Voluntariado  Misionero

Voluntariado  Misionero

Por. Mirurgia Aguilera La O. OMMI.

“La solidaridad no es un sentimiento superficial, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común”

La transformación social es posible cuando se unen fuerzas para impulsar iniciativas  y proyectos de carácter social y caritativo. La parroquia San José Obrero, constantemente busca nuevas  formas de cooperación y presencia, se une a toda la arquidiócesis en el esfuerzo por caminar al lado de los menos favorecidos socialmente, sobre todo en estos tiempos en que la realidad de nuestro país es un contexto marcado por la COVID-19 y una profunda crisis económica.

La idea del P. Yosbel Lazo, en coordinación con la Oficina de Proyectos del Arzobispado de Santiago de Cuba, fue la de  proponer un modelo de vida en el  que la acción coherente y el compromiso de los adolescentes y jóvenes de su parroquia se combinaran con el ejercicio de la caridad. La promoción del amor y la misericordia en la práctica de la vida cristiana.

Durante los meses de julio y agosto, un grupo de 15  adolescentes y jóvenes de la parroquia  San José Obrero, se involucraron en este nuevo proyecto, nombrado. SOPA DE SAN VICENTE” en honor al Patrón Universal de las obras caritativas, San Vicente de Paúl. Proyecto que estuvo centrado en  repartir  una sopa una vez por semana a personas en condiciones de extrema pobreza y a los ancianos que viven solos y desatendidos por sus familias. Fue un voluntariado misionero. Cada miércoles, conjuntamente con las hermanas de la asociación de La Medalla Milagrosa, el grupo se reunía en la parroquia, primeramente escuchaban  a su párroco que les hablaba de la espiritualidad de San Vicente, luego se organizaban en pequeños grupos de 4 personas y salían a llevar alimentos elaborados y a sembrar palabras de amor en aquellos más vulnerables, pobres y olvidados de la sociedad. Convirtiéndose en difusores de los valores cristianos, servicio y solidaridad. Es así como se puede ayudar a cambiar la realidad para hacerla un poco mejor. Este tipo de experiencia enseñó a nuestros jóvenes a valorar la propia vida con más perspectivas, a preguntarse si Dios le estaba pidiendo algo. Los ayudó  a sentir cómo el amor de Dios puede vivirse a través del amor al prójimo.

No es posible lograr todo lo anterior sin una experiencia de Dios, alimentada en  la oración y fortalecida en la formación. La evangelización es más eficaz cuando se lleva acabo con unidad de propósitos y colaboración entre las diferentes realidades pastorales.

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