Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Tercer domingo del Tiempo Ordinario, 22 de enero de 2023

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Tercer domingo del Tiempo Ordinario, 22 de enero de 2023

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
Tercer domingo del Tiempo Ordinario, 22 de enero de 2023

“El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló” Mateo 4, 16

Cada domingo, la Iglesia nos pone unas lecturas. Casi siempre dos del Antiguo Testamento y dos del Nuevo Testamento. Si nosotros queremos aprender, conocer lo que Dios ha querido decirnos, bueno, pues si no tenemos otro libro en la mano que tal vez sea más didáctico, pues tenemos los Evangelios de cada domingo.  Precisamente los evangelios fueron escritos de manera didáctica para los cristianos, para que conocieran lo que hizo Jesús.

También tenemos las otras lecturas, lecturas que casi siempre tienen una gran unidad. Por lo tanto nos ayudan por lo menos esa semana a decir qué cosa Dios me quiso decir a través de esta lectura que la Iglesia ha puesto.

Entonces vamos a ir situándolas. Y yo les pido que cuando que en su casa, están en su casa viendo la misa, participando virtualmente en la misa. Siempre el consejo es que hay que participar  físicamente en la misa. Así fue la Última Cena, físicamente… leerlo, releerlo de nuevo.

Vamos a ver en qué situación Jesús está en estas lecturas. Ha pasado el bautismo del Señor, Jesús empieza a hacer su vida pública. Herodes, lleno de prepotencia con la insidia de su mujer, mata a Juan el Bautista. El que había bautizado a Jesús. Y Jesús se marcha y se va a la Galilea, a esa tierra de los gentiles que le llaman. ¿Por qué? Porque vivían los judíos, mezclados por muchos otros pueblos que no eran judíos.

Y se va, se van para allá a predicar. Nos dice el texto que empieza a llamar a discípulos. Fíjense bien que este es un Evangelio de llamada, llama primeramente a Pedro y Andrés, después llama a Santiago y a Juan. Hermanos, los dos parejas de hermanos eran pescadores. Eran gente conocida. Por eso dicen, el hijo de Zebedeo parece que es un hombre conocido y entonces los llama, y les dice que yo los voy a hacer pescadores de hombres. Es decir, yo los llamo para una misión.

Así es la llamada del Señor. En este momento, también nosotros tenemos que sentirlo como si nosotros fuéramos Pedro y Andrés, Santiago y Juan. Como si nosotros fuéramos los que estábamos allí echando las redes. Como aquí no estamos en orilla del mar ni somos pecadores, pues nosotros que estamos ahí, en la calle y en la cola, recostados del corredor, viendo algo en el parque, y Jesús pasó y me dijo sube, ven conmigo, yo te voy a hacer pescador de hombres.

Ese es el primer mensaje. El Señor me ha llamado, para ser cristiano, para seguirle. Eso significa ser cristiano. Y el Señor me ha llamado a cumplir una misión, pescador de hombres. Es decir, extender el Reino de Dios por todos, por todo el mundo.

Y eso es lo que la Iglesia ha tratado de hacer con las cosas buenas que ha hecho y muchas veces a lo mejor con las cosas malas, pero siempre con el interés de que la gente conozca a Cristo que ese sí es el hombre Nuevo. Ese sí. Aquel que nos dice, qué es lo que hay que hacer para alcanzar la vida eterna, para darle sentido a nuestra vida.

Entonces les manda o nos manda, vamos a decirlo en general, a predicar la Buena Noticia y el Evangelio, que es precisamente eso una Buena Noticia.

Pero en los textos también que hemos leído está la palabra luz. Fíjense bien, el Evangelio es una luz. La Palabra de Dios es una luz. Por eso es que el Salmo 118 está completo dedicado a alabar la Palabra de Dios. Dice, ella es luz para mis ojos y colirio para que mis ojos se abran. Ella es la que endereza mis caminos. Ella es la que me guía, me alumbra en la oscuridad. Y esa es otra palabra que existe, que se cita en este momento. Habitaban una tierra de sombra y una luz les brilló. Dice así Isaías, muchos siglos antes de Cristo. Es decir. De ahí, de esa tierra de Galilea, de los gentiles, de ahí iba a venir la luz que iba a iluminar el mundo entero. Y el texto nos dice que Jesús, ahí empezó a predicar el Evangelio, la Buena Noticia, la luz que nos Ilumina.

Por eso es que, casi siete siglos después, cuando Mateo escribe el Evangelio, él cita ese mismo pasaje y dice como Jesús después de la muerte de Juan, El se fue a la Galilea de los gentiles, y allí empezó a predicar. Aquella luz que había previsto o profetizado Isaías,  que había mencionado Isaías se cumple en Cristo Jesús. Así es como Mateo lo hace, para iluminar los ojos de los judíos y decirles, aquella luz que Isaías decía que iba a ocurrir, ya se ha dado, ha tenido cumplimiento en Cristo Jesús.

Entonces, hermanos, es el otro punto el Señor, nos ha llamado a proclamar la Buena Noticia, que es una luz para todos los hombres, y en primer lugar para nosotros. Entonces aquí, porque las homilías son así, las lecturas son así. Después que yo empiezo a leerla, y me sitúo en el momento en que se escribieron y la situación de Jesús que empezó a predicar y que empezó a llamar. Entonces después la segunda parte es meditar eso y decir Dios mío, gracias a Dios, que Tú me has llamado. Gracias a Dios que Tú me has enviado. No solamente me llamaste para estar contigo, porque así fue, El llamó a esta pareja de hermanos para que estuvieran con él. El Señor nos llama a nosotros también, para estar con Él.

Por eso es que en el salmo nosotros decimos. Una cosa pido al Señor y eso buscaré habitar en la casa del Señor por todos los días de mi vida. Gozar de la dulzura del Señor. El Señor llamó a Pedro y a Andrés, a Santiago y a Juan para estar con Él. Y nosotros, junto con el salmista, decimos Señor, yo quiero habitar en tu casa. Quiero estar contigo. Hermanos, preguntémonos nosotros mismos. ¿Nosotros nos sentimos así, queriendo vivir siempre junto al Señor, escuchando su Palabra?

Entonces hermanos hemos escuchado, nos llama, repito, nos llama, nos elige. Los otros días decíamos que él se sentía orgulloso de nosotros. Está orgulloso de nosotros, y nos envía. ¿Para qué? Para disipar tinieblas. Porque el mundo, y lo sabemos todos, necesita que las tinieblas que lo oscurecen y que son muchas, y que nos afectan a todos se disipen con la buena voluntad de los hombres. Pero eso solamente lo podemos lograr con Él, con la roca firme que es Cristo el Señor, que nos dice el camino. Esa es la misión nuestra. Nos llama a iluminar a todos los hombres. Para eso tenemos que iluminarnos nosotros hoy.

Pero también yo quisiera señalar algo especial. En estos días estamos celebrando el Octavario por la Unidad de los cristianos. Desgraciadamente, los cristianos nos hemos dividido. Y precisamente esa división hace, que la luz que nosotros proyectamos, se ve un poquito opaca. Esta carta del apóstol San Pablo a los Corintios, es precisamente una carta que nos invita a todos a buscar la Unidad. La unidad  en la fe, a sentirnos por lo menos hermanos.

Entonces acordémonos de aquella frase tenemos un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Entonces, hermanos, prediquemos solamente a Cristo el Señor, nuestro Salvador. Prediquémoslo. Aquí lo dice bien claro. Una gente dice yo soy de Pedro, yo soy de Pablo, yo soy de Fulano, yo soy de Mengano, hermanos somos de Cristo.

Vamos a pedir al Señor que nos anime a buscar la unidad. Por lo menos hermanos, yo le pido a todos los católicos que nunca maltraten a otro cristiano que no sea católico. Porque lo considero un hermano que piensa diferente a mí, pero es mi hermano. Y así poco a poco se va a ir logrando, quitando todas, esas cosas que hay personas que meten en el camino para dividirnos. No hermanos, no. Hay que orar por la unidad de los cristianos. Para que todos nos encontremos con esa Iglesia que el Señor desde el primer momento quiso constituir cuando llamó a los doce apóstoles. Con esa Iglesia que durante veinte siglos ha querido transmitir la Palabra de Dios, la ha conservado y  la ha transmitido a las otras generaciones. Vamos a pedir por eso.

Y ya que estamos aquí, en el Santuario de nuestra Madre, la Virgen de la Caridad. Le vamos a pedir que ella, como madre amorosa, también nos ayude a lograr que los cristianos no vivamos separados, y que muchos cristianos descubran que María fue la  primera discípula del Señor, la primera discípula, la que quiso hacer la voluntad de Dios. Aquella que dijo Hagan lo que les diga; como diciendo Síganlo, Síganlo. La que acompañó a Jesús en su vida, en su muerte, en la resurrección. Y acompañó a los apóstoles. La primera. Que María nunca sea fuente de división para nadie. ¿Cómo la Madre de Jesús, va a ser fuente de división? El evangelio de Ella solamente dice cosas bellas y sabias. Hermanos, pidamos eso, que el Señor nos lleve a vivir unidos. No solamente con otros cristianos, nosotros mismos como cristiano. Que nunca haya división entre nosotros.

Que el Señor nos ayude a vivir así.

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