Irradia emisión del 10 de octubre de 2021

Irradia emisión del 10 de octubre de 2021

Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario

 “La palabra de Dios es viva y eficaz”. Hebreos 4, 12

 (Música, Todo habla de Ti, Rocío Crooke)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música, Todo habla de Ti, Rocío Crooke)

 En esta mañana nos acompaña el padre Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba.

Te pedimos Señor que tu gracia continuamente nos disponga y nos acompañe, de manera que estemos siempre dispuestos a obrar el bien.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, siempre un placer, un gusto, una alegría poder compartir con ustedes estas lecturas del domingo; reflexionar, compartir, orar con la Palabra de Dios que nos propone le liturgia de este vigésimo octavo domingo del tiempo ordinario, que nos propone como evangelio un fragmento del Evangelio de san Marcos, en el capítulo 10, versículos del 17 al 30. Les habla el padre Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba.

 (Lectura del evangelio de San Marcos, capítulo 10, 17-30)

La primera lectura de este domingo, como siempre las primeras lecturas de los domingos, del Antiguo Testamento, o como casi siempre, del libro de la Sabiduría. Y qué interesante preguntarnos qué entendemos por sabiduría. Si hiciéramos una encuesta, creo que la mayoría respondería, sabiduría es mucho conocimiento, saber de ciencia, saber de arte, saber de las coas de la vida, sabio el que sabe mucho. Sin embargo, para el Antiguo Testamento, para los libros sapiensales porque no solo el libro de la Sabiduría es un libro sapiensal, hay otros; la sabiduría consiste no en el tener muchos conocimientos acerca de algo, si no, tener el conocimiento de Dios, de la voluntad de Dios, de lo que Dios quiere para mí y quiere de mí.

Sabiduría es buscar la voluntad de Dios en mi vida, y con la fuerza, con la gracia del Señor, ponerla por obra. Dos cosas, buscar la voluntad de Dios, ¿qué Dios quiere para mí? Generalmente decimos yo quiero ser, yo quiero tener, yo quiero ir, yo quiero hacer, pero no nos preguntamos qué quiere Dios, cuál es el camino de Dios para mí, por dónde me llama, a dónde me llama. Por eso hay que estar atentos como esa lectura preciosa del Antiguo Testamento en la que Dios va a pasar y primero hay como un terremoto, y Dios no estaba en el terremoto; una tormenta, y Dios no estaba en la tormenta; y de momento pasa un viento suave… y ahí estaba Dios. Por eso hay que estar atentos, porque Dios pasa, y si no estamos atentos lo dejamos pasar de largo. El sabio es el que busca, cual es la voluntad de Dios, el camino de Dios, y en él encontrará la fuerza para recorrerlo, porque en eso encuentra el sentido de su vida.

El salmo de hoy, es el Salmo 89, y hemos repetido con la antífona, “sácianos Señor de tu misericordia”; y el día 5 celebramos la memoria de Santa Faustina Kobalzka, apóstol de la misericordia. ¿Qué ante de Faustina no sabíamos que la Misericordia existía? No, sí lo sabíamos. Pero el Señor se valió de esta mujer, sencilla, pobre, sin aspiraciones, viviendo en un convento, haciendo las labores más humildes para dar a conocer, para recordarnos mejor, su Misericordia. Que el Señor es misericordioso, que la misericordia de Dios se derrama sobre nosotros, sólo tenemos que abrir el corazón, sólo tenemos que confiar en el Señor, que no podemos desesperar, aunque nuestros pecados sean rojos como la grana. El Señor es capaz de transformarnos.

El hijo pródigo, esa hermosa parábola, el padre en el camino esperando que su hijo regresara, con esa esperanza; es una espera, esperanzada. Cuando llega y el hijo le dice, Padre he pecado contra el cielo y contra ti, ¿cuál es la respuesta del Padre? Hagamos una gran fiesta, porque este hijo mío que estaba perdido ha sido encontrado, este hijo mío que estaba muerto ha vuelto a la vida. ¡La misericordia! Que no quiere decir que podemos jugar con Dios, que no quiere decir que podemos confiarnos en que Dios es tan misericordioso que puedo hacer todo lo que yo quiera, al final Él me va a perdonar. No, no podemos faltarle el respeto a Dios de esa manera. No. Pero sí realmente somos capaces de confiar en la misericordia de Dios, por difícil que sea el momento por el que estemos pasando, por lo mucho que nos hayamos alejado del Señor, sabemos que Él está ahí, que él camina con nosotros, que Él no nos abandona; que cuando nos sentimos lejos, es porque nosotros somos los que nos alejamos, Él está ahí. Por eso podemos convertirnos, por eso podemos un día reconocer nuestros pecados y por eso podemos decirle un día Padre perdóname, porque he pecado contra el cielo y contra ti. La misericordia del Señor.

La segunda lectura, ya en el Nuevo Testamento, en la carta a los Hebreos, y este fragmento comienza diciendo la palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que una espada de dos filos. La palabra de Dios es viva y eficaz, es capaz de llegar a lo más profundo de nuestro corazón, pero dios en su infinita misericordia ha querido que nosotros seamos los instrumentos a través de los cuales, esa palabra de Dios llegue a nuestros hermanos. Vayan al mundo entero y anuncien la Buena Nueva para que todo el que crea y se convierta se salve, y lo bauticen en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La palabra de Dios es viva y eficaz. Entonces, ¿por qué no siempre llega?, por qué predicamos, predicamos y predicamos y a veces sentimos que la palabra de Dios no llega al corazón de nuestros hermanos, no es capaz de moverlos, de cambiarlos, de transformarlos… y nos desanimamos, nos desalentamos, porque nos hacemos la pregunta equivocada.

¿Qué sucede que no me escucha? No, ¿qué me sucede a mí que no permito que esa palabra, viva y eficaz, llegue al corazón de mis hermanos? Porque yo puedo ser instrumento, yo puedo ser canal, pero también puedo ser un muro, que impida que la palabra de Dios llegue a los demás. En la medida en que yo me esfuerzo por vivir conforme a la palabra, entonces la palabra de Dios llega a mis hermanos. No puedo pedirle a los demás lo que yo no soy capaz de esforzarme por conseguirlo, yo no puedo pedirle a los demás que perdonen sino perdono, que comparta sino comparto, que comprenda sino comprendo, que respete sino soy capaz de respetar a los demás.

La palabra de Dios siempre es viva y eficaz, por sí misma, y cuando la dejamos entra en nuestra vida llega hasta lo más profundo, toca lo más íntimo. La única que puede llegar hasta donde no dejamos llegar a nadie, hasta donde incluso, a nosotros mismos algunas veces nos da miedo llegar y mirar dentro de nosotros mismos, es la única que puede sanar lo más profundo de nuestra vida y de nuestro corazón. Entonces, esa palabra de Dios, viva y eficaz en nosotros se derrama, se desborda, y llega a nuestros hermanos, y es capaz entonces de tocar también sus corazones, no nosotros, no nos equivoquemos. No es mi elocuencia, no es mi sabiduría humana, es la palabra de Dios, que permito que humildemente me utilice como instrumento para llegar al corazón de mis hermanos. Cuando sintamos que predicamos y no nos escuchan, preguntémonos qué sucede en mi vida, cómo acojo yo esa palabra viva y eficaz para que pueda llegar a los demás.

El evangelio de hoy, que para mí es como un espejo, la del joven rico. Ya lo de joven no me lo puedo aplicar, y lo de rico tampoco, pero sí lo que significa. Aquel joven que va a donde está Jesús y le pregunta, Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Y Jesús le dice, ahí tienes los mandamientos, no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no cometerás fraude, honrarás a tu padre y a tu madre. Y este joven le responde a Jesús lo que ya quisiera yo poderle responder, Maestro todo esto lo he cumplido desde muy joven. Si pudiéramos decir eso, he cumplido desde muy joven los mandamientos. Y Jesús, nos dice el evangelista san Marcos, lo miró con amor. ¿Cómo sería esa mirada de Jesús? Y le dice, sólo una cosa te falta, ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres, y así tendrás un tesoro en los cielos, después ven y sígueme. Porque la vida del cristiano es ésa, dar un paso después de otro, no nos podemos detener, porque cuando nos detenemos retrocedemos. Cada vez que damos un paso en nuestra vida cristiana, éste nos pide otro. El Señor no se conforma. El Señor es como dice ese refrán, que si le das el dedo se coge la mano, así es, si le damos Él siempre nos pedirá más, porque es lo mejor para nosotros.

Pero qué difícil. Al oír estas palabras estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado. Apesadumbrado, triste, pero se fue, y se fue por qué, porque tenía muchos bienes, y no quería renunciar a ellos. Le hacía falta dar un paso más para seguir al Señor, para alcanzar la vida eterna. Tenía muchos bienes. Y Jesús mirando a su alrededor dijo entonces a sus discípulos, ¡qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios! Y ahí es donde nos perdemos, a los ricos, yo no soy rico, así que yo no tengo ningún problema para entrar en el Reino de Dios. No, porque cuando dice ricos, va mucho más allá del que tiene bienes materiales acumulados, ésos son ricos; pero también nosotros que no tenemos materiales acumulados podemos ser ricos, de nuestra sabiduría, de nuestro don de gente, de las capacidades que tenemos y que pensamos que son nuestras cuando las hemos recibido gratuitamente. Cuando estamos llenos de nosotros mismos, cuando nos dejamos dominar por la soberbia, cuando queremos quitar a Dios para ponernos a nosotros…

¡Cómo nos engañamos! Queremos quitar a Dios para ser más libres, sin darnos cuenta que cuando quitamos a Dios, nos hacemos esclavos. Como dice el Salmo 8, lo hiciste poco inferior a los ángeles, somos el culmen de la creación, por encima de nosotros sólo Dios, ante el único que podemos doblar la rodilla, cuando quitamos a Dios y nos ponemos a nosotros, nos hacemos esclavos, esclavos de lo falible, esclavos de lo que cambia, esclavos de lo que puede equivocarse. ¡Qué difícil les será a los que estemos llenos de nosotros mismos entrar en el reino de los cielos! Entonces, cada uno tenemos que preguntarnos, ¿de qué estoy lleno yo? ¿qué está ocupando en mi vida el lugar de Dios? Para que entonces yo pueda dar el siguiente paso, dejarlo todo para seguir al Señor.

Dejarlo todo que no es negar lo que tengo, dejarlo todo que es utilizar todo para la mayor gloria de Dios y el bien de mis hermanos, para utilizar los dones que he recibido gratuitamente, eso viene en mi ADN, no lo ha comprado nadie, ni mis padres ni yo. Eso viene ahí, y yo tengo la responsabilidad de hacerlos crecer, de desarrollarlos, de ponerlos al servicio de mis hermanos, que es la diferencia. No es renunciar a lo que tengo, es darle el fin para el cual el Señor me lo dio, para ponerlo al servicio los unos de los otros. Entonces lo compartiré, los multiplicaré, no me dolerá prenda que otros lo aprovechen, y crezcan, para que puedan compartirlo también con sus hermanos.

Pidámoslo así hermanos míos en este domingo al Señor. En primer lugar, que comprendamos que la verdadera sabiduría es encontrar el camino de Dios para mí, porque es el camino en el que voy a encontrar la felicidad por la que tanto me afano en este mundo, esa felicidad que no está exenta de dificultades, que no está exenta de contradicciones, que no está exenta de persecuciones. Porque en el evangelio de hoy también cuando los discípulos le preguntan, los apóstoles al Señor, nosotros que lo hemos dejado todo para seguirte, ¿qué vamos a tener?, los que hemos dejado padre, madre, hijos; yo les aseguro, les responde Jesús, que nadie que ha dejado casa, o hermano o hermana, o padre o madre, o hijo, o tierras por mí y por el evangelio, dejará de recibir en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanas, hermanos, madres, hijos, y tierras, junto con persecuciones.

El cristiano no es el que no tiene problemas, el cristiano no es el que no encuentra contradicciones en su vida, el cristiano es el que encuentra en el Señor la fuerza para ponerse en pie cada día y seguir adelante, sin temor, porque el Señor está contigo. Lo que es imposible para mí, es posible para Dios. Para Dios todo es posible. Entonces eso, busquemos la verdadera sabiduría, dejemos que la palabra de Dios como esa espada de doble filo, entre hasta lo profundo de nuestro corazón y cambie nuestra vida, que descubramos la misericordia de Dios que está siempre ahí, dispuesta a derramarse sobre nosotros. Y en el Señor la fuerza, para ir dando cada día los pasos que el Señor me pide para seguirlo más de cerca y encontrar la vida eterna. Qué así el Señor nos lo conceda.

Ahora hermanos presentemos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre, que siempre nos escucha y siempre nos responde.

Pidamos en primer lugar por la Iglesia, de al que formamos parte todos y cada uno de nosotros, piedras vivas, para que buscando la voluntad de Dios sigamos su camino, y en el compartamos su palabra con todos aquellos que están a nuestro alrededor. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos por las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, por las familias, para que el Señor derrame sobre todos, su misericordia, y podamos vivir conforme a su palabra. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Para que el Señor libre nuestra ciudad, nuestras familias, a nuestra patria, al mundo entero, de enfermedades, catástrofes y epidemias. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

 Pidamos por los difuntos, por todos aquellos que ya han partido al encuentro del Padre, para que encuentren en Él el lugar del consuelo, de la luz y de la paz. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en lo profundo de nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Ahora oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

 Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre. Amén.

Que tengan un feliz domingo, y una muy buena semana. Les ha hablado y compartido con ustedes el P. Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Es la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA

(Música, Cerca de Jesús, Jesús Adrián Romero)

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