Irradia emisión del 22 de agosto de 2021

Irradia emisión del 22 de agosto de 2021

Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial

  “Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”.  Juan 6, 68

 (Música, Tú tienes palabras de vida eterna, Hna. Glenda)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música, Tú tienes palabras de vida eterna, Hna. Glenda)

 En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel Lopez-Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches a todos, les habla el P. Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba. Como siempre un placer, un gusto, una alegría, poder compartir con ustedes este domingo, compartir la Palabra de Dios, compartir esta pequeña celebración, con la cual concluimos la semana, pero también con la cual comenzamos la semana. Led amos gracias a Dios por toda la semana que ha pasado y le pedimos al Señor que nos de la fuerza para enfrentar esta nueva semana. Siempre de su mano.

Estamos en el vigésimo primer domingo del Tiempo Ordinario, y el Evangelio de hoy está tomado del Nuevo Testamento, del evangelista san Juan en el capítulo 6, versículos del 55 al 69.

(Lectura del evangelio de San Juan, capítulo 6, 55-69)

Pero la primera lectura de este vigésimo primer domingo del Tiempo Ordinario, está tomada del Antiguo Testamento, del libro de Josué. Qué interesante. Este hombre encara al pueblo, lo reúne y le dice, a ver a quién quieren ustedes servir, ¿quieren servir a los dioses de sus antepasados? ¿quieren servir a los dioses de este pueblo dónde están viviendo ahora, o quieren servir al único Señor? Decidan, ustedes deciden qué camino van a seguir. Ahora, yo y mi familia serviremos al Señor. y el pueblo le responde, lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses.

Están convencidos de eso. El Señor, es el único Señor que los ha sacado con mano poderosa de la esclavitud de Egipto, del Faraón; el que los ha hecho pasar a pie firme el Mar Rojo, el que los ha llevado por el desierto, el que ha tenido una paciencia infinita con ellos, el que ha estado siempre ahí, delante, como columna de nube, como columna de fuego, acompañándolos, llevándolos. No quiere decir que no van a apartarse y que el Señor no tendrá que decir muchas veces, es un pueblo de dura cerviz, de duro corazón. Pero saben que el Señor es el único Señor.

Como la Palabra de Dios es para todos, para todos los tiempos, entonces también se nos pregunta a nosotros a quién queremos servir, afectivamente y efectivamente. No sólo afectivamente, porque el Señor es bueno, porque el Señor está ahí, porque lo he experimentado en mi vida, sino efectivamente, que todo eso me hace vivir conforme el Señor espera y quiere de mí. Porque si no son solamente palabras, como decía la antigua canción palabras, palabras, palabras.

En el salmo responsorial, el Salmo 33, y repetimos con la antífona has la prueba y verás qué bueno es el Señor. Has la prueba y verás qué bueno es el Señor, y me recuerda lo que el Señor nos dice, vengan a mí todos los que están cansados y agobiados que yo los aliviaré, porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera. Pero casi siempre buscamos el alivio donde no podemos encontrarlo; o no podemos encontrarlo permanentemente, es un alivio circunstancial, que pasa, que se acaba y nos deja más cansados, más agobiados, más solos. Nos invita el Salmo, por qué no hacemos la prueba para experimentar permanentemente esa bondad del Señor que siempre está ahí, que siempre tiene la mano tendida, que siempre nos ayuda. Muchas tribulaciones. pasa el justo, dice el Salmo, pero de todas ellas lo libra el Señor.

En la segunda lectura ya estamos en el Nuevo Testamento, es la carta del apóstol San Pablo a los Efesios, los que la lean, sobre todo las mujeres, les parecerá un lenguaje trasnochado. Respétense unos a otros por reverencia a Cristo, que las mujeres respeten a sus maridos como si se tratará del Señor, porque el marido es cabeza de la mujer. Me imagino la cara que algunas podrán. Pero también habla a los maridos, maridos amen a sus esposas como Cristo amó a su iglesia, el que ama a su esposa se ama a sí mismo, deben amar a sus esposas como cuerpos suyos que son. Es el lenguaje de la época, es la mentalidad de la época, pero en el fondo lo que San Pablo dice es que para que un hombre y una mujer se unan para siempre tienen que amarse el uno al otro por encima de todo. Es la única razón por la que un hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. No hay otra razón, y si hay otra razón entonces no será hasta el final, no será en la alegría y en la tristeza, en la enfermedad y en la salud, en la abundancia y en la pobreza.

Eso sólo lo hace posible el amor, el amor que todo lo comprende, que todo lo perdona, que todo lo justifica, que no cierra los ojos pero que está por encima; el amor que busca resolver los problemas para seguir adelante, el amor que no tira la toalla, porque queremos permanecer juntos hasta el final, hasta que nos encontremos cara a cara con el Señor. Más allá de las palabras que Pablo puede haber utilizado en el fondo ese so, sino hay amor no hay pareja, sino hay amor no hay familia, sino hay amor no hay permanencia, sino hay amor del uno para con el otro y de los dos para con Dios, porque es el único que no entorpece, el tercero que nunca sobra en una pareja. Cuando se da eso, entonces se puede llegar hasta el final.

El evangelio de hoy en el que el Señor le dice a los judíos algo que los va a escandalizar, incluso a sus discípulos. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. ¿Cuántas veces antes de comulgar tendríamos que traerlo a nuestra mente? Cuando nos acercamos a recibir la comunión no estamos recordando algo que pasó hace tantos cientos de años, no estamos haciendo un teatro, no es solamente un símbolo, un signo, es una realidad. Cuando tomamos la hostia consagrada recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo, recibimos al Señor, con su cuerpo, con su sangre, con su alma, con su divinidad. ¿Porque lo digo yo?, no; ¿porque a alguien se le ocurrió?, no; ahí está en las Sagradas Escrituras, ahí está en el Evangelio de San Juan, mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida, y se escandalizaron, y muchos de sus discípulos lo abandonaron porque no podían comprender.

El problema es que queremos meter a Dios en nuestra mente humana, y cuando no comprendemos entonces rechazamos, entonces apartamos, entonces acomodamos y olvidamos lo que quiere decir trascendencia. Una palabra que utilizamos tantas veces para cosas, palabras trascendentes, hechos trascendentes, personas trascendentes. En este mundo trascendente es sólo la presencia de Dios, que nos trasciende, que va más allá, que nos sobrepasa, pero para eso tenemos que abrirnos a la gracia, el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna. Jesús le pregunta a los más cercanos, ¿ustedes también me van a abandonar? Y Pedro como siempre toma la delantera y le dice, Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. ¿A quién iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna, palabras que no pasan, palabras que fortalecen, palabras que consuelan, palabras que nos ponen en pie y nos ayudan a seguir adelante.

Sólo Tú tienes palabras de vida eterna, no siempre las comprenderemos. Muchas veces como la Virgen tendremos que guardarlas para meditarlas, en nuestro corazón; porque sabemos que algún día tendremos la respuesta, se hará la luz, pero sabemos que sólo Tú tienes palabras de vida eterna. Si dices que tu carne es verdadera comida y tu sangre es verdadera bebida, es porque es así. Si nos dices que, el que come mi sangre y bebe mi sangre tiene vida eterna, es así; el que come mi sangre y bebe mi sangre no morirá para siempre, es así. Porque sólo Tú tienes palabras de vida eterna, porque Tú trasciendes, y de alguna manera nos vas preparando para que algún día podamos trascender contigo, cuando nos encontremos cara a cara.

La liturgia de hoy nos habla de amor, el amor que es el único que hace posible que las cosas permanezcan, las cosas buenas permanezcan. La liturgia de hoy nos habla de esa bondad del Señor, y nos pide que hagamos la prueba para que experimentemos ese amor del Señor. La liturgia de hoy nos habla de que no vale decir solamente lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses, hace falta hacerlo efectivamente, viviendo como el Señor quiere y espera de nosotros, ¿porque le hace falta a Él?  No, al Señor no le hace falta nada, ni que yo sea bueno, ni que yo siga su camino, ni que yo cumpla su palabra, no le hace falta. El Señor es suficiente, Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¿A quién le hace falta?, a mí. Cuando el Señor me pide algo, es porque a mí es a quien le hace falta; es porque sabe que lo necesito, es porque sabe que es el único camino para encontrar la felicidad que con tanto afán buscamos en este mundo, y que no encontramos porque no vamos a dónde podemos encontrarla. Vengan a mí los que están cansados y agobiados, que yo los aliviaré.

La liturgia de hoy nos invita recordar siempre, siempre, en cualquier circunstancia, en estas circunstancias, Sólo Tú tienes palabras de vida eterna. En ella encontraremos la fuerza para seguir adelante. Que así el Señor nos lo conceda. 

(Música, Señor a quién iremos, Cristóbal Fones sj)

Como siempre confiados en que el Señor nos escucha, y si estamos atentos siempre nos responde, presentémosle nuestra súplica.

En primer lugar, por la lglesia de la que formamos parte todos y cada uno de nosotros, para que seamos fieles a su mandato de dar testimonio de Él, de su amor y de su misericordia en medio de este mundo que tanto lo necesita.  Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos por todos los que sufren, en el cuerpo o en el espíritu, y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que encontremos en Cristo consuelo, fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Para que el Señor ponga fin a esta pandemia. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los enfermos, particularmente los enfermos del coronavirus, para que el Señor les conceda la salud del alma y del cuerpo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Tengamos una oración particular por nuestros hermanos de Haití, por nuestros hermanos de Afganistán, para que el Señor los consuele y los fortalezca en estos momentos difíciles que atraviesan. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, de manera particular aquellos que no tienen quienes recen por ellos; para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que nunca olvidemos que sólo el Señor tiene palabras de vida eterna. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Señor Dios, que unes en un mismo sentir los corazones de tus fieles, impulsa a tu pueblo a amar lo que mandas y a  desear lo que prometes, para que en medio de la inestabilidad del mundo, estén firmemente anclados nuestros corazones donde se halla la verdadera felicidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 Ahora oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdónanos nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

Hermanos que tengan todos, un feliz domingo, que tengan una muy buena semana.

Que la bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes, sobre sus familiares y amigos, y los acompañe siempre. Amén.

Les ha hablado el P. Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba. Una alegría, un gozo compartir con ustedes ere rato. Un abrazo.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guion, grabación, edición y montaje: Erick Guevara Correa

Dirección general: María Caridad López Campistrous

Fuimos sus locutores y actores. Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA

 (Música, Tu Palabra, Marcela Gándara)

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