Irradia

17 de julio de 2022
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Domingo XVI del Tiempo Ordinario

“Martha, Martha, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte y no le será quitada” Lucas 10, 41-42

(Música,  Martha y María, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música,  Martha y María, Javier Brú)

En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Como siempre un placer poder compartir con ustedes este ratico de domingo, poder compartir la Palabra de Dios, llenarnos de ella, para que nos de la fuerza que necesitamos para la semana que vamos a comenzar. En la celebración de este XVI domingo del Tiempo Ordinario, el Señor nos insiste en el valor de la acogida, pero sobretodo la acogida a su mensaje de Salvación, que hace que las dudas den paso a la verdad y los miedos a la serenidad. Recibir a Jesús en nuestra casa y escuchar su palabra de vida, es siempre un motivo de gracia y de bendición para toda la familia.

Estamos en la Jornada de la Familia que comenzamos el Día de las Madres y que terminará en la Fiesta de San Joaquín y Santa Ana, esta Jornada de la Familia que celebra la iglesia en Cuba. Por eso pidamos al Señor su presencia en nuestros hogares, en nuestras familias y en nuestras vidas.

El evangelio de este domingo, está tomado del evangelista san Lucas, capítulo 10, versículos del 38 al 42.

(Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 10, 38-42) 

En este Evangelio, Jesús entra en un poblado, y allí se encuentra una mujer llamada Martha que lo recibe en su casa. Nos dice el evangelista San Lucas que tenía una hermana llamada María y que esta, cuando Jesús llegó, se sentó a sus pies y se puso a escuchar sus palabras.

Martha, como buena ama de casa, sobre todo cuando tiene un invitado, se preocupaba por las cosas prácticas. Me imagino lo que iba a cocinar, lo que iba a brindarle, cómo estaba todo, de qué manera lo iba a hacer para que estuviera más complacido. Y poco a poco se iba como agitando, como agobiando con todo aquello. Y veía a su hermana María sentada a los pies del invitado escuchándolo, y llegó un momento en que parece que no pudo más, y le dice “Señor,  ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude” 

Y no estaba diciendo mentira, realmente todo recaía sobre ella. Pero el Señor le responde lo que quizás Martha no esperaba. “Martha, Martha, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que solo una es necesaria, María escogió la mejor parte y nadie se la quitará”

Me imagino que Martha se quedó de una pieza, quizás pensó lo que pudiéramos pensar nosotros. Entonces, todo el trabajo que yo hago, todo el esfuerzo que yo hago  ¿de qué vale, de qué sirve? Si lo importante es lo que está haciendo María a los pies de Él, escuchando su palabra. ¿Esto no tiene valor? Pero cuando uno profundiza se da cuenta de que no es así, que no es que Jesús no tuviera en cuenta el trabajo de Martha, el esfuerzo de Martha por atenderlo, por hacer que todas las cosas funcionaran. Quería hacerla caer en la cuenta de que cuando las cosas que hacemos todos los días, las labores que tenemos, aquellas cosas en las que nos empeñamos, porque deseamos que salgan bien, que vayan adelante, porque a veces luchando contra todas las dificultades e inconvenientes que encontramos queremos que las cosas se realicen, las cosas sean mejor y puedan ir adelante. Y nos van agobiando, nos van cargando, nos van pesando sobre los hombros, como si el mundo tuviéramos que cargarlo nosotros solos.

Entonces, quizás vamos perdiendo el entusiasmo, vamos perdiendo la alegría, seguimos haciendo lo mismo, seguimos esforzándonos pero como quien lleva un grillete al tobillo con una bola de hierro pesada que tenemos que ir arrastrando. No como quien va ligero, con alegría, con gozo, haciendo aquello que es bueno, que está bien, esperando, confiando, sin vanas ilusiones, sin engañarnos a nosotros mismos; sabiendo que las cosas saldrán una vez mejor, otra vez peor, que pensamos obtener un resultado y no siempre lo conseguimos, pero eso no nos desalienta, no nos desanima. Podemos comenzar de nuevo.

Pero cuando lo sentimos como una carga pesada, cuando perdemos la alegría; cuando nos sentimos agobiados e inquietos, entonces seguimos haciendo lo mismo pero no de la misma manera.

Jesús le dice a Martha, María ha escogido la mejor parte, porque María se está llenando de la Gracia y de la fuerza de la Palabra de Dios. De esa palabra de vida que el Señor trae. Cuando se acoge la palabra de Dios, cuando nos dejamos iluminar, fortalecer por la palabra de Dios, cuando la hacemos carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre; entonces, en ella encontramos la fuerza para seguir trabajando, para seguir luchando, para seguir adelante, para levantarnos, para no dejarnos vencer por el desánimo, por el desaliento, por el no hay nada que hacer. Y eso es lo que le faltaba a Martha. Y el Señor quiere hacerle caer en la cuenta de eso.

Nosotros también cristianos tenemos que caer en la cuenta. Muchas veces nos sentimos desanimados, desalentados, y tenemos que preguntarnos por qué. Hay ese hermoso verso de Santa Teresa de Jesús, “nada te turbe, nada te espante, Dios no se muda” Para hacernos conscientes de eso, no para un falso consuelo, sino cuando tenemos la certeza de que Dios no se muda, de que Dios está ahí, de que Él no nos abandona, que Él nos sigue dando la gracia y la fuerza. No para resignarnos, sino para seguir adelante; no para cruzarnos de brazos y dejar que el mundo nos caiga sobre las espaldas, sino para seguir adelante.

Entonces somos capaces de realizar lo que tenemos que hacer, en el momento que tenemos que hacerlo; con alegría, con gozo, sin dejarnos inquietar. Por eso María había escogido la mejor parte, Nosotros tenemos que escoger la mejor parte también. No basta que el domingo escuchemos este ratico de reflexión, de meditación, de compartir. No basta que el domingo escuchemos la palabra de Dios, y nos guste, hay que bien cómo me gusta la palabra de Dios de este domingo, cómo me gusta lo que el padre, la hermana, o el sacerdote me dice sobre la palabra de Dios.

Hace falta que me siente a los pies del Señor y la coja, la medite y la haga mía; y encuentre en ella entonces la alegría verdadera, la fuerza verdadera, el gozo verdadero para seguir adelante, para descubrir qué pide el Señor de mí, para poder responder cada día desde el corazón de Dios, desde mi fe cristiana, sin dejar de hacer cada día lo que tengo que hacer, lo que nadie hará por mí, lo que Dios no hará por mí. ¿Por qué no puede? No, el Señor nos entregó este mundo, y nos ha dado todo lo que necesitamos, la fuerza, la gracia y su presencia, y camina con nosotros para que podamos hacer de este mundo, de nuestro mundo, desde nuestro hogar hasta la sociedad en que vivimos un lugar mejor.

Pero nos toca a nosotros poner la parte que nos corresponde, y hacerlo con gozo, con alegría, con entusiasmo, con optimismo. Sin falsas ilusiones, pero sabiendo como dice san Pablo, todo lo puedo en Aquel que me fortalece. Escuchando la voz del Señor cuando cansados, porque también tenemos derecho a cansarnos, le decimos, Señor, ¿por qué no me libras? y nos dice, mi Gracia te basta. Entonces, pidámoslo así hermanos míos en este domingo al Señor. Que como Martha estemos dispuestos a acogerlo siempre, que como Martha estemos dispuestos a trabajar y luchar, pero que también como María estemos dispuestos a escuchar su palabra, a estar a sus pies para fortalecernos y llenarnos de su Gracia; para poder responder siempre desde nuestra fe cristiana.

Que el Señor así nos lo conceda.

(Música, Como María y Martha, Dumas y Mary)

Ahora hermanos, renovemos nuestra profesión de fe, pidiéndole al Señor que nos nos de la fuerza para vivir conforme a la fe que profesamos.

¿Creen en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra? R/ Sí creo.

¿Creen en Jesucristo su Hijo nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, padeció, murió, resucitó, y estás entado a la derecha del Padre? R/ Sí creo.

¿Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna? R/ Sí creo.

Esta es nuestra fe, esta es la fe de Iglesia que nos gloriamos de profesar, en Cristo Jesús, nuestro Señor. R/ Amén.

Y ahora presentemos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre.

Por la Iglesia, para que promueva un clima de acogida y encuentro con todos, especialmente los más necesitados. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por los abuelos, para que en su ancianidad encuentren motivos para dar gracias a Dios y oportunidades para ser útiles a los demás. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor. 

Por nuestros hogares, para que propiciemos en ellos un ambiente de acogida, sobre todo de la Palabra del Señor. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por cada uno de nosotros, para que aprendamos a escuchar al Señor que nos habla a través de los hermanos y de su Palabra. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que quedan en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por tu Hijo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Ahora recemos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó, donde aprendimos a llamar a Dios Padre, pero también aprendimos a llamarnos hermanos los unos a los otros.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal.

Amén 

Hermanos todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús sacramentado, pueden hacer la comunión espiritual, rezando la siguiente oración.

Creo Señor mío que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas, y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma; pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiera recibido, me abrazo y me uno todo a ti. Oh Señor, no permitas que me separe de ti. Amén.

Una alegría, un gozo haber compartido este rato con todos ustedes. Que el Señor les conceda un feliz domingo, que puedan pasarlo en familia, aprovechar este tiempo pues durante la semana a veces es difícil encontrarse todos; entonces, aprovechemos este día para que los padres, los hijos, los hermanos, los parientes, podamos de alguna manera encontrarnos y compartir la alegría y el gozo de estar reunidos. Compartir la Palabra de Dios, para que como María tengamos la mejor parte. Que el Señor también les conceda una buena, feliz y provechosa semana.

Que la bendición de Dios todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre. Amén.

Les habla el padre Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.

Dirección general, María Caridad López Campistrous.

Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para

(Música, Quiero estar a tus pies, Athenas)

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