Homilía de Mons. Dionisio García Ibáñez

Homilía de Mons. Dionisio García Ibáñez

Eucaristía Segundo Domingo del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
16 de enero de 2022

“Hagan lo que Él les diga” Juan 2, 5

Hermanos,

Este es uno de los pasajes de la Biblia, del evangelio de san Juan, en el que, de verdad, cada vez que lo leemos nos dice algo nuevo. Creo que eso es así por lo siguiente, en primer lugar, porque toca un tema muy cercano, que es el tema de la familia, es el tema del matrimonio, el tema de la fiesta, el tema de la boda. Contrasta mucho con otros milagros que Jesús hizo.  Por ejemplo, los milagros de curación, el devolverle la vida a Lázaro, etc. O aquellas palabras profundas y llenas de contenido: yo te perdono tus pecados. Este no, este ocurre en un acontecimiento cotidiano de la vida: una boda.

Lo más normal es que haya matrimonios en una sociedad, en un entorno, en una familia; es la manera natural de multiplicarse la raza humana, el género humano. Entonces, vemos que Jesús hace este milagro en un matrimonio que, podemos decir, y que una utilidad tremenda no tiene, simple y sencillamente evita que aquellos novios que se casaban pasen pena.

El domingo pasado celebramos la fiesta del Bautismo del Señor, había llegado la hora de Jesús y él, que había escuchado a Juan, decidió, sintió, vivió interiormente aquello de que ya había llegado su hora. Ya él tenía que salir a predicar para hacer la voluntad del Padre, para eso había venido al mundo, para manifestar el designio salvador de Dios para los hombres, manifestar todo lo que Dios quería decirle a los hombres que, en definitiva, no es más que decir: Dios ama a todos los hombres porque son sus criaturas, y las ama hasta entregar la vida por ellas.

Jesús va y se bautiza. Desde ese mismo momento comienza la vida pública de Jesús. Los que han participado en misa durante la semana, han escuchado en el evangelio cómo Jesús va llamando a sus discípulos, como empezaban a preguntarle sobre quién era él: ¿quién es este que habla con propiedad, de esa manera? No como aquel que repite las cosas; ¿quién es este que tiene ese poder? Es decir, ya Jesús comienza a manifestar quién es él.

Este texto que hemos leído, narra el primer milagro que Jesús hace. En Juan se le llama signo, porque el milagro no es más que algo que expresa una realidad más profunda. Él cura, ¿y por qué cura? Porque Dios tiene el poder; él perdona los pecados, ¿y por qué lo hace? Porque tiene el poder, es Dios. Es decir, esos actos de Jesús son signos del poder de Dios. Y ése es el primer signo que Jesús hace mostrando su poder.

Hoy nosotros debemos hacer una reflexión sobre este texto. Al hacer una reflexión bíblica el primer paso que damos es recordar qué fue lo que sucedió. Jesús estaba con sus primeros discípulos junto a María, siempre María; Jesús estaba con sus parientes, les llaman hermanos en una boda de una familia conocida de ellos. Invitan a María, y María va con Jesús, que seguro también los conocía, y lleva a aquellos nuevos discípulos, Pedro, Juan, Santiago, Felipe… todos ellos van a la boda. ¿Qué se encuentran en la boda? Encuentran que el vino se está acabando, parece que fueron más personas de la cuenta, se colaron como decimos nosotros, no tenían vino.

Imagínense. María, la madre, la mujer sensible… Hijo no tienen… y Jesús le dice, una palabrita clave, Mujer ¿qué tiene eso que ver conmigo? Yo no soy el de la boda, “no ha llegado todavía mi hora”. No había llegado su hora. Había llegado la hora del bautismo, Él fue a bautizarse al comenzar su vida pública, y hay otras horas en el Evangelio, y la última hora es la hora en que Él entrega su vida, llego su hora. “No ha llegado mi hora”. Y la madre, parece como si no le hiciera caso o que conocía demasiado el corazón del Hijo, que les dice a los sirvientes, “hagan lo que Él les diga”.

Hermanos, cuando nosotros vemos a la Virgen de la Caridad estas palabras tienen que hacernos pensar, “hagan lo que Él les diga”, y así se producirá el milagro. Así se hará la diferencia. ¿Dónde estaba el agua? ¿Por tubería? No, estaba en unas tinajas. ¿Qué eran esas tinajas? Las tinajas que, según las leyes hebreas toda familia judía tenía para poder cumplir los ritos de purificación: lavarse las manos antes de las comidas, si habían tocado alguien que no era judío, etc. es decir un rito de purificación. Era lo que el Antiguo Testamento mandaba. El agua que tenían era ésa, el agua para la purificación. Jesús les dice, llénenlas y saquen. Cuando sacan, el mayordomo que no sabía nada de este diálogo de Jesús con la madre, y de Jesús con los criados; dice, ¿y este vino de dónde salió? Y dice esta frase… en todos los lugares el vino bueno se pone al principio para que la gente lo pueda gustar bien, y después se pone el “malito”, que ya lo pasan… pero tú has hecho lo contrario, al final has puesto el mejor vino.

Ése es el relato. No hay más nada. Pero nosotros sabemos que los textos de Juan, los evangelios, son catequesis, vamos a buscar ahora qué nos quiere decir este texto a nosotros. Cada uno de ustedes puede sacar muchas enseñanzas. En primer lugar, Jesús comparte la vida con los demás normalmente, no hay nada más natural que ir a una boda. En segundo lugar, el sentido de familia, va con su mamá, con sus compañeros que ya le seguían; Él les había dicho vengan y verán dónde yo vivo. En tercer lugar, había llegado su hora, parece que él no quería hacer el milagro, pero había llegado la hora de empezar a manifestar quién era. Y llega la Madre, hijo no tienen vino, has algo, no les hagas pasar la pena.

Fijémonos hermanos que no hay comparación entre sanar un leproso y dar vino, no hay comparación. Pero Jesús nos lleva a darnos cuenta que los milagros no solamente ocurren en las situaciones dramáticas que uno vive, no; los milagros ocurren todos los días, todos los días y en las cosas más sencillas, lo que pasa que hay veces que no tenemos los ojos para descubrir a Dios en los acontecimientos. Sucedió después lo que sabemos, llenan las tinajas, las tinajas que eran las Antiguo Testamento; Jesús dice después, saquen el agua… Y cuando van a ver lo que hay, es el mejor vino, y la frase, tú dejas lo mejor para el final. Ése fue el primer signo de Jesús.

Esto es una enseñanza para todo aquel que lo lea, Jesús es aquel que realiza la Nueva Alianza. Con Jesús, aquellas tinajas de agua para la purificación que estaban prescritas que todo judío la tenía que tener, aquellas tinajas perdieron el poder, no tenían el poder de dar vida, de hacer que esa fiesta en vez de fracaso se convirtiera en alegría. Viene Jesús, y esa agua que está allí, más el agua que Él le echa, fíjense que es una cosa material; esa agua se transforma en vino, en lo que todos querían, en un buen vino. Jesús es aquel que, basándose en la Antigua Alianza, sabe hacer cosas nuevas, porque Él establece con nosotros una Nueva Alianza, en la cual, el que tiene el honor, el poder y la gloria es Él.

No cabe la menor duda, Jesús vino a comprometerse con los hombres en una Nueva Alianza. Yo me entrego por ustedes, ustedes tienen también que entregar la vida por los demás. Yo me entrego por ustedes, hay una Nueva Alianza, y en esa Nueva Alianza, Dios se compromete con todos los hombres a salvarles, a estar eternamente junto a ÉL en la Gloria.

Fíjense bien, Jesús participa en la vida cotidiana de todo el pueblo; los milagros pueden suceder en cualquier momento, Él actúa a través del Espíritu y a través de nosotros muchas veces. Los milagros suceden en cualquier instante, dos personas que viven separadas, peleadas a muerte y de momento sucede una gracia… eso es un milagro. Hay que descubrir a Dios en lo cotidiano de la vida. Lo otro es la cercanía de la Madre; la frase de María llevémosla a nuestra casa esta semana, “hagan lo que Él les diga”. Ojalá que todos los que venimos al Cobre y nos alegramos al ver a la Virgencita de la Caridad, nuestra Madre, aquella que acompañó a Jesús, aquella por la cual Jesús hizo el milagro porque intercedió, tengamos dentro de nosotros no solamente “bendita tú eres entre todas las mujeres”, sino que también escuchemos aquella invitación “Hagan lo que Él les diga”.

¿Y qué me dice Él a mí? Cuando estemos ante la imagen de la Virgen, cada uno de nosotros pensemos, ¿y qué me dice Él a mí? ¿Qué me dice Dios a mí? Si hacemos la voluntad de Dios es posible que los milagros se den, si hacemos la voluntad de Dios es posible que las cosas se transformen. Y como la tristeza de aquellos novios se convirtió en alegría, así también nosotros, en nuestra vida, haciendo lo que Jesús nos dice, nosotros nos transformamos y tenemos la experiencia de vivir alegres junto al Señor, sabiendo que caminamos junto a Él y junto a su Madre.

Vamos a pedirle eso al Señor Jesús. Que cada vez que estemos frente a la Virgen, que cada vez que nuestro pueblo venga aquí, o ante cualquier imagen de la Virgen, nos acordemos de esta invitación, “Hagan lo que Él les diga”. Así es como nosotros verdaderamente vamos a venerar y a reconocer y a agradar a nuestra Madre, la Virgen de la Caridad, la Madre de Jesús. Que el Señor nos ayude a todos a vivir así, sabiendo que, en Dios y con Dios, cada uno de nosotros tiene una vocación, y en el pueblo de Dios hay muchas maneras de vivir la fe: los esposos, las religiosas, los sacerdotes, los fieles todos… hay algunos que saben enseñar, otros que saben dirigir los himnos, otros que saben salir a misionar… pero todos por el bautismo somos iguales ante Dios. Lo que tenemos que hacer es escuchar “Hagan lo que Él les diga”, y ser fieles al Señor, a hacer siempre su voluntad.

Que Dios nos ayude siempre a vivir así, y el Señor nos ayude a vivir atentos, como María, a saber pedir por los demás. Señor intercede, Señor ayúdame a hacer tu voluntad. El Señor los acompañe siempre. Amén.

es un filme que apela a no perder la dignidad humana. No sataniza las redes sociales, solo advierte acerca de que todo en este mundo puede llegar a convertirse en algo éticamente malsano, que conduce al vacío y la deshumanización.

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