Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez  Arzobispo de Santiago de Cuba

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez Arzobispo de Santiago de Cuba

Eucaristía XXIV Domingo del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
12 de septiembre de 2021

“Entonces él les preguntó: Y ustedes ¿quién dicen que soy yo? Pedro le respondió: Tú eres el Mesías. Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie” Marcos 8, 29-30

 Hermanos,

Voy a recordar la oración que acabamos de hacer. Ustedes saben bien, otras veces lo hemos dicho, pero es bueno repetirlo, que esta oración se llama colecta porque reúne las peticiones de todos los fieles, de todo el pueblo. Siempre hay una petición clave para todo el pueblo. Esa petición es para mí, para ustedes, para el que no cree.

La oración dice: Míranos Señor, que Él nos mire, su rostro se muestre, con ojos de misericordia y has que experimentemos vivamente tu amor; es decir que sintamos el amor de Dios en nosotros, para que podamos servirte con todas nuestras fuerzas.

Fíjense bien, esta es una relación de amor. Dios es una persona, nosotros somos personas; esa relación de amor con Dios y la relación entre las tres personas de la Santísima Trinidad uno puede tratar por analogía, por semejanza, uno puede tratar de sacar los caminos a seguir, las enseñanzas.

Una pareja de esposos, que se amen, si ambos sienten que el amor de ellos es indestructible, y que es un amor para siempre. ¿Cómo ustedes creen que sea esa relación? Perdurará hasta no sé cuántos años… ¿Cómo será la entrega del uno para el otro? Total, ¿por qué?, porque el amor produce ese efecto. Me aman, y yo trato si soy honesto, trato de corresponder a ese amor, y entonces se crea esa relación, ideal que todos deseamos, ser amados.

Triste es una persona, triste no está mal de la cabeza una persona que no quiera vivir en el amor. Triste, porque si el pez necesita el agua, el hombre necesita el amor. Entonces lo que le hemos pedido a Dios es lo siguiente, Señor que experimentemos tu amor, que sepamos descubrir tu amor por nosotros, que miremos el mundo de tal manera que te descubramos en las realidades buena, malas, la que sea, pero ver tu amor por mí. Lo que Tú has hecho, en primer lugar, me creaste por amor, te entregaste en la cruz para salvarte, me diste la Palabra de Dios para conocerte; me diste la Eucaristía para tenerte y comerte, como alimento del cuerpo y del alma.

Tantas maravillas que hemos recibido en la vida, no hay nadie en el mundo que todo lo que haya tenido sea nefasto. No al contrario si nosotros buscamos, descubrimos tantas muestras de amor que hemos tenido. Nosotros hermanos también, tenemos que buscar esas muestras de amor que están en nosotros y que vienes de Dios. Señor que experimentemos tu amor. ¿Por qué? Hay veces que somos amados y sin embargo nosotros estamos mirando para otro lado, y no nos damos cuenta de que hay gente que nos ama.

¡Qué decepción más triste!, para un joven que está enamorado de una muchacha y ve que no le corresponde la muchacha. Necesitamos experimentar el amor del otro, y eso se lo pedimos a Dios. Pero es un esfuerzo de parte nuestra. Tenemos que buscarlo, sino lo buscamos… A Dios hay que buscarlo, Él está presente siempre, a nuestra mano, pero hay que buscarlo.

Ahora bien, ¿para qué? Has que experimentemos vivamente tu amor para que podamos servirte con todas nuestras fuerzas. Claro está, si yo no experimento el amor de otra persona hacia mí, pues yo no, le respondo, pero no con esa reciprocidad. Pero si yo experimento su amor, enseguida Él responde, y eso es lo que estamos diciendo. Señor, que experimentemos tu amor para yo servirte con todas nuestras fuerzas. Hermanos, recordemos que Dios está ahí, tenemos que buscarlo, y si lo buscamos, nosotros vamos a descubrir el amor que Él nos tiene, y entonces vamos a tener mayor disposición para servirle con todas nuestras fuerzas, pero hay que buscar el amor de Dios, hay que vivirlo, hay que experimentarlo.

Los Santos, que uno ve que se entregan a las labores más increíbles. San Damián de Molokai allá en la Oceanía, que se entrega a atender a los leprosos hasta que él mismo cayó leproso y murió. ¿Por qué lo hizo? ¿Porque le gustaba darse “latigazos”? No, por amor a Dios, porque en los hermanos descubro el amor a Dios. San Juan de Dios, que se entrega a atender a los dementes. ¿Por qué lo hizo? ¿Porque quería “machucarse”? No, porque veía en ellos el rostro de Dios, y entonces él se entrega. Así nosotros también debemos de hacer.

Cuando un niño le hace una caricia a una madre, una sonrisa, esa madre se “derrite”, y se da todavía más. Nosotros tenemos que buscar el amor de Dios. Vamos a repetirla, Has Señor que experimentemos vivamente tu amor, y yo digo que busquemos vivamente tu amor, para experimentarlo, para que podamos servirte con todas nuestras fuerzas.

Ahora vamos a ver las lecturas rapidito, pues son interesantes.

La primera lectura es de Isaías. La mitad del libro de Isaías, en la que él empieza a darle al pueblo una consolación. ¿Por qué? Porque los primeros capítulos de Isaías, casi los primeros cuarenta, son capítulos que son tremendos; Isaías va describiendo toda la situación difícil que vive el pueblo porque se ha apartado de Dios, porque como el mal está en el mundo otras potencias han destruido o quieren destruir al pueblo; es decir, el mal está presente, el pueblo sufre, el pueblo está triste. Como nosotros que estamos tristes, que estamos sufriendo por estas situaciones que estamos viviendo.

Entonces después que Isaías le machaca en la cabeza, el mal está en el mundo, pero vamos a fijarnos cada uno de nosotros cuál es lo cuota que hemos puesto al mal del mundo, porque eso también hay que hacerlo… después que Isaías le dice eso a la gente el comienza a consolarlos, y les dice, no tengan miedo, el Señor siempre estará con ustedes, el Señor les liberará, el Señor es su fuerza, cojan ánimo, el Señor se hace presente.

Y dentro de esos capítulos, son casi doce o trece capítulos, hay cuatro cánticos, que se llaman así del siervo de Yahveh, el siervo de Dios. En Israel cuando se dice a una persona que es siervo de Dios significa que Dios la llama para cumplir una misión. En estos cuatro cánticos, que se pueden separar del texto, este está tomado del tercer cántico, él habla de un siervo sufriente. Acuérdense que el pueblo de Israel quería la liberación del estado, una liberación política que tiene sus altibajos siempre, porque son cosas mundanas. Aquí habla de un sirvo sufriente, que va a conquistar la victoria de Israel, la liberación de Israel, pero a otro nivel, que no se acaba en el tiempo como una liberación política, sino un nivel que es para toda la vida.

Ellos veían a David que fue un rey poderoso, a Salomón otro rey poderoso, pero, este siervo se presenta como aquel que va a liberar al pueblo, pero es un siervo sufriente. Si nosotros leemos este texto nos damos cuenta, que el que escribió los evangelios, tomaron de aquí palabras para describir quién era Jesús. Tomaron palabras, ofrecí la espalda a los que me golpeaban, no oculté el rostro a insultos y salivazos y así los cuatro cánticos del siervo de Yahveh van describiendo la pasión de Cristo. ¿Qué significa esto? Significa que ese siervo aplastado, dice que no abrió la boca, que no se quejó, como el Señor que dijo, perdónalos Padre porque no saben lo que hacen. ¿Tú eres rey? Y contestó. Pero dice mi Señor me ayuda, por eso no voy a quedar confundido, por eso ofrecí mi rostro, pero sé que no quedaré avergonzado. Es la victoria de Dios.

Entonces hermanos, ese siervo se pensó que sería el pueblo de Israel, se pensó que sería una persona, Cristo no cabe la menor duda; y los que estudian piensan que es el pueblo y es Cristo. Eso es en el Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento, ¿qué pasa?, ¿quién es ese siervo? Cristo, está descrito de la misma manera. ¿Y quién es ese pueblo que tiene que hacer presente a Cristo y que es siervo de Dios? La iglesia.

Nosotros también, tenemos que darnos cuenta de que el sufrimiento tiene un valor; que el entregarse por el otro tiene un valor, porque ahí nos estamos uniendo al sufrimiento del siervo de Yahveh, Cristo, que nos alcanzó la salvación.

Por eso es que, para el cristiano, como decía en la misa de la Caridad, para el cristiano el dolor tiene un sentido, porque nos unimos al dolor de Cristo. La persona que no descubre eso, que triste, porque como quiera sufre y no sabe por qué va a sufrir, y no sabe que el sufrimiento en Cristo tiene un valor redentor.  Fijémonos en eso, porque puede ser que nos dejemos caer como el pueblo de Israel en el piso, nos quedemos en el sufrimiento y no veamos la esperanza y no veamos que Dios nos levanta, no veamos que Dios nos levanta. Eso el Señor nos lo recuerda.

En el evangelio está ese pasaje de Pedro, Pedro como siempre, Tú eres el Mesías, ahí es cuando el Señor le dice tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia. Pero cuando Jesús les dice, hay que sufrir, yo voy a Jerusalén a sufrir, ¿qué dice Pedro? Dice que lo llevo aparte, se ve que eran buenos amigos, y dice que lo increpó, no tú no vas a Jerusalén porque no puede ser. ¿Qué le dice el Señor? Utiliza el mismo verbo, y el Señor lo increpó, delante de todos los demás para decirle, apártate, yo tengo que cumplir la voluntad de Dios, yo soy el siervo de Yahveh- Yo a través del dolor, de la cruz y del sufrimiento, y en la cruz del Señor cabe el sufrimiento de todos los pueblos producto del pecado y por la vida, ahí el Señor nos alcanza la salvación. Yo tengo que cumplir, yo tengo que pasar por el sufrimiento, y este sufrimiento es redentor.

Es una enseñanza para nosotros. Las madres lo saben, esto las madres lo saben; las madres saben que pasar dificultad por sus hijos es algo que es para el mañana. Hoy me sacrifico por este hijo mío para el mañana. Eso es lo que el Señor nos quiere enseñar hoy.

Hermanos vivamos así, vivamos descubriendo que la vida es ofrenda, que la vida es alegría y es tristeza, pero todo tiene en Cristo un sentido liberador, redentor para la vida eterna. Eso nos hace que nos sintamos hermanos unos de otros, sepamos sacrificarnos por el otro como bien dice Santiago en su carta. Dime de tu fe, que yo por mis obras te voy a mostrar mi fe. No es que haya una contradicción entre fe y obras. Jamás, es que las dos tienen que marchar tomadas de las manos.

Pensemos nosotros, analicemos eso, primero el amor de Dios para con nosotros, que hemos recibido y experimentado, seguro. Pero también pensemos que nosotros tenemos que tener bien claro que ese amor, se vive entre hermanos, y eso es lo que el Señor nos pide a nosotros que hagamos hoy.

Que el Señor nos ayude a vivir la vida con esperanza, con confianza, y esa esperanza y confianza siempre da alegría y da fortaleza para seguir adelante y triunfar en la vida, y alcanzar la vida eterna.

Que el Señor nos ayude a vivir así.

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