Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez

Arzobispo de Santiago de Cuba
Eucaristía XXXI Domingo del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
31 de octubre de 2021

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Marcos 12, 31

Hermanos,

Ya entramos en el mes de noviembre, que es el último mes del Año Litúrgico. A finales del mes de noviembre se celebra la fiesta de Cristo Rey, el último domingo; ese domingo culmina el Año Litúrgico que comienza en el Adviento, anunciando la venida del Mesías que celebramos en la Navidad, y termina el último domingo de noviembre celebrando la fiesta de Cristo Rey que significa, como en las palabras de san Pablo todo va a ser recapitulado en Cristo se cumpliría. Cristo es el Alfa y Omega, está al principio desde la creación del mundo y está al final pues todo ha sido recapitulado en Él. Tenemos que prepararnos para eso. Nosotros somos llamados a vivir en Cristo Jesús, que ha venido para salvarnos.

En la primera lectura del libro del Deuteronomio, en ella nos dice que para salvarse hay que cumplir la ley. ¿Cuál es la ley? ¿La ley es una serie de preceptos?, ¿una Constitución que tiene cien, doscientos, trescientos artículos? No, eso media las relaciones entre los hombres. La ley de Dios, es la ley que toca el corazón, y en la medida en que nosotros nos encomendamos a Dios, según la ley de Dios, así todas las demás leyes y constituciones del mundo serán algo bueno para los hombres. Pero en la medida que nosotros nos apartemos de los mandamientos, las mismas leyes pueden apartarnos del amor a Dios y a los hombres.

Aquí dice, ¿cuál es la ley?, teme al Señor tu Dios guardando sus mandatos. ¿Temer significa tenerle miedo? No, temer significa respeto, respeta al Señor tu Dios que te ha dado la vida, respeta al Señor tu Dios que entregó a su hijo Jesús por ti para salvarte. Guarda todos sus mandatos y preceptos que Él te manda, tú, tus hijos y tus nietos, escúchalo Israel y pon todo esto en obra para que te vaya bien y crezcas en número. Cuando nos apartamos de la ley de Dios, nos damos cuenta que empiezan las divisiones, los odios, la soberbia, la prepotencia, la injusticia; entonces aquí nos dice, mira, reconócete creatura, sigue la ley de Dios, no seas soberbio, no seas soberbio. Eso nos lo dice a todos, no importa quien sea, desde el más pequeñito hasta el más alto y tenga más poder. No podemos ser soberbios, la humildad consiste en hacer la voluntad de Dios y hacer el bien. Acuérdate que hay un solo Dios, que es uno, y es el Creador, y lo amarás con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Guarda esto en tu memoria. Hermanos tenemos que guardar esto en nuestra memoria.

Esta lectura del Deuteronomio está muy en relación con el evangelio de San Marcos, porque es exactamente igual y se hace referencia a esta lectura del Deuteronomio que fue escrito siglos antes de Jesús. ¿Qué mandamiento es el primero de todos?, y se repite exactamente igual, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser, dice Jesús. Inmediatamente completa y dice, amará a tu prójimo como a ti mismo, no hay mandamiento mayor que esto. Y en otro texto dice que esos dos mandamientos son uno solo: porque cuando uno ama a Dios, obligatoriamente si es que somos sinceros amamos a los hermanos. Además, no desearle, ni hacerle a los demás lo que no quiero que a mí me hagan. Cada uno de nosotros tenemos que ponernos a pensar, antes determinadas actitudes, ¿yo quiero que a mí me maltraten?, no, yo no debo maltratar. ¿Yo quiero luchar por trabajar en la vida?, también tengo que permitir que los otros luchen en la vida para vivir mejor aquí en la tierra, y para con paz llegar al Señor. ¿Yo quiero expresar lo que yo pienso de las cosas?, yo tengo que respetar al otro para que él también exprese lo que piensa de las cosas, sobre todo si entraña el bien común.

Esa relación con Dios, no es solamente mirar hacia arriba, pidiendo al Señor que me beneficie, que se acuerde de mí, de lo que yo necesito. Nosotros tenemos que pedirle a Dios que se acuerde de mí y que se acuerde de todos. El bien que yo deseo para mí, también debo deseárselo a los demás. Eso es lo que el Señor nos dice, por eso tenemos que estar pendientes en esa relación con Dios y con los hermanos que consiste en la justicia, lo que yo deseo para mí, lo deseo para los demás. Lo que Dios me ha dado a mí, nos lo ha dado a todos, no hay nadie mejor que nadie, todos somos iguales ante Dios.

Por lo tanto hermanos, cumplamos los mandamientos porque eso es lo que nos va a llevar al encuentro del Señor; y tengamos bien claro, cuando nosotros nos apartamos de sus mandamientos, cuando un grupo de personas se aparta de los mandamientos, cuando una sociedad empieza a considerar que hay gentes que tiene más derechos que otras, en ese mismo momento nos estamos apartando de Dios y del mandamiento principal que debe regir a todo hombre, ama a Dios y trata a los demás como tú quieres que a ti te traten.

Lo último que he dicho es la regla de oro, que no solamente es de los cristianos, aunque en Jesucristo fue un machaque constante para recodárnoslo. No, en la historia de la humanidad, aquellas personas que han buscado la justicia han tenido esto muy presente. Trata al otro como tú quieres que a ti te traten. Eso es justicia y así tenemos que vivir.

Que Dios nos ayude a todos a vivir así.

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