Saludo del Cardenal Jaime Ortega Alamino al Santo Padre

Palabras del Cardenal Jaime Ortega Alamino, Arzobispo de La Habana, al concluir la Misa presidida por el Santo Padre Francisco.
Plaza de la Revolución “José Martí”, Domingo, 20 de septiembre de 2015

Querido Santo Padre: Mis sentimientos personales de adhesión, de fe profunda y cordial hacia el Papa Francisco, los conoce Usted desde tiempo atrás. Gracias Santidad por haberme hecho experimentar también su cercanía, su amistad. Pero hablo ahora en nombre de nuestro pueblo cubano, de los católicos y de otros tantos creyentes, y aun no creyentes.

Gracias por venir a visitar esta tierra nuestra, Cuba querida, gracias por haber sembrado, con su Pontificado, inquietudes buenas y necesarias en nuestras conciencias, tan adormecidas y acostumbradas a la mediocridad. Gracias por los nuevos aires de esperanza que surgen de su ministerio de Padre y Pastor y que parecen inundar nuestro mundo, cuyo frescor renovador sienten especialmente los pobres de nuestros campos y ciudades, de las  periferias sociales, económicas y políticas, de todos los pueblos de la tierra, también del nuestro.

Gracias, Santo Padre, por haber favorecido el proceso de renovación en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, que tanto beneficiará a nuestro pueblo. Esperamos que su llamado a la paz se extienda no solo a los altos niveles políticos, sino que llegue a los pueblos de ambas naciones y muy especialmente a nuestro pueblo cubano que vive aquí y en Estados Unidos, para alcanzar, en espíritu cristiano de perdón y de misericordia, la anhelada reconciliación entre  todos los cubanos, los que vivimos en Cuba o fuera de Cuba. Sólo el amor y el perdón entre todos nosotros será un medio válido para una verdadera y pacífica renovación de nuestra nación cubana.

Le prometemos Santo Padre nuestra oración asidua a la Virgen de la Caridad para que lo sostenga en su difícil ministerio de sembrar amor y paz en un mundo dividido por las guerras y por el odio.Querido Papa Francisco, bendiga a nuestro pueblo que lo admira, lo acoge con cariño y, lleno de gratitud y esperanza, espera su bendición.

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