Irradia

Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
3er Domingo después de Navidad, Fiesta del Bautismo del Señor

 “Tú eres mi Hijo, el amado, en ti me complazco” Lucas 3, 22

(Música, Él es mi Hijo, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música, Él es mi Hijo, Javier Brú)

 En esta mañana nos acompaña el padre Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.

 Señor Dios, cuyo Unigénito se manifestó en la realidad de nuestra carne; concédenos, pro Aquel que hemos conocido semejante a nosotros en lo exterior, que merezcamos quedar interiormente renovados.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Qué alegría poder encontrarme con ustedes, el primer encuentro mío con ustedes en este año, en esta celebración del Bautismo del Señor. espero que hayan pasado una feliz Navidad, un feliz fin de año y un muy feliz comienzo de este año 2022. Qué la Gracia del Señor, que las bendiciones del Señor se derramen sobre ustedes, sobre sus familias, sobre sus amigos dondequiera que se encuentren.

El evangelio de este domingo que nos propone la liturgia está tomado del evangelista san Lucas, en el capítulo 3, versículos del 15 al 22.

Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 3, 15-22

Celebramos la fiesta del Bautismo del Señor, y con ella terminamos litúrgicamente el tiempo de Navidad. Digo litúrgicamente porque la Navidad no se termina nunca, la Navidad es la fiesta del Emmanuel, del Dios con nosotros; y Jesús nos dijo en el evangelio, que estaría con nosotros todos los días, hasta el final de los tiempos. Así que todos los días es Navidad. Cada vez que un niño, una niña, un hombre, una mujer, un anciano, una anciana, cualquiera en cualquier momento de su vida, en cualquier instante de su vida, abre su corazón y deja que el Señor venga a hacer morada en él, ese día es Navidad. Cada día que nos abrimos al amor, al amarnos los unos a los otros, cumpliendo las obras de misericordia, dando de comer al hambriento, de beber al sediento, vistiendo al desnudo, acogiendo al caminante, preocupándonos por los enfermos, por los presos, ese día es Navidad.

Cada vez que, a pesar de las dificultades, no nos quedamos anclados ahí, sino que seguimos hacia adelante, confiados en el Señor, pidiéndole que nos ilumine con la luz del Espíritu Santo, para descubrir qué podemos hacer, siempre podemos hacer algo. Entonces, ese día es Navidad. La Navidad es permanente. La iglesia la celebra, la celebramos un día para recordárnoslo, pero no porque la celebramos y la olvidamos, cada día es Navidad. La Navidad nos acompaña a lo largo de todo este año 2022. Litúrgicamente sí la terminamos con esta fiesta del Bautismo del Señor.

Cuando leemos el evangelio, de san Lucas en este caso, a veces nos quedamos como suele ocurrirnos cuando también leemos los milagros del Señor, en lo maravilloso, en lo extraordinario, que nos narra el evangelista; pero nos olvidamos algunas veces de ir a lo más profundo, a lo que ese texto evangélico trata de decirnos. A Jesús, después de 33 años de vida oculta, así se le llama, en el pueblo de Nazareth, en medio de su familia, viviendo lo que vivía cualquiera, creciendo, desarrollándose, aprendiendo a amar, a hacer el bien, a trabajar para preocuparse por su familia; le llega el momento de comenzar su vida pública y la va a comenzar con este gesto de ir, donde Juan el Bautista, a bautizarse.

Juan el precursor, la voz que clama en el desierto, el que ha venido a prepararle un camino en el corazón de su pueblo, que llama a la conversión: “conviértanse que el Reino de Dios está cerca”. Que anuncia con la palabra y con su propia vida, y por eso las multitudes lo siguen, sean quienes sean, fariseos, soldados, publicanos, pecadores, y van a recibir el bautismo de Juan. Un bautismo que no es el bautismo cristiano, no es el que va a dejar Jesús, es un signo solamente. Una manifestación del que lo recibe, de que quiere comenzar una vida nueva, que quiere ser purificado de sus pecados, que quiere dejar atrás su vida antigua para comenzar una nueva vida.

Jesús se acerca con el pueblo, porque el Hijo de Dios se hizo hombre en las purísimas entrañas de María Santísima, igual a nosotros en todo menos en el pecado. Pero igual a nosotros en todo, y por eso quiso seguir el camino que su pueblo seguía y va donde Juan. Por e so cuando Juan lo ve, se asombra, y le dice el que tiene que bautizarme a mí eres tú; y Jesús le responde es necesario que lo hagamos así ahora. Jesús no necesita convertirse de nada, no necesita purificarse de nada, pero quiere identificarse con todos aquellos que sí lo necesitan y a quiénes él viene a rescatar, a redimir, a salvar con su vida, con su muerte, pero también con su resurrección.

Entra al Jordán y recibe lasa guas del bautismo de Juan. Juan lo aclarará bien, detrás de mí viene otro que bautizará en Espíritu Santo y fuego, a quien yo no merezco ni siquiera desatarle las sandalias. Pero Jesús quiere recibir de manos de Juan, el Precursor el bautismo. Entonces ocurre algo maravilloso, nos dice el evangelista que mientras oraban después de ser bautizado se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre Jesús en forma sensible, como una paloma. Del cielo llegó una voz que decía, Tú eres mi Hijo el predilecto, en ti me complazco. Nos parece que es algo extraordinario, pero no lo es. Jesús les dirá a sus apóstoles, a sus discípulos, a nosotros, cuando ascienda al cielo vayan al mundo entero y anuncien la Buena Noticia para que todo el que crea se bautice, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y se salve.

El bautismo cristiano, ese bautismo que no solamente significa, sino que realiza lo que significa, que no solo significa que queremos purificarnos de nuestros pecados, sino que nos purifica de nuestros pecados, del pecado original. Pero si somos ya conscientes, de cualquier pecado que hayamos podido cometer. No significa sólo el deseo que tengo de ser purificado, sino del deseo de Dios de purificarme, que me purifica con las aguas del bautismo. En el bautismo el Espíritu Santo desciende sobre nosotros por primera vez, y desciende no sensiblemente como nos narra Lucas en el evangelio como una paloma; pero realmente el Espíritu Santo nos ilumina, nos fortalece, hace morada en nosotros el día de nuestro bautismo, para ayudarnos a comenzar esa vida nueva.

Hemos nacido de nuevo, no de la carne ni la sangre, sino del Espíritu; hemos nacido de nuevo, y escuchamos en lo profundo de nuestro corazón esa voz que dice, tú eres mi hijo, el predilecto en quien me complazco. Por el bautismo hemos sido hechos realmente, hijos de Dios en el único Hijo que es Jesucristo. Por el bautismo somos coherederos del Reino de los Cielos, se nos han abierto las puertas de la vida eterna. Lo que ocurrió el día del bautismo de Jesús, ocurrió el día de nuestro bautismo, el día en que nos comprometimos si teníamos ya uso de razón o se comprometieron nuestros padres y nuestros padrinos por nosotros en vivir la vida cristiana; en vivir conforme al credo, manifestación de nuestra fe.

Ocurre lo mismo, pero Jesús da este paso para comenzar su vida pública. Después del bautismo Jesús irá al desierto, para allí en la oración, en el sacrificio, en el silencio prepararse para lo que viene; para esos tres años de vida pública en que lo dará todo, en medio de su pueblo llevando la palabra de vida, anunciando, predicando, acogiendo, curando, sosteniendo, dando esperanza. Pero tiene que prepararse, para poderlo llevar adelante.

En nuestro bautismo también recibimos la misma misión que Jesús, ir al mundo entero a anunciar la buena noticia. Por el bautismo somos hijos de Dios, somos cristianos; pero por el bautismo somos misioneros, evangelizadores, tenemos que compartir aquello que hemos recibido, aquello en lo que creemos. No podemos ser cristianos sino somos evangelizadores, no podemos ser cristianos si realmente no somos capaces de compartir en cada momento, en cada circunstancia de nuestra vida, ésa alegría y ese gozo de habernos encontrado con Cristo, y en Él, haber encontrado la salvación. El bautismo nos ha dado esa misión, para la que tenemos también que prepararnos, en el recogimiento, en la oración, en el sacrificio para poder ser fieles. Sino saldremos muy entusiasmados, pero no podremos continuar adelante sino hay oración, sino hay reflexión, sino hay meditación, sino hay sacrificio.

Sino fortalecemos nuestra fe y nuestro espíritu, cuando lleguen los momentos difíciles, y llegarán los momentos difíciles por predicar el evangelio de Cristo, por predicar el amor, por predicar la comprensión, por predicar el reconocernos hermanos los unos de los otros, por predicar el diálogo, el respeto a la diferencia por encima de cualquier otra cosa; entonces no podremos seguir adelante. Necesitamos la fuerza de Dios, esa fuerza que viene del Espíritu, ese Espíritu que acogemos en nosotros pero que tenemos que esforzarnos para que quede en nosotros, en la oración, el sacrificio, en el esfuerzo de cada día.

Celebremos con alegría y con gozo este día del bautismo del Señor, que dará paso al tiempo ordinario, al tiempo durante el año hasta el Miércoles de Ceniza que será el 2 de marzo. Celebremos con alegría el bautismo del Señor que nos lo dejó para que también nosotros pudiéramos recibirlo, pudiéramos ser purificados del pecado original, de nuestros pecados, para que el Espíritu Santo pudiera descender sobre nosotros, iluminarnos, fortalecernos, para que pudiéramos escuchar la palabra de Dios diciéndonos, este es mi hijo a quien también amo, en quien he puesto mi confianza. Para que escucháramos su palabra de nuevo diciéndonos, vayan al mundo entero. El mundo entero que para cada uno es su familia, sus vecinos, sus amigos, sus compañeros, la sociedad en la que vive, el momento en que le ha tocado vivir.

Pidámosle al Señor que nos de la gracia, y la fuerza para poder ser fieles, para poder llevar su mensaje a todos aquellos que encontramos en nuestro camino; para que encontrándose con Él puedan creer, y creyendo recibir la salvación que Él nos ganó a tan alto precio, y recibiendo la salvación puedan recibir el bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Que así sea.

(Música, Con su Espíritu nos bautizará, Dumas y Mary)

Ahora hermanos, confiados en que el Señor siempre nos escucha y nos responde, presentémosle nuestras súplicas.

En primer lugar, por la iglesia de la que formamos parte todos y cada uno de nosotros, familia de Dios a partir de nuestro bautismo, para que fieles al mandato del Señor, demos testimonio de Él con la palabra y con la vida en medio de nuestros hermanos más necesitados. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vacaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que escuchemos la llamada del Señor a servirlo en los hermanos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los que sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que podamos encontrar en Cristo, en su palabra, la fuerza para seguir adelante. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el fin de esta pandemia. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los enfermos, para que el Señor les conceda la salud del alma y del cuerpo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, particularmente aquellos que nadie recuerda, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Los unos por los otros, para que vivamos conforme al bautismo que hemos recibido, como hijos de Dios. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Ahora oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal. Amén

 Hermanos todos los que no han podido acercarse a recibir a Jesús sacramentado, pueden hacer la comunión espiritual, rezando la siguiente oración.

 Creo Señor mío que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas, y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma; pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiera recibido, me abrazo y me uno todo a ti. Oh Señor, no permitas que me separe de ti. Amén.

Un gusto como siempre haber podido compartir este rato de oración, de reflexión de meditación, el domingo, en esta fiesta del Bautismo del Señor. Les deseo a todos ustedes, sus familias, sus amigos que tengan un excelente domingo, día del Señor. Que tengan una muy buena semana, y sobre todo, que tengan un muy buen año en el que la bendición del Señor no nos faltará. Estemos seguros de eso. Siempre el Señor camina con nosotros.

Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre. Amén.

Les ha hablado el P. Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba. Un abrazo y hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guion, grabación, edición y montaje: Erick Guevara Correa

Dirección general: María Caridad López Campistrous

Fuimos sus locutores y actores. Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA

(Música, El bautismo del Señor, DR) 

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