Irradia emisión del 18 de julio de 2021

Irradia emisión del 18 de julio de 2021

Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
XVI Domingo del Tiempo Ordinario

 “Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles con calma”.  Marcos 6, 34

 (Música, Qué hubiera sido de mí, Julissa)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música, Qué hubiera sido de mí, Julissa)

 En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel Lopez-Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches como siempre es una alegría, es un gozo poder compartir con ustedes este rato, compartir la Palabra de Dios, compartir la Palabra de Dios de este domingo XVI del Tiempo Ordinario. Compartir la Palabra de Dios en el Antiguo Testamento, en el Salmo, en el Nuevo Testamento, en el Evangelio. Encontrarnos con el Señor. Les habla el P. Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba.

El Evangelio de hoy está tomado del evangelista san Marcos, en el capítulo seis, versículos del 30 al 34.

(Lectura del evangelio de San Marcos, capítulo 6, 30-34)

Los Apóstoles, regresan después de haber sido enviados de dos en dos a predicar. Porque el Señor los llamó, los llamó de entre sus discípulos para que fueran sus Apóstoles, para que estuvieran con Él, para que lo escucharan de cerca, para prepararlos para lo que venía. A ellos le correspondía después, continuar adelante lo que ahora comenzaba. El Señor vino a anunciar el Reino de Dios, y ellos tenían también que seguir anunciando hasta el final de los tiempos, el Reino de Dios. Para eso los envía en medio de su pueblo; los saca de en medio del pueblo, pero no para apartarlos, no para aislarlos, los saca de en medio del pueblo para enviarlos de nuevo en medio de ese pueblo.

¿A qué? A hacer el bien, ¿confiados en quién? En Él. No lleven sandalias de repuesto, no lleven una túnica de repuesto, no lleven dinero en los bolsillos, lleven lo indispensable; porque lo que no podía faltarles era lo que Él trataba de darles. La Gracia de Dios, la fuerza de Dios, que supieran que Él de alguna manera, aunque no iba con ellos los acompañaba, y los enviaba a anunciar el Reino de Dios haciendo el bien, en medio de su pueblo. Ésa era su misión, hacer el bien. ¿Qué era hacer el bien? Acompañar a los más necesitados, a los enfermos, a los pecadores, a los marginados, a los que nadie escucha, para estar a su lado, para que sintieran eso, que estaban a su lado. Que caminaban con ellos, que no iban con soluciones mágicas a cambiar su situación, pero que iban para caminar con ellos, para llevarles el mensaje de la Palabra de Dios. A decirles, conviértanse, cambien para mejor, ¿por qué?, porque el Reino de Dios está cerca.

Y regresaban, regresaban cansados y alegres por lo que habían hecho, y esto querían compartirlo con el Señor, y el Señor quería que lo compartieran con Él. Por eso les dice, vámonos a un lugar tranquilo, un lugar aislado para que puedan descansar; el Señor también se ocupa de eso. No es sólo enviarlos para que estén en medio del pueblo. Es también estar ahí para decirles, es el momento de descansar, de coger un respiro para que puedan seguir adelante. Vámonos conmigo, para poder escuchar su alegría y su gozo. También quizás sus frustraciones, porque encontrarían en algunos momentos lo que no querían encontrar: incomprensiones, quizás quisieron hacer cosas que no pudieron hacer, quizás quisieron llegar a lugares donde no pudieron llegar, corazones a los que quisieron tocar y no pudieron hacerlo. Eso también querían quizás compartirlo con el Señor. No nos lo dice el Evangelio, pero tenemos que pensar que también era así.

Venían alegres, porque regresaban de la misión a la que el Señor los había enviado, y el Señor los recibe con la misma alegría. Vámonos a un lugar tranquilo para que podamos compartir. Y se ponen en camino. Pero la gente está buscando a Jesús, lo necesita, y se da cuenta de que se van; y quizás por alguna razón descubren a dónde van. ¿Qué sucede? Que cuando llegan se encuentran a la multitud, a la multitud que está buscando una palabra. ¿Qué hubiéramos hecho nosotros que nos cuesta tanto trabajo aceptar que nuestros planes cambien de hoy para mañana? Ya tengo programado esto, voy a hacer esto, voy a hacer lo otro… y ahí en ese momento tocan a la puerta. ¿Pero a quién se le ocurre? Alguien en ese momento tiene un problema que para él no puede esperar. ¿Y por qué en este momento en que ya yo tenía todo organizado y preparado? Y llegamos a decirle, bueno está bien, pero mañana, vuelve mañana. Cuando hay momentos en que no hay mañana, en que las cosas tienen que ser ahora, en que no pueden esperar.

¿Jesús qué hizo? Se sintió conmovido ¿Por qué? Porque aquella multitud andaba como ovejas sin pastor. Y nos dice el evangelista san Marcos, que se puso a enseñarles. Cambió sus planes, se puso a enseñarles, porque andaban como ovejas sin pastor. Este no es el domingo del Buen Pastor, pero es el domingo en que toca el corazón de los pastores. En que nos dice el Señor que debemos estar muy atentos, porque si no escucharemos la palabra de la primera lectura de Jeremías en el Antiguo Testamento. ¡Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer a las ovejas de mi rebaño!¡Ay de los pastores que no tienen corazón de pastor!¡Ay de los pastores que son asalariados!¡Ay de los pastores que no sufren con su pueblo, que no sienten el dolor de su pueblo en su corazón! Para acompañarlo, para consolarlo, para que sepan que tienen siempre un hombro donde venir a descansar su cabeza.

Pastores que somos hombres como tú, con nuestras alegrías, con nuestras tristezas, con nuestros temores, pero que el Señor nos ha llamado y nos ha enviado. ¿Para qué? Para anunciar el Reino de Dios que está cerca. ¿Para qué? Para anunciar la conversión, tenemos que convertirnos para mejores. Ya se lo decía Pablo en la segunda lectura a los Efesios, el Señor ha quitado la muralla, el muro que dividía a judíos y gentiles, el odio para sembrar el amor. Ámense los unos a los otros.

Nosotros pastores tenemos que amar a aquellos que nos han sido confiados, iba a decir nuestro rebaño, me cuesta decir rebaño porque a veces trae a la memoria, a la mente, a la imaginación lo que no quisiéramos que trajera. No es un rebaño, son hombres, son mujeres, con nombres y apellidos, con historias, con problemas, con dificultades, a quienes tenemos que acompañar. Acompañar en sus hogares, acompañar en sus tristezas, acompañar en sus alegrías. Estar ahí, como siempre hemos estado. Con pecados sí, con dificultades también. ¿Haciendo siempre lo que debíamos? No, si san Pablo dijo el bien que quiero hacer no lo hago, y el mal que no quiero hacer lo hago, porque esa es la condición humana y no somos ajenos a ella, aunque seamos pastores. Pero el Señor nos ha llamado porque ha querido, no me escogieron ustedes a mí yo los escogió a ustedes; y nos escogió para enviarnos. Y ahí queremos estar, sin protagonismos, haciendo simplemente lo que el Señor hizo, sentir su corazón conmovido al ver la multitud que andaban como ovejas sin pastor, y ponerse a enseñarles.

Entonces, demos gracias al Señor que confía en nosotros pastores; que confía en todos aquellos que se han encontrado con Él porque también son pastores; porque todo el que se encuentra con Cristo, el Señor los llama a ser pastores en medio de aquellos que todavía no han encontrado y que necesitan esa palabra de aliento.

El Salmo de hoy, el Señor es mi Pastor nada me falta, en verdes praderas me hace recostar pero dice más, aunque pase por cañadas oscuras nada temo, porque Tú vas conmigo, tu vara, tu cayado me sosiegan. En él encontramos la fuerza y la paz. Que así el Señor nos lo conceda.

(Música, El Señor es mi pastor, Tony Rubí)

Ahora como siempre, confiados en que el Señor nos escucha y nos responde, no siempre lo que queremos oír, pero siempre lo que nos conviene oír; le presentamos nuestras súplicas.

En primer lugar, pedimos por toda la lglesia; la iglesia a la que pertenecemos todos y cada uno de nosotros, para que tomemos conciencia de que todos por haber sido bautizados somos pastores, somos pueblo de pastores y estamos llamados a ocuparnos, y a preocuparnos de nuestros hermanos, llevándoles el anuncio de la Palabra de Dios. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos por todos los que sufren, se desesperan ante las dificultades de la vida, para que puedan encontrar en Cristo consuelo, fortaleza, esperanza, y en nosotros cristianos manos y corazones tendidos, para ayudar y acompañar. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor. 

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, para que sigamos escuchando el llamado del Señor a servirlo en los hermanos y respondamos a esa llamada. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos nuestros hermanos y nuestras hermanas que vienen de lejos dejando sus hogares, sus países, quizás sus comodidades para compartir con nosotros la fe, para ir de dos en dos anunciado la buena nueva del Reino de los cielos, para que el Señor los fortalezca, los bendiga y le recompense. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos también por todos los difuntos, de manera particular que quizás no tienen quien ore por ellos; para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, pidamos también por nuestros pastores, para que encuentren en el Señor la fuerza, el consuelo, la paz, y en aquellos a quienes son enviados puedan encontrar también el sentido para seguir adelante. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas, y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

(Música, Buen Pastor, Cristóbal Fones)

Ahora oremos con la oración que el mismo Jesús nos enseñó.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdónanos nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

Hermanos le deseo que todos tengan una buena semana, encomendándonos al Señor, encontrándonos con el Señor, fortaleciéndonos en Él, acompañándonos y ayudándonos los unos a los otros. Siendo pastores para con todos aquellos que andan como ovejas sin pastor.

El Señor Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes, sobre sus familiares, sobre sus amigos, sobre nuestra Patria y nos acompañe siempre. Amén. 

Les habla el P. Rafael Ángel, como siempre un gusto, una alegría, un gozo, haber podido compartir con ustedes este momento.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guion, grabación, edición y montaje: Erick Guevara Correa

Dirección general: María Caridad López Campistrous

Fuimos sus locutores y actores. Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA

 (Música, Contigo quiero caminar, Marcela Gándara)

SHARE IT:

Leave a Reply