Irradia emisión del 4 de abril de 2021

Irradia emisión del 4 de abril de 2021

Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
Domingo de Resurrección

“Este es el día del Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo” Salmo 117

(Música, Amanecía, Tony Rubí) 

¡Jesucristo ha resucitado! ¡Aleluya, aleluya!

Queridos hermanos y hermanas, con esta aclamación tradicionalmente los cristianos hemos aclamado en este día a Dios, dándole gracias porque nos ha dado el don mayor que una persona puede aspirar que es resucitar con Cristo. Por eso es que decimos ¡Aleluya, aleluya!, que significa alegría, Dios se acuerda de nosotros, Dios quiere nuestra salvación. Yo les invito a todos ustedes, a sus familias, en este domingo de Resurrección, que es el último día de la Semana Santa, a unirnos, escuchando la palabra de Dios, sorprendernos con María Magdalena, con Juan y con Pedro, de que Cristo ha resucitado, y también, junto con ellos a entender como dice el texto que Jesucristo tenía que padecer y resucitar al tercer día. Ése es el centro de nuestra fe. Vamos a prestar atención y escuchemos el texto del evangelio de Juan, capítulo 20, versículos del 1 al 9, donde nos narra una experiencia de Cristo resucitado.

(Lectura del evangelio de san Juan, capítulo 20, 1-9)

Hermanos las celebraciones de este día tienen un tono diferente al Viernes Santo. Si en la Cuaresma las misas, las vestiduras del sacerdote, prima el color morado, en señal de penitencia, de recogimiento, de ir a lo esencial, de hacer examen de conciencia, de pedir perdón a Dios; la celebración de este día, aquellos que tienen la posibilidad de participar en las misas, verán que el color blanco, el color de la alegría, ese color es el que está presente.

Durante el Viernes Santo hemos venerado la cruz. Ahora el domingo de resurrección, veneramos el cirio bendito, esa vela grande que se decora y que se enciende en la Vigilia Pascual, y significa que, en medio de la oscuridad, Cristo ha vencido al mal y, por lo tanto, es la luz del mundo. Este es un momento de dar gracias a Dios, este es el día más grande para el cristiano. Si a alguno de nosotros nos preguntaran ¿Tú eres cristiano? Sí, ¿Y por qué? Porque creo que Cristo es mi salvador y porque Jesucristo ha resucitado, y que quiere que todos los hombre y mujeres de este mundo, en la vida, en la historia, le sigamos, le acompañemos, transformemos nuestra vida según la palabra de Dios, para algún día resucitar con Él. Ésa es la esperanza del mundo. Lo demás sería, pasar muchas veces sin sentido, y no saber ni por qué sufrimos, ni por qué nos alegramos, ni por qué hemos venido al mundo.

Sí, hemos venido al mundo para tener vida eterna en Cristo Jesús, y en este día esto es lo que celebramos, y eso es lo que nosotros tenemos como el centro de nuestra fe. Fijémonos bien que este no es un día que cae así del aire, esto ha sido precedido por la Semana Santa, por la Cuaresma. Y si nosotros queremos descubrir todo ese proceso de pasar de la muerte a la vida, nosotros tenemos que darnos cuenta de que al Viernes Santo le llamamos, celebramos, la Pasión del Señor. Ustedes saben que la pasión, ese término, esa palabra en español tiene dos significados; una es el dolor, la Pasión de Cristo, cuando alguien pasa por situaciones difíciles decimos, “está pasando una gran pasión, un gran dolor, una gran pena”. Ése es el término que nosotros utilizamos para describir el Viernes Santo.

Pero también pasión significa para nosotros, ese deseo intenso, ese querer las cosas, el entregarse a algo valga la redundancia con pasión, con entrega. Entonces, pasión también significa esa voluntad y esa unión con el afecto, esa inteligencia que nosotros tenemos que hace que nos dediquemos enteramente a algo. Cristo pasa su pasión, y hay veces que solamente decimos el dolor de Cristo en la cruz; pero creo que debemos recordar la pasión de Cristo durante toda su vida.

Cristo fue una persona apasionada. Es el Hijo de Dios, pero que vivió apasionadamente su vida, desde pequeño, desde que se perdió en el templo y dijo, yo he venido a cumplir la voluntad de mi Padre. Desde el bautismo, que sabiendo que él no era pecador, pero él quiso pasar, ¿por qué?, porque amaba al Padre. Si nosotros queremos decir ¿cuál es la pasión de Cristo? La pasión de Cristo fue el amor que le tenía a Dios Padre. Ésa fue su gran pasión. Gran pasión que constantemente lo vemos, dice el texto del evangelio, que se va a orar, se separa, sube a un monte alto, se separa para orar. Ésa es su pasión, hacer la voluntad del Padre en todo momento.

Cuando iba a comenzar su pasión dolorosa, él lo que dice es “Señor que se aparte de mi este cáliz, pero que se haga tu voluntad”. ¿Qué denotaba eso? Denotaba esa pasión, ese amor que Cristo tenía a Dios Padre, que le impelía con toda su alma, con toda su fuerza, a entregarse para hacer la voluntad de Dios.

¿Cuál es la otra pasión de Cristo? La otra pasión de Cristo es el hombre, las mujeres, las personas. Él no podía pasar desapercibido ante el dolor humano, sanaba a los enfermos, resucitó a Lázaro, predicaba, recogió a aquella mujer adúltera, puso un niño en sus piernas y dijo tenemos que hacernos como niños, a los marginados él se acercaba, no discriminaba a nadie pues todos eran hijos de Dios. Por eso, la otra gran pasión de Cristo, fue estar cercanos al hombre, atender al hombre, comportarse con el hombre como un hermano, como un hijo de Dios.

Otra gran pasión de Cristo fue la Iglesia. La iglesia porque desde los primeros momentos escogió a doce apóstoles. Tenía muchos discípulos, le seguían, el los mantuvo unidos, les dijo vengan conmigo y vivirán. Y así los fue cuidando y enseñando aquello que ese grupo de hombres y mujeres necesitaba para después continuar su obra. Ésa fue su otra gran pasión.

Claro, cuando una persona vive apasionadamente la vida, puede ser, en un mundo injusto, que también la gente al final termine viviendo una pasión dolorosa, precisamente por ser un testigo fiel, por ser una persona que quiso vivir a plenitud, y con mucha intensidad la vida. Vamos a contemplar con la alegría dela resurrección, y pedirla al Señor que nos ayude a entender esas pasiones de Jesús, para que nosotros también podamos vivir así.

Y aquí viene la pregunta. ¿Mi relación con Dios yo la vivo apasionadamente? ¿Dios, el Señor Jesús es el centro de mi vida? ¿Mi relación con mi familia, con los más cercanos, con los demás, yo la vivo apasionadamente, queriendo hacer el bien, queriendo sentirme cercano a ellos? La vida hermanos, tenemos que tomarla con pasión, y todo lo que hagamos tenemos que ponerle lo máximo que nosotros podamos, entregarnos. Que nuestro amor a Dios no sea una cosa tibia, es el centro de mi vida y estoy dispuesto a renunciar a cualquier cosa. Que mi relación con mi familia, con los demás sea siempre testigo fiel de Cristo, para llevarlos a Cristo, para ser cercano, ya para ayudarlos en su vida. ¿He vivido esa pasión por mi familia, por los demás, por ayudar a la gente? ¿He vivido mi relación con la Iglesia sabiendo que todos somos pecadores con pasión, queriendo lo mejor para la Iglesia, siendo testigo fiel de Jesucristo en medio del mundo que no nos entiende muchas veces, y que muchas veces se aparta de los caminos del Señor? ¿Yo vivo con apasionamiento mi comunidad cristiana, esas personas que nos reunimos todos los domingos, o cuando sentimos la necesidad, o cuando tenemos un día especial? ¿Yo vivo con pasión el que mi comunidad sea una comunidad viva, una comunidad entregada, una comunidad fiel?

Entonces hermanos, tenemos que alegrarnos por la resurrección de Cristo, pero sabemos que para alegrarnos y celebrar y gritar ¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya, aleluya!, nuestra vida tiene que ser una vida apasionada, no podemos quedarnos en medias tintas, no debemos quedarnos en las mediocridades que hay veces que el mundo nos lleva y todos caemos, no. Recuperemos la iniciativa, contamos con la fuerza del Espíritu Santo, y sabemos que el Señor nos dará fuerza para vivir apasionadamente nuestra vida y nuestra fe, siendo buenos cristianos.

Después de la resurrección de Cristo, los discípulos entendieron. De tal manera entendieron que enseguida se pusieron a predicar el evangelio. Esta canción que escuchamos al principio y que vamos a escuchar ahora o dice claro, lo discípulos fueron testigos de la resurrección de Cristo. Y fueron testigos apasionados porque todos entregaron su vida precisamente para gritar a todos los vientos, gritar ¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya, aleluya!

Vivamos así, vivamos nuestra fe apasionadamente, nuestro amor a Dios, el servicio a los hermanos, el vivir en la comunidad cristiana; es dar testimonio de Cristo, que nosotros no seamos ni fríos ni calientes, que seamos apasionados siempre. Que nosotros no nos dejemos llevar por el mundo, que seamos apasionados y seguros de la palabra de Dios que nos dice, que Cristo ha resucitado y que, cargando con su cruz, apasionadamente nos alcanzó la salvación.

Este domingo de resurrección, en este año 2021 que tanta incógnita y confusión nos trae, sepamos que, si nos agarramos apasionadamente a Dios, a la palabra de Dios, a Cristo y vivimos junto a los hermanos, ah nosotros vamos también a alcanzar la resurrección. Que nos demos cuenta que la Iglesia necesita de nosotros, Jesucristo necesita de nosotros, él ha querido que nosotros seamos los continuadores de su obra. Pero eso hay que vivirlo con pasión, siempre. No nos dejemos desanimar.

Por eso hermanos, volvamos a escuchar esta canción en que se proclama que el Señor ha resucitado, y que los discípulos entendieron todo lo que significaba vivir apasionadamente la vida que lo llevó hasta a cargar la cruz, darla por nosotros, y al final también cantar aleluya junto con todos los cristianos del mundo entero, proclamando de nuevo ¡Cristo ha resucitado, él es nuestra verdad, nuestra alegría y nuestra esperanza! Tenemos futuro en Cristo.

(Música, Amanecía, Tony Rubí)

Hermanos elevemos nuestras preces al Señor.

En este día domingo de resurrección, vamos a pedir encarecidamente a Dios, que el Papa, todos los fieles, los obispos, sacerdotes, religiosas, todos vivamos con pasión, apasionadamente nuestra fe, nuestra entrega a Dios y a los hermanos. Roguemos al Señor. Te los pedimos Señor.

Pidamos hermanos, para que las autoridades de todo el mundo procuren siempre el bien, la justicia, la paz, la convivencia entre los hermanos, sabiendo que siempre se puede lograr un mundo mejor para bien de todos. Roguemos al Señor. Te los pedimos Señor.

Pidamos por todo nuestro pueblo, por todas aquellas personas que sufren, los enfermos, los presos y sus familias, aquellas personas que no encuentran sentido en sus vidas, que están confundidos, aquellos que buscan a Dios y tal vez no tienen a nadie que les pueda hablar de Él, los que se sienten solos. Roguemos al Señor. Te los pedimos Señor.

Pidamos pro nuestras familias, para que permanezcan unidas, para que los esposos se amen, se quieran, entreguen lo mejor de sí al amor entre ellos y también al amor a los hijos. Roguemos al Señor. Te los pedimos Señor.

Pidamos por nuestros niños, adolescentes, y jóvenes, para que puedan crecer como el Niño Jesús, que creció en gracia, en sabiduría y en estatura ante Dios y los hombres, y enseñémosle también a vivir apasionadamente la vida. Roguemos al Señor. Te los pedimos Señor.

Pidamos también hermanos para que en nuestras comunidades siempre haya personas que quieran proclamar la palabra de Dios, para que haya sacerdotes que convoquen a la comunidad, los santifique con los sacramentos, que los ilumine con la palabra de Dios, para que haya muchos fieles que sean testigos de Cristo y misioneros. Roguemos al Señor. Te los pedimos Señor.

Pidamos por nuestros difuntos, por aquellos que nos han precedido en la vida y en la fe, para que también ellos se encuentren algún día con Cristo resucitado, Roguemos al Señor. Te los pedimos Señor.

Pidamos por todos nosotros, para que el Señor nos de fortaleza, una esperanza firme, una fe fuerte, una caridad grande, y para que nuestra vida y nuestra fe la vivamos con apasionamiento, que demos siempre lo mejor de nosotros mismos en toda nuestra vida. Roguemos al Señor. Te los pedimos Señor.

Escucha Padre bueno y Padre santo estas súplicas y aquellas que están dentro de nuestro corazón y que solo tú conoces. Dale cumplimiento según tu voluntad, pues te lo pedimos por Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor. Amén. 

Hermanos en este día alegre en que la luz preside nuestros templos, la luz de Cristo que ilumina las tinieblas, disipa las tinieblas, aparta las tinieblas, dispongamos nuestro corazón para recibir la bendición. 

El Señor esté con ustedes/ Y con tu espíritu

Y la bendición de Dios todo poderoso + Padre, + Hijo y + Espíritu Santo, descienda sobre ustedes, familiares, vecinos. Amigos y les acompañe siempre / Amén

Hermanos solo les invito a seguir apasionadamente a Dios y no se van a arrepentir de esa decisión. Me despido hoy de ustedes hasta el próximo encuentro.

Monseñor Dionisio García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba

Y todos gritemos con alegría

¡Jesucristo ha resucitado! ¡Aleluya, aleluya! / ¡Jesucristo ha resucitado! ¡Aleluya, aleluya! 

(Música, La luz del mundo, Arasay Machirán y Olga González)

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