Irradia

Irradia, emisión del 22 de mayo de 2022
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
6to Domingo de Pascua

Qué te alaben Señor todos los pueblos, que todos los pueblos te alaben Señor, Aleluya.” Salmo 66

(Música, Mi amor, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música, Mi amor, Javier Brú)

 En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la SBIM Catedral de Santiago de Cuba

 Con voz de júbilo anuncien, que se oiga, que llegue a todos los rincones de la tierra. El Señor ha liberado a su pueblo, Aleluya. Dios todopoderoso, concédenos continuar celebrando con incansable amor, estos días de tanta alegría, en honor del Señor resucitado, y que los misterios que hemos venido conmemorando se manifiesten siempre en nuestras obras. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. 

Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Una alegría, dondequiera que estén, poder compartir con ustedes este domingo, compartir la Palabra de Dios. Les habla el P. Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba.

Estamos en el 6to domingo de Pascua, y la liturgia de hoy nos propone como lectura del evangelio un fragmento del evangelista san Juan en el capítulo 14, versículos del 23 al 29

(Lectura del evangelio de San Juan, capítulo 14, 23-29)

El salmo de hoy, es el salmo 66, el salmo responsorial que también nos propone la liturgia, y en él pedimos en la antífona: Qué te alaben Señor todos los pueblos, Aleluya. En el evangelio, en el comienzo, nos dice en aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos, el que me ama cumplirá mi palabra, y mi Padre lo amará y vendremos a Él y haremos en Él nuestra morada. El que me ama cumplirá mi palabra, el que ama al Señor cumplirá su Palabra.

El Señor en su primera aparición después de la resurrección, sopla el Espíritu Santo sobre sus apóstoles y sobre sus discípulos, y los envía. Cómo el Padre me ha enviado, así los envío yo, reciban el Espíritu Santo. Y cuando celebremos la Ascensión del Señor, cuarenta días después de la Resurrección, les dirá, vayan al mundo entero y anuncien la buena noticia, para que el que crea se salve y bautícenlo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Ésa es la palabra de Dios, ése es el mandato del Señor a su Iglesia que comenzaba a andar.

Para que todos los pueblos alaben al Señor, tenemos que anunciar la Palabra de Dios. Para que todos los pueblos alaben al Señor, tenemos que cumplir el mandato del Señor. Para que todos los pueblos alaben al Señor, como queremos, como pedimos, tenemos que anunciar nosotros cristianos la Palabra de Dios. Todos los cristianos. Si queremos cumplir su palabra, tenemos que anunciarlo muerto y resucitado en medio de nuestros hermanos. Ése es el mandato del Señor.

Y tenemos que hacerlo todos. A veces pensamos que deben predicar aquellos que tienen una inclinación especial para hacerlo. En nuestras comunidades, los que pertenecen al grupo de los misioneros, o solamente lo tienen que hacer los sacerdotes, las religiosas, los religiosos, o los que vienen de otros países a ayudarnos, o los que van a otros países a predicar la Palabra de Dios. Los misioneros. Y todos los cristianos somos misioneros. Por el bautismo hemos recibido del Señor el mandato de dar testimonio de Él en medio de nuestros hermanos dondequiera que nos encontremos, allí donde el Señor nos ha colocado. En medio de nuestras familias, en nuestros barrios, en nuestro trabajo, en nuestras escuelas, en la sociedad en la que vivimos, en nuestra comunidad cristiana… porque es allí donde tenemos que dar testimonio del Señor, tenemos que anunciarlo, tenemos que hacerlo presente; cada uno de nosotros, pero también todos en nuestra comunidad.

La comunidad cristiana tiene que dar testimonio del Señor, anunciando la Palabra, pero viviendo conforme a la Palabra nosotros también. Tenemos que anunciar la Palabra de Dios, tenemos que llevarla. Por eso tenemos que conocerla, tenemos que orarla, tenemos que tener como libro de cabecera la Biblia, la Palabra de Dios, la Sagrada Escritura. Tenemos que leer los evangelios, las cartas de los apóstoles, el Apocalipsis, tenemos que asumirlo, tenemos que hacerlo parte nuestra. ¿Cómo podemos predicar lo que no conocemos, lo que no sabemos? Tiene que iluminarnos la palabra de Dios que está en la Sagrada Escritura.

Tenemos que anunciarla, tenemos que llevarla, pero tenemos que vivirla. No basta que anunciemos la palabra de Dios con nuestras palabras, sino que tenemos que anunciarla también con nuestra vida. Porque no podemos pedirle a los demás que hagan, lo que nosotros no seamos capaces de intentar vivir. No podemos pedirle a los demás que amen sino amamos, no podemos pedirle a los demás que perdonen sino perdonamos, no podemos pedirle a los demás que se compartan y compartan lo que tengan, poco o mucho, si no somos capaces generosamente de compartirnos y compartir, de sentir como nuestro el dolor de los demás, de tender la mano al que ha caído para ponerlo en pie como el Señor nos tiende la mano a nosotros cuando caemos para ponernos en pie.

No podemos anunciar lo que no seamos capaces de esforzarnos por vivir con la gracia de Dios y con la fuerza de Dios, no con nuestras solas fuerzas. No podemos. Nos sucederá como a Pedro, que le dijo al Señor, aunque todos te abandonen, yo no te abandonaré, yo daré mi vida por ti, y el Señor le respondió, antes de que el gallo cante tres veces me negarás. Porque con nuestras solas fuerzas no podemos, solo cuando Pedro le responde al Señor a su pregunta, Pedro, ¿me amas más que éstos? Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te quiero.

Cuando nos ponemos con confianza en las manos del Señor, Tú conoces mi debilidad, mi fragilidad, pero también sabes que quiero amarte y seguirte, y cumplir tu Palabra, y llevar tu Palabra y compartirla con nuestros hermanos. Compartir su luz, compartir su alegría, compartir el gozo de tu Palabra con todos aquellos que no la han encontrado, que viven en la tristeza, en el dolor, en la soledad en la tiniebla, pero Señor me faltan las fuerzas; sólo Tú puedes dármela y confío en la fuerza que viene de ti, porque me has enviado el Espíritu Santo, para que me enseñe lo que no conozco, para que recuerde lo que he olvidado, para que me consuele en los momentos de dolor, para que me fortalezca siempre y pueda dar testimonio de Ti.

Hoy hemos rezado con el salmo responsorial, Qué te alaben Señor todos los pueblos, que todos los pueblos te alaben Señor, Aleluya. Empezando por mi familia, porque a veces queremos ir al mundo entero a predicar, y nos olvidamos de los que tenemos más cerca, y a quién quizás es más difícil anunciarle, porque nos conocen mejor. Por ahí tenemos que empezar, por nuestras familias. Estamos en la Jornada de la Familia que comenzamos el día de las Madres. Entonces, ahí tenemos que dar testimonio con la palabra, con la vida, tratando de vivir conforme a la palabra que predicamos y que hemos aceptado. Esa Palabra que tomó carne y puso su morada en medio de nosotros, Jesús, que es el camino, la verdad y la vida.

Que así el Señor nos dé la fuerza, para que podamos ser sus testigos cada día con alegría. Que así el Señor nos lo conceda. 

(Música, Por ti seré, Jessica)

Confiados en el Señor, siempre nos escucha y siempre nos responde, no dándonos siempre lo que le pedimos, pero dándonos siempre lo que nos conviene, le presentamos nuestras súplicas.

En primer lugar, pidamos por la Iglesia de la que formamos parte todos y cada uno de nosotros cristianos, para que, escuchando la palabra de Dios, acogiéndola en nuestra vida, haciéndola carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre, podamos dar testimonio de Cristo muerto y resucitado en medio de este mundo que tanto lo necesita. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por la paz en el mundo entero, por la paz en nuestras familias, por a paz en nuestras comunidades, para que el Señor resucitado nos diga cómo les dijo a sus apóstoles, soy yo, no teman, recuperen la paz. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los que sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que podamos encontrar en Cristo, consuelo, fortaleza y esperanza, y en los cristianos corazones y manos dispuestas siempre para ayudar. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que escuchemos la llamada del Señor a seguirlo y a anunciarlo, y respondamos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor

Por todos los difuntos, de manera particular aquellos por los que nadie reza, para que el Señor perdonadas sus faltas los conceda el descanso eterno. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor

Por sus familiares y amigos, para que les conceda el consuelo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor

Los unos por los otros, para que sólo escuchemos la Palabra de Dios, sino que la pongamos por obra. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por tu Hijo Jesucristo nuestro Señor. Amén

Ahora hermanos recemos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó. 

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

 Hermanos todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús sacramentado, pueden hacer la comunión espiritual, rezando la siguiente oración.

 Creo Señor mío que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas, y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma; pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiera recibido, me abrazo y me uno todo a ti. Oh Señor, no permitas que me separe de ti. Amén.

 Qué bueno haber podido compartir a Palabra de Dios este domingo. Esa Palabra que tiene que llenar nuestro corazón y que tenemos que compartir con los demás, para que todos los pueblos puedan alabar al Señor. Una alegría y un gozo. Desearles que tengan un feliz domingo en familia, con sus amigos, que puedan disfrutarlo en la gracia de Dios, y que puedan tener todos una buena y fecunda semana.

Y que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros, y nos acompañe siempre. Amén.

Les ha hablado el P. Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.

Dirección general, María Caridad López Campistrous.

Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo

Irradia…

(Música, Algo nuevo, Marcela Gándara)

SHARE IT:

Leave a Reply