Irradia

Irradia

10 de julio de 2022
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Domingo XV del Tiempo Ordinario

Ve, y haz tú lo mismo” Lucas 10, 37

(Música, El Buen Samaritano, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música, El Buen Samaritano, Javier Brú)

En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la SBIM Catedral de Santiago de Cuba.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches donde quiera que se encuentren, siempre es una alegría, un gusto, un placer, poder compartir con ustedes esta mañana de domingo y sobre todo compartir la palabra de Dios, que siempre nos enriquece, nos fortalece, nos ayuda para comenzar esta nueva semana. La liturgia de este XV domingo del tiempo ordinario, nos recuerda que el amor al prójimo es hacerse próximo, cercano, fraterno y servidor, ¿de quién?, de quien nos necesitan. El mandamiento del amor, el mandamiento principal que Cristo nos ha dejado, nos lleva necesariamente a buscar el bien, ¿de quienes?, de quienes nos rodean.

Por eso pidamos al Señor el don de la caridad, para que en nuestra vida cristiana podamos ser un auténtico testimonio del amor de Dios para quienes se cruzan en nuestro camino, El evangelio de hoy está tomado del evangelista San Lucas en el capítulo 10 versículos del 25 al 37.

(Lectura del evangelio de san Lucas, capítulo 10, 25-37)

Un doctor de la ley se acerca a Jesús y le pregunta, Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna? Esa es la pregunta que todos deberíamos hacernos. Antiguamente cuando yo era niño, hace ya unos cuantos años, el catecismo nos enseñaba con la pregunta de que ¿Para qué hemos sido creados? Nos enseñaba que hemos sido creados para amar y servir a Dios en este mundo, y para gozar eternamente de Él en el cielo, en la vida eterna. Y esa una preocupación para todo el que tiene fe, y para todo el que cree en la vida eterna, en una vida más allá de esta vida, ¿Qué tengo que hacer para alcanzarla?

Y este doctor de la ley se acerca a Jesús, no sabemos si realmente porque estaba inquieto y quería saber que tenía que decirle este hombre que traía una palabra nueva, una palabra de vida eterna, o porque quería ponerlo a prueba, como tantas veces habían hecho. Y Jesús le responde, ¿Qué es lo que está escrito en la ley, qué lees en ella? Tú que eres doctor de la ley, ¿qué has leído en la ley, qué te dice? Y él le responde lo que cualquier judío piadoso, instruido le hubiera respondido: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo. Jesús le respondió has contestado bien, si haces eso vivirás.

No hay , pero el doctor de la ley tiene que justificar la pregunta que le ha hecho a Jesús, y le responde con otra pregunta, ¿Quién es mi prójimo? Una pregunta que quizás se la hizo para salir del paso, o no pero también porque pudiera estar inquieto, una pregunta que deberíamos hacernos todos y cada uno de nosotros, que hemos recibido el mandamiento del Señor de amarnos los unos a los otros como Él nos ama. ¿Quién es mi prójimo, a quién tengo que amar, en quién tengo que volcar todo ese amor que recibo de Dios y que debe desbordarse de mí, hacia los demás? ¿Quién es mi prójimo? ¿Mi padre, mi madre, mis hermanos, mi familia, mis amigos, los que me caen bien, mis hermanos de la comunidad cristiana…? ¿Quién es mi prójimo? ¿El  que me encuentro en la guagua es mi prójimo, el que me encuentro de mercadito y se pone delante de mí es mi prójimo, el que me pone zancadillas a veces en la vida es mi prójimo, el que no me cae muy bien por disímiles razones es mi prójimo? Jesús no le da una disertación, sino que le responde con una parábola, la del Buen Samaritano.

Un hombre que va de camino y que unos salteadores lo atacan, le roban y lo dejan por muerto tendido en el camino, por un camino que debía ser poco transitado pero alguien transitada y el primero que pasó con sacerdote. Lo miro y siguió de largo, a lo mejor tenía algo muy urgente que hacer, algo muy importante que no podía detenerse, no sabemos, quizás no quería complicarse, qué habrá pasado aquí, por qué estará, ahí habrá otro salteadores… mejor es que me vaya más rápido… No sabemos, la cuestión es que siguió de largo. Después vino un levita, un aprendiz de sacerdote, e hizo exactamente lo mismo, lo miró y siguió de largo, ¿razones?, todas las que ustedes quieran, todas las que tengamos nosotros, que alguna vez en nuestra vida nos hemos encontrado con alguien tendido en el camino literalmente tendido en el camino que tengamos nosotros que alguna vez en nuestra vida nos hemos encontrado con alguien tendido en el camino, literalmente tendido en el camino… en una acera, en una calle, y hemos mirado y hemos dicho esto no es conmigo, y hemos seguido de largo. O tendido en el camino porque tiene un problema, una dificultad, una situación X y tratamos de obviarlo, ya bastante tengo yo con mis propios problemas para tener que cargar con los problemas de los demás, o estoy apurado tengo cosas importantes que hacer, tengo cosas que resolver que nadie va hacer por mí, no puedo detenerme. Ellos siguieron de largo. Nosotros quizás algunas veces, o muchas veces, cada cual sabe, hemos seguido de largo.

Pero vino uno montado en una cabalgadura, y vivió a este hombre tendido y se detuvo. No solo por curiosidad, como a veces hacemos, nos detenemos curiosos, a ver qué es lo que ha pasado, qué ha sucedido. No, se bajó de la cabalgadura, vio cómo estaba que el hombre, lo curó con lo que pudo y cuándo se dio cuenta quizás de que ya no podía hacer más, lo montó en su cabalgadura y lo llevó a una posada, a un mesón, a un hostal, y allí terminó de curarlo. Pero parece que tenía prisa, que tenía que seguir a dónde iba. Entonces no se desentendió, podría haber dicho ya hice lo que pude, aquí lo dejó y lo que vengan detrás ya verán qué harán. No, sacó dos denarios, que era muchísimo dinero, se lo dio al posadero y le dijo atiéndelo y todo lo que gaste demás yo te lo pagaré. No se desentendió no solamente lo atendió, lo cuidó, no solamente le dejó dinero al posadero para que lo siguiera atendiendo, sino que dejó dicho que iba a regresar, para saber qué había pasado, que había sucedido y para darle aquel hombre lo que hubiera podido gastar.

Entonces Jesús le hace la pregunta al doctor de la ley. De estos tres ¿Cuál te parece que se portó como prójimo de aquel hombre? La respuesta es obvia, hubiéramos respondido creo yo de la misma manera: El que tuvo compasión de él. Entonces Jesús le dice, anda y haz tú lo mismo. Ten compasión de los demás. Este hombre que recogió al que estaba tendido en el camino, ¿quién era? Un Samaritano, un samaritano que era enemigo funcional de los judíos, hemos visto como en ocasiones cuando Jesús iba a pasar por Samaria y mandaba delante a sus Apóstoles para que le prepararon un lugar, no los querían recibir porque iban a Jerusalén, porque eran judíos. Pero este hombre no se preguntó quién es el que está tendido, es judío, quién es, qué hace… vio un hombre necesitado y se bajó de la cabalgadura para ayudarlo, dejó lo que tenía que hacer, a dónde tenía que ir, se detuvo, porque lo más importante en ese momento era que aquel hombre que estaba tendido en el camino. No había otro, no había otra cosa, después seguiría adelante con lo que iba a hacer, seguiría su camino, pero en ese momento lo más importante era aquel hombre. Anda tú y haz lo mismo.

Y eso es lo que nos dice Jesús hoy a nosotros, aquí y ahora, anda tú y haz lo mismo. A todo aquel que encuentras necesitado en tu camino, sin preguntarte quién, de dónde viene, qué ha hecho, qué ha dejado de hacer,  tiéndele la mano. En medio de las dificultades, en medio de las carencias que sabemos que todos tenemos, tiéndele la mano, ayúdalo, de la manera que puedas, camina con él, anímalo, sostenlo. Cada uno sabrá… a veces pensamos que cuando no tenemos nada material para dar no tenemos nada que dar, claro que tenemos que dar, tenemos mucho que dar, y nosotros los cristianos tenemos mucho que dar, tenemos a Cristo que es el camino, la verdad y la vida, que nos ha salvado al precio de su sangre derramada en la cruz, y de su vida entregada por nosotros. Hemos sido el prójimo para Él, Él ha bajado del cielo, la segunda persona de la Santísima Trinidad, que se ha hecho igual a nosotros en todo menos en el pecado, para rescatarnos, para redimirnos, el justo por nosotros pecadores, para curarnos, para sanarnos,

Y sigue atento a nosotros, no se desentendió después de haber muerto y resucitado y haber ascendido al cielo. No nos dijo quédense ahí miren a ver lo que ustedes hacen con lo que yo les he dado, nos sigue atendiendo, sigue estando al cuidado de nosotros. Nos dejó los sacramentos y Él se quedó en esos sacramentos, para fortalecernos, para ayudarnos, nos envía el Espíritu Santo para iluminarnos, para consolarnos. Nosotros somos su prójimo, todos, sin diferencia, sin distinciones, el Señor no pregunta, tiende la mano, y cómo tenemos nosotros cristianos que aprender de Él, en todos los momentos y en todas las circunstancias comenzando por nuestra familia; donde tenemos que tender la mano, ayudar, comprender, dialogar, para mantener la unidad de la familia, el amor en la familia, la comprensión en la familia. Con nuestros vecinos, para que ese dicho tan hermoso de que tu hermano es tu vecino más cercano, se siga haciendo realidad cada día, no importa las situaciones que puedan haberse dado, que no cerremos el corazón, que no pasemos indiferente. Qué importante es eso.

El mundo no cambiará si nosotros no cambiamos nuestra actitudes egoístas, si no somos capaces de descubrir en el otro al prójimo a quién hay que amar, porque como nos dice San Juan en su en sus escritos, el que dice que ama a Dios a quién no ve y no ama a su hermano a quién ve, es un mentiroso.

Por eso pidámoslo así hermanos míos cada vez que tengamos dudas vayamos al Señor y preguntémosle quién es nuestro prójimo, y Él nos volverá a relatar la parábola del Buen Samaritano, y nos preguntará nosotros ¿Quién tú crees que fue el que se portó como prójimo del hombre asaltado? Y le responderemos, el que tuvo compasión, y nos dirá anda tú y haz lo mismo. Que así el señor nos lo conceda.

(Música, Que brille tu rostro, Hna Glenda)

Ahora hermanos presentemos confiados nuestras súplicas a Dios nuestro Padre.

El amor mutuo, debería ser la característica que distingue a la santa iglesia de Dios, para que la concordia y la misericordia sean cada día más visibles en quiénes formamos parte de la iglesia. Roguemos al Señor te lo pedimos Señor.

Las leyes deberían proteger los derechos de la familia y de todo individuo, para que procuremos siempre el bien la libertad y la prosperidad de todo ser humano. Roguemos al Señor te lo pedimos Señor.

En nuestro mundo debería protegerse la verdadera identidad de la familia, para que en todas las familias se vive un ambiente de amor y de alegría, que favorezca la convivencia Roguemos al Señor te lo pedimos Señor.

Los ancianos pueden ser en cada familia maestros de la ternura, para que la experiencia y sabiduría de los ancianos ayude a los más jóvenes a mirar hacia el futuro con esperanza y responsabilidad. Roguemos al Señor te lo pedimos Señor.

Cada uno de nosotros está llamado a vivir plenamente el mandamiento del amor, para que al ser solidarios con quienes nos necesitan demos testimonio de una iglesia servidora y solidaria. Roguemos al Señor te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo está súplica y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces, te las presentamos por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Ahora oremos con la misma oración que el Señor Jesús nos enseñó.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

Hermanos que tengan todos un feliz domingo,  disfruten hoy de su familia, durante la semana a veces es difícil reunirse, encontrarse, aprovechen para reunirse, los hijos, los padres, los abuelos, los hermanos, los tíos, en la medida de las posibilidades, para que puedan pasar un domingo en familia; también con los amigos, particularmente con aquellos que a veces no tienen la familia cerca y necesitan de alguien que les extienda la mano y los acoja. Que tengan también una muy feliz y provechosa semana, acordándose del evangelio de hoy, tratando siempre de tender la mano a aquellos que encuentran en su camino, que el Señor les pone en su camino.

Que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos, sus familiares, sus amigos y los acompañe siempre. Amén. 

Les ha hablado y compartido con ustedes el padre Rafael Ángel, de la comunidad de la Catedral. Hasta la próxima. 

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.

Dirección general, María Caridad López Campistrous.

Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo

Irradia…

(Música, Gente más que buena, Siervas)

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