Homilía de Mons. Dionisio García Ibáñez

Eucaristía Quinto Domingo del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
6 de febrero de 2022

“Rema mar adentro y echen las redes para la pesca” Lucas 5, 4

Hermanos,   

Estamos en el comienzo del año litúrgico, podemos decir así porque este es el quinto domingo durante el año después del tiempo de Navidad, y continuamos con el mismo temade los domingos anteriores. El tema de la llamada, de la vocación. Jesús, comienza su vida pública y se da a conocer por su poder, por su palabra y empiezan a fijarse en Él. Hay algunos que le siguen y él llama a otros. Estos son evangelios de llamada; de invitar a seguirle.

Nosotros, la mayoría de los que estamos participando en esta misa virtual, ya hemos sido llamados por Jesús; pero ustedes saben bien que el seguimiento a Jesús hay que renovarlo. Es como los esposos, una vez dijeron que sí, pero la renovación de esas promesas, de ese deseo de compartir la vida, de ese hombre y de esa mujer, eso se renueva diariamente; con pequeños gestos, con acciones, con cariño, con aprecio, tratando de resolver pronto las dificultades que aparecen en el camino. Hay que renovar las promesas. Por eso, ningún cristiano puede sentirse seguro, ya yo fui bautizado, ya yo dije que sí, yo sufrí por Cristo una vez…tenemos que preguntarnos, ¿y ahora qué? Ahora qué estás haciendo. ¿Sigues renovando ese compromiso?

Este domingo hemos leído estas lecturas que yo les doy el nombre de llamadas. La primera lectura que hemos escuchado es del profeta Isaías. El domingo pasado leímos una lectura del profeta Jeremías, era también una lectura de llamada. Dios llama a Jeremías y le dice antes de formarte en el vientre de tu madre yo te escogí, antes de que salieras del seno materno yo te consagré”. Dios, me gusta repetirlo, nos llama a la vida, nos llama a la vida eterna en Cristo, y también nos llama a cada uno de nosotros a ponernos al servicio de los demás. Así se va construyendo el Reino y así el hombre se va humanizando y así empieza a comportarse como hermano del otro.

En ese texto, Jeremías, era un joven que tenía miedo… ¿Cómo le va a mandar a predicar al pueblo en nombre de Dios? Él le dice: “no tengas miedo, no tengas miedo, tú predica, que yo estaré contigo”.Vas a predicar frente a príncipes y reyes de Judá porque yo estoy contigo. Es una llamada y una seguridad que Jeremías vivió con miedo muchas veces, pero que la cumplió.

Hoy hemos escuchado a Isaías, y este texto de Isaías es precioso. Hay que imaginárselo, para los que tienen imaginación es tremendo, “vi al Señor sentado sobre un trono alto, excelso, su manto era tan grande que llenaba el templo de Jerusalén que era enorme, los ángeles y los serafines junto a Él gritaban: Santo, Santo, Santo”. Lo mismo que nosotros rezamos en el Santo, para que veamos que la misa es la Biblia hecha culto, hecha celebración. Ahora viene lo tremendo, temblaban las puertas y entonces Isaíascon miedo, igual que Jeremías, como cualquiera de nosotros, con miedo, dice “ay de mí, estoy perdido con esto”. El Señor le habla y le dice, Yo estoy contigo”. Lo más precioso de todo es el final, el final dice: entonces escuché la voz del Señor que decía, ¿a quién mandaré?, ¿quién irá por mí a anunciar estas palabras de salvación?”Entonces vemos firme a Isaías que le responde, “Aquí estoy, mándame”.

Hermanos, esto es para meditarlo. Jeremías, era joven y no sabía mucho, pero confió cuando oyó: yo estaré contigo”. Isaías, exactamente igual, pero en otras circunstancias, culturales, sociales, familiares distintas, pero él se da cuenta y dice, aquí estoy Señor”. Con seguridad, todos nosotros los que estamos participando en esta misa, algún día le dijimos a Dios, Señor, aquí estoy”. Estoy inseguro, soy pecador, tengo dudas, pero…aquí estoy”. Ojalá que también lo repitamos hoy y siempre en nuestra vida. La Palabra de Dios es para hacernos meditar y crecer en la fe.

Sigamos las lecturas y nos encontramos con el evangelio. ¿Quiénes son los personajes del Evangelio? Jesús, el Hijo de Dios, Pedro, los apóstoles y aquellos pescadores que estaban allí con ellos. Cada uno tiene una situación diferente, como cada uno de nosotros, nuestra vida es diferente a la del otro, pero todos somos llamados. “Tiren las redes”, y viene Pedro con su carácter fuerte y le dice, ya lo hemos hecho y no hemos cogido nada” Tiren las redes”, y cuando tiran las redes, se ve la abundancia de peces. ¿Por qué? ¿Por qué Pedro, duro de cabeza, a disgusto, tiró las redes? No hermanos, porque confió en el Señor y tiró las redes. Es el Señor el que hace la obra.

Volviendo al texto de Isaías cuando dice que el ángel cogió del brasero una brasa y le quemó los labios, como diciendo estás purificado. Es Dios quien purifica. Cuando damos un paso en el nombre de Dios hacia el bien y hacia el vivir la fe con más intensidad, es la gracia de Dios, la brasa caliente que nos quema. Aquí nosotros vemos que Pedro dijo, no, ya hemos tirado las redes, pero con esa misma fuerza dice después, apártate de mí Señor que soy un pecador”. ¿Y qué le dice Jesús? No temas, desde ahora vas a ser pescador de hombres”.

El Señor también nos dice a nosotros, no teman”, no temamos si algún día nos hemos apartado de Dios. No temamos porque a lo mejor hemos vivido, sabiendo que Dios está conmigo, pero como si no lo tuviera en cuenta, eso pasa. No temamos hermanos porque nos hayamos equivocado en la vida, no temamos porque algunos ya somos viejos y tal vez pensamos… ¿Qué vamos a hacer? No, para Dios no hay tiempo, el tiempo es eterno. Siempre hay momento para encontrase con Él, para reafirmar el compromiso. A lo mejor muchos de los que me oyen, de los que estamos participando, fueron personas muy comprometidas y ahora qué. Ya yo soy mayor”,NO. Cada uno puede hacer su obra, su trabajo. Dios no nos va a pedir a nosotros más fuerza de la que Él nos pueda dar, de las que nosotros podamos tener. Cada uno de nosotros es diferente, entonces, la llamada y las respuestas serán diferentes.

¿Cuál es el último ejemplo? El último es Pablo. En esta carta a los Corintios, ya al final de la carta, después que ha hablado del amor y de muchos otros temas, él se presenta. Ya no es Dios el que habla y nos invita, no es Yahveh que les habla a Jeremías e Isaías, ya no es Jesús que le habla directamente a Pedro, ya es la iglesia la que habla, ya son los miembros de la iglesia. Es Pablo. Y Pablo dice, es bueno recordarlo, les recuerdo el evangelio que yo proclamé y que ustedes aceptaron un día, y en el que están fundados, y en él van a encontrar la salvación”. Entonces Pablo dice lo que él recibió, y transmitió, esa fe de la iglesia de siempre, la que todos tenemos que vivir y proclamar, la que muchas veces es confrontada, como ahora en este mundo moderno, pero es la iglesia de siempre. Es como si Pablo nos dijera hoy, yo les estoy repitiendo lo mismo que ustedes aprendieron un día”. Lo mismo se lo estoy repitiendo hoy a ustedes.

Y después que Pablo les dice, que Cristo murió pero que resucitó, que se apareció a Pedro, a quinientos… termina todo eso y dice, hermanos digo esto siendo yo el menor de los apóstoles, yo no fui ni de los escogidos del Señor, soy el menor, pero me llamó un día y por su gracia le he respondido”. Por eso Pablo dice de sí mismo, somos vasijas de barro, pero el Señor, como el fuego, en nos hace fuertes y resistentes. Todos nosotros tenemos que vernos en estos cuatro personajes y en muchos otros pues los apóstoles eran muchos. Si, Pedro negó a Jesús, Pablo lo persiguió:“yo te perseguí, te abandoné, pero ahora he dado otro paso, he descubierto mi pecado, mi falta, mi desconocimiento”. Eso puede decirlo cualquiera de nosotros.

Hermanos, yo les invito en esta semana, incluyéndome, a revisar nuestra vida de cristianos, la llamada que el Señor nos hizo un día y que a todos nos la ha hecho. Vamos a revisarla, vamos a ponernos ante el Señor y decirle: “Señor yo no sé hablar”, y Él me dirá, yo te doy la gracia de la palabra. Señor, no tengo fuerza”, y me dirá mi gracia te va a quemar los labios porque tú vas a hacerlo”. O, como Pedro, Señor dudo en lo que tú quieres pedirme”, y me dará la gracia para después decir “perdóname, apártate pues no creí en ti”; o Pablo, el perseguidor. Todos estamos a tiempo porque el señor nos espera, Él tiene paciencia con cada uno de nosotros, porque como una madre, nos ama y nos quiere.

Que Dios nos ayude a todos a vivir así.

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