El Papa que vino con la lluvia

Por: María C. López Campistrous

Foto: P. Valentín Sanz

A la salida del Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, el pasado 21 de septiembre el Santo Padre fue gratamente “sorprendido” por un coro de niños de la catequesis parroquial, con los que antes de cantar para él, intercambió palabras y obsequios.

El P. Gustavo Cunill, párroco, nos cuenta detalles de este momento especial y de los regalos “fuera de programa”. Como tantos cobreros no cabe de alegría, por la gracia tan grande recibida estos días, y quiere narrar cada pormenor de lo vivido.

“La llegada al pequeño poblado fue toda una fiesta, El Cobre todo y muchos de los vecindarios cercanos en fila a ambos lados de la carretera desde Melgarejo (distante dos kilómetros) hasta la misma subida del Santuario, le saludaron. A la entrada de la casa parroquial los niños y adolescentes de la catequesis, religiosas y muchos fieles hicieron mucho ruido, manifestación de cariño hacia el Santo Padre”, nos dice.

Y continua casi sin parar, “Hubo un momento en que pensamos se detendría, pero el Papa trajo la lluvia, y ante su ademán de parar su seguridad aconsejó seguir la marcha. Y efectivamente, un torrencial aguacero limpió y refrescó la tarde en el poblado; aguacero recibido como bendición pues desde hacía mucho no llovía de este modo”. Me dice jocosamente, “ahora dicen que Francisco es “el Papa que vino con la lluvia”

Le interrumpo para volver a los niños, al regalo. “La lluvia providencialmente ayudó, los niños le cantarían desde el atrio, pero fue necesario moverlos hacia el final del templo. La comunidad había preparado una cruz de madera tallada, e Idania, una imagen de la Virgen. Esto no estaba previsto, pero todos los caminos se abren. Al pedirle a uno de los miembros de la seguridad vaticana lo entregara al Santo Padre por nosotros, dijo que lo hicieran los mismos niños”.

Las imágenes todos las vimos. Los pequeños entregaron primero la cruz, luego la réplica de la Virgen, que el Francisco besó con cariño y devoción… Pidieron la bendición, que el Santo Padre dejó para la parroquia del Cobre, para los niños, para todos los cobreros.

“Es un pastor que atiende, un pastor que atiende y escucha a todos”, me dice el P. Gustavo. Y esa es la impresión en este pueblo sencillo y privilegiado de Cuba, que salió a las calles a recibirle, que le escuchó atentamente, que quedó impresionado por su fuerza y alegría.

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