Irradia

Irradia

Emisión del 19 de diciembre de 2021
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial

Domingo IV de Adviento

 “¡Dichosa tú que has creído, porque lo que el Señor te ha dicho se cumplirá!” Lucas 1, 45

(Música, La visitación, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música, La visitación, Javier Brú)

 En esta mañana nos acompaña el padre Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba. 

En este Cuarto Domingo de Adviento la liturgia se centra en la figura de María, la Virgen Madre que espera para dar a luz a Jesús el Salvador del mundo. Nosotros como María, estamos llamados a acoger al Redentor, para ponernos en camino hacia el hermano que también necesita conocer la Buena Noticia de la Salvación.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, como siempre un gusto, un placer poder compartir con ustedes este domingo la Palabra de Dios, dejarnos iluminar por ella.

El Evangelio que la liturgia nos propone para este domingo está tomado del evangelista San Lucas, en el capítulo 1, versículos del 39 al 45.

(Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 1, 39-45)

La liturgia de este domingo nos presenta la figura de la Virgen María. El Ángel Gabriel le ha anunciado que va a ser la Madre del Salvador; y María se cuestiona, ¿es la voluntad de Dios? Quizás ella pensaba que la voluntad de Dios era que se consagrara totalmente a Él, en cuerpo y alma. No era lo común en esta cultura, pero era posible; por eso la única pregunta que María le hace al Ángel es, ¿Cómo podrá ser esto sino conozco varón? María se atreve a preguntarle al Ángel, y el Ángel que viene de parte de DIOS le responde. Porque la inquietud de María era no hacer la voluntad de Dios en su vida, y por eso tiene respuesta. La respuesta contundente para la Virgen, la que hace que deseche toda duda, es cuando el Ángel le dice Mira a tu parienta Isabel, la que todos llamaban estéril, está de seis meses, porque para Dios nada hay imposible.

Me imagino que esas palabras deben haber resonado profundo en el corazón de la Virgen, para Dios nada hay imposible, ni siquiera que una Virgen conciba y dé a luz, que una Virgen sea fecunda. Por eso ya no hay más preguntas. He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. ¿Y qué hace María después de esto? ¿Qué hubiéramos hecho nosotros si nos dan una noticia que vamos a ser alguien tan importante en la historia de la salvación? Quizás nos hubiéramos quedado tranquilos en nuestra casa, dándole vueltas, reflexionando, pensando, qué voy a hacer, cómo lo voy a hacer; o quizás esperando que los ángeles de Dios bajaran para servirnos, para ayudarnos, para ocuparse de las cosas que tenemos que hacer en este mundo para que nosotros nos ocupáramos solamente de las cosas de Dios. Pero María no, María se pone inmediatamente en camino a casa de su prima Isabel, anciana, embarazada; se pone en camino en un tiempo en que ponerse en camino era difícil para una mujer, posiblemente sola, mucho más difícil y mucho más peligrosa, pero no se lo cuestionó. Se puso en camino para ir a ayudar a su prima Isabel que estaba de seis meses, me imagino que también para compartir con ella.

Si alguien podía comprender lo que sentía el corazón de María ante el anuncio del Ángel, sería Isabel. Isabel que había sentido, experimentado, la obra de Dios en su vida, la misericordia de Dios, la presencia, la cercanía. Ella que durante tantos años vivió lo que era un oprobio, la esterilidad, que muchos pensaban que era producto de pecados desconocidos que Dios castigaba, y sin embargo ella y su marido, siguieron fieles en el camino del Señor, aceptando su voluntad. Ella podía comprender lo que sentiría María, la virgen cuando el Ángel le dice que ella va a ser la Madre del Salvador, que el Espíritu Santo la cubriría con su sombra, por el que de ella nacería sería llamado Hijo de Dios. María deja que la voluntad de Dios cambie absolutamente su vida, la transforme, me atrevería decir la trastorne porque ella como todo el mundo tendría pensado qué iba a hacer, de qué manera lo iba a hacer, y el Señor Dios le señala otro camino y no lo duda.

Pero ahora se ha puesto en camino para irse a encontrar con Isabel, pero no va sola, en su vientre lleva al Hijo de Dios, que se ha encarnado en sus purísimas entrañas, que ha tomado de ella carne y sangre. María el puente a través del cual Dios baja a este mundo, a través del cual nosotros nos encontraremos con Dios. Por eso cuando llega a casa de Isabel y la saluda, Isabel le dice, Cuando tu saludo llegó a mis oídos, el niño saltó de alegría en mi seno, dichosa tú que has creído, porque todo lo que te ha dicho el Ángel se cumplirá. El niño ha saltado de gozo en su seno, el Espíritu Santo la ha cubierto a ella también y a aquel niño llamado a ser el Precursor desde su vientre. Porque María no va sola, María lleva a su Hijo con ella, por eso la gracia de Dios, la fuerza de Dios, la bendición de Dios llegó a aquel hogar. María la primera misionera, la primera evangelizadora, que enfrentando las dificultades se pone en camino, para ir a ayudar, para ir a compartir con su prima sus necesidades. Por eso estará con ella aproximadamente tres meses hasta que nazca el hijo, allí junto con ella, pero también compartiendo su alegría y su gozo.

Al escuchar las palabras de Isabel, María nos deja ese maravilloso cántico del Magníficat. Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la pequeñez de su sierva. María no se hace ideas, no se cree cosas, se sabe pequeña y pobre, que la grandeza de Dios ha descendido sobre ella porque ha querido, porque la escogió portentosamente, porque la preservó por los méritos anticipados de la muerte y pasión de su Hijo Jesucristo. La pequeña, la pobre, se sabe instrumento, pero una vez más el Señor nos dice que son los pequeños y los pobres los que nos han de evangelizar, aquellos que han descubierto la necesidad de Dios en su vida, aquellos que saben que necesitan de la fuerza de Dios para seguir adelante. Ésos son los pobres, los pobres materialmente, María era pobre materialmente; los pastores que van a adorar a Jesús son pobres materialmente, los publicanos, los pecadores, son pobre. Pero los Reyes que vienen del Oriente a adorar al Niño no son pobres materialmente, pero son pobres en su corazón, porque estos hombres que serían quizás personas importantes allí donde vivían, no tuvieron a menos cuando vieron la luz de la estrella, de ponerse en camino y cuando llegaron a un establo, cuando vieron un niño envuelto en pañales y en un pesebre rodeado de animales, quizás de pastores muy pobres. No preguntaron, no cuestionaron, adoraron, descubrieron en ese Niño la presencia del Salvador, y les dieron sus regalos, oro, incienso y mirra… los pequeños. Y así será a lo largo de toda la historia de la Iglesia.

A los pequeños se les aparecerá la Virgen en Fátima, en Lourdes, en Nipe. Los pequeños serán los que asumirán nuestras comunidades y las llevarán adelante, y las sostendrán, y seguirán anunciando a Cristo en medio de nuestro pueblo a aquellos que quizás nadie tuvo en cuenta, en los que nadie pensaba y que dieron el paso adelante cuando fue necesario. Y atendieron a los niños en las catequesis, y fueron a rezar por los difuntos en las funerarios, visitaron a los enfermos y se ocuparon de todos los que sufrían, un día y otro. Los pequeños.

Hemos encendido hoy la última vela de la corona de Adviento. Se ha llenado de luz, esa luz que ilumina y nos permite no perder el camino. Es el momento de preguntarnos nosotros, ¿también se ha encendido esa luz en nuestro corazón? ¿Se ha ido incrementando? ¿Hemos ido encontrando aquello que tenemos que quitar para que el Señor pueda hacer morada en nosotros? ¿Hemos aprovechado este tiempo para descubrir lo pequeño y lo pobres que somos? ¿Vasos de barro en los que llevamos la gracia de Dios para que se vea quién es el que obra? ¿Nos hemos dejado iluminar para encontrar el camino como María para salir al encuentro de los demás y llevarle al Señor, anunciarle al Señor que viene Maranatha, Ven Señor Jesús? ¿Enseñarles a pedir que el Señor venga, que se haga presente en medio de nosotros, que lo descubramos presente en medio de nosotros, caminando con nosotros, delante, detrás, a nuestro lado, para que la alegría de la Navidad nos ilumine, para que la alegría de la Navidad nos fortalezca, para que la alegría de la Navidad nos ayude a seguir adelante, para que seamos capaces de llevar la alegría de la Navidad a nuestro pueblo, a todos aquellos que la necesitan, de manera particular a los pobres, a  los enfermos, a los solos, a los ancianos, a los niños?

Estamos en el último domingo de Adviento. Tenemos la Navidad a las puertas, entonces, dejemos que esa luz ilumine nuestro corazón, y desde nuestro corazón nuestro camino, y el camino de todos aquellos que encontramos, que como la Virgen estemos dispuestos siempre a ponernos en camino. Pero nunca solos, nunca para llevarnos a nosotros mismos, sino para llevar a Aquel que es la luz del mundo.

Que así el Señor nos lo conceda y nos conceda a todos una feliz Navidad.

(Música, Magnificat, Acrisolada)

Ahora confiados en que el Señor siempre nos escucha, vamos a presentarle nuestras súplicas. A cada petición responderemos, Ven Señor Jesús.

Pidamos por la Iglesia, para que centre su labor pastoral y su fuerza evangelizadora en el anuncio permanente de la salvación del Señor. Oremos. Ven Señor Jesús.

Por quienes ejercen la autoridad, para que lleven adelante su trabajo en un ambiente de justicia, de diálogo y de paz. Oremos. Ven Señor Jesús.

Por los más sufridos, para que encuentren una mano amiga y fraterna que los consuele y ayude. Oremos. Ven Señor Jesús.

Por las familias, para que en esta Navidad encuentren espacios de reencuentro y reconciliación. Oremos. Ven Señor Jesús.

 Por nuestras comunidades cristianas, para que el camino de comunión que hemos emprendido haga crecer en ellas la conciencia de nuestra responsabilidad en la misión de Cristo. Oremos. Ven Señor Jesús.

 Para que sepamos reconocer y agradecer la misericordia de Dios que ha hecho grandes cosas en cada uno de nosotros. Oremos. Ven Señor Jesús.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor. Amén

Ahora hermanos oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

 Comunión espiritual.

Creo Señor mío que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo por sobre todas las cosas, y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo ahora sacramentalmente ven al menos espiritualmente a mi corazón, y como si te hubiera recibido me abrazo a Ti y me uno todo a Ti. Oh Señor, no permitas que me separe de Ti. Amén.

Un gusto, una alegría, un gozo, poder compartir con ustedes este domingo, cuarto domingo del tiempo de Adviento, a las puertas de la Navidad. Así que aprovecho para desearles una Feliz Navidad, que puedan reunirse en familia, que puedan compartir esa alegría que no está sólo en las cosas materiales que podamos o no tener, está en el encontrarnos, encontrarnos con nuestra familia, encontrarnos como amigos. Disfrutemos, aprovechemos esta oportunidad. Pongámonos en camino los unos hacia los otros.

Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre. Amén.

Y recuerden cuidarse, cuidarse cada uno, cuidar a sus familias, cuidar a sus amigos, este es el momento. Amor son obras y no buenas razones. Y esto es una obra de amor. Les habla el P. Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba. Un fuerte abrazo para todos y hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guion, grabación, edición y montaje: Erick Guevara Correa

Dirección general: María Caridad López Campistrous

Fuimos sus locutores y actores. Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA

(Música, María, Tony Rubí)

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