Homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez

Homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez

Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad
Fiesta de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
8 de septiembre de 2022

“Bendita eres Tú entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre”

Hermanos, 

Qué alegría volver a encontrarnos aquí en el santuario de nuestra Madre, después de pasar la pandemia que tanto sufrimiento ha traído no solamente a los cubanos, en el mundo entero. Volver a estar aquí es algo de agradecer. De agradecer mucho a Dios. Y hemos venido aquí para darle gracias a Dios por los dones recibidos en este tiempo. Para darle gracias a Dios por la fuerza, porque nos ayudó a soportar, a cuidarnos, de luchar en contra de la enfermedad del COVID. Hemos venido aquí también para pedir por nuestros difuntos, por aquellos que murieron durante la pandemia, para que el Señor les tenga en la Gloria.

Precisamente, las lecturas de hoy, nos dicen que nosotros no somos siervos de Dios. Nosotros somos hijos de Dios, Él quiere que seamos hijos de Dios. Hijo significa que tiene el derecho a heredar, es decir, el poder y la gloria de Dios. El Señor quiere que también los otros hijos seamos herederos y la disfrutemos algún día. Hemos venido también aquí a pedir perdón a Dios. Por eso es que en la misa siempre se pide perdón, porque no hay nadie aquí que diga, yo nunca he hecho nada malo. No hay nadie aquí, ni ustedes ni yo, que podamos decir mi vida es impecable; nunca le he deseado mal a nadie. Por eso tenemos que pedir perdón y lo hemos hecho al principio, pero eso significa que tenemos que guardarlo para que sean siempre así.

Qué bueno hay que al final del día le demos gracias a Dios por el día y también le digamos, Señor, perdóname si he hecho algo mal, ayúdame a mañana no hacerlo. ¡Qué bueno! Hemos pedido venido aquí perdón, porque como somos hermanos y somos cubanos, y somos hijos de Dios. Por lo tanto, tenemos que pedir perdón por las veces en que yo no he sabido respetar a mi hermano, que le he hecho daño, que he ejercido violencia contra él, que no le he sido fiel. Y eso es la relación en la familia, en el barrio, entre los amigos, pero entre cubanos. Ojalá que un cubano nunca le levanté la mano a otro cubano. Y ojalá que un cubano nunca quiera aplastar a otros cubanos. Esto para todos los pueblos de la tierra, pero estamos en Cuba, en El Cobre y nos lo tenemos que aplicar nosotros mismos.

Hermanos, cuando venimos al templo, siempre escuchamos la Biblia, la palabra de Dios. Es la palabra de Dios que se revela. Hoy tenemos tres lecturas, vamos a pasarla así. La lectura a la que yo quisiera hacer referencia primeramente es la de Pablo a los Gálatas, en la cual se nos dice clarito, “cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, bajo la ley, para que fuéramos hijos de adopción de Dios”. Fíjense bien, hijos. Muchas veces nosotros tenemos con Dios una relación de miedo, Él está allá arriba y yo estoy aquí abajo. Es cierto, Dios nos trasciende, nosotros somos criaturas, somos de Él, Él nos creó. Pero Dios no quiere tener esa relación con nosotros. Si Él nos pide a nosotros que seamos hermanos, Él quiere también ser es ser cercano a nosotros y Él se hizo hombre, ¿dónde? En el seno de la Virgen. El Espíritu Santo engendró a Jesús en el seno de la Virgen. Él hermano nuestro.

Si ÉL nos pide que seamos buenos los unos con los otros, Él también quiere que nosotros gocemos de todo su honor, toda su grandeza, toda la felicidad, que significa vivir siempre a Dios. Que eso significa vivir en el amor, vivir en el bien. Si nosotros pensamos que nuestra vida es solamente esta poquita vida que tenemos, unos más y unos menos, que viene una enfermedad y se fue y nos fuimos. No el cristiano no mira así las cosas. El cristiano sabe que tenemos una vida eterna junto a Dios, porque Dios es el Dios de la vida. Y entonces hermanos, aspiremos, no solamente acudir a Dios cuando necesitamos o hacerle determinados trabajos para que Él… No. A un padre no hay que hacerle eso y a un Padre Bueno como Dios, menos todavía. Dios nos ama gratuitamente, de tal manera que Él envió a su Hijo Jesucristo para salvarnos en el seno de la Virgen. Escogió a una muchachita, una mujer del pueblo, como cualquiera de las que está aquí, fue elegida por Dios desde el principio. Para que se conservara, se conservara pura, siempre Virgen agradando a Dios. Virgen y pura,l de pensamiento de palabra y de obra. Y Él la escogió.

Por eso que nosotros estamos hoy aquí, acudiendo a su santuario porque Ella es la elegida de Dios, eso no lo digo yo; lo digo yo porque lo dice la Biblia. Y ésa es la fe de nuestro pueblo. Entonces hermanos estamos aquí por eso. Si nosotros queremos agradar a la Virgen, la manera mayor de agradarla es imitándola. Pero yo diría más, la mejor manera de agradarla es haciendo lo que ella nos propone. Su misma imagen nos habla y nos dice, Ella en su brazo tiene al Niño Jesús como diciendo, este es mi Hijo, este es el Salvador. Ha nacido de mis entrañas, por eso es hermano de ustedes, por eso, al morir en la Cruz, nos salva a todos. Y en la mano derecha, la mano que la mayor parte tenemos como la mano de la acción, ahí tiene la Cruz. Ella lleva la Cruz. ¿Y por qué lleva la Cruz? Pues lleva la Cruz porque su Hijo, ese que nació en su seno, que ella cuidó. Ése, se entrega por nosotros en la Cruz, para qué, para que nosotros seamos hijos de Dios.

Fíjense hermanos creer en Dios no es solamente yo, creo en Dios, eso no es cristiano. Creer en Dios, es creer en un Dios que es bueno, que me salva, que Él quiere que yo viva eternamente junto a Él y para eso se sacrifica, se hace hombre y muere en la cruz por nosotros. Eso es ser cristiano y eso tenemos que procurarlo todos si queremos ser verdaderos devotos de la Virgen. Por eso en la misma Biblia, en las bodas de Caná, pasaje del Evangelio que ojalá todos lo leyéramos. En esa boda, estaban necesitados los esposos, y Ella la recomendación que le da a los sirvientes es, Hagan lo que mi Hijo les diga. Ése es el mensaje que la Virgen nos da a nosotros hoy, hacer lo que mi hijo les diga.

Hermanos, uno tiene que meterse poco a poco a descubrir la naturaleza de Dios, el ser de Dios que es amor. Porque ese es el que nos hace el bien. Y es el que nos lleva por el camino recto. Cuando nos apartamos de Dios y de su palabra las cosas van por caminos que no conducen al final a nada bueno. Cuando nosotros nos apartamos de los mandamientos de Dios, sí, los diez mandamientos que ojalá los padres se los repitieran a los hijos, para que sus hijos fueran hombres dignos, hombres y mujeres dignos, correctos ante Dios y ante los hombres y en la familia. Si viviéramos cumpliendo los mandamientos, otra sería nuestra historia y nuestra vida. Eso es lo que la Virgen quiere, eso es lo que Ella quiere. Pero Ella no solamente se quedó ahí, sino que cuando sintió que Dios la llamaba para ser la madre de su Hijo… Hermanos, todo esto está narrado en la Biblia, Ella le dijo al Señor, yo no sé cómo podrá ser. Yo no he vivido con hombre alguno. Y el Señor le dijo, para Dios no hay nada imposible. Cuando María sintió que, efectivamente Dios le pedía a eso y que Él tenía poder. Entonces Ella dijo, hágase en mí según tu Palabra, que se haga lo que Tú digas. Hermanos, hacer la voluntad de Dios.

Cuando vemos que María, inmediatamente que se entera que su prima Isabel, como hemos escuchado en el texto del Evangelio, estaba embarazada, una mujer mayor. Con todas las dificultades que eso conlleva o trabajos que eso conlleva. Enseguida fue ayudar a su prima. Y estuvo con ello un tiempo. Apoyándola en esa maternidad, con ese hijo que iba a nacer. Y cuando llegó, la prima Isabel, sintió que Dios mismo venía a ella, le dijo, ¿quién soy yo para que venga a la madre de mi Señor? Y María, llevaba a Jesús en su vientre. Sagrado, como todo niño en el vientre, sagrado. Y ella lo llevaba. Y ese niño hizo que Isabel experimentara la presencia de Dios. Es, María la misionera, la evangelizadora que con su vida hace presente a Dios.

Hermanos yo quiero dejarles, o mejor dicho, dejarles no, meditar tres cositas. Una, siempre hablamos de fe, esperanza y caridad, ¿no es cierto? La fe ¿qué cosa es? La fe, la confianza de María, de cuando sintió que Dios le llamaba, Ella dijo que se haga la voluntad de Dios. Fe significa seguridad de lo que se espera, seguridad en lo que yo espero. Y María creyó que el Hijo de sus entrañas era el mismo Hijo de Dios y estaba segura. Y por eso dijo, aquí estoy. Así tenemos que hacer nosotros también cuando Dios nos habla, nos pide hacer el bien, cuando Dios nos pide vivir según su palabra para disfrutar el ser hijo de Dios. Eso significa tener fe en Dios, eso significa que puede haber dificultades tremendas en la vida, como pasamos y estamos pasando. Pero que al final Dios está con nosotros y al final Dios nos mira, y al final Dios quiere que nosotros vayamos, para eso tenemos que tener fe y acercarnos a Dios. Querer ser hijo de Dios, no rechazar a mi padre Dios, no. Qué triste para un padre que un hijo lo rechace. Esa es la primera, fe.

Caridad. ¿Qué hizo María? María fue a ver a su prima Isabel. Ella no se podía quedar tranquila con lo que tenía, segura en sus posiciones, segura porque era la elegida de Dios. No, qué va. María inmediatamente se va a la montaña así, dice el texto, y dice que ella fue a ayudar a Isabel. Eso significa hermanos que nosotros estamos llamados también, imitando a María, estamos llamados a acudir al otro. Lo primero evitando todo daño sobre esa persona. Si yo quiero que a mí me traten de una manera, yo tengo que tratar al otro de esa misma manera. Eso es lo primero. Es decir, si tengo caridad, si soy hijo de la Virgen, y quiero ser de Dios, apoyemos unos a otros. No maltratemos a nadie, respetemos al otro en sus principios, en su vida, en su manera de ser, de pensar, respetémoslo. Porque tenemos que respetarnos, que el esposo respete a la esposa y la esposa respete al esposo, en la familia, en el barrio, en la sociedad. Todos somos iguales, nadie es mejor que nadie. ¿Ustedes saben por qué? No por un problema de raza, de ADN, ni de genética, porque somos llamados a ser hijos de Dios. Y, todos los hijos son iguales. La genética crea diferencias, pero la paternidad de Dios nos hace unos iguales ante Dios y hermanos.

Aquí yo quisiera también referirme a dos refranes o dichos. Yo no sé si se usa mucho, pero ojalá se usen más y sobre todo se apliquen más. Uno dice, una mano lava la otra y las dos lavan la cara. Hay gente que agrega que dice, Dios en nuestro cuerpo nos creó, para que nosotros estemos cercanos del otro y vayamos hacia el otro. ¿Y cómo nosotros vamos hacia el otro? A través de nuestras manos, el signo el signo del abrazo, del saludo, del beso. Así Dios nos hizo. Una mano lava la otra y las dos lavan la cara. Y la otra que tiene que ver mucho con las manos es la siguiente, Dios nos hizo con dos manos, una para recibir y otra para dar.

Hermanos, eso es sabiduría del pueblo. Pero sabiduría del pueblo que está permeada por la gracia de Dios, por el Espíritu Santo que nos hace mirar la vida así; cualquier signo nos da una enseñanza de vida. Ojalá que los cubanos nos demos cuenta que si nos lavamos la cara juntos los dos; si yo no lavo a mi hermano y mi hermano me lava a mí; es difícil que mi rostro, sea un rostro noble, sea el rostro de una persona humana, caritativa, buena, feliz. Para eso hacen falta las dos manos. Eso significa hacen falta todos los cubanos. En la familia no uno solo, todos. En la sociedad no uno solo todos. Hermanos los dichos son sabiduría.

También hermanos, ustedes han venido aquí al Cobre con una mano tendida. Dios mío, ayúdame, Virgencita ampárame, lleva a tu hijo Jesucristo mi deseo, mi pensamiento, lo que creo mejor para mí. Pero también en la otra tengo que llevar el decir, te doy gracias, Señor, por todo lo que Tú me has dado, te doy gracias. Así tiene que ser, lo demás sería egoísmo, es real. Así tiene que ser. Es la caridad.

Por eso lo veteranos allá en el año 1915, escribieron al Papa del momento, de aquel momento pidiéndole que la Virgen de la Caridad fuera la Patrona de Cuba. Hacía rato que Ella era Patrona de Cuba, hacía rato; pero ellos quisieron que fuera oficial. ¿Y qué fue lo que dijeron? Dijeron, hemos experimentado en toda esta historia, en aquel momento de cerca de trescientos y pico de año, hemos experimentado la presencia de la Virgen en todos los momentos de nuestra vida. En los duros, y ellos como eran veteranos se acordaban de la Guerra de Independencia. Ahí estuviste, estuvo Ella. Hermanos, María nos acompaña en estos momentos. Nos acompaña, ¿por qué?, porque Dios nos acompaña. Y Él nos envió a María como madre para recordarnos a nosotros. Esa de la segunda. La fe, la confianza de hacer la voluntad de Dios. La segunda, la caridad ser hermanos unos de otros. La tercera la esperanza, tengamos esperanza.

De la misma manera que la Virgen llevó a su hijo Jesús a su visita a la prima de Isabel, y la prima Isabel saltó de gozo. El niño salta de gozo y la prima dice quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor. Hermanos, cada vez que nosotros damos testimonio de nuestra fe con nuestros actos y anunciamos a Jesucristo, le estamos diciendo a nuestro pueblo, a aquellos que están con nosotros nos oyen y nos ven, le estamos diciendo, anímate, Dios está contigo. Dios no quiere el mal, el mal lo ponemos los hombres. Dios quiere el bien. Dios quiere que seamos hermanos, Él está contigo. Y si al final las cosas duras y la maldad de la vida, hace que suframos, como sabemos que la vida es sufrimiento y de cruces, todos lo sabemos. Ah, en ese mismo momento decir, esa Cruz tiene una victoria. ¿Quién es la victoria? Cristo, que ha muerto, murió en la Cruz, pero Cristo ha resucitado. Y Él nos dará la victoria, la que anhelamos todos. Él nos dará fortaleza para luchar, para soportar los momentos duros de la vida, el daño que nos hacen otras personas, o cuidado, el daño que yo pueda causar a otras personas.

Hermanos, vayamos a nuestros hogares con la alegría de decir he venido al Cobre después de tres años. Ustedes hermanos, tienen una responsabilidad, porque ustedes representan al pueblo cubano completo donde quiera que estén. Cuántos no quisieran estar aquí hoy, cuántos no están rezando en sus casas, cuántos no están yendo las procesiones a pesar de las dificultades con los transportes y con la situación que vivimos, sabemos que vivimos, ¡cuántos! Ustedes representan el pueblo de Dios, nosotros representamos a nuestro pueblo.

Un pueblo que, si quiere ser feliz, tiene que desear ser hijo de Dios. Y la Virgen es un camino que Dios nos pone a los cubanos para llegar a Él. Por lo tanto, vayan a sus casas con paz, denle un beso a sus hijos, a los ancianos. Saluden y bendigan a aquellos conocidos de ustedes, y digan el agua bendita que recibí, yo te la transmito, la bendición que yo recibí te la quiero dar. Dijeron, hemos experimentado en toda esta historia. Hagamos el propósito de conocer mejor a Jesús y a María, porque eso va a ser que verdaderamente seamos hijos de Dios y algún día alcancemos la herencia que nuestro padre Dios nos tiene prometido.

Que el Señor nos ayude a todos a vivir así, y continuemos la misa con la alegría de saber que estamos en la casa de la Madre, que nos recibe siempre con cariño.

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