros creemos: vivimos para el Señor que nos ha creado, y la mejor manera de enfrentar la vida es vivir para Cristo que se entregó por nosotros. “No hay mejor amigo que Aquel que da la vida por sus amigos”. Además, Él nos enseña el camino para llegar a Él, que es el camino de la salvación.

Hoy tenemos una frase, dice Pablo a los Filipenses, de esas frases que uno quiere recordar: “Para mí la vida es Cristo”, eso es lo mismo que decir “vivimos en el Señor”. Y qué bueno hermanos, que todos los que estamos aquí en esta comunidad virtual, nosotros tengamos como centro de nuestra vida sea vivir en Cristo, todo lo que hagamos… los esposos, las esposas, los padres de familia, los trabajadores, los industriales… todo lo que hagamos en nuestras vidas sea viviendo en el Señor. Si vivimos en el Señor, sabemos que estamos en su presencia, y si estamos en su presencia, entonces nos apartamos del mal.

Precisamente en la primera lectura se nos dice “busquen al Señor mientras se le encuentra, invóquenlo” y después dice “el malvado que abandone su camino, el criminal sus planes”. Si vivimos en el Señor y estamos en su presencia, enseguida nos viene a la mente que hay que dejar atrás todo lo que nos impide acercarnos a él.

Bien hermanos, si hay un verbo que está presente en estas lecturas de hoy es el verbo encontrar. Dios que nos ha creado, como siempre me gusta decir no nos ha dejado al abandono: los creé, creé el mundo y los dejo al azar, a la casualidad… No. Dios ha querido encontrarse con nosotros, y se ha encontrado en la Creación, manifestando que Alguien es responsable de la Creación, como todas las cosas que nosotros los hombres somos capaces de entender. Las cosas suceden porque hay una causa primera, una causa original, sino no tendría ni explicación ni sentido ni nuestra vida ni nada de lo que existe. El Señor se quiso dejar encontrar, lo podemos descubrir en la Creación, y racionalmente mucha gente sin conocer el Evangelio descubre que Dios existe, que Dios está presente. Dios se quiso encontrar con cada uno de nosotros, se encontró con su pueblo, envió a los profetas, le dio su palabra y al final de los tiempos, dice el Evangelio, entregó a su Hijo Jesús para salvarnos, el perfecto revelador del Padre. Él es el que propicia el encuentro definitivo entre Dios y los hombres, Él hace recapitular todas las cosas en él.

Por lo tanto, nuestra vida es una vida de búsqueda, y este es el otro verbo “buscar”. Si nosotros no buscamos no encontramos. Puede ser a lo mejor una casualidad, muy fortuita, pero que quiere decir que lo que yo encuentre se quiso encontrar conmigo. Y ese es Dios, que hay veces que no lo esperamos, y Él se quiere encontrar con nosotros. Hay que buscar hermanos, Él se nos manifiesta como hemos dicho en la creación, se manifiesta en su Palabra, se manifiesta en los profetas, se manifiesta en el pueblo de Israel, se manifiesta en Jesús plenamente. ¿Por qué hace eso? Porque quiere que le encontremos.

Entonces, todas las lecturas de hoy, comenzando con Isaías “busquen al Señor mientras se le encuentra, invóquenlo mientras está cerca, aparten todo lo que puede impedir encontrarse con Él”, y nos recuerda “como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que sus caminos, mis planes que vuestros planes”. Tengamos siempre esto presente, los planes de Dios para conmigo son más grandes de lo que yo me puedo imaginar.

Si nosotros vamos al Salmo es exactamente igual. “Cerca está el Señor de los que lo invocan”, aquí podemos decir, cerca está el Señor de los que lo buscan. Él se hace encontrar, y como Él nos da la gracia para hallarle, para descubrirle, nosotros tenemos que pedirle al Señor, Señor dame la gracia de la fe para poderte encontrar y descubrirte de todas las maneras que Tú te has querido manifestar.

Hay otra forma de encuentro que es la Iglesia, la comunidad cristiana es una forma de encuentro con Jesús porque somos hijos de Dios y Cristo es cabeza de la Iglesia; y la forma por excelencia de encontrarnos con Cristo es la eucaristía. Ese Cristo que se hace cuerpo, se hace sangre, se hace presente, para que nosotros podamos recibirle y sea alimento de nuestro espíritu y de nuestra carne. Ese es Cristo, encontrémonos con Él.

¿Ustedes saben dónde lo encontramos también? En los sacramentos. Se han definido los sacramentos como signo del encuentro con Cristo: es Cristo el que bautiza, es Cristo en que confirma en el Espíritu Santo. Son signos instituidos por Él para que nosotros estemos más cerca de Dios. Entonces hermanos, busquemos encontrarnos con el Señor.

Si seguimos las lecturas encontramos la carta de Pablo a los Filipenses, y entonces Pablo dice aquella frase, “Para mí la vida es Cristo y una ganancia es morir”. Para mí la vida es Cristo, ¿por qué es una ganancia morir? Significa que creo tanto en la palabra de Dios que algún día estaré con Él. Pablo tuvo la experiencia del encuentro, Pablo perseguidor se encontró con Jesús, Pablo cambió de vida, y entonces Pablo era capaz de decir lo que yo he dicho “Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor… para mí la vida es Cristo”

Hermanos, ojalá que todos nosotros digamos eso, y podamos decir eso. La inmensa mayoría de los que estamos en esta comunidad virtual, seguro que somos personas que conocemos la Palabra de Dios, que tenemos una experiencia de vida comunitaria, una experiencia de meditar la Palabra de Dios, de leer la Biblia; pero nosotros sabemos que la vida da sus vueltas y hay veces que, teniendo una experiencia firme y fuerte de fe en años anteriores, puede ser que también hayamos tenido etapas en las que no nos sintamos tan cerca, en las que el encuentro se ha como distanciado un poco. Pero no tengamos miedo, acuérdense lo que dice Isaías “busquen al Señor mientras se le encuentra”, y el Señor está dispuesto siempre a encontrarse con nosotros.

No dejemos pasar el tiempo, no nos quedemos así en esa indiferencia, o en ese simplismo, sí, soy cristiano, creo en Jesús, pero me dejo llevar por el mundo. Creo que cada uno de nosotros tiene que reflexionar, cada uno de nosotros debe darse cuenta que Jesús murió por mí, cada uno de nosotros debe darse cuenta que un día, Él se encontró conmigo, por mi familia, por la Palabra de Dios, por los acontecimientos… Él se encontró. Otras veces soy yo el que le busco, pero siempre en un encuentro tiene que estar una parte y otra parte. El que está y el que busca, o Aquel que sale al encuentro del otro.

Sintamos que Dios, el Señor Jesús, en esta misa, quiere encontrarse conmigo, y a lo mejor me está pidiendo en este momento que yo reflexione de mi vida, ¿qué estoy haciendo? ¿Para mí la vida es Cristo? Esa es una pregunta que tenemos que hacernos, porque es la base fundamental de nuestra vida cristiana.

El evangelio de manera más clara no se puede decir, Jesús busca a tiempo y a destiempo, a horas tempranas y a horas tardías, y si Él hubiera tenido que salir a buscar a otro, Él hubiera salido; si Él hubiera tenido que trabajar de noche para buscar a más operarios, Él hubiera buscado. Y a lo mejor si alguno, después que estaba trabajando se cansó y se fue, estoy seguro, Él también iría a buscarle y decirle, Hermano mi paga es abundante, vas a tener la paz, la felicidad en la vida, esto es lo que le da sentido a la vida, ve y trabaja en mi viña.

Hermanos que todo esto lo sintamos así, sintamos que Dios quiere encontrarse conmigo, y salgamos a buscarle para encontrarnos con Él, pero para hacer una amistad de las que nos se rompen, de las que perduran, esa es la gracia de la fe, esa es la esperanza que nos da la fe, y eso hermanos nos obliga a encontrarnos con Cristo también en los hermanos como dijimos al principio. Por eso es que Pablo le dice a los Filipenses, lo importante es que ustedes lleven una vida digna del evangelio de Cristo. Quedémonos con esa frase ¿mi vida es digna del Evangelio de Dios?

Que el Señor nos ayude hermanos a buscarle, Él siempre sale a nuestro encuentro. 

 

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