Alocución Radial de Mons. Dionisio G. García I., Arzobispo de Santiago de Cuba Transmitido por CMKC Emisora Provincial de Santiago de Cuba

Alocución Radial de Mons. Dionisio G. García I., Arzobispo de Santiago de Cuba Transmitido por CMKC Emisora Provincial de Santiago de Cuba

6 de septiembre de 2020, Domingo XXIII del Tiempo Ordinario

Escuchar Aquí:

“Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, ahí estoy en medio de ellos” Mt 18, 20 

(Música, Virgen Mambisa, interpreta Arasay Machirán) 

Buenos días queridos hermanas y hermanos, queridos radioyentes de CMKC, la Radio Provincial de Santiago de Cuba. Cercana la Fiesta de la Virgen de la Caridad siempre me dirijo a ustedes, para sentirme identificado con todo nuestro pueblo, que ama, quiere y venera a nuestra Madre y Patrona la Virgen de la Caridad. Para ustedes y sus familias mis mejores deseos, las bendiciones de Dios y la cercanía de la Virgen a todos ustedes.

Este año la celebración de la Novena y la Fiesta de la Virgen de la Caridad tienen una connotación especial, y esa connotación la da la presencia de la epidemia del coronavirus, del Covid-19. Sin embargo, nuestra devoción a la Virgen de la Caridad, el deseo de celebrar su Fiesta, el deseo de elevar nuestras oraciones como siempre hacemos por nuestras familias, por nuestras aspiraciones personales, por el bien de todo nuestro pueblo, eso permanece inalterable. Tal vez no podamos manifestar nuestra devoción como hemos hecho en otras ocasiones, pero yo diría que, todavía este año con más ardor, con más decisión, con más fervor y devoción, nosotros tenemos que acercarnos a nuestra Madre, la Virgen de la Caridad, como lo ha hecho el pueblo cubano a lo largo de su historia, pero de manera especial en los momentos difíciles; este es un momento difícil.

Así yo les invito a todos ustedes a, el día 8, dedicarlo a la Virgen, separárselo para la Virgen, guardárselo a la Virgen. Que el día 8 sea un día de oración, un día de sentirnos hermanos unos con otros, un día de manifestar nuestra alegría de que es la Fiesta de la Madre. Ésa es la mejor manera de celebrarlo. Y claro está, junto a esta manera muy personal de celebrarlo, esta actitud personal que tenemos que tener al celebrar este día, está también nuestra participación en las misas, en los rosarios, en los encuentros de oración, en la visita a la iglesia, aunque sea, yo creo que este año debe ser mayor y más especial.

Hermanos, dadas las circunstancias que tenemos y que todos conocemos, que sufrimos y vivimos, hemos tomado decisiones. En El Cobre, quiero decirles que la Iglesia va a permanecer abierta, como siempre estuvo los tres meses de restricciones; siempre estuvo abierta, siempre se celebró misa por todo el pueblo cubano, ahí todos estuvimos presentes durante este tiempo. Las misas en El Cobre se siguen realizando como siempre se ha hecho. Para la celebración de este año, hemos tomado las siguientes medidas en El Cobre: las misas se mantendrán en los horarios ya fijados y tradicionales, las vísperas el 7, las misas serán a las 8 am, 10:15 am y a las 8 pm; las misas del día 8 serán las tradicionales, en los horarios tradicionales, 12 de la noche, 7am, 9:30 am, 12 m, 4 pm y 8 pm.

Les recomendamos a las personas del Cobre que asistan y participen en las misas de las 4 de la tarde y las 8 de la noche, para así darle tiempo y espacio a los peregrinos que vienen de otros municipios y provincias. La misa de las 9:30 am será televisada por la TV Nacional, por el Canal Educativo a las 9 pm del mismo día 8.

En el acceso al Santuario habrá tres puntos de control sanitario, un punto a la entrada de la escalera, un punto de la parte de atrás y también en la hospedería. ¿Qué se va a hacer? ¿Cuál será el control sanitario? La toma de temperatura, lavado de las manos y también la desinfección del calzado, de los pies. Todas las personas pueden venir, ahora nosotros recomendamos que, desde hoy mismo por la tarde, mañana el día entero, y el día 8, los que puedan adelantar la ida al Cobre lo hagan, para evitar aglomeraciones el día de la Caridad. También se le va a pedir a todo el mundo, el uso del nasobuco, y la distancia prudente que todos sabemos que debemos de mantener en esos casos cuando hay muchas personas. Esto es en El Cobre.

En Santiago de Cuba. La procesión tradicional desde el Arzobispado hasta la Catedral, se suspende. La peregrinación que el día 7 sale de San Francisco a las 11 de la noche y llega como a las dos de la mañana, y después tiene una misa a las cinco de la mañana en el Santuario, se suspende. Si hay otras personas que quieren ir a peregrinar, eso no es organizado por las parroquias, sino es que las personas lo desean hacer, y va al Cobre, como también si quiere ir a peregrinar el 8 o cualquier otro día. Nuestro consejo es que adelanten la peregrinación al Cobre para evitar aglomeraciones en el Santuario.

En las parroquias, para que todos puedan ir a rezar, y pueda ir a encontrarse con la Virgen y con la comunidad, habrá varias celebraciones, hay parroquias que tendrán tres celebraciones como por ejemplo la Catedral, otras tendrán dos celebraciones, y en todas se va a mantener el templo abierto durante todo el día 8, desde la primera misa 7, 7:30 de la mañana hasta por la noche, para que todas las personas puedan pasar, rezar y participar en las misas si lo desean o rezar el rosario.

El templo del Cobre, va a estar abierto desde el día 7 a las 6 de la mañana, hasta el día 8 que termine la misa de las 8 de la noche.

Mi invitación es la siguiente, si hay un año que debemos de acercarnos a la Virgen es este, como dije al principio. También les digo a todos que este año pidamos, de manera especial, para que el Señor libre a todos los cubanos, donde quiere que estén, donde quiera que vivan, de esta enfermedad que tanto daño ha causado.

Que dios nos ayude a ser humildes, a darnos cuenta de nuestras limitaciones, a darnos cuenta que necesitamos de la Palabra de Dios que nos da esperanza, y que necesitamos de la protección de Dios, de su Hijo Jesucristo, y de la Virgen que Él nos la dio como Madre espiritual nuestra.

Les invito ahora a escuchar al P. Carlos Fernández, que nos va a hacer el comentario del Evangelio. Al final yo me despediré con la bendición para todos ustedes y sus familias.

Escuchemos el Evangelio de Mateo capítulo 18, del versículo 15 al 20, correspondiente a este vigésimo tercer domingo del tiempo ordinario.

(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 18, 15-20)

El pasaje del Evangelio de hoy nos invita a la corrección fraterna. Es un pasaje singular porque, más allá del objetivo, también ilustra las modalidades para corregir al hermano. La historia nos presenta no a cualquier pecador, sino a uno que ha pecado contra nosotros y cuya culpa, por tanto, nos toca en primera persona, como para recordarnos cuánta necesidad tenemos del perdón.

Si tu hermano peca y comete una falta, repréndelo a solas… nos dice el Evangelio. Estas palabras delinean las reglas básicas para la convivencia fraterna: si alguien te lastima, no cierres la comunicación, no dejes que la ofensa ocupe todo el escenario, no te pongas en actitud de víctima o sometimiento ante el mal – porque esto los haría más fuertes – en cambio tú, da el primer paso, reabre el diálogo, busca la reconciliación, abaja tu orgullo, incluso cuando sabes que tienes la razón y debería ser el otro quien deba ceder. Esta es la primera forma de destruir el mal, de liberarse de él.

El perdón no consiste en una emoción, sino en una decisión. No nace como un evento repentino, sino como un camino, y en ocasiones en un camino largo y paciente.

El alcance escandaloso del perdón, lo que va en contra de todos nuestros instintos, radica en que es la víctima quien se debe convertir, no el que ha ofendido, sino el que ha sufrido la ofensa. Difícil, pero el Evangelio nos asegura que es una posibilidad que se ofrece al hombre, es una posibilidad para sanar el futuro de la propia vida, es incluso la única posibilidad para encontrar la paz.

Jesús señala qué hacer en este camino: puedes intervenir en la vida de otro y tocarlo internamente, no en nombre de un rol o de una supuesta verdad, sino solo si la palabra hermano ha tomado carne y sangre dentro de ti, como dice Jesús: si tu hermano peca, repréndelo a solas.  Sólo la verdadera fraternidad legitima el diálogo, aquel diálogo evangélico en el que se miden las sinceridades de ambas partes y el deseo de cicatrizar las heridas y volver a empezar.

Continúa el evangelista Mateo y nos dice:  Si te escucha, te habrás ganado a tu hermano. Después de haber cuestionado el corazón, vas y hablas, das el primer paso, no te encierras en un silencio hostil, sino que te abres al diálogo, y si te escucha, entonces habrás ganado. Y qué hermosa esta expresión: “ganarse” un hermano. El hermano es una ganancia, un tesoro para ti y para el mundo. Invertir en la fraternidad, apostar y creer en ella es la única política que produce un crecimiento real.

La verdadera ganancia de mi vida corresponde a las buenas relaciones que he construido. Cada persona vale tanto, como valen sus amistades y el amor que contagia con su vida. Una comunidad cristiana no se mide por el número de los que asiste, sino por la calidad de las relaciones humanas que se han establecido, por el deseo de sentirse hermanos, de corregirse como hermanos, de personarse como hermanos, de caminar juntos como hermanos. Nuestro Dios es Padre, y por tanto no solamente somos sus hijos, sino que nos invita a querernos como hermanos. Solo si creemos en Dios como Padre, entonces amaremos a los demás como hermanos. Dios es comunión y nos empuja unos a otros a entrar en esta sinergia de relación y de fraternidad. Sin el otro, sin la relación con el otro, el ser humano se empobrece y se deshumaniza, perdiendo el horizonte del camino. El Evangelio nos llama a pensar siempre en términos de “nosotros”, no en términos egoístas de primera persona, sino en pensar en comunión.

Mateo, nos induce a seguir otros pasos en la corrección y en la fraternidad: lleve a una o dos personas como testigos y finalmente hable con la comunidad. Y si no te escucha, que sea para ti como los paganos y el recaudador de impuestos. Entonces, más allá de todo el esfuerzo por ganarte a tu hermano, si no lo logras, será ¿Un excluido, un desperdicio? No. Te comportarás con él como lo hizo Jesús, que se sienta a la mesa con los recaudadores de impuestos para anunciar la buena noticia de la ternura de un Dios inclinado sobre cada uno de sus hijos, evitarás murmurar contra él, y aunque su corazón siga encerrado, orarás por él y te dispondrás solícito si alguna vez se convierte.

Jesús, también en esta circunstancia, reafirma la importante tarea de la Iglesia: “todo lo que ates en la tierra, será atado en el cielo” y todo lo que desates será desatado. En este fragmento se muestra una capacidad insospechada: “si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo para pedir algo, mi Padre que está en los cielos se lo concederá”. Es extraordinario que la voluntad del Padre ceda a las peticiones de los hijos. ¿Pero por qué todo esto? La explicación sigue inmediatamente: “Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, ahí estoy yo, entre ellos”.

Todo lo que ates o desates en la tierra también estará en el cielo. Jesús no habla como jurista. “El poder de perdonar el mal no es el poder jurídico de la absolución, es el poder de convertirse en una presencia transfiguradora incluso en las experiencias humanas más difíciles y oscuras”. Es el poder conferido a todos los hermanos para convertirse en una presencia que destruye el mal con gestos que vienen de Dios: perdonar enemigos, transfigurar el dolor, identificarse con el prójimo: es la eternidad la que se arrastra en ese instante, cuando el corazón se abre a pedir perdón o al aceptar el perdón. De hecho: desatarás, como él desató a Lázaro de las vendas de la muerte; atar, cómo ató a hombres y mujeres a sí mismo; lo que desates tendrá libertad para siempre, lo que ates tendrá comunión para siempre.

El poder de desatar y atar consiste en el mandato fundamental de tejer la reconciliación en el mundo: lo que has reunido a tu alrededor, la gente, los afectos, las esperanzas, lo encontrarás unido en el cielo; y lo que has desatado a tu alrededor, de vida, de audacia, de sonrisas, de amistad, nunca será olvidado, es historia santa, y es parte de ti.

El evangelio de hoy nos muestra una lógica que se va volviendo más profunda a medida que crece, hasta la última declaración que anteriormente ya se indicaba: donde dos o tres se reúnen en mi nombre, yo estoy entre ellos.

No simplemente en el yo, no simplemente en el tú, el Señor está entre el yo y el tú, en el vínculo. En el comienzo de cada vida, en el vínculo de la unidad y de la relación, más allá de nuestras diferencias, como en la misma Trinidad.

La construcción del nuevo mundo comienza con los lazos fraternos, con las relaciones cotidianas. Pero hay un tercero entre los dos, un tercero entre tú y yo, cuyo nombre es Amor: aquel que se convierte en la única que fuerza que puede unir el mundo y al hombre. Aquel que puede hacerte levantar y reconocer no solo tus pecados y faltas, sino la oportunidad de perdonar a quien te ha ofendido, como Dios te ha perdonado a ti.

Jesús está entre nosotros, con una condición: que estemos reunidos en su nombre. No por interés, no por superficialidad, no por casualidad, sino en su nombre: amar lo que amaba, preferir a los que prefería, soñar con su sueño de un mundo de hermanos, donde el justo y el pecador, el violento y los indefensos se dan la mano; donde Abel se vuelve capaz de perdonar a su propio hermano Caín.

Pidamos en este día por nuestras comunidades, para que realmente el Señor venga a sanar nuestros lazos de comunión, que venga y nos encuentre en diálogos fraternos, con la actitud humilde de empezar de nuevo, de sanar las heridas que hemos provocado, con la disposición al perdón. Si en nuestra Iglesia, si en nuestras comunidades viviéramos y creyéramos en la santidad de la comunión entre todos, qué testimonio más hermoso daríamos al mundo, a Cuba, tan necesitada de reconciliación y de perdón, necesitada de aquella esperanza que mueve los corazones a superar el odio y encontrar en el amor de Dios y en el amor de los unos por los otros el único camino a la salvación.

(Música,  Plegaria, de Ernesto Lecuana, interpreta Olga González)

Hermanas y hermanos, les invito ahora a elevar nuestras súplicas a Dios por nuestras intenciones y las del mundo entero. Podemos responder:  Señor, escucha nuestra oración. 

  • Por la Iglesia y el Papa Francisco, para que por su testimonio podamos formar una Iglesia de hermanos, que se quieren y se perdonan. Oremos… Señor, escucha nuestra oración.
  • Por nuestros Obispos y los sacerdotes, para que sepan guiar a las comunidades cristianas a la actitud evangélica del perdón y de la reconciliación entre todos, oremos… Señor, escucha nuestra oración.
  • Por los que les cuesta perdonar, para que descubriendo el don del amor y de la reconciliación, experimenten la paz y busquen la libertad del corazón, oremos… Señor, escucha nuestra oración.
  • Para que cese la persecución a los cristianos y demás creyentes en el mundo, reine la paz, vuelva la concordia y la convivencia fraterna, oremos… Señor, escucha nuestra oración.
  • Por los que sufren, para que encuentren en nuestra comunidad, verdaderos hermanos que buscan ayudarlos a superar su situación, oremos… Señor, escucha nuestra oración.
  • Por toda nuestra comunidad, para que con el testimonio de nuestras vidas seamos portadores del mensaje cristiano, mensaje de la esperanza, del amor y del perdón, oremos… Señor, escucha nuestra oración.
  • Por todos nosotros, para que hagamos vida el mensaje de reconciliación que la Palabra de Dios nos ha transmitido este día. Oremos. Señor, escucha nuestra oración.

Oremos todos juntos con confianza al Padre que nos perdona con las mismas palabras que su Hijo nos enseñó:

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdónanos nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal. Amén

Sabiendo que todos estamos unidos en la devoción a nuestra Madre, que su misión es entregarnos a Jesucristo y conducirnos hacia Él. Entonces, para recibir fe, esperanza, caridad, fortaleza, yo les voy a impartir la bendición a ustedes ya todas nuestras familias, y a todo el pueblo de la provincia de Santiago de Cuba.

El Señor esté con ustedes. R/ Y con tu Espíritu

Y la bendición de Dios todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes, familiares y vecinos y amigos y les acompañe siempre.  Amén.

Mons. Dionisio García
Arzobispo de Santiago de Cuba

(Música,  A la Virgen del Cobre, de María Teresa Vera, interpreta Eva Griñán)

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