Transcripción homilía del P. Juan Elizalde
Párroco de Santa Teresita del Niño Jesús
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
VI domingo del Tiempo Ordinario
12 de febrero de 2023

“No he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud” Mateo 5, 17

El libro del Eclesiástico que fue proclamado como primera lectura, deja bien claro que el mal no procede de Dios, sino que su origen es el mal uso que hace el hombre de su libertad. Dios no quiere nunca el mal, si lo permite es para salvaguardar la libertad humana con que Él nos ha creado, y sin la cual el ser humano no puede realizarse ni ser feliz.

Ante el hombre siempre está la posibilidad de la vida o la muerte, es decir el pecado. Si quieres guardarás los mandatos del Señor. El hombre, nosotros si queremos podemos optar por la vida, pero si elegimos el pecado la responsabilidad es solo nuestra. Hay una relación muy estrecha entre libertad y responsabilidad en el hombre.

Moisés cuando presentó los mandamientos decía a su pueblo, ante ti están la muerte y la vida, tú escogerás. El salmo 118, que la hermana proclamaba, expresa el amor a la voluntad y los mandatos del Señor. El creyente sigue la palabra del Señor y sus leyes con total y plena libertad, porque ama a Dios; y el efecto que produce ese amor, esa comunión es la paz del corazón.

San Pablo en la segunda carta, la segunda lectura, nos propone la verdadera sabiduría. Sabiduría que no es la de este mundo y Dios la concede, a todos los que lleguen purificados en el bautismo e iluminados por el Espíritu Santo a participar de la nueva, y de la misma vida de Dios. Esta sabiduría como experiencia de salvación cristiana es la que se esconde en la voluntad divina de salvar a toda la humanidad, y se manifiesta ya en nosotros los creyentes, aunque ha de llegar aun a revelarse plenamente al final de los tiempos.

Mientras las religiones son el intento humano de alcanzar a Dios donde Él está, la fe cristiana es, por el contrario, la respuesta del hombre que Dios provoca con su Gracia, viniendo Él mismo donde nosotros estamos.

Mis queridas hermanas y hermanos, Jesús nos dice en el evangelio, que Él no ha venido a abolir si no a dar plenitud. Jesús reconoce el Antiguo Testamento como Palabra de Dios, pero no como palabra definitiva, ya que para pronunciar precisamente esta palabra definitiva vino Él al mundo. En consecuencia, Jesús no se presenta como un revoltoso religioso, que rompe drásticamente con la herencia de Israel. Por eso nos dice, no crean que he venido abolir la ley y los profetas, no he venido a abolir si no a dar plenitud.

Jesús es el perfecto cumplidor de la Ley. La ha cumplido con un amor cuya única medida es, no tener medida. No amó hasta el extremo, hasta el sacrificio de su propia vida, y esta es la nueva ley del cristiano. No hay que preguntarse ya, hasta dónde es posible llegar sin pecar, si no, cómo es posible llegar hasta el límite del amor.

La ley comienza con no matarás, pero se cumple y perfecciona cuando uno está dispuesto a morir por sus enemigos, a dar la vida a cambio de nada. Y no se trata ya, en fin, de limitarse al amor hacia el prójimo hay que ir hasta el amor a los enemigos, al perdón. El perdón es anterior a la ofrenda. Jesús es el primer pacifista, el primero que habla de paz, y precisamente de paz con el enemigo. Sólo con la reconciliación y el perdón podemos construir un mundo nuevo.

Cuánto necesitamos construir un mundo nuevo, construir familias nuevas, hombres nuevos. Y eso fue lo que predicó y practicó Jesús en la cruz. Por eso dice en una de sus palabras, Padre perdónalos porque no saben lo que hacen.

Pidamos en esta eucaristía al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen de la Caridad que nuestros corazones rebocen del amor de Dios, e inagotablemente cada uno de nosotros pueda regalarlo, ofrecerlo a tantos hermanos cubanos que lo necesitan.

Que así sea