Transcripción homilía de P. Rogelio Deán Puerta  Párroco del Cobre

Transcripción homilía de P. Rogelio Deán Puerta Párroco del Cobre

Eucaristía Domingo XXXIII Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
15 de noviembre de 2020

Mis queridos hermanos,

Este domingo las lecturas constituyen un mensaje importante para estos tiempos que estamos viviendo, tiempos de mucha confusión, tiempos de dolor, de enfermedad, de carencias, de enfrentamiento entre los hombres. El Señor hoy nos llama a construir su reino, y nos llama a construir su Reino de un modo activo, de un modo concreto.

Ciertamente, para la construcción de su Reino el Señor nos da talentos, nos da dones, nos da fuerza, y una fuerza que a veces nos asombra que tan increíble pueda ser a la hora de llevar adelante la evangelización y de transmitir esperanza con el mensaje del Señor.

En la primera lectura se nos pone el ejemplo de una esposa hacendosa, como está llamada a hacer bien su trabajo, cómo está llamada a hacer las cosas con empeño, con dedicación y nos resalta el valor de las personas así. Qué bueno cuando nosotros podemos descubrir la santidad de lo ordinario, qué bueno cuando en las circunstancias de cada día nosotros podemos ir identificando la voluntad de Dios de cada momento y aferrarnos a ella con todo el amor, con toda la dedicación posible.

En la segunda lectura se nos habla de luz y se nos habla de tiniebla. Se nos habla de cómo estar en la luz, ciertamente es el camino del darse, el camino de estar atentos, el camino para ver lo que es necesario hacer. El camino de la tiniebla hace referencia a un dormir, a una pasividad, a una inactividad, a una mediocridad, a un conformismo.

Ciertamente el camino de la tiniebla nos impide avanzar; y en las circunstancias que estamos viviendo como país, como nación, como mundo, es necesario avanzar. No podemos seguir permaneciendo en el punto en el que estamos, en el punto del dolor, en el punto de la desesperación, donde pareciera que la alegría y la esperanza se van apagando. No, hay miedo, sabemos que el miedo es algo humano, que es algo que experimentamos hay veces a pesar de nosotros, pero estamos llamados a superar ese miedo. No es posible vivir en el miedo, el Señor nos da la fuerza, nos da su gracia para trascender ese miedo, superar ese miedo humano y activar la fuerza que Él nos da. Estamos llamados a poner en la práctica, a ejercer, esos dones, esos carismas, esos talentos.

El Señor también nos llama a sacar mucho de lo poco, a veces nos preocupamos porque tenemos pocas herramientas, porque tenemos pocos recursos, porque tenemos poco apoyo, porque las circunstancias son difíciles para ir adelante. Pero el Señor nos llama, y con su fuerza poder trascender cada circunstancia difícil que se nos presenta. Y sabemos y estamos conscientes que son circunstancias muy difíciles.

Igual se nos resalta en el Evangelio como el servidor negligente, dejándose guiar por el miedo no supo producir, no supo llevar adelante los talentos, los carismas que le había dado el Señor. Qué alegría, qué satisfacción para nosotros poder mirar hacia atrás y poder decir: qué bueno que he sabido utilizar los carismas del Señor, qué bueno que he sabido dejarme guiar por la gracia de Dios, qué bueno que he tenido una vida de servicio, de entrega, de actividad. ¡Qué triste cuando es todo lo contario! Qué triste cuando nos dejamos llevar por una mediocridad ambiental, que nos hace ir caminando a rastras, que nos hace ir perdiendo el sentido de lo grande que podemos hacer para el Señor.

No podemos ser conformistas en la vida espiritual. No podemos. Nosotros siempre en el camino de la santidad que nos llama el Señor tenemos que ir por más, también en circunstancias difíciles, tenemos que saber valorar la riqueza de la comunidad cristiana. La fe cristiana no es para vivirla individualmente, así no podemos lograrlo. Tenemos que actuar como iglesia, y esos carismas, esos dones que nos da el Señor, ponerlos al servicio de la iglesia, compartirlos como iglesia, para ir juntos a esa conquista del amor que el Señor nos propone, un amor que necesita ser irradiado, más que con las palabras con las obras en este mundo de hoy. Yo creo que estamos un poco cansados de palabras, necesitamos hechos, y a esos hechos nos invita el Señor.

Ojalá que cada uno de nosotros cuando vayamos al encuentro del Señor, el Señor nos pueda decir, adelante, bienvenido al banquete de tu Señor. Que así sea.

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