Homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba, Solemnidad de Nuestra Señora de la Caridad, 8 de septiembre de 2023, 9.30 am

Homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba, Solemnidad de Nuestra Señora de la Caridad, 8 de septiembre de 2023, 9.30 am

Homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
Solemnidad de Nuestra Señora de la Caridad, 8 de septiembre de 2023, 9.30 am

“Desde ahora me felicitarán todas las generaciones. Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su nombre es Santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación” Lucas 1, 48-50

Hermanos,

Un año más venimos al Cobre, o en nuestras casas, en nuestros templos en nuestros pueblos, con nosotros en una estampita en el bolsillo, una cadena, una medalla, en el corazón seguro. Hemos venido al Cobre a venerar a la Virgen, a expresar, públicamente nuestra devoción a la Virgen, nuestro deseo de que Dios intervenga en nuestra vida. Esa es la oración, para eso la comunidad se reúne. Los que creemos en Dios, los cristianos y los que tienen otras religiones, nos unimos para expresar nuestra fe, y porque queremos que Dios intervenga en nuestras vidas.

Los cristianos, que creemos que hay un solo Dios, creemos que nuestro único Salvador es Jesucristo, que creemos que no hay más sacrificios que el sacrificio de Cristo en la cruz, por eso es que la imagen de Cristo preside nuestros templos y también el altar. Nosotros creemos, queremos que Cristo interviene en nuestra vida y por lo tanto, lo que nos lleva es a pedirlo por un lado y a ser fieles por otro lado.

Creo que siempre uno tiene que ser justo y darle lo que le corresponde a cada uno, según su naturaleza, su persona. Entonces hermanos hemos venido desde lejos, todos ustedes, yo desde Santiago, hemos venido a encontrarnos con Dios en el templo que los cubanos le hemos levantado a la Virgen de la Caridad. Lo que está sucediendo aquí ahora es que venimos a orar al Señor, pero esto vamos a llamarle con el nombre de un encuentro; en este momento aquí se está realizando un encuentro y ustedes saben bien que los encuentros se necesitan dos partes, que se encuentran, que se ven, que se miran, que hablan, que comparten, que planifican, por eso nos encontramos.

Eso fue lo que hizo María cuando fue a visitar a su prima Isabel, se encontró con Isabel. Entonces, como el encuentro es entre dos partes, ¿cuáles son esas partes? Por un lado, estamos todos nosotros, y como les dije al principio, nosotros vamos a sentirlo y de hecho es así, donde quiera que haya alguien que ore por la comunión de los santos, esa oración se reparte, se multiplica entre todas las personas.

Nosotros somos este pueblo que a través de 400 años ha querido encontrarse con la Virgen de la Caridad, con la Madre de Dios, con la Madre de Dios bajo el título de la Caridad. En otros países le dan otros nombres en México Guadalupe la patrona de América, y así, Monserrate en España, Lourdes en Francia, Fátima en Portugal, nosotros bajo el nombre de la Caridad. Pero que es María la Madre del Señor, es María aquella mujer escogida por Dios, única reservada de todo pecado para que fuera la madre del Hijo de Dios. Fíjense eso, qué deferencia de Dios, qué regalo de Dios. Pero nosotros somos muchos, y cada uno de nosotros tiene una experiencia de vida, cada uno de nosotros en su familia se vive, y ustedes saben bien que en la vida hay alegrías y penas, luces y tinieblas, entonces cada uno de nosotros viene aquí con esa historia personal, que cada uno trae y se la quiere poner al Señor en sus manos. Esa es la parte nuestra.

Cada celebración de la Virgen es única e irrepetible, única e irrepetible. Cada año como la historia cambia, pues entonces cada año hay una situación especial que vivimos; y ustedes saben bien hermanos que en este momento estamos viviendo situaciones muy duras. De agobio, de escaseces, lo sabemos todos, lo sabemos y bueno es reconocerlo, porque nos afectan y eso siempre trae consecuencias en nuestra vida, siempre va a haber dificultades en Cuba y en cualquier país, pero esas son las nuestras. Y no hay que tener miedo de decirlas porque diciéndolas, nosotros empezamos ya a resolver los problemas.

Entonces estamos viviendo situaciones duras, muchas familias divididas, confusión, sorpresa ante la realidad. Y así hemos venido aquí. Todo eso está en sus corazones y junto con eso son los anhelos de todos de superar esto. Así hemos llegado acá nosotros. Ahí también interviene y está presente mi compromiso con Dios, si me acerco a Dios, entonces al venir aquí nosotros tenemos que preguntarnos bueno, le pido a Dios a través de la Virgen y qué me dice Él a mí. Porque un encuentro es de dos partes y cada parte, pues expresa, dice, se presenta como es, y la otra parte también dice, se expresa, se presenta como es. Entonces hermano, el encuentro con Dios es así, es así.

Cuando dos personas se encuentran y se enfrentan en una situación que no tiene marcha atrás, que triste porque el mal se hace presente en mí, pero cuando todos actuamos respetando unos a otros, qué alegría porque estamos dando el paso del encuentro, de construir algo nuevo, algo mejor, y entonces nosotros también tenemos que decirle a Dios, Señor qué Tú quieres de mí, yo te pido por mi pueblo, por mi familia, por mí, por tomar las decisiones que tengo que tomar en este momento, ilumíname. Pero, y Tú ¿qué me dices a mí, y yo qué hago? Porque si somos responsables, nosotros también tenemos que hacer lo que nos corresponde; y hacerlo con lo que corresponde es afrontar las consecuencias las situaciones, alegres, duras, difíciles, las equivocaciones, y entonces tenemos que decirle al Señor, Señor, perdóname, perdóname porque hice algo que no funciona, perdóname, algo que va mal, que está mal, he hecho daño a los demás.

Hermanos, esa es la humildad, la soberbia es no que les reconoce las cosas, pero ante Dios nadie puede ocultarse. Nosotros podemos decir cosas que los demás lo creerán o no lo creerán, verdades o mentiras. Pero a Dios no podemos mentirle. Entonces, hermanos ante Dios nos desnudamos literalmente así, interiormente, porque Él nos conoce. Ese es el encuentro, esa es nuestra disposición. Yo quisiera que esa fuera la disposición de ustedes y la mía. Con Dios no tener doble cara, una sola. Señor tu misericordia es eterna y dura por siempre, eso es lo que nos da la garantía de que en el encuentro con Dios no me voy a fajar con Él, sino que Él me va a acoger.

Ahora empezamos en la otra parte. Ya vimos nosotros como veníamos, ahora vamos a ver nosotros con quién nos encontramos.

Nos vamos a encontrar con Dios a través de la Virgen María, que como también la Virgen María tiene su historia, la leemos en la Biblia. El que quiera conocer a la Virgen, que vaya a la Biblia, ahí está ella presente. Las generaciones te van a alabar por siempre, dice la Biblia, por eso estamos nosotros aquí. Nos vamos a encontrar con Dios a través de la Virgen, aquí, que tiene su historia como acabo de decir, una historia que comenzó en los momentos duros y difíciles del inicio de nuestra historia; con tantas situaciones adversas que se vivían, como se viven en todas las épocas, hoy también, en Cuba y fuera de Cuba.

Esa es la vida, la vida no se saca así y se envuelve en un papel de celofán, como decíamos antes, no, la vida es la que es, la que hay que vivir. En esa vida de aquel momento hace 400 años, para ser más preciso 411 años, tres pobladores del Cobre, dos indios y un pequeño esclavo, fueron a buscar sal, y ellos tuvieron el primer encuentro de un cubano con la Virgen María bajo el título de la Caridad, primer encuentro. ¿Qué disposición tenían ellos? En primer lugar, una gran fe para descubrir en ese pequeño objeto, en esa pequeña figura, algo que venía de Dios, solo el que tiene fe puede escuchar a Dios, porque a Dios se le escucha en la fe. Podemos reconocer la existencia de Dios contemplando la naturaleza. ¿Qué sentido tiene una naturaleza que no tiene ni inicio ni fin una naturaleza que no se sabe para dónde va y ni para qué es? Dios le da sentido a la vida, a nuestra vida.

Ellos descubrieron a la Virgen, la acogieron, tenían fe, por eso nosotros no debemos de despreciar estos momentos de encuentros con Dios. Ellos se encontraron con la Virgen, tenían fe y por eso estamos nosotros aquí hoy, por eso la imagen de la Virgen, la Virgen nos ha acompañado a través de nuestra historia y tantas historias, que ustedes tienen, ustedes la tienen de presencia de la Virgen en sus vidas, se han realizado, porque aquellas tres personas tuvieron fe.

Fíjense y con esa fe la trajeron al Cobre, y con esa fe El Cobre se convirtió en este lugar de peregrinación que es, por esa por esa fe a la Virgen no solamente le decimos de la Caridad, sino del Cobre. ¿Qué cosa es El Cobre? Un pueblo minero que hace muchísimos años, 400 años, era pequeñito, pero la Virgen, Dios hizo que viniera aquí, y aquí está. De lo pequeño Dios hace cosas grandes. No olvidemos, es otro principio, téngalo siempre, una palabra, una sonrisa, una oración, una mano en el hombro, eso hace un bien increíble. Una oración dicha al Señor eso no se cae al suelo y se pierde, no, Dios se fija en lo pequeño, pero tenemos que tener fe.

De este lado lo vamos a encontrar con la Virgen. ¿Quién representa la Virgen? ¿Qué cosa es la Virgen? La madre de Jesús el Hijo de Dios, por lo tanto, nos venimos a encontrar a través de ella con Dios, con Jesús su Hijo. Por eso ella lo lleva en su brazo, para decirnos este es, como dijo en las bodas de Caná, hagan lo que Él les diga. La Virgen nos está diciendo hoy a nosotros, hagan lo que Él les diga. Por eso tenemos que escuchar la Palabra de Dios, por eso tenemos que serenarnos y prestar atención.

Y a través de Jesús, cuando lo conocemos, descubrimos que es nuestro único Salvador, que por lo tanto todo los que estamos aquí y todos los hombres aún sin saberlo ellos, están llamados a vivir la vida plena que junto a Dios, porque para los cristianos que creemos en Jesús, que Jesús resucitó, la vida no termina con unos cuantos años, mal o bien vividos, la vida termina junto a Dios y nosotros tenemos que prepararnos para ese momento. ¿Y cómo nos preparamos? Encontrándonos con Dios, por eso la importancia de estar aquí hoy, la importancia de aquello que me están oyendo en sus casas, mejor dicho, oyéndonos no, que están participando virtualmente con nosotros, también nosotros en nuestros hogares, también nosotros disponernos a encontrarnos con Dios,

Es muy importante esta celebración, porque de un encuentro con Dios pueden salir cosas maravillosas. La primera es María, que llevaba en su vientre a su hijo Jesús llegó a ver a la prima Isabel, la prima Isabel llena del Espíritu Santo, porque eso solamente lo dice el Espíritu Santo, esas cosas de fe firme y profunda, siente que la llegada de María, con el niño Jesús en su vientre transforma su vida. Y dice ¿qué soy yo para que me visite la madre de mi Señor? ¿Quién, dice Isabel, quién soy yo? Como nosotros también decimos hermanos, quienes somos nosotros para merecer esa gracia de Dios, que a través de la Virgen nos ha guiado como pueblo, porque ella es ideal de las mejores cosas que nosotros queremos adquirir. ¿Quiénes somos nosotros?

Pero la misericordia de Dios es eterna y Dios encuentra los momentos, las ocasiones para hacerse presente. Hermanos, esto a todos, a los chiquitos y a los grandes, a los poderosos y a lo menos poderosos, a lo que viven enfermos y a los que están sanos, los que sabe mucho… no, ante Dios no hay diferencias porque somos sus hijos, todos somos iguales, todos somos merecemos la salvación, todos merecemos conocer a Dios, llevarnos como hermanos, reconocernos como hermanos, y a los hermanos se les respeta, se les quiere en su dignidad, en su vida. El encuentro con Dios es ese, nosotros que venimos en una situación particular, personal, social, comunitaria, y Dios que siempre está aquí con los brazos abiertos.

Lo peculiar de un santuario mariano, como este dedicado a la Virgen, es que nosotros sentimos que el abrazo de Dios, el recibimiento de Dios no es una palabra que se dice, yo te recibo, no. Cuando nosotros estamos en El Cobre sentimos la misericordia de Dios representada en los brazos abiertos de María que nos da lo mejor, a su Hijo y que me dice, como su Hijo dijo un momento, eso lo leemos en la Biblia, hay que leer la Biblia,

todos aquellos que están cansados y agobiados vengan que yo les aliviaré.

Sí, hermanos seguro que hemos venido cansados y obviados por el viaje, por las circunstancias, por lo que cada uno pasa y sabe, cada uno lo sabe. Pero aquí encontramos la misericordia de Dios en los brazos de María. Yo estoy contigo. Yo te doy fuerza para soportar los males de este mundo y para también acompañarte en las alegrías de este mundo.

Hermanos no desaprovechemos esta ocasión. No la desaprovechemos. El Señor nos quiere decir algo a cada uno de nosotros. Hemos venido aquí por nuestros intereses o nuestras situaciones personales, como he repetido varias veces, pero recuerden que Dios es encontradizo. Ustedes saben lo que es, eso es como un novio que está enamorado de una muchacha. ¿Qué es lo que hace un novio que se enamoró de una muchacha, una muchacha que se enamora de un muchacho? ¿Qué hace? Se hace el encontradizo para ver dónde la puedo ver y dónde me puede ver, así es Dios es encontradizo. Y nosotros tenemos que aprovechar ese deseo de Él de encontrarse conmigo.

Lo primero es por el sentido de la vida, pero lo segundo es ,que si le sigo, le escucho, voy a tener la paz, la fortaleza, la decisión la esperanza que tanto nos falta, la claridad para entender la vida, para soportar los golpes y para aprovechar los momentos en que hay que irrumpir. Eso nos lo da Dios.

Qué alegría verlos estar aquí, encontrándome con ustedes, aunque no nos conozcamos. Esto ha sido un encuentro comunitario, que yo lo extiendo a todos los hogares cubanos que esta noche participarán, escuchando la Palabra de Dios, sabiendo que el hijo de María Jesús se hará presente aquí en el altar. Sabiendo que tenemos fe, pero que tenemos que pedirle al Señor que aumente nuestra fe, sabemos que creemos en Dios, pero tenemos que pedirle a Dios que cada día le conozcamos más, para amarle más. Hermanos, esa es la vida. No nos dejemos llevar, aunque sea dura, por las exigencias diarias que nos quitan la paz, por tantas cosas que nos llegan, por tantas noticias, por tantas… lo que nos dicen acá, lo que nos dicen allá, la televisión, vengo para acá, el otro que me dice. La vida es esa, pero si estamos con Dios, nosotros sabremos situar cada cosa en su lugar. Esa es la vida y este es Dios que me ayuda a entenderla, y a ponerme por encima de ella para no abatirme, para no perder la esperanza, para confiar en quien hay que confiar, en la Palabra de Dios que es viva y eficaz, y es verdad siempre. Ésa es la que me da el sentido de la vida, en medio de las dificultades y la alegría, es la que me hace avanzar, caminar con decisión y con serenidad y paz sabiendo que, si yo quiero hacer la voluntad de Dios, Él me dará su fuerza, su gracia, y su paz.

Hermanos, que Dios nos ayude a vivir así a todos. Hay que volver a encontrarnos con Dios, aunque la vida sea muy dura. Dios tiene su lugar, es el primero. Y el encontrarme con Dios no me aísla de mis hermanos, al contrario, el Señor me dice atiende a tus hermanos, eso es lo que hemos rezado hoy en la primera oración, y eso fue lo que hizo la Virgen María, que no se quedó con su hijo en su vientre, sino que dijo salgo. En la medida en que yo me acerque a Dios, en esa medida, estoy más cercano a todos los demás y respeto más a todos los demás, porque reconozco que somos hermanos en Cristo Jesús.

Que el Señor nos ayude a vivir así hermanos, por eso es que tenemos que hacer esta misa en medio de la seriedad de escuchar la Palabra, tenemos que vivirla con alegría pensando en estos niños pequeños que están aquí, ¿Qué le vamos a dejar? Vamos a dejarles el bien y el bien mayor es Dios y Su Palabra, Jesucristo, que se entrega por todos. Si le seguimos, cumplimos sus mandamientos, su mandato, habrá paz, habrá felicidad, habrá justicia, habrá bienestar. ¿Por qué? Porque son caminos que el Señor nos lleva, precisamente para disponerlo a su encuentro. Que Dios nos ayude hermanos a vivir así.

Sintámonos todos como yo dije ahorita, unidos en la sala de la casa cuando estemos viendo la televisión, orando juntos. Le pido a todos los que en su casa vean la misa, que gracias a Dios y a todos aquellos que han tenido que ver se pueda transmitir esta misa, que todos oremos los unos por los otros.

Hermanos continuaremos la misa y vamos a hacer la profesión de fe, aquella fe, aquel credo, la proclamación de la fe que conocían aquellos tres que fueron encontrarse con la Virgen, que conocían aquellos primeros habitantes que ya estaban catequizados es decir ya conocían porque descubrieron ahí a la Virgen María.

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