Irradia, emisión del 29 de enero de 2023

Irradia, emisión del 29 de enero de 2023

Irradia, emisión del 29 de enero de 2023
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario

“Dichosos los que trabajan por la paz, porque se llamarán hijos de Dios” Mateo 5, 9

(Música, Bienaventurados, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música, Bienaventurados, Javier Brú)

En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la SBIM Catedral de Santiago de Cuba

Buenos días buenas tardes, buenas noches, como siempre una alegría poder compartir este ratico del domingo, compartir con ustedes el día del Señor, compartir con ustedes la Palabra de Dios. Esa Palabra que nos ilumina, que nos fortalece, que nos ayuda a comenzar una nueva semana. Un domingo para dar gracias a Dios por la semana que terminó, para encomendarle esta semana que comienza, y que tratamos de comenzarla en su nombre.

El evangelio de hoy está tomado del evangelista de san Mateo.

(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 5, 1 al 12)

Para nosotros, bienaventurado es el que tiene riqueza, el que tiene poder, el que tiene mucha sabiduría, el que puede influir en las cosas de este mundo, aquel a quien los demás se le someten y cumplen su voluntad, a los que ocupan los primeros puestos, los primeros lugares… Y entonces uno se pregunta, ¿cómo Jesús puede decir Bienaventurados?

Pero cuando uno reflexiona, y da una mirada a la Sagrada Escritura, se va dando cuenta como la Sagrada Escritura va preparando este momento para poderlo comprender y asimilar.

Acabamos de celebrar la Navidad, y escuchamos el Evangelio en que un Ángel se le aparece a un grupo de pastores que velaban sus rebaños en la noche. Era uno de los oficios más humildes, más pobres; gente que no tenía ni podía hacer otra cosa. ¡Cuántos poderosos, intelectuales, que tenían una influencia en medio de la sociedad habría en ese momento en Israel! y sin embargo, fue a aquellos pobres pastores a los que el Señor les mandó a anunciar la gran alegría: Les ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor.

Cuando el Señor fue a escoger a la Madre de su Hijo, cuántas mujeres de familias importantes, pudientes, influyentes no habría, y sin embargo, el Señor escoge a una pobre doncella de un pueblo perdido en la geografía de Israel, Nazaret, que nadie conocía. Una jovencita posiblemente analfabeta, eso sí, seguramente llena del amor a Dios y del deseo de hacer siempre su voluntad.

Cuando Dios, cuando el Señor va a escoger a sus discípulos, sus primeros discípulos, que después serán sus apóstoles, no va al templo a buscar a los sumos sacerdotes, a los escribas, a los doctores de la ley, a los ancianos del pueblo… va a la orilla del mar de Galilea, y escoge a unos pobres pescadores que estaban realizando sus faenas y les dice, Síganme.

Y así, a lo largo de la historia de la salvación, y después a lo largo de la historia de la iglesia, vemos que el Señor va escogiendo a los más pobres, a los más sencillos, a los más humildes. Al punto que Pablo en la primera Carta a los Corintios dice, consideren que entre ustedes los que han sido llamados por Dios, no hay muchos sabios, ni muchos poderosos, ni muchos nobles según los criterios humanos, pues Dios ha elegido a los ignorantes de este mundo, para humillar a los sabios; a los débiles del mundo para avergonzar a los fuertes; a los insignificantes y despreciados de este mundo, es decir a los que no valen nada, para reducir a nada a los que valen, de manera que nadie pueda presumir delante de Dios.

Entonces uno va comprendiendo un poco las bienaventuranzas.

Bienaventurados aquellos que, en medio de las dificultades de este mundo, de los dolores de este mundo, de las pruebas de este mundo, siguen adelante. Dichosos aquellos que, en medio de las dificultades y las pruebas, y los dolores de este mundo, siguen confiando en Dios y se ponen en sus manos. Dichosos aquellos que no se echan atrás porque saben que no están solos, porque saben que el Señor va a su lado, porque saben que el Señor los acompaña.

No para hacer lo que les corresponderá hacer a ellos, no es para vencer las dificultades o sobrellevarlas; pero sí para acompañarlos, para acompañarnos, para estar a nuestro lado, para iluminar nuestras mentes y que podamos encontrar el camino. Que siempre será el camino del amor, de la comprensión, del diálogo, del respeto mutuo, del enriquecernos con aquellas diferencias con que Dios nos ha creado para complementarnos los unos a los otros.

Dichosos los que no se echan atrás, dichosos los que no tiran la toalla, dichosos los que no le echan la culpa a Dios. ¿Por qué Señor? ¿Por qué permites esto, por qué permites lo otro? Es más fácil echar la culpa a los demás, cuando echamos la culpa a los demás entonces no tenemos que asumir, no tenemos que enfrentar, entonces no es mi responsabilidad. El Señor no hará nunca lo que nos corresponde hacer a nosotros, porque nos ha dado la inteligencia para poderlo enfrentar. Pero más aún, nos ha dado la fe como un regalo, como un don, para que iluminados por la fe, podamos enfrentar la realidad, y podamos cambiar la realidad empezando por cambiar nosotros mismos.

Entonces, de nuestros dolores, de nuestras lágrimas, de nuestros esfuerzos aparentemente fallidos, desde nuestra nada, podemos seguir edificando y construyendo. Poniendo nuestro granito de arena, sembrando nuestra pequeña semilla, y confiando en el Señor.

¿No cosecharé? Es posible. Pero quién va a cosechar es el Señor. Nosotros cosechamos hoy, lo que sembraron con lágrimas otros, y nosotros recogemos ahora con alegría y con gozo. Lo que sembremos hoy también con dificultades, con esfuerzo lo recogerán después. Y así será hasta el final de los tiempos cuando el Señor venga sobre las nubes del cielo para preguntarnos qué han hecho con los talentos que yo les he dado, sentarse a quejarse o ponerse en pie como los pastores de Belén, e ir a ver a ese Niño, envuelto en pañales y recostado en un pesebre.

Que así el Señor nos lo conceda.

(Música, Bienaventurados, Primera Fe)

Ahora confiados en que el Señor siempre escucha y siempre nos responde, dándonos las gracias y las fuerzas que necesitamos, le presentamos nuestras súplicas.

En primer lugar, por la Iglesia, de la que formamos parte todos y cada uno de nosotros, para que, confiados en Él, podamos cumplir nuestra misión de llevar la Buena Nueva a todos aquellos que aún no la conocen. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos por todos los que sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que puedan encontrarse con Cristo, y en Él encontrar la fuerza, la esperanza, para seguir adelante. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, por las vocaciones laicales, para que el Señor nos conceda hombres y mujeres dispuestos a seguirlo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, de manera particular aquellos que nadie recuerda, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que podamos abrir nuestra mente y nuestro corazón al espíritu de las Bienaventuranzas. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo, estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces, te las presentamos por Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor.  Amén

Ahora hermanos oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padrenuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén

(Música, Mensajero de Paz)

El 24 de enero de 1998, Su Santidad Juan Pablo II llegaba a nuestra ciudad. Allí en la Plaza Antonio Maceo celebraba la eucaristía en la que sería coronada la imagen de nuestra Madre y Patrona, la Virgen de la Caridad. La Virgen y la Patria, serían el tema central de su homilía en la que nos recordaba: La Iglesia, inmersa en la sociedad… Mira en primer lugar a la persona humana y a la comunidad en la que vive, sabiendo que su primer camino es el hombre concreto en medio de sus necesidades y aspiraciones. Todo lo que la Iglesia reclama para sí lo pone al servicio del hombre y de la sociedad.

Antes de coronarla, invocaba su nombre pidiéndole: ¡Madre de la reconciliación! Reúne a tu pueblo disperso por el mundo. Haz de la nación cubana un hogar de hermanos y hermanas para que este pueblo abra de par en par su mente, su corazón y su vida a Cristo, único Salvador y Redentor, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.

(Música, Mensajero de Paz)

Queridos hermanos que tengan todos, una feliz semana. Que puedan disfrutar del domingo, como siempre les digo, con las familias, con los amigos, y tengan en cuenta aquellos amigos que en este momento están solos, no tienen familiares cerca y necesita de nosotros. Nosotros somos su familia, entonces acojámoslos para que ellos también puedan compartir.

Que el Señor, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y los acompañe siempre. Amén.

Les habló el padre Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección general, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo
Irradia…

(Música, Bienaventurado, Jesús Adrián Romero)

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