Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Solemnidad de Pentecostés, 28 de mayo de 2023

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Solemnidad de Pentecostés, 28 de mayo de 2023

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
Solemnidad de Pentecostés, 28 de mayo de 2023

“De nuevo les dijo Jesús: La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo” Juan 20, 21-22

 Hermanos,

Quiero empezar hoy recordando la oración que acabamos de hacer, que se llama oración colecta. Porque quiere recoger aquellas intenciones que nos convienen a todos, recoger todo aquello que nos interesa, y de hecho todos participamos  en ese deseo. Al final de esta oración dice así: “concede al mundo entero los dones del Espíritu Santo, y continúa realizando entre los fieles la unidad y el amor de la iglesia primitiva

Ésa es la intención fundamental, que nosotros vivamos teniendo como imagen, como reflejo ante nuestros ojos precisamente la iglesia primitiva, del Señor y los Apóstoles. Partiendo de ahí, vamos a hacer los comentarios.

Hemos escuchado en los evangelios, como Jesús, después de su resurrección antes de ascender a los cielos, reúne a los Apóstoles, se les presenta, la paz esté con ustedes, parece era un saludo habitual y por eso nosotros en la iglesia también lo tenemos. Entonces les dice, yo les envío el Espíritu Santo, de la misma manera que yo he sido enviado a salvarlos a todos, yo los envío a ustedes. Quedan perdonados los pecados a aquellos que ustedes se los perdonen.

Así quedaron los discípulos el día de la Ascensión, esperando cuándo vendría ese Espíritu que el Señor les había prometido. Estaban timoratos, o por lo menos confundidos. Se fueron al cenáculo, estaban recogidos allí, María estaba con ellos, y sintieron esa irrupción del Espíritu de Dios en ellos. En estos días en Santiago de Cuba, ha habido fuertes vientos y lluvia abundante, que nos sorprendió a todos después de un tiempo de sequía, a nadie se le ocurrió que esa lluvia abundante y ese viento fuerte, que sacudía las puertas, era que el Espíritu Santo había venido. Esos fueron los elementos, la presión atmosférica… pero los discípulos que esperaban, ellos sí sintieron esa fuente interior y la manera que tuvieron de decir, de hablar de esa irrupción del Espíritu Santo en sus vidas y en la comunidad cristiana que ellos tenían, fueron aquellos elementos. Una fuerte sacudida, las llamas en sus cabezas. Sintieron esa presencia.

¿Qué les trajo esa presencia a ellos? En primer lugar darse cuenta de que había habido un  cambio, que se había dado un nuevo paso en la revelación de Dios a los hombres. Jesucristo había venido a salvarnos, para enseñarnos cómo debíamos vivir aquí para estar siempre unidos a Él y alcanzar la gloria, para hacer su voluntad. Sabían que el Espíritu Santo vendría y sintieron esa presencia.

¿Qué produjo esa presencia del Espíritu Santo en ellos? ¿Un presencia intelectual? Ah, sí, ya entendimos todo, como el que va a una clase a la universidad o en la escuela, lee todo y se lo aprende de memoria, o lo razona. No, ellos sintieron esa fuerza arrolladora que les decía que Dios estaba con ellos, que Dios les enviaba como Jesús les había prometido. Eso fue lo que sintieron.

Pero junto a eso, una gran seguridad. Además con una fuerza interior capaz de romper barreras, la pena, el temor, la confusión… todo eso pasó de lado, ni se acordaron de eso, y dice que empezaron a predicar, empezaron a manifestar eso que sentían que no podían callarse. Hermanos, ése es un efecto del Espíritu Santo, ése es. Es decir, la fuerza interior que el discípulo del Señor tiene, que le hace confiar en la palabra de Dios, y que sale a pregonar aquello que ellos saben es un bien para todos los hombres y que dará frutos, según el corazón del hombre.

Entonces hermanos, si en la oración de hoy se pide que el Espíritu Santo nos ayude a ser como aquellos primeros cristianos, también tenemos que pedirle al Señor ese Espíritu que nos de la fuerza y la seguridad que la palabra de Dios es viva y eficaz, y que puede transformar los corazones. El Espíritu los transforma a ellos, y ellos con su palabra hacen que muchos otros transformen su corazón, transformen su visión de las cosas que decían  ¿Quiénes son estos hombres?

Más adelante en el texto de los Hechos de los apóstoles se dice, y después de escucharlos pedían el bautismo, enséñennos, le decían. ¿Qué quiere decir esto para nosotros? Que nosotros que somos cristianos, que somos bautizados, nosotros que llevamos muchos o pocos años viviendo la vida de fe, en la iglesia, en la comunidad, nosotros muchas veces no sentimos el ansia de compartir la palabra de Dios con los demás. Precisamente la presencia del Espíritu Santo en nosotros, es cuando vivimos nuestra fe de tal manera que decimos, caray, yo tengo que comunicar a los otros esta presencia de Dios que está en mi vida.

Esa pregunta tenemos que hacérnosla. ¿El Espíritu de Dios está en mí? ¿Yo siento ésa ansia de comunicar o yo vivo pensando que soy uno de los tantos grupos más que hay en el mundo? Nosotros hemos sido llamados por el Espíritu a hacer la obra de Dios aquí en la tierra que es lo que le conviene al hombre. Eso es lo primero. El ansia de comunicar.

No vamos a decir que nos vamos a poner como los apóstoles a predicar en las calles, en las plazas, cada uno según el Espíritu le de, pero hay veces que desgraciadamente tenemos miedo, respeto humano a darle a las personas, un poquito de la palabra de Dios que sabemos que le va a hacer el bien… Y hay veces que por respeto humano nos cohibimos y no decimos nada, siguiendo aquel dicho que es muy popular, de religión y de política no se debe discutir. Sin darnos cuenta que los que tienen los poderes mediáticos son los que más dicen esas frases, para callarnos la boca, y son ellos los que más hablan y quieren condicionar a los demás tanto en religión como en política. Entonces hermanos, pensemos si nosotros respondemos al Señor con el ansia, Señor tú eres mi Dios, tu velas por mí siempre.

La otra es la alegría. Los discípulos salieron de allí llenos de alegría, de hecho había gente que decían que estaban borrachos porque decían tonterías, hablaban en lenguas… estaban alegres, seguro que salieron bailando… una alegría desbordante. La presencia del Espíritu en nosotros nos habla de una alegría interior, producto de la paz que el Espíritu nos trae, que en medio de las dudas y de las situaciones difíciles que pueden entristecer nuestro rostro, nuestra vida, sin embargo interiormente tenemos esa alegría de decir Señor, tú estás en mí, y yo en Ti, dame fuerzas, que tu Espíritu venga sobre mí y sobre los demás.

Esa alegría interior aun en medio de las dificultades, aquello de saber decir que Dios hace surgir cosas nuevas aun del mal, Dios no me abandona, Dios siempre estará conmigo hasta encontrarme con Él en el Paraíso, Aquel que me da fuerza.

Ésa es la alegría interior que tiene el que confía en Dios, aquel que contempla el Sagrario y sabe que Cristo está ahí, y en medio de la dureza de la vida sabe decir, Tú estás ahí por mí y yo estoy aquí porque Tú eres mi Señor. Esa es la alegría interior que produce la fe.

¿Quieren buscar otro signo del Espíritu Santo en nosotros? El que queramos conocer cada día más a Dios. Espíritu de Sabiduría, de Entendimiento. Conocer más a Dios, preocuparme por las cosas de Dios. ¿Leo la Biblia, leo un texto religioso que anime mi vida de fe? ¿Procuro dar razón de mi fe y de mi esperanza ante los demás que me preguntan? Cuantos católicos porque nunca acudimos a reafirmar o a conocer un poco más de nuestra fe, nos convertimos en católicos fríos. Lo más triste es que nuestros hijos siguen nuestro ejemplo.

La presencia del Espíritu Santo nos anima, y tenemos que procurar decir, Señor yo quiero conocerte cada día un poquito más a ti. Eso fue lo que hizo que los discípulos salieran y entendieran las cosas. Querían dar a conocer a Jesús.

No nos olvidemos de la carta que hemos leído. Un solo Señor, una sola fe, un  solo bautismo, somos un solo cuerpo que es el cuerpo de Cristo. El Espíritu del Señor es el Espíritu de la unidad, porque el espíritu del mal es el espíritu de la desunión, de la división, de la inquina. El espíritu del mal es el espíritu de la mentira.

Otra de las fuerzas del Espíritu Santo en nosotros, es que cuando comenzamos conocer más a Dios y aceptar al Espíritu de Dios, el mal se disipa, se disipa, porque hacemos más presente la Gracia y la presencia de Dios.

Que este día de pentecostés, nosotros sepamos vivir abiertos al Señor, a su Espíritu. Pero volvamos de nuevo a aquello que aprendimos también de pequeños, cuando hicimos el catecumenado, en la escuela, donde sea, Señor que cada día más me sienta unido a Ti, envía tu Espíritu para que me de fuerzas, me de alegría, me de deseos de conocerte, sea alguien que busca la unión y la comunión, que se aparte de la confusión y la mentira.

Que Dios nos ayude a todos a vivir así.

SHARE IT:

Comments are closed.